Mt 23, 27-32: Contra los escribas y fariseos (iii) – Sepulcros blanqueados
/ 26 agosto, 2015 / San MateoTexto Bíblico
27 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad. 28 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, 29 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! 30 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. 31 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 32 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna?
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Bernardo, abad
Sermón: Rasgar el corazón con la espada del Espíritu
2º sermón para el primer día de Cuaresma, 5 ; PL 183, 172-174.
«Oh Dios, cera en mí un corazón puro» (Sal 50).
«Rasgad vuestros corazones, dice el profeta, y no vuestras vestiduras». ¿Quién de entre vosotros tiene la voluntad particularmente apegada a no ceder, a entestarse? Que rasgue su corazón con la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. Que lo rasgue y lo reduzca a polvo porque nadie puede convertirse al Señor si no es con un corazón roto…
Escucha a un hombre según el corazón de Dios: «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme». Está firme tanto para la adversidad como para la prosperidad, se mantiene firme tanto para las cosas humildes como para las más elevadas, está firme y a punto para todo lo que tú ordenarás… «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme». ¿Quién está a punto, como David, tanto para salir como para entrar y andar según la voluntad del Rey?
San Gregorio de Nisa, obispo
Homilía: Quitar las manchas que estropean la belleza.
Homilía 6 sobre las Bienaventuranzas : PG 44,1269.
«Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8).
La salud del cuerpo es un bien para la vida humana. Ahora bien, se es dichoso no sólo por conocer la definición de salud, sino por vivir en buena salud… El Señor Jesús no dice que se es dichoso por saber alguna cosa referente a Dios, sino que se es feliz por la posesión de él dentro de sí. En efecto, «dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). No dice que Dios se deja ver por cualquiera que haya purificado la mirada de su alma…; en otra parte lo dice más claramente: «El Reino de Dios está dentro de vosotros» (Lc 17,21). Esto es lo que nos enseña: el que ha purificado su corazón de toda criatura y de toda atadura
desordenada, ve la imagen de la naturaleza divina en su propia belleza…
Hay en ti, en cierta medida, una capacidad para ver a Dios. El que te ha formado ha depositado en tu ser una inmensa fuerza. Dios, al crearte, ha encerrado en ti la sombra de su propia bondad de manera semejante a cuando se imprime el dibujo de un sello en la cera. Pero al pecado ha escondido esta huella de Dios; ha quedado escondida bajo unas manchas. Si a través de una vida perfecta purificas las manchas fijadas en tu corazón, la belleza divina brillará de nuevo en ti. De la misma manera que un pedazo de hierro del que se ha quitado su herrumbre brilla bajo la luz del sol, igualmente ocurre en el hombre interior: en lo que el Señor llama «corazón», encontrará de nuevo la semejanza con su modelo cuando haya quitado las manchas de herrumbre que estropeaban su belleza.
Balduino de Ford, obispo
Escritos: Señor, quita mi corazón de piedra.
Escritos del 25-01-1937. Obras completas – Editorial Monte Carmelo, p. 767.768, § 883.884.885.
«¡Ay de vosotros que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!» (Mt 23,25).
Amamos a Cristo como él nos ha amado. Nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas (1Pe 2,21).Porque él dice:“Ponme como un sello sobre tu corazón” (Ct 8,6), esto viene a decir: “Ámame como yo te amo. Llévame en tu espíritu, en tu memoria, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y tus sollozos. Acuérdate, hombre en qué estado yo te he creado, cuánto te he elevado por encima de otras criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y honor, cómo te he situado un poco inferior a los ángeles, y cómo todo lo he puesto bajo tus pies(Sal 8). Acuérdate no solo de todo esto que he hecho por ti sino de qué pruebas y qué humillaciones he sufrido por ti…Y tú, si me amas, muéstralo; no de palabra y de lengua, sino en acto y verdad… Ponme como un sello sobre tu corazón y ámame con todas tus fuerzas”…
Señor, quita mi corazón de piedra, este corazón duro e incircunciso. Dame un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro (Ez 36, 26). Tú que purificas los corazones, que amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón, ven y vive.
Comentarios exegéticos
Comentarios a la Biblia Litúrgica (NT): Sepulcros blanqueados
Paulinas-PPC-Regina-Verbo Divino (1990), pp. 1078-1080.
En el fariseísmo se halla criticado y condenado todo legalismo de vía estrecha. La crítica de Jesús a este legalismo no va dirigida contra la Ley, sino contra aquellos que, amparándose en ella, quieren burlar sus profundas exigencias. Son los leguleyos. El evangelista Mateo ha recogido el sentido profundo de esta crítica en sus célebres antítesis (5,21ss.) y Pablo describe magistralmente esta tendencia farisaica de todo falso legalismo (Rom 2,17ss.).
La comparación con los sepulcros blanqueados es bien elocuente. Para los judíos, los sepulcros eran lugares impuros. Y tenían la costumbre de pintarlos de blanco —sobre todo por la Pascua, cuando acudían a Jerusalén tantos peregrinos— para que la gente se diese cuenta de dónde estaban y pudiesen evitar la «impureza» que suponía pisar sobre ellos. O, tal vez, Jesús estuviese pensando en las suntuosas tumbas paganas construidas con mármol o pintadas de blanco. Nos inclinamos, más bien, por lo primero. En todo caso, el punto central de la comparación es claro: contraposición entre lo exterior y lo interior. La maldad del espíritu fariseo está en que, bajo el pretexto de cumplir la Ley, lo que pretenden es burlar sus exigencias más profundas. Legalistas sin Ley, sería su mejor definición. Y de ahí derivaba también su hipocresía, porque no cumplían la Ley y se vanagloriaban de ella (6,2.5.16: utilizaban el cumplimiento de las prescripciones legales para adquirir fama y prestigio ante los hombres). Este contrasentido se llama hipocresía.
La segunda amenaza que recoge nuestra sección tiene también que ver con los sepulcros. Aunque no sabemos con exactitud cuántos fueron los profetas martirizados (la Escritura solamente habla de Zacarías, 2 Crón 24,20-22), la leyenda judía había aumentado notablemente este número hasta universalizar esta clase de muerte para ellos. Por otra parte, en el judaísmo contemporáneo había surgido una especie de culto a los profetas martirizados y a los grandes hombres de la historia de su pueblo. En Hebrón se conservan, actualmente, los sepulcros de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Se les construían monumentos o, tal vez mejor, capillas expiatorias. Sobre estos datos se basan las palabras de Jesús: por vuestras venas corre sangre de asesinos. Y vosotros llevaréis hasta su culminación la trayectoria que comenzaron vuestros antecesores.
Jesús era bien consciente de la suerte que le esperaba. Cuando dice «colmad vosotros la medida de vuestros padres», está aludiendo a su muerte. Por ser «el Profeta» (Deut 18,15) debe correr la misma suerte que los profetas. Y serán ellos, los escrupulosos de la Ley, los encargados de ejecutar la sentencia en el gran y trágico drama que constituye la historia de la salvación.
Bastin-Pinckers-Teheux, Dios cada día: Contra las pestilencias de la muerte
Siguiendo el Leccionario Ferial (4). Semanas X-XXI T.O. Evangelio de Mateo.
Sal Terrae (1990), pp. 394-395.
2 Tesalonicenses 3, 6-10. 16-18.
Como hará en repetidas ocasiones, Pablo se propone como ejemplo. Cuando había predicado en Tesalónica, no había querido ser una carga para nadie, sino que había trabajado con sus propias manos. En esto se mostraba fiel a la tradición rabínica, que obligaba a los futuros doctores de la Ley a aprender un oficio. El ejemplo del apóstol no resultaba menos revolucionario en un mundo pagano que despreciaba el trabajo manual, reservado a los esclavos.
En numerosas ocasiones, Pablo manifestará su orgullo de no haber sido una carga para los demás, destacando de este modo la independencia de su predicación. Sin embargo, no hace de ello una norma absoluta. Efectivamente, piensa que el obrero del Evangelio tiene derecho a un salario, y él mismo aceptó excepcionalmente ayudas como la que los filipenses le enviaron con motivo de la evangelizarían de Tesalónica. De todos modos, lo que aquí desea es el retorno a la tranquilidad. Que los cristianos trabajen: de esta forma ocuparán su espíritu y sosegarán su imaginación.
Salmo 127.
¡He aquí un motivo de felicitación para el trabajador! El pequeño salmo 127 reúne algunas fórmulas de congratulación que el sacerdote de servicio dirigía a los peregrinos a modo de acogida. Conserva, incluso, la fórmula de bendición.
Mateo 23, 27-32.
Se hacen ilusiones sobre sí mismos y, lo que es más grave, su apariencia engaña a los demás. Un ejemplo entre otros: como Poncio Pilatos, se lavan las manos manchadas con la sangre de los profetas asesinados por sus antepasados, mientras se preparan a hacer cualquier cosa para desembarazarse de Jesús.
Sin embargo, nada está perdido. A la manera de los profetas, Jesús deja abierto un agujero de esperanza. Al terminar su discurso, anunciará a los escribas y a los fariseos la caducidad de la religión judía («Vuestra casa quedará desierta»), pero añadirá a continuación: «hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor» (vv. 38-39).
***
Decoran las tumbas de los justos y blanquean los sepulcros con cal. Se diría que son guardianes de los cementerios… Pero ¿lo son, quizá? No paran de evocar el pasado, pero lo hacen para mejor aplastar a los profetas. No son más que un montón de huesos, verdaderos muertos vivientes, revestidos del prestigio de su uniforme. Mirad su cabeza: ¡es una cabeza de muerto! Además, todo está listo para asesinar al profeta Jesús: una muerte legal, por supuesto, según las antiguas leyes… Pero habrá que arrebatarles el cuerpo de Cristo para que no vaya a parar a la fosa común. Más adelante, otros fariseos vendrán a decorar la tumba de Jerusalén… Y otros enterrarán el Evangelio en su osario por miedo a que reviva. Nunca se sabe.
Evidentemente, para caer en la cuenta de esta connivencia farisaica con la muerte, hay que arañar el barniz. El uniforme siempre ha sido obligatorio. Aparentemente, son hombres justos. ¿Cómo reconocerlos? Pienso que aspirando intensamente su olor a muerto, hasta sentir náuseas… Sí, siempre están perdonando la vida; según su justicia, nadie está autorizado a vivir o, mejor dicho, a apreciar la vida. De su boca sólo salen los «no se puede, no es lícito…» Siempre tienen un texto de la ley que oponerte cuando la vida te invita a recorrer caminos desconocidos. Además, no soportan a los profetas, que dejan que Dios hable en ellos como le plazca. Incluso tienen encadenado a Dios en sus capillas ardientes… con muchas flores, eso sí, para disimular el olor a pasado, a muerto. Evidentemente, se presentan como los únicos depositarios del presente y no admiten que se les trate como a momias.
¿Sabéis ya de quien hablo? Si en alguna ocasión os encontráis con un hombre, un dignatario o un maestro de esta especie, no lo dudéis: ¡se trata, con toda seguridad, de un fariseo! Huid rápidamente de él, pues vuestro ataúd está ya al alcance de su mano.
***
Cristo, salido de la tumba,
tú siempre estás del lado de la vida;
tu resurrección es para nosotros,
todos los días, el alba de una nueva esperanza.
Te damos gracias, y te rogamos:
que nuestra fe no conozca nunca
la degradación de la muerte:
¡Consérvanos, Señor,
vivos y creadores
en este mundo y para siempre!
Biblia Nácar-Colunga Comentada
[…]
7) v.29-33; cf. Lc 47-48. La última censura, encadenada por la anterior, va sobre los fariseos por homicidas de “profetas” y de “justos.”
“El culto de los sepulcros, tenido en mucho entre los judíos, como lo prueba la veneración que todavía tributan a los sepulcros de Abraham y de Sara, de Isaac y Jacob, en Hebrón; de Raquel, cerca de Belén; de David y de varios antiguos profetas, en Jerusalén; de José, no lejos de Naplusa, ofrecerá también al Salvador ocasión” de otro anatema.
Estas tumbas a las que alude Jesucristo podían ser excavadas en las rocas y realizadas en forma de monumentos, al estilo del que hoy se llama tumba de Absalón, en el valle de Josafat. La expresión “los adornáis” se refiere a ciertas representaciones, sea en las fachadas o en los hipogeos. La distinción que ha querido verse entre “profetas” y “justos,” entendiendo que por estos últimos se refería a personajes posteriores a los profetas, mientras en los primeros se referían a los profetas antiguos, cuyos sepulcros, en esta época, exigirían una restauración, no se ve tenga una base sólida. Es un pensamiento rimado por sinonimia al modo oriental.
Los judíos de otras generaciones mataron a “profetas” y a “justos.” Los escribas y fariseos contemporáneos de Cristo arreglaron estos sepulcros. Pero ellos decían: “Si hubiéramos vivido nosotros en tiempo de nuestros padres, no hubiéramos sido cómplices suyos en la sangre de los profetas” (Mt). Pero Jesucristo parece sacar una consecuencia de esto: que por arreglar estos sepulcros son cómplices en la muerte de los que guardan en esos sepulcros (Mt); lo que formula con un gran realismo Lc: “Vosotros mismos atestiguáis que consentís en la obra de vuestros padres; ellos los mataron, pero vosotros edificáis” (Lc 11:48). Todo esto se basa en el concepto semita de causa y efecto. Todo lo que de alguna manera se puede referir a la causa, se formula literariamente, atribuido a la causa; lo que no quiere decir que tenga una misma valoración psicológica conceptual vinculada a la misma. Es esto lo que quiere decir la formulación de este pasaje en Mt. Por el hecho de arreglar estos sepulcros, “ya con esto os dais por hijos de los que mataron a los profetas” (v.31). ¿Por qué? ¿Cuál es el entroncamiento real de esta vinculación homicida de los escribas y fariseos con sus antecesores asesinos de los profetas? Es lo que va a decirse en la primera parte del juicio divino, que va a expresar a continuación: la persecución a los discípulos — profetas, sabios, escribas — de Cristo.
W. Trilling, El Nuevo Testamento y su Mensaje (Mt): Sepulcros blanqueados
Herder (1980), Tomo II, Cf. pp. 246-248.
vv. 27-28
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que parecéis sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen vistosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de todo lo impuro! 28 Así también vosotros: por fuera parecéis justos delante de los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad.
Esta conminación está orientada en el mismo sentido que la precedente: descubrir la discrepancia entre la realidad y la apariencia. De nuevo se ilustra el pensamiento con una comparación de intenso contraste. Los sepulcros de Palestina tenían que ser blanqueados, para que nadie los tocase y viniera a contraer una impureza según los ritos. Podían estar adornados y tener muy buen aspecto, pero todos sabían su contenido. Así sois vosotros. La apariencia de la justicia desde lejos engaña ocultando la maldad que realmente existe. Se finge todo lo que exteriormente se hace patente.
En un profundo sentido reina la maldad en los que tienen que administrar la ley. Porque no han reconocido ni han hecho lo que importa en la ley. Mediante un sinnúmero de ocupaciones externas se han exonerado de sus grandes reclamaciones del derecho, de la misericordia y de la fidelidad (23,23). Esta maldad también queda reprobada en la sentencia del juez: «Apartaos de mí, ejecutores de maldad» (7,23). Tan profundamente se puede desacertar la voluntad de Dios, si se procura cumplirla según la letra y no según el espíritu.
vv. 29-31
29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis las tumbas de los justos. 30 y decís: ‘Si hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no habríamos sido cómplices de la sangre de los profetas.’ 31 Y con esto, os estáis declarando a vosotros mismos hijos de aquellos que mataron a los profetas.
Dios ha suscitado en su pueblo un gran número de profetas y justos, y los ha enviado de nuevo a él como mensajeros (cf. 21,33-36; 22.3-6). No fueron oídos, sino rechazados. Los descendientes se glorían de ellos, les erigen tumbas caras y suntuosas. Pero esto no basta. El corazón obstinado es lo que hace que los hijos se parezcan a los padres. A los hijos les parece que son mejores, más juiciosos y justos que los padres, y precisamente son todavía más ciegos y obstinados que ellos. No deberían venerar los sepulcros de los profetas, sino hacer lo que ellos dijeron. Con esta obstinación matan una vez más espiritualmente a los profetas, a quienes sus padres han dado muerte. Aquí de nuevo se descubre la hipocresía. Con la creencia temeraria de ser mejores que los ascendientes, de estar de parte de los justos (23.28), cuyas tumbas son adornadas por ellos.
¡Qué espantoso engaño sobre la verdadera situación! ¿No hay también una ilusión semejante entre los cristianos que miran presuntuosamente los aspectos sombríos de la historia de la Iglesia, y les parece que son mejores que sus padres? La crítica auténtica procede siempre del conocimiento de la propia culpa y del propio pecado.
v. 32
32 ¡Y ahora vosotros, colmad la medida de vuestros padres!
El discurso en la conclusión va subiendo de tono de modo extraordinario. La parte final empieza invitando a colmar la medida de los padres. Falta muy poco para ello y pronto rebosará. La medida quedará colmada con la muerte del último profeta, con la muerte de Jesús. Como hizo antes Juan, Jesús los trata de serpientes y ralea de víboras, que no tienen esperanza de eludir el castigo (cf. 3, 7). Pero aquí se dice ya cuál será el castigo: la condenación al fuego eterno (la gehenna) (v. 33).