Mt 19, 23-30: El joven rico (ii) – Ciento por uno y la vida eterna
/ 18 agosto, 2015 / San MateoTexto Bíblico
23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24 Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». 25 Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». 26 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo».
27 Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». 28 Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.
30 Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Pedro Damián, obispo y doctor de la Iglesia
Sermón: No hay carga más pesada que el propio yo
Sermón 9 : PL 144, 549-553.
«Lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mt 19,27).
En verdad es una gran cosa «dejarlo todo», pero hay una cosa todavía más grande que es «seguir a Cristo» porque, tal como nos lo enseñan los libros, son muchos los que lo han dejado todo pero no han seguido a Cristo. Seguir a Cristo es nuestra tarea, nuestro trabajo, en esto consiste lo esencial de la salvación del hombre, pero no podemos seguir a Cristo si no abandonamos todo lo que nos impide seguirle. Porque «sale contento como un héroe» (Sal 18,6), y nadie puede seguirle si lleva una pesada carga.
«He aquí, dice Pedro, que nosotros lo hemos dejado todo», no solamente los bienes de este mundo sino también los deseos de nuestra alma. Porque no lo ha dejado todo el que sigue atado aunque sólo sea a sí mismo. Más aún, de nada sirve haber dejado todo lo demás a excepción de sí mismo, porque no hay carga más pesada para el hombre que su propio yo. ¿Qué tirano hay más cruel, amo más despiadado para el hombre que su voluntad propia?… Por consiguiente, es preciso que abandonemos nuestras posesiones y nuestra voluntad propia si queremos seguir a aquel que no tenía «donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58), y que ha venido «no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que le ha enviado» (Jn 6,38).
San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia
Obras: ¿Espíritu de propiedad o pobreza en el espíritu?
Avisos y Máximas nn. 353-357.
«Recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» (Mt 19,29)
No tenga otro deseo, que el de entrar sólo por amor a Cristo en el desapego, el vacío y la pobreza de todo lo que existe en la tierra. No tendrá otras necesidades más que aquellas a las que has sometido tu corazón; el pobre de espíritu nunca será más feliz que cuando se encuentre en la indigencia; aquel cuyo corazón no desea nada es siempre generoso.
Los pobres en el Espíritu (Mt 5,3) tienen una gran libertad en todo lo que poseen. Su placer es pasar necesidad por amor a Dios y al prójimo… No sólo los bienes, las alegrías y los placeres de este mundo nos estorban y nos retrasan en el camino hacia Dios, sino también las alegrías y las consolaciones espirituales, son en sí mismas un obstáculo en nuestra marcha, si los recibimos o las buscamos con un espíritu de propiedad.
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia
Homilía: Han renunciado a sus bienes y sus codicias.
Homilía 5 sobre el Evangelio.
«He aquí que nosotros hemos dejado todo por seguirte» (Mt 19,27)
Vosotros habéis entendido, mis queridos hermanos, que Pedro y Andrés han abandonado sus redes para seguir al Redentor a la primera voz de su llamada (Mt 4, 20)… Puede ser que alguno se diga todo bajo: Para obedecer a la llamada del Señor, ¿que es lo que estos dos pescadores han abandonado, ellos que no tenían casi nada? Pero en esta materia, nosotros debemos considerar las disposiciones del corazón antes que la fortuna. Ha dejado mucho, el que nada retenía para él; ha dejado mucho el que ha abandonado todo, lo mismo si es poca cosa. Nosotros que poseemos, lo conservamos con pasión, y esto que no tenemos, lo perseguimos nosotros con el deseo. Sí, Pedro y Andrés han dejado mucho, puesto que el uno y el otro han abandonado el deseo de poseer. Ellos han abandonado mucho, puesto que han renunciado a sus bienes y también han renunciado a sus codicias. Siguiendo al Señor, ellos han renunciado a todo lo que habrían podido desear si no le hubieran seguido.
San Ireneo de Lyon, obispo, mártir y doctor de la Iglesia
Tratado: Jesús no nos llama para quitarnos de nada
Contra las herejías, IV, 14,1 : SC 100, 537.
«Vosotros, los que me habéis seguido» (Mt 19,28)
Por haber seguido la Palabra de Dios, su llamada, espontánea y libremente con la generosidad de su fe, Abrahán fue “el amigo de Dios” (Sant 2,23). No era a causa de una indigencia que el Verbo de Dios adquirió esta amistad de Abrahán, ya que el Verbo es perfecto desde su origen. “Antes que Abrahán, Yo soy!” (Jn 8,58) Lo hizo en su gran bondad para poder dar a Abrahán la vida eterna… Tampoco en el principio, cuando Dios modeló a Adán, no lo hizo por una necesidad sino por tener a alguien en quien depositar sus beneficios.
Del mismo modo, Jesús tampoco necesita nuestro servicio, sino que nos llama a su seguimiento para darnos la salvación. Ya que seguir al Señor es tener parte en la salvación, como el que sigue la luz tiene parte en la luz. Cuando los hombres caminan en la luz, no son ellos los que iluminan la luz ni la hacen brillar, antes bien son iluminados y resplandecientes gracias a ella… Dios concede sus beneficios a los que le sirven porque le sirven y a los que lo siguen porque le siguen. Pero no recibe de ellos beneficio alguno ya que él es perfecto y no necesita nada.
Si Dios solicita los servicios de los hombres es para poder conceder sus beneficios de bondad y misericordia a los que perseveran en su servicio. Porque, si Dios no necesita nada, el hombre sí que necesita de la comunión con Dios. La gloria del hombre es que persevere en el servicio de Dios. Por esto, el Señor dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros,” (Jn 15,16) indicando así que…por haber seguido al Hijo de Dios, serían glorificados con él: “Padre, quiero que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo.” (Jn 17,24).
Comentarios exegéticos
Comentarios a la Biblia Litúrgica (NT): La riqueza
Paulinas-PPC-Regina-Verbo Divino (1990), pp. 1056-1058.
El encuentro del joven rico con Jesús y la retirada de aquél ante las exigencias del discipulado cristiano, ofrecen las circunstancias propicias para que el Maestro se pronuncie sobre el tema de las riquezas. Tenemos aquí el célebre proverbio del camello y la aguja. El proverbio, como tal, habla no de dificultad sino de impasibilidad. Así lo entienden, además, los discípulos. El hombre, por sí mismo, se encuentra tan imposibilitado frente a la salud como el camello que pretendiese pasar por el ojo de una aguja. Y si esto se dice expresamente del rico es porque él tiene medios en los que pudiera confiar. La única posibilidad frente al reino nos la da el poder de Dios y su acción salvadora. Estamos en la misma línea de aquellos pasajes que hablan de la necesidad de un nuevo nacimiento (11,11, ver el comentario que allí hicimos; Jn 3,3ss) de la fe o la oración.
La cuestión planteada por Pedro en nombre de los discípulos es respondida por Jesús garantizando el premio a la renuncia doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Este lenguaje figurado procede del profeta Daniel (Dn 7,9-14). Allí se habla de tronos y del Hijo del hombre. Aquí Jesús afirma su calidad de Hijo del hombre —en el que se destacaba siempre el aspecto judicial de esta figura misteriosa— y los discípulos, a los que ha sido dado a conocer el misterio del reino (13,11), se hallan íntimamente asociados a Jesús. Las doce tribus de Israel era una designación arcaica en la época de Jesús. Hacía siglos que habían desaparecido como tales tribus y se conservaba la expresión para designar al pueblo como tal. Pero la expresión fue utilizada también para designar al nuevo pueblo de Dios (Ap 7,4-8).
¿Qué es lo que se promete a los discípulos? El premio parece condicionado, en la expresión de Jesús, por el momento en el que va a tener lugar. Este momento es el de la regeneración. La palabra regeneración, palingenesia, solamente aparece aquí y en Tito 3,5 en todo el Nuevo Testamento. En el texto de la carta a Tito se refiere al bautismo. En nuestro texto hace también referencia a la última intervención de Dios en la historia, pero ésta ha tenido ya lugar al enviar a su Hijo. Aunque la frase pudiera orientarnos a pensar en el juicio final, no se trata de eso. La «regeneración» indica la nueva vida surgida en el hombre nuevo con motivo de la acción de Dios. Indicaría, por tanto, el período de la iglesia y haría referencia a todos los creyentes, a aquéllos que se someten al señorío divino y participan de él. La promesa hecha a los discípulos es la de ser «jueces», en el sentido de «dirigentes» (la palabra «juez» tendría, por tanto, el mismo sentido que en el libro de los Jueces: figuras de las que Dios se sirvió para «regir» a su pueblo).
La promesa de Jesús se amplía a todos aquéllos que lo hayan abandonado todo por su causa y, en definitiva, a todos los creyentes. Seguro que tendrán el premio, y mayor que ellos se imaginan. La sección se termina con una seria amonestación: en el reino de Dios nadie tiene asegurado definitivamente el puesto: los primeros pueden ser últimos y los últimos primeros. Pero esta sentencia la explicaremos en la sección siguiente.
Bastin-Pinckers-Teheux, Dios cada día: ¡Todo es posible!
Siguiendo el Leccionario Ferial (4). Semanas X-XXI T.O. Evangelio de Mateo.
Sal Terrae (1990), pp. 210-212.
Jueces 6, 11-24a.
«Los hijos de Israel hicieron lo que está mal a los ojos de Yahvé, y el Señor los entregó en manos de Madián durante siete años» (6,1). Según las épocas, los madianitas fueron amigos (cfr. Moisés) o enemigos de Israel. Habían seguido siendo nómadas y hacían incursiones, ya estacionales, ya imprevistas, en los territorios ocupados por las tribus israelitas y arrasaban todo a su paso. Viéndose obligado a trillar su trigo en un lugar secreto, Gedeón, hijo de Manases, se decidió a replicar y persiguió al invasor hasta el otro lado del Jordán.
El relato propuesto por la liturgia es una leyenda etiológica que pretende explicar la fundación del santuario de Ofra, marcado por la presencia de un árbol sagrado (v. 24: «En este lugar, Gedeón levantó un altar a Yahvé y le llamó Señor-de-la-paz «)• Pero, en el marco de esta leyenda, el autor bíblico ha querido relatar la vocación de Gedeón; el relato es tan típico que suele ser citado como ejemplo. Se menciona en él el encuentro con Dios (v.l2a), una fórmula de introducción que describe la miserable situación del pueblo (vv. 12b-13), el envío en misión (v.14), y la objeción de Gedeón, quien, a semejanza de Moisés, se encuentra demasiado joven y demasiado débil para tal empresa (v. 15). Esto permite al autor subrayar la iniciativa divina en una frase de aliento: «Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre» (v. 16). Finalmente tiene lugar la demanda de una señal (vv. 17-19). Tales relatos son frecuentes, tanto en el Antiguo Testamento (vocación de Jeremías) como en el Nuevo (relato de la Anunciación).
Salmo 84.
El responso del salmo 84, que es un salmo de súplica, ha sido elegido en función del nombre dado al altar de Gedeón.
Mateo 19, 23-30.
«Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los cielos». No se puede ser más claro. Sin duda, hay que añadir que Jesús «amó y llamó a hombres ricos, que ocupaban un rango social elevado, sin exigir que abandonasen sus riquezas», lo cual no impide que también haya calibrado el obstáculo que las riquezas representan para los que quieren entrar en la Vida.
Los discípulos no dan crédito a sus oídos. Las exigencias del Maestro en materia de fidelidad conyugal ya les habían parecido prácticamente irrealizables; el desprendimiento que ahora preconiza les parece imposible. Si el acceso al Reino exige tales sacrificios, ¿quién podrá salvarse?
Pero ¿quién habla de sacrificios? El hombre rico había acudido preguntar lo que había que hacer para acceder a la vida eterna; Jesús habla de dejar todo para recibir (J. Radermakers). Esta es la deslumbrante verdad: el Reino no se gana, se recibe. ¡Feliz, pues, el hombre que no se va triste, después de haber tomado conciencia de su incapacidad! Si no abandona, está maduro para ser colmado al cien por cien por el Espíritu de Dios, y su corazón, como el mundo, será nuevo.
***
«¡Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los cielos!» Los discípulos no dan crédito a sus oídos: las condiciones para acceder al Reino de Dios son tales que la pregunta se hace dramática: ¿quien va a poder cumplir con tales exigencias? Basta prestar oído a los gemidos, a los gritos, a los rumores que brotan de todos los seres humanos que nos rodean para oír, como en un eco, la pregunta dramática:» ¿Quién podrá salvarse?» La respuesta de Jesús se hace firme, porque él sabe lo que anuncia y lo que aporta: «¡Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible!». Frente a la pregunta inmensa y trágica, la respuesta de Dios será de una sencillez desconcertante: Dios envía a su Hijo, solo y desarmado. Los que hayan seguido a Jesús por el camino estrecho que lleva al calvario, ésos conocerán la mañana de Pascua y la alegría del Reino.
En verdad, sólo habría razón para la desesperanza si la palabra viva de Dios llegara a extinguirse, si el Espíritu de Cristo no suscitara ya ningún testigo. «Nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido». Hemos empezado a soltar nuestras amarras y las riquezas que nos retenían prisioneros de nosotros mismos, deseamos estar disponibles para que la esperanza de salvación no naufrague entre los hombres. Por haber sentido nuestro propio corazón convertido por la palabra todopoderosa, aunque no éramos mejores que los demás, por haber sido transformados por la mirada de Dios, tenemos fe en la palabra del Señor. La prueba más tangible de que todo sigue siendo posible para nuestro mundo y para la historia de los hombres, es lo que nos ha sucedido…
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Si algún día llegara a Dios a abandonarnos,
si algún día el Eterno
tuviera en cuenta nuestras miserias,
¿quién podría subsistir ante Dios?
¿Quién podría salvarse?
Pero ante Dios el Señor todo es gracia,
ante de Dios Todopoderoso
no hay más que futuro siempre ofrecido:
es él quien da la vida a su pueblo,
él es el Dios que ama y perdona.
Biblia Nácar-Colunga Comentada
El joven no aceptó [la respuesta de Cristo]. Mc, colorista, dirá que “frunció el entrecejo,” “contrajo la cara” (στυγνάσας) al oír esto. Los tres evangelistas recogen el motivo: “porque tenía muchos bienes.” No hubo respuesta. Sólo fue su rostro ensombrecido y. su “marcha.” Los ojos de Cristo, que le “amaron,” le vieron irse. “En el pensamiento evangélico es una de las posesiones más contrarias a la vida cristiana” (Bonnard).
A este propósito, Cristo lo comentó, avisando del peligro de las riquezas con un grafismo oriental hiperbólico: “Os digo más: con mayor facilidad entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos.” La lectura “camello” es genuina. Pero algunos autores, sorprendidos por esta desproporción entre aguja y camello, pensaron que, en lugar de “camello” (kámelos), hubiese estado primitivamente otra palabra semejante (kámilos), que significa cable, soga gruesa, maroma de navio, con lo que se lograría no sólo menos desproporción, sino también una mayor homogeneidad conceptual entre aguja y soga. Otros, para justificar esto, inventaron que una de las puertas de Jerusalén se llamaría entonces “Agujero de aguja.”
Pero es desconocer los fuertes contrastes orientales, las grandes hipérboles, tan características de esta mentalidad. Además, este tipo de comparación era completamente usada en el medio ambiente, Así se lee, v.gr.: “Practicad por mí, por la penitencia, una abertura como el agujero de una aguja, y yo os abriré una puerta por donde los carros y vehículos podrán pasar.” En cambio, en la literatura rabínica se sustituye el término “camello” por el de “elefante.” Probablemente sería esto entonces como un recuerdo de la presencia de estos grandes animales en las guerras macedonias y sirias. Así se lee: “Nadie piensa, ni en sueños., un elefante pasando por el agujero de una aguja.” Y un rabino decía con gran intención: “Tú eres de Pumbeditha, donde se hace pasar un elefante por el agujero de una aguja”. Es un proverbio con el que se designa una cosa que es, por medios humanos, imposible. Jesucristo, tomando sus imágenes del medio ambiente, sustituye “elefante” por “camello.” Y así dirá en otra ocasión a los fariseos: que “coláis un mosquito y os tragáis un camello” (Mt 23:24).
Naturalmente, no predica Jesucristo una revolución social en que se exija la renuncia a la propiedad, ni es una condena y exclusión del reino de los cielos a los ricos. El mismo, reconociendo la propiedad, purificará los abusos económicos de Zaqueo (Lc 19:1-10). Es el modo oriental de hablar por contrastes fuertes e hiperbólicos, con lo que se indica el peligro de los ricos por su apego a sus riquezas, a los placeres y a los abusos.
La afirmación de Cristo causó asombro a los apóstoles, que se preguntaban quién podría salvarse. La dificultad quedaba bien acusada. Pero Cristo da la solución. Lo que los seres humanos no pueden por su condición, Dios se lo puede hacer. El dijo en otras ocasiones cómo hay que recurrir al Padre para obtener el auxilio del cielo. Seguramente con estas palabras quiere sugerir este recurso (cf. Rom 1:16).
El premio del desprendimiento apostólico, 19:27-30 (Mc 10:28-30; Lc 18:28-30).
El tema viene claramente evocado por contraste con el joven rico, que abandonó a Cristo por las riquezas. Aquí es al revés. Los apóstoles, poco o mucho, lo dejaron todo por Cristo. ¿Qué premio tendrán? Cristo se lo anunció en Mt para la “regeneración”
La literatura judía era bastante oscilable y oscura sobre la renovación del mundo. Se confundían a veces las perspectivas escatológicas — mesiánica y final — y se hacía en una o en otra, o confusa y mixtificadamente, una “renovación” o “regeneración” del mundo.
Mc-Lc no dicen cuándo sea esto con relación a los apóstoles. Sólo afirman el hecho, aunque luego, al presentar la doctrina general para todos los que dejan sus bienes por Cristo, distinguen dos etapas de premios: una, aquí y ahora; otra, “en el mundo futuro,” que es “la vida eterna” (Mc-Lc). En Mt hay, no obstante, un dato orientador. Será “cuando se siente el Hijo del hombre en el trono de su gloria.” En el mismo Mt, para describir el Juicio final, dice: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria., se sentará sobre su trono de gloria” (Mt 25:31). Este paralelismo de textos parece llevar a la identificación de esta “renovación” con la parusía, el Juicio final. La literatura judía reservaba este trono de gloria a Dios. El Hijo del hombre aparece aquí, como en otros pasajes, situándose en una esfera trascendente (Mc 8:38; 13:26).
El premio que les asigna es que también ellos “se sentarán en doce tronos “para” juzgar (κρίνοντες) a las doce tribus de Israel.”
Este “juicio” que los apóstoles ejercerán con Cristo triunfante, en esta hora, es seguramente, como formando un cortejo o senado en torno a Cristo, y por su unión privilegiada con él, participarán así de su poder judicial sobre las “doce tribus de Israel”, ya que el juicio como tal es de competencia exclusiva del “Hijo del hombre” (Jn 5:27). Se añade además la metáfora de que les preparará un reino, como el Padre se lo preparó a El, y les hace ver que gozarán, bajo la imagen tradicional de esta felicidad mesiánica, del banquete. En cambio, Mc omite todas estas imágenes de Mt-Lc, dirigidas a los apóstoles, para presentar sólo el premio universal a quien deje los bienes por El.
Algunos autores pensaron que este término “juzgar” tuviese el equivalente de “gobernar,” suponiendo que esta “regeneración” aludida era el período de tiempo anterior al Juicio final, y que comenzaba con la renovación del mundo por la redención e instauración de la Iglesia. Así, Cristo regiría la Iglesia con o por medio de los apóstoles.
Este triunfo lo tendrán los apóstoles sobre “las doce tribus de Israel.” El lenguaje específico judío podía hacer creer que el pensamiento de Cristo se dirige a ellas. “Para nosotros representan todo el mundo; pero el Salvador puede ser que se atenga a la perspectiva del momento; El no ha sido enviado más que a ellas (Mt 15:24); es también un índice precioso de autenticidad”. También pudo ser que, en el pensamiento de Cristo, se incluyese todo el “Israel de Dios” (Gal 6:16), al menos en la perspectiva de Mt.
Unido, lógicamente, a este tema apostólico se presenta el caso y el premio de cualquiera que deje sus bienes, lo más precioso que tenga — padres, hermanos, hijos y hasta posesiones —, por El. La respuesta es doble: después, la vida eterna, pero ahora recibirá “el ciento por uno” (Mc), que Mt-Lc lo formulan diciendo a secas que recibirá “mucho más.” Mc añade que recibirá aquí el “ciento por uno” en todo lo que deja, pero “junto con persecuciones.” Era la perspectiva que se esperaría, y que habían visto, de persecuciones al discípulo de Cristo. ”Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15:20). Es lo que pasa actualmente con un musulmán o un indostánico que se pase a la fe: encontrará la persecución y el boicot en el seno de su mismo hogar. Era ya predicción de Cristo, al anunciar que no vino a traer la paz, sino la guerra, incluso en los hogares (cf. Mt 10:34-36). Y, al tener que dejarse y amar más que a los valores de ley natural a Cristo, está sugiriendo su divinidad.
Al precisar qué tipo de premios “centuplicados” tendrán aquí los fieles de Cristo, incluso perseguidos, los autores se dividen.
Para unos era esto, en sentido estricto, en el período milenarista. Pero este período no existe, ni nadie va a tener, v.gr., por una hermana dejada, cien nuevas; otros apelaron a la amplificación de bienes que se tenían en la comunidad cristiana primitiva (Plummer, Lagrange.), donde todo era común, lo mismo que en la vida monástica (Casiano); pero esto son simples casos particulares, cuando la formulación es universal. Generalmente, partiendo de la escuela alejandrina (Orígenes, San Cirilo), se admite que esos premios son mesiánicos, fundamentalmente espirituales. La formulación es la clásica oriental; pero el contexto exige este tipo de bienes mesiánicos.
Si éste es el premio “ahora,” después, “en el otro mundo” o, “en el siglo venidero,” que no es igual que los días mesiánicos, sino la vida futura después de la muerte, según el uso rabínico, tendrán “la vida eterna.”
Mt y Mc añaden después la siguiente sentencia: “Muchos (de) los primeros serán los últimos, y de los últimos, primeros.”
Esta sentencia es utilizada por los evangelistas en diversas ocasiones (v.gr., Mt 22:14; Lc 13:30). Pudo haber sido empleada por Cristo en varias ocasiones, o repetida, por oportunidad, por los evangelistas. Aquí tiene el aspecto, como en otras circunstancias, de ser un toque de alerta ante la perspectiva de las diversas actitudes ante el reino. No solamente se piensa en los fariseos — se creían los “primeros” en el derecho de ingreso — en su momento histórico, sino en la oportunidad de la misma en la conducta de los diversos cristianos en la Iglesia primitiva. Sin excluir, con motivo de la pregunta y alegato de motivos por los apóstoles — haberlo dejado todo por El —, de ser un aviso “moralizante” contra la jactancia de los cristianos que así obrasen (Act 2:44.45) en la comunidad cristiana.
W. Trilling, El Nuevo Testamento y su Mensaje (Mt): Riquezas y recompensa
Herder (1980), Tomo II, Cf. pp. 173-179.
Peligro de las riquezas (19,23-26).
23 Jesús dijo a sus discípulos: Os lo aseguro: un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.24 Os lo vuelvo a decir: Más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de Dios. 25 Cuando lo oyeron los discípulos, se quedaron hondamente sorprendidos y dijeron: Pero entonces, ¿quién podrá salvarse? 16 Fijando en ellos su mirada, díjoles Jesús: Para los hombres, esto es imposible; pero para Dios, todo es posible.
Son unas palabras difíciles que empalman con el sermón de la montaña (cf. 6,24-34). No pueden ser paliadas ni cambiadas de sentido. Para los ricos es difícil, dice Jesús categóricamente, alcanzar el reino de Dios. Al hablar de «un rico» no debemos fijarnos en la cantidad de sus posesiones, como si fuera posible distinguir, de acuerdo con ella, lo que es justo o injusto; tampoco hay que pensar en un rico dominado por sus riquezas, que con avidez y codicia ha hecho de sus bienes un dios. El «rico» es una persona que tiene muchas posesiones, y para cuya vida estas posesiones significan mucho. Las dos cosas son inseparables. Un rico de esta clase, dice Jesús, está en sumo peligro.
Jesús sabe que los bienes no son una magnitud neutral, una acumulación de dinero, o de casas, o de acciones, o de joyas, o de lo que sea. Los bienes tienen un poder seductor que procura subyugar al hombre. Así habla Jesús de Mammón, que incluso entra en competencia con Dios {6.24c). Nadie puede sustraerse a esta resaca seductora, si no se aparta por completo de ella, y no se adhiere a Dios.
Una imagen drástica expresa lo antedicho. Exagera consciente y desmedidamente, y con todo quiere ser tomada como una imagen. Un camello no pasa nunca por el ojo minúsculo de una aguja. ¿Quiere esto decir que ningún rico conseguirá su objetivo por principio? esta interpretación contradiría la primera frase, que se limita a decir que un rico difícilmente entra en el reino de los cielos. La imagen no dice que nadie lo logre, sino que las probabilidades son sumamente exiguas. Estas palabras quieren agitar, sacudir, hacer que caigamos en la cuenta de la gravedad de la situación. El joven ha encallado en este escollo, a pesar de hacer una pregunta tan radical y de estar dispuesto para una orden muy exigente del Maestro. Su apego a los bienes lo ha desvalorizado todo y le ha impedido recorrer el camino que conduce a la vida eterna.
Este ejemplo y las graves palabras del Señor sobre los ricos tienen que ser como un estímulo en la carne para todos los que se encuentran en una situación semejante a la del joven rico…
La sentencia de Jesús aterroriza a los discípulos. Nos vienen a la memoria las palabras sombrías de la puerta estrecha y del camino angosto (7.13s). ¿Son quizás muy pocos los que se salvan (cf. Le 13.23) o quizás no hay nadie que se salve? Es preciso experimentar en sí mismo este temor. El salvarse no es algo natural y evidente; el hombre no puede invocar en favor suyo ningún derecho ni abrigar esperanza alguna. Muchas almas escogidas experimentaron dolorosamente tan terrible incertidumbre.
La respuesta del Maestro no da ningún consuelo humano ni sosiega la cuestión discutida. No obstante, libera al hombre de la angustia y del temor. Siempre es lo mismo: hay que confiar enteramente en Dios. Así como quien realmente tiene fe, confía enteramente en Dios, así también el que teme seriamente por su vida. En Dios todo es posible. El destino del hombre sólo está en manos de Dios.
El conocimiento de esta verdad no conduce a una angustia servil, o a una cruel mutilación de sí mismo, sino a la libertad de los hijos de Dios. Dios no es un maestro de escuela, ni un tirano, sino un padre.
Recompensa por renunciar a todo (19,27-30).
27 Entonces tornó la palabra Pedro y le dijo: Pues mira: nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué habrá, pues, para nosotros? 28 Jesús les contestó: Os lo aseguro: cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, en la regeneración, vosotros los que me habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
La pregunta de Pedro no es tan dura como la de los hijos de Zebedeo (Mc 10,37), pero también proviene de «abajo». En esta pregunta no se nombra la recompensa, pero se hace alusión a ella. Ellos lo han dejado todo y han seguido el llamamiento de Jesús; el joven rico no supo desprenderse de sí mismo y por eso se negó a seguir el llamamiento. Esta vez Jesús no rechaza bruscamente la pregunta, como lo hizo con Pedro hablando del tema de la pasión (16,23) y como lo hará con los hijos de Zebedeo (20,20-24). El que ha dejado, recibirá (19,29). El que ha seguido a Jesús en la humillación, compartirá su gloria (19,28). Ésta es la doble respuesta a la pregunta de Pedro.
Para el fin del tiempo en este mundo y para el paso al mundo nuevo san Mateo emplea en la mayoría de los casos la palabra parusía (por ejemplo 24,3.37). Aquí encontramos la extraña palabra regeneración. El primero de estos dos vocablos alude sobre todo al acontecimiento único, que inicia la transformación del mundo, este segundo vocablo se refiere a la restauración del mundo según su estado primitivo. El mundo es engendrado por segunda vez, después que estén dominadas las fuerzas caóticas, como la primera vez fue engendrado del caos con una belleza inmaculada y con un orden armónico. La segunda creación será como la primera, es decir la producción del mundo al principio sólo puede compararse con la acción revolucionaria de Dios, la cual abarca todo el cosmos (Gen 1,1-2,4a). Pero la gloria del mundo nuevo será todavía mayor que la del antiguo, del que ya se pudo decir: «Y vio Dios todas las cosas que había hecho y eran buenas en gran manera» (Gen 1,31a). Porque el mundo nuevo debe subsistir con una duración eterna.
La regeneración se inicia con la venida del Hijo del hombre y se pone en vigor con su juicio. El Hijo del hombre estará sentado en su trono de gloria (25,31) y pronunciará la sentencia. Los doce se sentarán junto a él como asistentes y pronunciarán con el juez la sentencia. Antes se ha dicho: «Quién a vosotros recibe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe a aquel que me envió» (10, 40). Esta unidad entre el Padre que envía, el Mesías enviado y los apóstoles vale en la humillación y valdrá luego en la gloria. El Mesías se ha declarado en favor de ellos y se les ha identificado con su actuación de un modo tan íntimo que ahora pueden declararse ellos en favor de él en el juicio e identificarse con su sentencia. Esto en realidad es recompensa del seguimiento: seguimiento hasta lo profundo de la pasión, del desprecio, e incluso hasta la impotencia de la muerte, luego hasta la altura de la gloria y del poderío en el trono del Mesías al fin de los tiempos.
El pueblo de Dios constaba de doce tribus, tal como tuvo su origen en el padre Jacob, según testimonio de la Escritura. Las doce tribus tienen que ser reunidas al final de los tiempos, en ellas se presentará el pueblo de Dios en la gloria. Pero las doce tribus, de las que aquí habla Jesús, son las tribus del nuevo Israel, engendrado por Dios y redimido por Jesús. Es una gran imagen que se ofrece a Pedro. También es una imagen que la Iglesia peregrina edificada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas (Ef 2,20), tiene ante los ojos, ya que marcha hacia el juicio de su Señor y de sus apóstoles…
29 Y todo aquel que por mi nombre haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o campos, recibirá mucho más y heredará vida eterna. 30 Pues muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.
La segunda respuesta habla en primer lugar de lo que se ha dejado por amor de Jesús; es decir por causa de la íntima solidaridad con él y del servicio a su palabra» Se nombran sin interrupción vínculos familiares y bienes terrenales. Que los hijos se separen de los padres o que el campesino abandone su casa y sus tierras es lo mismo para el caso. La enumeración podría ser más larga. Lo que importa no es lo que se deja, sino por qué se deja, importa la relación con el Mesías y el empleo de la propia persona en su seguimiento. Distinto es lo que se reclama y cuánto se reclama; pero en ningún caso se da sin que se reciba, en cambio, el céntuplo. No para que el discípulo trabaje por esta recompensa, sino para que siempre crea más en la riqueza mayor y en la magnanimidad de Dios, que constantemente aventaja al hombre.
No trabajamos por la recompensa. Pero trabajamos por Dios, que también es nuestra recompensa.
Esta recompensa no se divide en una recompensa terrenal y otra eterna (como en Me 10,30). San Mateo solamente nombra la única amplia recompensa de la vida verdadera, de la vida eternal. Esta vida es mucho más de lo que aquí ahora se podría dejar. La pregunta del joven rico versaba sobre el camino hacia la vida eterna (19,16). La orden de Jesús prescribía al joven que dejara lo que poseía y le siguiera. Los discípulos lo han hecho y no sólo han dejado los bienes terrenales. Obtienen la promesa de alcanzar el verdadero objetivo. ¡Qué esperanza se contiene en esta promesa para todos los que están seriamente preocupados por su salvación!
El hombre no tiene una última seguridad sobre si se salva y logra la solidaridad con Dios. Siempre perdura una tensión entre la esperanza de conseguir estos fines y la experiencia de ser insuficiente ante la pretensión que implica esta esperanza. A pesar de esta inseguridad general que perdura, estas palabras también dan una seguridad libertadora. Estas palabras de la recompensa puede referirlas a sí mismo el que pueda decir de sí como Pedro que realmente lo ha dejado todo por amor de Jesús. Dios no olvida ni siquiera las múltiples acciones ínfimas. ¡Cuánto menos olvidará la única gran acción de la renuncia en el seguimiento!
Esto se manifestará en la regeneración del mundo. Entonces tendrá lugar una gran revalorización. Muchos que aquí eran los primeros, allí serán últimos, es decir los que serán arrojados fuera. Y muchos que eran los últimos, serán primeros, es decir los coherederos de Cristo en el reino de Dios. Lo ganará todo el que todo lo dejó, perderá su vida el que la buscó, la encontrará el que la perdió.