Mt 15, 1-2. 10-14: Sobre las tradiciones y sobre lo puro y lo impuro
/ 3 agosto, 2021 / Evangelios, San MateoTexto Bíblico
1 Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusalén y le preguntaron:2 «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros mayores y no se lavan las manos antes de comer?».10 Y, llamando a la gente, les dijo: «Escuchad y entended:11 no mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre».12 Se acercaron los discípulos y le dijeron: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte?».13 Respondió él: «La planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz.14 Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Balduino
Tratados: El Señor discierne los pensamientos y sentimientos del corazón
«Discernid cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto» (Rm 12,2)Tratado 6: PL 204, 466-467
El Señor conoce, sin duda alguna, todos los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón; en cuanto a nosotros, sólo podemos discernirlos en la medida en que el Señor nos lo concede. En efecto, el espíritu que está dentro del hombre no conoce todo lo que hay en el hombre, y en cuanto a sus pensamientos, voluntarios o no, no siempre juzga rectamente. Y aunque los tiene ante los ojos de su mente, tiene la vista interior demasiado nublada para poder discernirlos con precisión.
Sucede, en efecto, muchas veces, que nuestro propio criterio, u otra persona, o el tentador nos hacen ver como bueno lo que Dios no juzga como tal. Hay algunas cosas que tienen una falsa apariencia de virtud, o también de vicio, que engañan a los ojos del corazón y vienen a ser como una impostura que embota la agudeza de la mente, hasta hacerle ver lo malo como bueno y viceversa; ello forma parte de nuestra miseria e ignorancia, muy lamentable y muy temible.
Está escrito: Hay caminos que parecen derechos, pero van a parar a la muerte. Para evitar este peligro, nos advierte san Juan: Examinad si los espíritus vienen de Dios. Pero, ¿quién será capaz de examinar si los espíritus vienen de Dios, si Dios no le da el discernimiento de espíritus, con el que pueda examinar con agudeza y rectitud sus pensamientos, afectos e intenciones? Este discernimiento es la madre de todas las virtudes, y a todos es necesario, ya sea para la dirección espiritual de los demás, ya sea para corregir y ordenar la propia vida.
La decisión en el obrar es recta cuando se rige por el beneplácito divino, la intención es buena cuando tiende a Dios sin doblez. De este modo, todo el cuerpo de nuestra vida y de cada una de nuestras acciones será luminoso, si nuestro ojo está sano. Y el ojo sano es ojo y está sano cuando ve con claridad lo que hay que hacer y cuando, con recta intención, hace con sencillez lo que no hay que hacer con doblez. La recta decisión es incompatible con el error; la buena intención excluye la ficción. En esto consiste el verdadero discernimiento: en la unión de la recta decisión y de la buena intención.
Todo, por consiguiente, debemos hacerlo guiados por la luz del discernimiento, pensando que obramos en Dios ante su presencia.
San Agustín, obispo
Sobre los Salmos: Se pregunta por lo que eres ante Dios, no por lo que apareces ante los hombres
«No mancha al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre» (Mt 15, 11)Comentario al salmo 125, 7-8.
Hemos escuchado en el evangelio que sólo contamina al hombre lo que sale de su boca. Si en esta frase nos referimos a la boca en sentido físico nos hallaremos ante un absurdo y una gran necedad. De hecho deberíamos concluir que el hombre no se contamina comiendo, y sí vomitando, dado que el Señor dice: No contamina lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella (Mt 15,19-20). En consecuencia, ¿no te harías impuro al comer y si al vomitar? ¿No te harías impuro al beber y sí al escupir? De hecho, cuando escupes sale algo de tu boca, mientras que, cuando bebes entra algo. ¿Qué quiso decir el Señor con estas palabras: No contamina lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella?
Otro evangelista narra, en idéntico contexto, cuáles son las cosas que salen de la boca, para que entiendas que él no se refería a la boca del cuerpo, sino a la del corazón. Dice, en efecto: Pues del corazón salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los homicidios, las blasfemias. Éstas son las cosas que manchan al hombre: el comer con las manos sin lavar no mancha al hombre (Mt 15,1-20; Mc 7,5-23). ¿En qué sentido, hermanos míos, salen esas cosas de la boca, sino es en cuanto salen del corazón, como dice el Señor mismo? Esas cosas no nos manchan cuando las hablamos. Pues, ¿qué acontece si uno no habla, pero piensa el mal? ¿Será puro porque ninguna palabra salió de su boca? Dios, en cambio, ya oyó lo que salió de su corazón.
Fijaos, pues, hermanos; prestad atención a lo que os digo. Nombro el hurto; acabo de mencionar la palabra hurto; ¿acaso me ha contaminado el hurto, por haber pronunciado la palabra? Ved que salió de mi boca, pero no me hizo inmundo. Sin embargo, el ladrón sale en la noche, no pronuncia palabra y con sus obras se hace inmundo. Y no sólo no habla, sino que oculta el crimen en el máximo silencio; hasta tal punto teme que se oiga su voz, que evita hasta el ruido de sus pasos. ¿Acaso es puro por el hecho de que calla de esa manera? Aún diré más, hermanos míos. Imaginaos que aún está acostado en su cama, que aún no se ha levantado para cometer el hurto; está despierto esperando que los hombres cojan el sueño: ya grita a Dios, ya es ladrón, ya es inmundo, ya salió el crimen de su boca interior. ¿Cuándo sale el crimen de la boca? Cuando la voluntad se determina a obrar. Decidiste hacerlo: ya lo has dicho, ya lo has hecho. Si no llevas a cabo la acción en el exterior, quizá la víctima no merecía perder lo que tú estabas dispuesto a quitarle; él nada perdió, pero tú serás condenado por ladrón. Decidiste dar muerte a un hombre: lo dijiste en tu corazón, sonó el homicidio procedente de tu boca interior; el hombre vive aún, pero tú ya eres castigado como homicida. Se pregunta por lo que eres ante Dios, no por lo que apareces ante los hombres.
En verdad sabemos y debemos conocer y retener que el corazón tiene boca y lengua. La misma boca se llena de gozo; en esa misma boca oramos interiormente a Dios, cuando, aunque tengamos cerrados los labios, está abierta nuestra conciencia. Hay silencio, pero grita el corazón. ¿A qué oídos? No a los del hombre, sino a los de Dios. Vive tranquilo; oye aquel que se compadece. Por el contrario, no te quedes tranquilo cuando salen de tu boca cosas malas, aunque no las oiga hombre alguno: las oye quien condena. A Susana no la oían los jueces inicuos; callaba, pero oraba. Los hombres no oían su voz, pero su corazón gritaba a Dios (Dn 13,35ss). ¿Acaso no mereció ser escuchada, por el hecho de que su voz no salió por la boca del cuerpo? Fue escuchada, aunque ningún hombre supo cuándo oró. Por tanto, hermanos, considerad qué tenemos en la boca interior. Examinad vuestro interior para no decir nada malo allí dentro, y así no hacer nada malo fuera. En efecto, el hombre no puede hacer exteriormente, sino lo que ha dicho en su interior. Guarda la boca del corazón del mal y serás inocente; será inocente tu lengua corporal, serán inocentes tus manos; serán también inocentes tus pies, tus ojos, tus oídos. Todos tus miembros servirán a la justicia, si posee tu corazón el emperador justo.