Mt 13, 1-9: Discurso parabólico – Parábola del sembrador (Mt)
/ 18 julio, 2016 / San MateoTexto Bíblico
1 Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar.2 Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.3 Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar.4 Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron.5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida;6 pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.7 Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.9 El que tenga oídos, que oiga».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Juan Crisóstomo, obispo
Sobre el Evangelio de san Mateo: En tierra buena, dieron fruto
«Salió un sembrador a sembrar» (Mt 13,3)n. 44
«Salió el sembrador a sembrar». ¿De dónde salió el que está presente en todo, que lo llena todo? ¿Cómo ha salido? No de forma material, ciertamente, sino por una disposición de su providencia en favor nuestro: se acercó a nosotros revistiendo nuestra carne. Puesto que nosotros no podíamos llegarnos a él porque nos lo impedían nuestros pecados, es él quien vino a nosotros. Y ¿por qué salió? ¿Para destruir la tierra en la que pululaban las espinas? ¿Para castigar a los agricultores? De ninguna manera. Viene a cultivar esta tierra, a ocuparse de ella y sembrar la palabra de santidad. Porque la simiente de la cual habla es, en efecto, su doctrina; el campo, el alma del hombre; el sembrador, él mismo...
Habría razón para hacer reproches a un agricultor que sembrara con tanta largueza... Pero cuando se trata de las cosas del alma, la piedra puede ser transformada en una tierra fértil, el camino puede no ser pisoteado por todos los que circulan por él y llegar a ser un campo fecundo; las espinas pueden ser arrancadas y permitir que los granos crezcan tranquilamente. Si eso no fuera posible, el sembrador no hubiera derrochado su grano. Y si la transformación no tiene lugar, la culpa no es del sembrador, sino de aquellos que no han querido dejarse cambiar. El sembrador ha hecho su trabajo. Si su grano ha sido malgastado, no se pueden pedir responsabilidades al autor de un bien tan grande.
Fíjate bien en que hay muchas maneras de perder la semilla... Una cosa es dejar secar la semilla de la palabra de Dios sin preocuparse ni poco ni mucho; otra cosa es verla perecer bajo el choque de las tentaciones... Para que no nos ocurra cosa semejante, grabemos profundamente y con ardor la palabra en nuestra memoria. El diablo querrá arrancar el bien alrededor nuestro, pero nosotros tendremos suficiente fuerza para que no pueda arrancar nada en nosotros.