Mt 10, 16-23: Discurso apostólico – Predicción de persecuciones
/ 5 julio, 2016 / San MateoTexto Bíblico
16 Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.17 Pero ¡cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas18 y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.19 Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir,20 porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.21 El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
22 Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará.23 Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. En verdad os digo que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Francisco de Sales, obispo
Conversaciones Espirituales: Nada pedir, nada rehusar
«El Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros» (Mt 10,20)De la esperanza. VI, 91
«Cuando os entreguen no os preocupéis cómo o qué hablaréis, porque se os dará en aquella hora lo que debéis decir... el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.» Mt 10, 19-20
Id por tanto llenas de valor, a hacer aquello para lo que se os llama, pero id con sencillez; si os entra aprensión, decid a vuestra alma: el Señor proveerá.
Si el considerar vuestra debilidad os atormenta, echaos en manos de Dios y confiad en Él. La mayoría de los apóstoles eran pescadores e ignorantes, y Dios les hizo santos según era preciso para el cargo que les iba a confiar. Tened confianza en Él, apoyaos en su providencia y no temáis nada. No digáis: no tengo talento para hablar bien. No importa, id sin cuidado y sin rodeos pues Dios os dará lo que tengáis que decir y que hacer, a su debido tiempo. Si no tenéis virtud o no la veis en vosotras, no os preocupéis pues si lo que emprendéis lo hacéis por la gloria de Dios y por obedecer a lo que se os manda, Dios cuidará de vosotras y estará obligado a proveeros de todo lo que necesitáis.
Tengo un gran deseo de grabar en vuestros corazones y en vuestras almas una máxima que es de una utilidad sin igual: Nada pedir, nada rehusar. Recibid lo que se os dé y no pidáis lo que no se os quiere dar. Practicando esto, encontraréis la paz de vuestras almas.
Sí, mis queridas Hermanas, mantened vuestros corazones en esa santa indiferencia de recibir todo lo que se os dé y no desear lo que no se os dé. En una palabra, os digo: no desead nada, sino dejaos a vosotras mismas y todos vuestros asuntos, plena y perfectamente, en manos y al cuidado de la divina providencia.
Dejadla hacer en vosotras igual que los niños se dejan hacer por quienes los cuidan; lo mismo si os llevan en el brazo derecho que en el izquierdo, dejaos hacer, la Providencia es buena madre y sabe mejor que vosotras lo que necesitáis.
San Cipriano, obispo
Obras: Sin paciencia no veréis los frutos
«El que persevere hasta el fin se salvará» (Mt 10,22)De las ventajas de la paciencia, 13.16
Saludable es el precepto de Nuestro Señor y Maestro: «El que persevere hasta el fin se salvará» Y dice además: «Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn 8,31). Queridos hermanos, es necesario perseverar y soportar. Así, seguros de la esperanza de la verdad y de la libertad, podremos llegar a esta verdad y a esta libertad, porque si somos cristianos es por obra de la fe y de la esperanza. Pero para que la esperanza y la fe puedan dar sus frutos, es necesaria la paciencia...
Que nadie se mantenga en la impaciencia, ni se deje abatir en el camino del Reino, distraído y vencido por las tentaciones. No jurar, no maldecir, no reclamar lo que nos han quitado a la fuerza, poner la otra mejilla, perdonar a los hermanos su yerros, amar a los enemigos y orar por los que nos persiguen: ¿cómo llegar a hacer todo esto si no se está firme en la paciencia? Es lo que vemos que hizo Esteban... No pide la venganza, sino el perdón para sus asesinos: «¡Señor, no les tengas en cuenta su pecado!» (Hch 7, 59). Así el primer mártir de Cristo... no fue solamente el predicador de la pasión del Señor sino que le imitó en su extrema paciencia. Cuando en nuestro corazón habita la paciencia, no hay cabida en él para la cólera, la discordia y la rivalidad. La paciencia de Cristo quita todo esto para construir en su corazón una morada pacífica en la que el Dios de la paz se complace en habitar.