Mt 8, 28-34: Los endemoniados de Gadara
/ 1 julio, 2015 / San MateoTexto Bíblico
28 Llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. 29 Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?». 30 A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. 31 Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». 32 Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas. 33 Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. 34 Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
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Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
San Agustín
28. Llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Mientras que San Mateo dice que fueron dos los endemoniados, San Marcos y San Lucas sólo hacen mención de uno. Pero debe tenerse en cuenta que uno de ellos era persona de posición y de fama, a quien sentía mucho la región aquella, y por cuya salud el pueblo se interesaba, de ahí el que la fama de este hecho brillase más (de consensu evangelistarum, 2, 24).
29a. Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios?… ». Tanto se les manifestó Jesús, cuanto quiso, y tanto quiso, cuanto convino. Se les manifestó, no por el lado que es vida eterna y luz que ilumina a los piadosos, sino por medio de ciertos efectos temporales de su poder y signos muy ocultos de su presencia, más perceptibles a los espíritus angélicos, aunque sean malignos, que a la humana debilidad (de civitate Dei, 9,21).
En cuanto a que los demonios claman: «¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de Dios?», debe creerse que lo dijeron, más por lo que sospechaban que por lo que conocían, porque si hubiesen conocido, nunca hubieran permitido que el Señor de la gloria fuese crucificado (de quaestionibus novi et veteri testamentorum, 66).
29b. «… ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?». Ya porque les pareció prematuro lo que opinaban que sucedería ciertamente, pero más tarde, ya porque consideraban como su perdición esto mismo, por la que el conocimiento de ellos los hacía despreciables. Y esto antes del día del juicio, en el cual serán castigados con eterna condenación (de civitate Dei, 8,23).
Que las palabras de los demonios se hayan referido por los evangelios de diverso modo, no ofrece dificultad alguna, puesto que pueden reducirse a una sola sentencia, o entenderse que todas se han dicho. No porque San Mateo refiera este acontecimiento hablando en plural y los demás en singular, se ha de creer que digan cosas contradictorias, cuando ellos mismos dicen que, preguntado el demonio quién era, respondió que él era una legión, porque eran muchos demonios (de consensu evangelistarum,2,24).
Rábano
28a. Llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos… Gerasa es una ciudad de la Arabia, a la parte allá del Jordán, en las faldas del monte Galaad, que ocupó la tribu de Manasés, no lejos del lago de Tiberíades, en el que los puercos se precipitaron.
La palabra Gerasa se interpreta: el que arroja al colono o el forastero que se acerca, esto es, la gentilidad, que arroja de sí al diablo, y la que antes estaba lejos, ahora está cerca, visitada por Jesucristo después de la resurrección, por medio de predicadores.
28b. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro… No sin razón significó que aquéllos habitaban en los sepulcros. ¿Qué otra cosa son los cuerpos de los malos que ciertos sepulcros de difuntos, en donde está conservada, no la palabra de Dios, sino el alma muerta por el pecado? Dice, pues: Eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino, porque había ido por aquel camino la gentilidad antes de la venida del Salvador. También puede entenderse que están figurados en estos dos hombres poseídos por el demonio, los judíos y los gentiles, que no habitaban en su casa, esto es, en su conciencia. Permanecían en los sepulcros, esto es, se complacían en las obras de los muertos, ni dejan pasar alguno por el camino de la fe, el cual camino impugnaban los judíos.
San Jerónimo
29a. Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios?… » No es ésta la confesión voluntaria, a la que sigue el premio de los que confiesan, sino la extorsión de la necesidad que obliga a los forzados. Así como los esclavos fugitivos si ven a su señor después de mucho tiempo no suplican otra cosa sino acerca de los azotes, así los demonios, viendo que el Señor se hallaba de repente en la tierra creyeron que había venido a juzgarlos. Algunos estiman ridículo que los demonios conociesen al Hijo de Dios y que lo ignorase el diablo, porque aquéllos son de menor malicia que éste, del cual son satélites. Y además, porque la ciencia de los discípulos debe referirse al maestro, como al origen de donde procede.
Sin embargo, debe entenderse aquí que tanto los demonios como el diablo sospechaban, más bien que conocían, que era Hijo de Dios.
29b. «… ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?». La misma presencia del Salvador es un tormento para los demonios.
32. Jesús les dijo: «Id». No para conceder a los demonios lo que pedían dijo el Salvador: «Id», sino para procurar la salvación de los hombres por medio de la muerte de los puercos. Prosigue: Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas. Avergüéncese maniqueo: si las almas de los hombres y de las bestias reconocen un mismo origen, ¿cómo fueron ahogados dos mil cerdos sólo por la salvación de uno o de dos hombres?
34. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país. Le ruegan que salga de sus términos, no impulsados por la soberbia, sino por la humildad, considerándose como indignos de tener consigo al Salvador, como decía San Pedro: «Retiraos de mí, Señor, porque soy un hombre pecador» ( Lc 5,8).
Remigio
29. Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?». Todas las veces que eran atormentados por su virtud y veían los milagros y prodigios que hacía, sospechaban que sería el Hijo de Dios. Mas cuando veían que tenía hambre, sed, y que padecía otras cosas por el estilo, dudaban y le creían puro hombre. Debe considerarse que los judíos incrédulos, diciendo que Cristo arrojaba a los demonios por medio de Beelzebub, y los arrianos, diciendo que es una criatura, no sólo merecen ser condenados con el juicio de Dios, sino también con la confesión de los demonios, que llaman a Jesucristo Hijo de Dios. Dicen bien: «¿Qué tenemos contigo», etc.; esto es, nada de común hay entre nuestra malicia y tu gracia, porque según el Apóstol ( 2Cor 6), ninguna sociedad hay entre la luz y las tinieblas.
30-31. A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». No pidieron que se les entrase en los hombres, porque veían que Aquel que los atormentaba tenía figura humana. Tampoco pidieron se les entrase en un rebaño de bueyes o corderos, porque eran animales limpios por precepto de Dios, y entonces se ofrecían en el templo del Señor. Con preferencia a otros inmundos, pidieron se les entrase en los puercos, porque ningún animal hay más inmundo que el puerco. Es sinónimo de inmundo, porque se deleita con las inmundicias, así como los demonios se deleitan con las inmundicias de los pecados. No pidieron que se los lanzase al aire, a causa de su excesiva codicia de hacer daño a los hombres.
Beda, in Lucam, 8
30. A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Se llaman puercos los que se complacen en las acciones cenagosas, porque, cuando alguno no vive como los puercos, no tienen poder los demonios sobre él, o si lo reciben, sólo es para probarlo, nunca para perderlo.
32b. La piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y murieron en las aguas. Que los puercos se precipitasen en el lago, significa que, aun después de libertado el pueblo de los gentiles de la dominación de los demonios, ejercen sus ceremonias sacrílegas en sitios ocultos los que no quisieron creer en Jesucristo, cegados y en profunda curiosidad sumergidos.
33. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. En cuanto a que anuncian esto los pastores de los puercos cuando huyen, significan a ciertos jefes de los impíos, que, aunque huyen del cumplimiento de la ley de Cristo, no cesan de predicar, asombrando el gran poder de Jesucristo.
34. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país. En cuanto a que aterrados le ruegan que se separe de ellos, significa la multitud, deleitada con la antigua desidia, no queriendo honrar la fe cristiana, alegando que no pueden cumplirla.
San Hilario, in Matthaeum, 8
28b. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Por eso detenían los demonios a dos hombres en los sepulcros, fuera de la ciudad, esto es, fuera de la sinagoga de la ley y de los profetas, a saber: habían poseído los orígenes de las dos naciones entre las moradas de los difuntos y los restos de los muertos, haciendo fatal a los que pasaban, el camino de la vida presente.
31. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». Con el encuentro de aquéllos se significa la voluntad de los que concurren a la salvación. Viendo los demonios que ya no se les deja lugar entre los gentiles, piden que se les permita habitar en los herejes, y una vez que los han ocupado, por el impulso que les es natural, los precipitan en el mar, esto es, en las pasiones humanas, para perecer como infieles.
34. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país. Aquella ciudad significa al pueblo judío, que habiendo oído los milagros de Cristo, salió al encuentro de su Señor, prohibiéndole que se acercase a sus confines y a su ciudad, y ni recibió siquiera la ley evangélica.
Otros Padres
28b. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Los dos endemoniados figura son también del pueblo gentil, porque, habiendo tenido Noé tres hijos, Sem, Cam y Jafet, solamente la familia de Sem fue llamada a poseer la verdadera fe. Los pueblos descendientes de los otros dos fueron repudiados (San Ambrosio, in Lucam, 9).
29b. «… ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?». Sabe el diablo que no se basta a sí mismo para obrar, sea lo que fuere, porque, ni en lo que es espíritu, existe por sí mismo (San Gregorio Magno, Moralia 2,10).
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Juan Crisóstomo: Homilías sobre san Mateo
Hom. 28, 10-30
10. Una vez que Cristo se apartó del mar, sucedió un milagro pavoroso. Porque los endemoniados, a la manera de perversos fugitivos que ven a su Señor, gritaban: ¿Qué hay entre ti y nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? Puesto que las turbas lo confesaban como hombre, vinieron los demonios a predicar su divinidad. Y los que no habían oído eso del mar en tempestad y calmado de repente, lo vinieron a oír de los demonios: eso mismo que el mar apaciguado estaba clamando. Y para que esa voz de los demonios no pareciera simple adulación, por su propia experiencia gritaban y decían: ¿Has venido aquí a destiempo para atormentarnos?
11. De manera que echan por delante su enemistad para que su súplica no pareciera sospechosa de nada. Invisiblemente eran atormentados y más que el mar padecían oleajes, traspasados, quemados y padeciendo intolerables tormentos con la sola presencia de Cristo. Y como nadie se atrevía a presentarle a aquellos endemoniados, El se les hace presente. Mateo escribe que ellos decían: ¿Has venido acá a destiempo para atormentarnos? Otros evangelistas añadieron que lo conjuraban y rogaban que no los arrojara al abismo: pensaban que su castigo era inminente y temían como si ya estuvieran sumergidos en sus tormentos.
12. Y aunque Lucas habla de un solo endemoniado y Mateo de dos, pero no hay contradicción. Si Lucas dijera que fue uno único el endemoniado y que en absoluto no había otro, parecería diferir de Mateo. Pero al recordar Lucas a uno y Mateo a dos, sólo hay diferencia de narración. Yo pienso que aquí Lucas se acordó del más terrible de los dos y por esto describe su desgracia, que era la más trágica: es a saber, que rompía las cadenas y ataduras y andaba por los sitios desiertos. Marcos añade que se hería contra las piedras. Por lo demás las palabras de ambos declaran bien la ferocidad y desvergüenza suya: ¿Has venido aquí a destiempo para atormentarnos? dicen.
13. Podían decir que no habían pecado y sólo piden no ser castigados antes de tiempo. Pues los había encontrado Jesús haciendo obras inicuas e intolerables y que destrozaban y atormentaban a criaturas suyas de mil maneras, creían los demonios que por la atrocidad de sus crímenes Cristo no esperaría a que llegara el tiempo del suplicio; y por esto le rogaban y suplicaban; y ellos, que ni con cadenas de hierro podían ser detenidos, se llegan ahora atados; ellos, que andaban por los montes, bajan ahora a los valles; ellos, que impedían a otros su camino, al ver que Jesús se les atravesaba en la senda, se detuvieron.
14. Mas ¿por qué gustan de morar en los sepulcros? Para instigar en la mente de muchos una creencia perniciosa; es a saber, que las almas de los difuntos se convierten en demonios, cosa que en absoluto nadie vaya a pensar. Y preguntan algunos: pero ¿qué me dices de muchos prestidigitadores que degüellan a los niños que capturan, con el objeto de tener luego su alma como sierva? Respondo: ¿cómo se demuestra? Que los degüellen es cosa que muchos afirman. Pero que las almas de esos muertos estén al servicio de sus asesinos ¿cómo lo sabes? Responden: Es que lo afirman los mismos endemoniados y dicen: yo soy el alma de fulano. Pues bien: eso es engaño y fraude diabólico. No es el alma del degollado la que habla, sino el demonio que simula para engañar a los oyentes. Si el alma pudiera meterse en la substancia del demonio, más fácilmente se metería en su propio cuerpo. Además: ¿quién que no esté loco puede creer que el alma ofendida vaya a ser compañera y criada de su ofensor? ¿o que pueda el hombre cambiar en otra substancia a un espíritu incorpóreo? Si esto no es posible en los cuerpos, ni puede nadie cambiar un cuerpo de hombre en el de un asno, con mayor razón esto no se puede hacer con un alma invisible ni podrá nadie cambiarla en substancia de demonio.
15. Son por consiguiente semejantes consejos palabras de viejecillas ebrias y espantajos de niños. No le es lícito al alma, una vez que se ha separado del cuerpo, andar vagando por este mundo. Las ánimas de los justos, dice la Escritura, están en las manos de Dios. Si las de los justos, también las de los niños, pues no son malvadas. En cambio, las almas de los pecadores al punto serán arrebatadas de acá. Esto se ve claro en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón. Y en otra parte Cristo dijo: Esta misma noche te pedirán el alma. Aparte de que no puede ser que el alma, una vez salida del cuerpo, ande vagando por acá. Y con razón. Pues si cuando emprendemos un viaje a un país conocido y ya acostumbrado, añora que andamos vestidos del cuerpo, si nos encontramos con un camino extraño ignoramos por dónde habremos de seguir, si no tenemos un guía ¿cómo el alma arrancada del cuerpo, yendo a lo que le es desconocido y no le es habitual, sabrá, sin un guía, a dónde debe dirigirse?
16. Por muchos otros argumentos se deduce que el alma, una vez salida del cuerpo, no puede ya permanecer aquí. Esteban decía: Recibe mi espíritu. Y Pablo: Ser desatado y estar con Cristo es mejor. Y del patriarca Abrahán dice la Escritura: Anciano y lleno de días, murió en senectud buena y fue a unirse con su pueblo. Pero que tampoco las almas de los pecadores puedan andar por acá, oye al rico Epulón que mucho lo pedía y no lo consiguió; y eso que de haber podido habría venido él personalmente y habría comunicado a sus hermanos lo que por allá sucedía. Es, pues, manifiesto que tras de partir de esta vida, las almas son llevadas a cierto sitio y no pueden regresar acá, sino que allá esperan el terrible juicio.
17. Y si alguno pregunta: ¿por qué Cristo hizo lo que le pedían los demonios, al permitirles entrar en la manada de cerdos? respondería yo que no lo hizo por favorecerlos, sino con una múltiple providencia. En primer lugar, para enseñar a quienes hubieran sido así liberados de semejantes malignos tiranos, cuan grave ruina causan estos enemigos. En segundo lugar, para que todos aprendieran que los demonios no pueden ni aun entrar en los cerdos sin el permiso de Cristo. En tercer lugar, que si los demonios quedaban en aquellos hombres, habían de llevar a cabo cosas más terribles que en los cerdos, de no ser liberados de su desgracia por medio de aquella gran providencia de Dios. Porque nadie hay que no sepa con toda claridad que los demonios aborrecen al hombre más que a los brutos animales. De manera que quienes no perdonaron a los cerdos sino que al punto los despeñaron, mucho más habrían hecho con los hombres, si no los hubiera enfrenado, en esa misma poderosa tiranía que ejercían, el cuidado de Dios, para que no perpetraran cosas más dañinas aún. Queda por aquí manifiesto que la providencia de Dios se extiende a todos; y si no se extiende del mismo modo a todos, también esto es un género de excelente providencia, pues se acomoda a como ha de ser útil para cada uno.
18. Todavía, además de lo dicho, aprendemos otra cosa: es a saber, que no sólo tiene Dios providencia de todos en general, sino en particular de cada uno, cosa que Cristo indicó a los discípulos al decirles: Todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. Y puede verse esto en los dos endemoniados, puesto que mucho antes habrían sido estrangulados si no los hubiera guardado Dios con especial providencia. Permitió a los demonios entrar en los cerdos, para que los habitantes de aquella región conocieran su poder. En donde ya su nombre era conocido no se mostraba mucho en público; en donde no lo era, ahí sí se manifestaba plenamente; y en donde nadie lo conocía y el pueblo era insensible, brillaba con sus milagros para llevarlos a todos al conocimiento de su divinidad.
19. Y que fueran insensibles e imprudentes los que en aquella ciudad habitaban, aparece claro por lo que sucedió al fin. Habiendo sido necesario que lo adoraran y admiraran su poder, lo rechazaron y le rogaron que se alejara de sus confines. Preguntarás: ¿por qué los demonios mataron a los cerdos? Porque los demonios lo que siempre procuran es entristecer al hombre y siempre se gozan en su daño. Así lo hizo el demonio con Job, porque también este casó lo permitió Dios. Y no porque obedeciera al demonio, sino porque quería hacer a su siervo Job más resplandeciente, y aun quitar al diablo toda ocasión de impudencia, y hacer caer sobre su cabeza los crímenes que contra aquel justo cometía.
20. Y también ahora sucedió todo lo contrario de lo que el demonio pretendía. Porque el poder de Cristo se publicaba más claramente y la perversidad de los demonios, de la que él libró a cuantos aquéllos tenían prisioneros, se mostró más abiertamente aún, y se hizo ver que los demonios ni aun sobre los cerdos tenían potestad, si no se la daba aquel que es el Señor Dios de todos.
21. Si alguno quisiera tomar metafóricamente estas cosas, nada lo impide. La historia sería ésta: Conviene saber que los hombres que viven a la manera de los cerdos, son fácil presa del demonio. Y aquellos de quienes se apodera el demonio, siendo hombres, con frecuencia pueden superar a los demonios; pero si del todo se vuelven enteramente marranos, entonces no sólo son agitados por el diablo sin incluso éste los despeña en los precipicios. Y para que nadie fuera a pensar que se trataba de una simple ficción, sino que los demonios verdaderamente salieron de aquellos hombres, se comprobó el hecho con la muerte de los cerdos.
22. aquí en Cristo la mansedumbre unida al poder. Porque como los habitantes de aquella región, tras de recibir de El tantos beneficios, lo obligaron a partirse de ahí, no se resistió, sino que partió y abandonó a los que se habían declarado indignos de recibir su predicación. Pero les dejó como maestros a los endemoniados que liberó y además a los porquerizos de quienes podían ellos investigar y conocer todo lo sucedido. Sin embargo, al irse los dejó con graves temores. La magnitud del daño en los cerdos publicaba la fama del milagro y el suceso tan notable impresionó los ánimos. De todas partes llegaban rumores que esparcían la noticia del suceso inaudito: de los que fueron curados, de los cerdos despeñados, de los dueños de la piara, de los porquerizos.
23. Por lo demás, también en la actualidad hay muchos endemoniados que habitan en sepulcros y cuya locura no hay quien pueda sujetarla: ni el hierro, ni las cadenas, ni la muchedumbre de hombres, ni las amenazas, ni los avisos, ni el terror, ni nada semejante. Porque cuando un lascivo se deja enredar por la belleza de los cuerpos, en nada se diferencia de un endemoniado. Igual que éste, discurre desnudo por todas partes: es decir, vestido pero despojado de las verdaderas vestiduras y de la gloria que se le debe; y no golpeándose con piedras, pero sí con sus pecados, mucho más duros que las piedras. ¿Quién habrá que pueda atar y apaciguar a un hombre que así tan desvergonzadamente procede, petulante y nunca en su pleno juicio sino siempre buscando los sepulcros? Porque sepulcro son las casas de asignación, llenas de hediondez y corrupción.
24. Y ¿qué diremos del avaro? ¿Acaso no es también él como ese otro? ¿Quién podrá atarlo? Ni los terrores, ni las amenazas, ni los avisos, ni los consejos. Todas esas ataduras las rompe y si alguien se le acerca para quitarle las cadenas, lo conjura a que no se las quite, pues tiene por su mayor tormento no estar en el tormento. Pero ¿qué cosa más miserable hay que pueda acontecer? El demonio aquel, aunque despreciaba a los hombres, pero al mandato de Cristo al punto salió del cuerpo. Este, en cambio, no cede ni a tal mandato. Porque aún oyendo a Cristo que cada día le dice: No podéis servir a Dios y a las riquezas aun amenazándolo con la gehenna y los suplicios intolerables, no obedece; y no porque sea más fuerte que Cristo, sino porque Cristo no nos lleva forzados al arrepentimiento. Viven tales hombres como en un desierto, aun cuando habiten en las ciudades.
25. ¿Quien no esté loco puede alternar con semejantes hombres? Con más gusto preferiría yo habitar con infinitos endemoniados que con un solo individuo enfermo de avaricia. Y que no me equivoco al decir esto, se demuestra por lo que a ambos sucede. Los avaros anhelan dañar a quien ningún daño les ha hecho y lo tienen por enemigo; y que quien es libre, sea su esclavo para envolverlo en un sinnúmero de males. El endemoniado nada de eso hace, sino que contiene en sí mismo su propia enfermedad. Los avaros destruyen muchas familias, y hacen así que el nombre de Dios sea blasfemado y son ruina de la ciudad y del orbe. Los endemoniados más bien son dignos de conmiseración y de lágrimas; y en muchos casos proceden sin darse cuenta. Los avaros tropiezan en pleno juicio y por en medio de las ciudades enloquecen al modo de las bacantes, arrebatados de una extraña locura.
26. Porque ¿cuál de todos los endemoniados se atreve a lo que hizo Judas cuando acometió la suprema iniquidad? Todos los que lo imitan son por cierto como bestias feroces escapadas de su cárcel, que perturban las ciudades, sin que pueda nadie reprimirlas. Cierto que por todas partes los rodean ataduras, como son el terror por los jueces, las amenazas de la ley, las maldiciones del vulgo y muchos otros lazos; pero ellos los rompen todos y todo lo revuelven. Si alguien rompiera semejantes ataduras, al punto se vería que están endemoniados con un demonio mucho más cruel y feroz que el que ahora narra Mateo haber salido de aquel cuerpo.
27. Mas ya que en la realidad no se puede, rompámosle con la ficción sus cadenas al avaro y experimentaremos su pleno furor. Pero no temáis a esa fiera así puesta al desnudo por nosotros: ¡al fin y al cabo, no se trata sino de palabras, y no la vemos aquí hecha realidad! Imaginemos, pues, a un hombre que echa fuego por los ojos, negro, con dragones que le cuelgan de los hombros, en vez de brazos. Y que en vez de dientes, tenga puñales erizados; y en lugar de lengua, un regato de veneno y ponzoña. Y cuyo vientre sea más voraz que un horno cualquiera de modo que deglute cuanto se le arroja. Y sus pies dotados de alas y más ligeros que cualquier llama; y cuya cara sea semejante a la del perro y del lobo. Y que no lance voces humanas, sino un sonido áspero, desagradable y temible; y que tenga teas encendidas en sus manos. Tal vez semejante pintura os parezca horrible, pero aún no le hemos puesto todos los colores que le convienen, pues habría que añadirle otros muchos. Por ejemplo, que degüella y devora a todos y les desgarra las carnes.
28. Pues bien: un avaro es peor que semejante monstruo, pues como un abismo a todos devora, a todos consume y gira por todas partes como enemigo común del género humano. No quiere que quede vivo nadie, para poseerlo él todo. Y ni aquí se detiene, sino que tras de haberlos arruinado a todos por su codicia, ansia ver deshecha toda la tierra y su substancia convertida en oro; ni sólo la tierra, sino además los montes, las quebradas, las fuentes y todo lo visible. Y para que veáis que aún así no hemos descrito todo su furor, añadamos que nadie hay que lo acuse ni le cause terror. Quitadle el miedo a las leyes y veréis cómo toma una espada y mata a todos sin perdonar a nadie, ya sea amigo, pariente, hermano o padre.
29. Mas ¡no, no es necesaria semejante hipotiposis! Preguntémosle a él mismo si no son estos sus pensamientos; y que con el ánimo a todos acomete y da muerte a sus amigos y parientes y progenitores. Pero ni siquiera es necesario preguntarle; pues nadie hay que ignore cómo los poseídos de semejante enfermedad llevan pesadamente la ancianidad de sus padres y estiman insoportable lo que para otros es dulce y deseable, como es tener prole. Muchos por tal motivo se esterilizaron y mutilaron la naturaleza, no sólo dando muerte a los hijos, pero aun no dejándolos nacer.
30. No os admiréis, pues, de que en tal forma hayamos pintado al avaro; pues al fin y al cabo es peor aún de lo que dijimos. Pero veamos cómo será posible librarlo de semejante demonio. ¿Cómo se librará? Si logra comprender claramente que la avaricia es enemiga aun para quien anhela adquirir riquezas. Quienes quieren lucrar cosas de ningún precio, sufren daños enormes, como ya se ha convertido en proverbio. Muchos, por prestar a crecidos réditos, por no haber examinado bien las posibilidades del cliente, perdieron réditos y capital. Otros, por no querer gastar un poco, perdieron en varios peligros dineros y vida. Otros, pudiendo adquirir con sus dineros altas dignidades o cosas parecidas, por usar de excesiva parsimonia todo lo perdieron. No saben sembrar y sólo se empeñan en cosechar, y con frecuencia pierden la cosecha.
31. Es que nadie puede perpetuamente cosechar, como tampoco lucrar. No quieren gastar y no saben lucrar. Y si necesitan desposarse, caen en el mismo daño. Pues se precipitan a mayores pérdidas, si la esposa les resulta pobre en vez de rica, o si es rica y anda cargada de innumerables defectos. Porque no es la opulencia lo que engendra riquezas, sino la virtud. ¿Ni qué utilidad acarrean las riquezas si la esposa es pródiga, gastadora y disipa todo lo que tiene como el viento? ¿O si es lasciva y se atrae a infinitos amantes? Y ¿si es ebria? ¿No reducirá a su esposo en breve tiempo a la miseria?
32. Ni sólo se engañan los ricos en escoger esposa, sino también en comprar esclavos, cuando adquieren no los que son probos y diligentes, sino los más baratos. Pensando, pues, todo esto (ya que aún no habéis podido escuchar explicaciones acerca de la gehenna y del reino de los cielos); y trayendo a la memoria los daños que con frecuencia os ha causado la avaricia en los réditos, en las compras, en los desposorios, en los patrocinios y en todos los demás géneros de negocios, apartaos del amor a los dineros. Podréis así pasar tranquilos esta vida; y luego escuchar, ya más cultivados, los discursos acerca de la virtud; y con la vista ya más ejercitada, contemplar el Sol de justicia y alcanzar sus promesas. De las cuales ojalá todos participemos, por gracia y benignidad de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
San Ignacio de Loyola: Ejercicios espirituales
Ejercicios espirituales: reglas para un mejor discernimiento de espíritus
Aprender a combatir al enemigo en los pensamientos
Es propio de Dios y de sus ángeles, en sus mociones, dar una verdadera alegría y gozo espiritual, alejando toda tristeza y turbación suscitada por el enemigo. Por el contrario, es propio de éste último luchar contra esta alegría y consolación espiritual, proponiendo aparentes razones, sutilezas y continuados sofismas. Tan sólo Dios nuestro Señor da al alma la consolación sin causa precedente. En efecto, es propio del Creador, entrar, salir, producir mociones en el alma, atrayéndola toda entera al amor de su divina Majestad. Digo sin causa, es decir, sin ningún sentimiento anterior ni conocimiento de un objeto gracias al cual vendría esta consolación… Es propio del ángel malo, que se transforma en «ángel de luz» (2Co 11,14), ir primeramente en el mismo sentido del alma fiel y, para después, llevarla hacia el suyo. Es decir, que propone pensamientos buenos y santos, de acuerdo con el alma justa, y, seguidamente, poco a poco, intenta llevarla hacia sus fines arrastrando al alma a sus secretos engaños e intenciones perversas.
Debemos estar muy atentos al curso que siguen nuestros pensamientos. Si el principio, a la mitad y al final son enteramente buenos, orientados hacia el bien, es signo que son del buen ángel. Pero si el curso que siguen nuestros pensamientos nos lleva finalmente a alguna cosa mala o que nos distrae o menos buena de lo que el alma tenía en proyecto al comenzar, o que lo disminuye, inquieta o turba al alma quitándole la paz, la tranquilidad y el descanso que tenía previamente, esto es un signo claro que viene del mal espíritu, enemigo de nuestro progreso y de nuestra salvación eterna… A los que andan de bien en mejor, el buen ángel les toca el alma de manera dulce, ligera y suave, tal como una gota de agua que entra en una esponja. El maligno la toca de manera punzante, con ruido y agitación.
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes: Dignidad y pecado
nn. 12-13
La Dignidad de la persona humana
El hombre, imagen de Dios
12. Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.
Pero, ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias. Exaltándose a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la desesperación. La duda y la ansiedad se siguen en consecuencia. La Iglesia siente profundamente estas dificultades, y, aleccionada por la Revelación divina, puede darles la respuesta que perfile la verdadera situación del hombre, dé explicación a sus enfermedades y permita conocer simultáneamente y con acierto la dignidad y la vocación propias del hombre.
La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado «a imagen de Dios», con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Ps 8, 5-7).
Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (Gen l,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás.
Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno (Gen 1,31).
El pecado
13. Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Obscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al Creador. Lo que la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación.
Es esto lo que explica la división íntima del hombre. Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo (cf. Io 12,31), que le retenía en la esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud.
A la luz de esta Revelación, la sublime vocación y la miseria profunda que el hombre experimenta hallan simultáneamente su última explicación.
Comentarios exegéticos
Salvador Carrillo Alday: El evangelio según san Mateo
Verbo Divino (2010), pp. 136-138
La historia literaria de este relato es muy compleja. Marcos le consagra veinte versículos, enriquecidos con numerosos detalles; Lucas, catorce; Mateo, solamente siete. Muy probablemente ya en Marcos se habían fusionado dos relatos diferentes: un exorcismo y el episodio de los puercos.
Jesús está en la zona oriental del lago, en el territorio de la Decápolis, un país de paganos. Gadara se encuentra a unos 9 kilómetros del lago. Partiendo de una tradición del siglo III, actualmente se señala la localidad de Kursi, en la ribera oriental del mar de Galilea, como el lugar del milagro descrito por el evangelista.
Este enigmático pasaje evangélico ha sido estudiado desde diferentes ángulos y utilizando variados métodos de interpretación: el análisis histórico-crítico; la lectura estructuralista, sociológica y antropológica; la hermenéutica psicoanalítica y la psicología profunda. Conscientes de la importancia de estos problemas literarios, es lícito, sin embargo, tratar de recoger, en una lectura sincrónica, el mensaje que el último redactor quiso comunicar en este sorprendente milagro de Jesús, que pone de manifiesto, la decisiva y escatológica confrontación entre Satanás, opresor del hombre, y Jesús, el salvador y liberador universal de la humanidad.
a) Los endemoniados (vv. 28-29)
Se trata de dos endemoniados que vivían en los sepulcros, moradas de los muertos, y eran tan furiosos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Ellos, tomando la iniciativa, vinieron al encuentro de Jesús y se pusieron a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”. El demonio confiesa que Jesús es el Hijo de Dios (Mt 3,17; 4,3), un título mesiánico, y presiente que la misión de Jesús trae la victoria definitiva sobre él.
“Antes de tiempo”. Mientras llega el día del Juicio, los demonios gozan de cierta libertad para sus crueldades en la tierra (Ap 9,5), cosa que realizan con preferencia posesionándose de los hombres. Esta posesión va acompañada con frecuencia de una enfermedad, ya que ésta es, como consecuencia del pecado, otra manifestación del dominio de Satanás. Por eso los exorcismos del evangelio, que a veces aparecen con todo realismo, se hacen a menudo a manera de curación.
Con su poder sobre los demonios, Jesús destruye el imperio de Satán e inaugura el Reino mesiánico, del que es promesa característica el Espíritu Santo” (Biblia de Jerusalén: nota a Mt 8,29).
b) El episodio de los puercos (vv. 30-33)
Los demonios no quieren irse de la región, que consideran hasta ese momento como su propio ambiente y su propio territorio, pero reconocen que Jesús es más poderoso que ellos y que tiene también derecho sobre esas tierras. Le suplican, pues: “Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos”. Jesús les dice: “Id”.
El demonio se siente vencido y suplica a Jesús que no lo eche al abismo, sino que le permita entrar en los cerdos de aquel lugar. Hay que recordar que, según la Ley, los puercos eran animales impuros, que contaminaban al hombre. Su custodia y su multiplicación eran, por tanto, contrarias a la Ley de Dios.
Los demonios suponen que, al menos, esos animales son un lugar propicio para refugiarse. Y Jesús se lo permitió. Pero los mismos puercos fueron derrotados, arrojándose al mar. ¿Podría, así, imaginarse mayor victoria de Jesús sobre los espíritus del mal en tierra de paganos? El demonio fue arrojado al mar, símbolo de muerte. Esta derrota es figura y anuncio de la futura victoria total de Cristo, que liberará a la tierra de toda impureza satánica y de toda corrupción.
c) Desenlace (vv. 33-34)
Toda la gente del poblado se conmovió ante los acontecimientos, y fueron a Jesús y le pidieron que se fuera de su territorio. Esto no significa necesariamente un rechazo definitivo de Jesús, sino que indica el estupor ante lo acontecido, sin dejar de pensar también en la pérdida material de los cerdos.
Biblia Nácar-Colunga Comentada
Curación de dos endemoniados
(Mt 8,28-34 ; Mc 5,1-20; Lc 8,26-39).
Mt es el que menos se extiende en este relato. Se estudia en Mc 5,1-20. Se destaca la grandeza de Cristo sobre los endemoniados, señal de que llegó su reino (Mt 12,28). Aquí sólo se destaca un aspecto. Mt pone que fueron dos posesos en lugar de uno, como trae Mc-Lc. La escena es la misma. Se propusieron varias soluciones.
Mt tiene una tendencia a pluralizar. Así, mientras Mc-Lc sólo presentan en escena un ciego que es curado por Cristo (Mc 10,46-52; Lc 18,39-43), Mt presenta la misma curación hecha en dos ciegos (Mt 9,23-31). También los ladrones que están crucificados con Cristo, según Mt, “blasfemaban” (Mt 27,44; cf. Mc 15,32), mientras que sólo uno era el que le ultrajaba (Mt 21,2 con Mc 11,2.4.5.7 y Lc 19,30.33.35). Probablemente sea ésta la solución.
Como matiz de esta solución se propone que Mt tiende a veces a compensar por otras omisiones. Sería, en este caso, la “compensación” de la omisión hecha por Mt de otra curación de un poseso que Mc relata (Mc 1,21-28; cf. Mt 20,30; cf. Mc 8,22-26).
San Agustín, en su obra De consensu Evangelistarum, había propuesto otra solución: eran dos los endemoniados, que es lo que recoge Mt; pero Mc-Lc sólo señalan uno por ser el más famoso o el más conocido por algún motivo. A lo que podría añadirse la posibilidad de que, no matizándose en la escena la parte de uno o de otro, o por ser en casi todo análogas sus reacciones, quedaba perfectamente valorada la escena con sólo presentar a uno de ellos. A esto ha de tenerse en cuenta las “fuentes” y el intento esquemático y propio de Mt.
Antonio Rodríguez Carmona: Predicación del Evangelio de San Mateo
Comisión Episcopal del Clero, Edice (1986)
Lo que Jesús no puede.
Los endemoniados gadarenos (8,28-34).
Mt abrevia una tradición popular que nació a propósito de un exorcismo de Jesús y que consta de dos partes, lo que puede y lo que no puede Jesús. Jesús puede destruir el poder del demonio, en su tierra (fuera de Palestina), antes de tiempo (de la misión fuera de Palestina) y en sus animales, los cerdos. Son dos los beneficiados (mínimo para dar testimonio). Pero Jesús no puede con los intereses. La evangelización implica pérdidas materiales, pues el pecado está encarnado en la economía, y los perdedores reaccionan contra Jesús (cf Hch 16,16-24; 19,23ss). Otra limitación del poder del Señor- Siervo.
Giorgio Zevini: Lectio Divina para la Vida Diaria (Mateo): Los dos endemoniados de Gerasa
Verbo Divino (2008), pp. 126-130.
La palabra se ilumina
Tras bajar de la montaña, Jesús realiza algunos milagros que suscitan estupor y santo temor: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?» (v. 27). Con el transcurso del tiempo su poder salvífico se hace cada vez más manifiesto. Mateo había señalado precedentemente que, llegada la noche, le llevaron muchos endemoniados y el expulso a los espíritus con su palabra (cf. 8,16). Ahora encontramos el relato explícito de un exorcismo. Jesus ha pasado ahora a la otra orilla (vv. 18.28); en consecuencia, desafía a Satanás en tierra pagana, o sea, en su propio territorio, allí donde el maligno manda. De inmediato le salen al encuentro dos endemoniados relegados a los sepulcros, lugar en el que -como en el desierto- el enemigo de la vida parece triunfar de manera indiscutible. Son los mismos demonios, molestos señores de dos hombres, los que gritan la verdadera identidad de Jesus: «¿Que tenemos nosotros que ver contigo, Hijo de Dios -así le increpan-? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?» (v. 29). Reconocen la autoridad de Jesus y saben también que les queda poco tiempo (cf. Ap 12,12): con la instauración del Reino de Dios serán precipitados, efectivamente, en el abismo del fuego eterno. Jesus no se deja atemorizar en absoluto por sus estrépitos; al expulsarlos con la fuerza de su palabra, muestra claramente que el Reino de Dios esta ya presente y empieza a difundirse (cf. Mt 4,17).
La escena esta dominada por un fuerte contraste: Jesús esta solo y contra el están muchos demonios, como deja entender el hecho de que, tras ser expulsados, piden -por consiguiente, solo pueden hacerlo con un permiso explícito- poder entrar en una piara de cerdos, animales considerados tradicionalmente como inmundos. El poder de Jesus es tal que con su sola palabra se precipitan inmediata y definitivamente en el lago de abajo.
La perícopa presenta, a continuación, un último cuadro: toda la ciudad sale en cortejo al encuentro de Jesus, aunque para conjurarle a que se aleje de allí. Mateo no señala nada. No hay ningún comentario que amortigüe el desconcertante rechazo. Jesus se va de allí, solo.
La Palabra me ilumina
Dejemonos guiar por el evangelista Mateo para mantener fija la mirada del corazón en Jesus, Señor de la vida, que baja hoy en campo abierto contra Satanás, que ha convertido los sepulcros en su reino, la violencia homicida y la rabia feroz en sus armas para vejar a dos pobres hombres. Estos salen al encuentro de Jesus, y el los libera, concediendo al maligno trasladarse a una piara de cerdos, para precipitarse después en el abismo. En efecto, allí donde se encuentra Cristo, no hay espacio para el mal. Esta es la «buena noticia» que vuelve a dar al hombre la esperanza de la salvación. Sin embargo, tal como dice Juan en el prologo de su evangelio, el Verbo no fue recibido -mas aún, fue obstaculizado-, y no solo por los paganos, sino a menudo también por los que le reconocían como Hijo de Dios.
Jesus -nos enseña este pasaje del evangelio- es objeto de rechazo cada vez que, como sucede a los gerasenos, le salen al encuentro atraídos por su fama pero no se abren a la alegría de la liberación que el obra en sus hermanos y que querría obrar también en cada uno de nosotros. Por ella hay que pagar, en efecto, un precio, y no siempre estamos dispuestos a pagarlo. Los gerasenos se encuentran precisamente en esta situación. El camino de su territorio -el camino de la salvación- puede ser recorrido de nuevo sin miedo, pero no son capaces de alegrarse de ello; piensan que es mejor vivir entre peligros mortales, con tal de no arriesgarse a sufrir pérdidas económicas. A sus ojos, la vida vale no por lo que es, sino por lo que se posee para gozarla en medio de la abundancia de riquezas puramente materiales.
He aquí la lógica perversa: es mejor no tomar ni siquiera en consideración el soberano poder de ese Jesus que es el Hijo de Dios venido a liberar a los hombres. Es mejor alejarle del horizonte, pedirle amablemente que se vaya; es mejor que orar al Padre con las palabras que el mismo Jesús nos enseñó: «Líbranos del mal» (Mt 6,13b). Jesús no se detiene para hacer plegar nuestra mala voluntad. Por esta vez nos deja solos con nuestra mezquina torpeza, pero volverá a persuadirnos. Sin embargo, no lo hará con su poder, sino con la debilidad de un amor crucificado. ¿Sabremos acogerlo al menos entonces?
La palabra en el corazón de los Padres
«Al narrar tus prodigios, te imploramos, oh Señor, que nos liberes del maligno y de las desgracias que nos procura, puesto que tú eres el único Maestro del universo»… Los discípulos, en coro, movidos por la compasión, vinieron a Cristo y le suplicaron en favor del hombre diciendo: «Mira, Cristo, ten piedad ante la vista de la violencia cometida contra la naturaleza que creaste y de la enorme vergüenza infligida por el enemigo a la imagen de tu gloria. Mira la tiranía que pesa sobre el hombre al que tú mismo honraste con tus propias manos, cómo está castigado por el odio originado por el enemigo. Sálvalo, Omnipotente y Maestro del universo.
Salva, salva, Cristo, al que te suplica y vuelve a sanarlo en tu misericordia. Que no se dé gloria a nuestro enemigo, oh Salvador, y que no diga en su maldad: «He vencido». A una simple seria tuya, podrá perecer». Tras escuchar a sus discípulos, Cristo se alegraba de sus palabras. Respondió enseguida: «Me agrada vuestro celo, porque quiero que seáis misericordiosos… Ya antes de vuestra oración os había abierto mis entrañas a este hombre, y, si he venido del mar, ha sido a causa de él, pues ya le conocía antes de su nacimiento. Vine del cielo para salvar a todos los hombres; me hice hombre para salvar de la maldición a la raza afín a mi carne». En consecuencia, Jesús mismo, puesto que también es el Dios fuerte, castigó al demonio triturando su jactancia… Servidores de Cristo, vosotros que habéis escarnecido hoy al demonio, pidamos juntos a nuestro timonel que nos haga superar felizmente la tempestad de la vida. Sabemos que posee, para protegernos, un ojo que no conoce el sueño, y que, por las oraciones de la Madre de Dios, nos conduce sanos al puerto tranquilo y seguro, él, el Maestro del universo (Romano el Melodioso, Inni, XXIV, 11-14.21.25, editado por G. Gharib, Edizioni Paoline, Roma 1981, 255ss).
Caminar con la Palabra
¡Dios es inaccesible! ¿Cómo podría ofenderle la criatura? El mal es un gran misterio. Sin embargo, el mal existe. Si bien sigue siendo difícil y casi imposible justificarlo, a pesar de todo el creyente puede buscar sus motivos. Entre tanto, hay algo que se impone: al hacerse hombre, Dios puede ser ofendido, traicionado, odiado y negado ahora por el hombre.
Dice la Sabiduría que la muerte entre) en el mundo por la envidia. El maligno no puede tolerar que una criatura extraordinariamente más pobre que el angel, por la gratuidad del amor divino, deba trascender la grandeza y la perfección natural de la naturaleza angélica. De este modo cree que puede frustrar el designio de Dios induciendo al hombre, apenas creado, a la desobediencia. El hombre debería morir por su desobediencia. Eso era lo que quería el maligno, pero Dios habría de transformar la misma muerte a la que ahora estaba sometido el hombre en la revelación más espléndida de su amor.
En esta tierra donde habita el hombre y donde Dios se ha encarnado es donde acontece el choque del maligno con Cristo, y Cristo es Dios. La historia no tiene otro contenido que la lucha del maligno contra Dios, que, en Cristo, se hizo presente en el mundo y, en cierto modo, esté presente y es uno con cada hombre. ¡En que grandioso drama este, implicado el hombre! El mal arrecia, parece que no puede desahogarse plenamente más que con la destrucción del hombre. Ahora bien, dado que el hombre es ahora inseparable de Dios, la victoria de Dios esta asegurada.
Ciertamente, se permitió al maligno encarnizarse en la lucha para la salvación del hombre, pero, en su debilidad, la humanidad asumida por el Verbo no puede dejar de resultar victoriosa sobre el mal, y la primera victoria es que el hombre vive ya ahora en union con Cristo también en el sufrimiento, en la y en su misma muerte. Que pobre seria la enseñanza cristiana si no tuviéramos que reconocer nosotros esta presencia personal del maligno y la de Cristo que vence, no oponiendo al odio y al mal el castigo y la muerte, sino cargando el sufrimiento y la muerte sobre sí. Las fuerzas del mal no renuncian a su propósito de arruinar la obra de Dios, aunque Dios saca coda vez de las aparentes derrotas, de las humillaciones a los que se ve sometida la humanidad, nuevos motivos para que resplandezcan más la omnipotencia y la gratuidad de su amor (D. Barotti, Dio… e l’oumo, Piemme, Casale M. 2001, 62-65, passim).
Autores Varios: Comentarios a la Biblia Litúrgica (NT): Los posesos de Gadara
Paulinas-PPC-Regina-Verbo Divino (1990), pp. 974-975
Nuestro relato ha sido entretejido a base de historia, mitología y teología. Se trata de un milagro de curación realizado per Jesús en la región de Gadara, 10 kilómetros al sur-este del lago de Genesaret. Esto constituye el núcleo histórico. Junto a la historia aparece la mitología. Los rasgos mitológicos de la narración han sido puestos en labios de los espíritus malos: ¿…has venido a atormentarnos antes de tiempo? Según la mitología judía, los demonios, que andan sueltos por el mundo causando daño a los hombres, serían atados y castigados al fin de los tiempos (Ap 20,2-3).
Para descubrir la teología y el mensaje es necesario una mayor exploración. Mateo ha tomado esta historia del evangelio de Marcos (Me 5,1-20). Marcos la cuenta con muchos más detalles y de forma más sensacional. Mateo abrevia y suprime; por ejemplo en relación con los cerdos se limita a decir que había una gran piara, no dice que fuesen unos dos mil, como hace Marcos. Sin embargo, amplía otros detalles: en lugar de un poseso, como hace Marcos, habla de dos (es la costumbre de Mateo en otras ocasiones para acentuar la magnitud del milagro, como en 9,27-31 y 20,29-34).
Fundamentalmente la escena pretende describir un encuentro de Jesús con los paganos. Así lo había hecho ya en la persona del centurión (ver el comentario a 8,5-17). No obstante existe una diferencia radical entre ambas escenas: el centurión cree, ha aceptado a Jesús; los habitantes de Gadara no creen, lo rechazan, porque piensan que aquel taumaturgo va a ser un obstáculo para sus propiedades. El rechazo de Jesús por parte de los gadarenos simboliza y anticipa el rechazo de la predicación de la Iglesia en aquellas partes de Palestina. El hecho es, por tanto, historia, predicación y amonestación al mismo tiempo.
La historia tiene su centro de gravedad en la lucha de Jesús con el demonio. Intención clara en otros pasajes del evangelio, no sólo en las historias en que aparece explícitamente el demonio (4,24; 9,33-34; 12,12ss), sino en todas las intervenciones de Jesús para superar el dolor, la enfermedad y la muerte. Esta lucha sería trasladada por nuestra mentalidad al campo de la psicología. Pero se cometería una injusticia con el evangelio intentando explicar estas narraciones desde el campo de la psicología y psicoterapia. Aquí se trata de poderes misteriosos hostiles al hombre.
Los demonios conocen el nombre de Jesús. El nombre de Jesús es «Hijo de Dios». Se saben sometidos a él. Se le reconocen inferiores. Y con sus palabras, «¿has venido a atormentarnos antes de tiempo?» expresan la realidad evangélica más profunda: con Jesús ha llegado ese fin de los tiempos en el que Dios debería intervenir de una manera especial a favor de los hombres. Han comenzado los tiempos últimos, la fase escatológica. Nosotros vivimos en ella. Esperamos únicamente su culminación.
Los demonios expulsados o vencidos quieren hacer una ostentación de su poder, afirmar que ese fin de los tiempos no es todavía el del cese en su actividad. Su derrota significa la liberación del hombre. Y para hacer visible su salida del hombre se busca un nuevo lugar para ellos. Así fue inventada la escena de los cerdos: por un lado hace visible la liberación del hombre u hombres de donde han salido y, por otro, demuestra que todavía tienen un tremendo poder destructor (destruyen toda la piara de los cerdos).
W. Trilling, El Nuevo Testamento y su Mensaje (Mt): La expulsión de demonios
Herder (1980), Tomo I, pp. 197-199
28-29
La orilla opuesta, por tanto la oriental, del mar de Galilea es el límite del territorio mixto medio pagano de las diez ciudades: la Decápolis. Gadara es una de estas ciudades, que se habían mancomunado en una alianza. Subiendo desde el lago se atraviesa un terreno montañoso escarpado, a través del cual trepan angostos senderos. Por doquiera se encuentran cavidades que se han formado en la piedra caliza, ofrecen asilo a los vagabundos o caminantes, y, en este caso, cobijan a dos endemoniados. Viven separados de los habitantes de la ciudad, quizás han sido expulsados. Han tomado posesión de ellos demonios muy desenfrenados y numerosos. La historia es algo tosca y confusa para nuestra mentalidad. Hemos de contar con la influencia de expresivos medios narrativos populares. San Mateo narra la historia de una forma muy concisa; a él le interesa sobre todo el poder de Jesús sobre los demonios.
Los dos endemoniados salen al encuentro de Jesús y se ponen a gritar: ¿Qué tienes tú que ver con nosotros, Hijo de Dios? Conocen en seguida la radical enemistad, incluso la especial dignidad de Jesús. Lo que permanece oculto a los hombres, está patente a la perspicaz inteligencia del antagonista. No tenemos nada que ver contigo, déjanos tranquilos. ¿Viniste antes de tiempo para atormentarnos? Parece que sepan que se les ha señalado un plazo.
Terminará su caza furtiva en la creación de Dios sin el menor estorbo. No está lejana la hora en que se ha de quebrantar el imperio del demonio. Desde la controversia en el desierto (4,1-11) la cercanía de esta hora hubo de quedar clara para el reino de Satán.
30-32
Con astucia propia de un abogado piden los demonios un plazo. Si ya vas a acabar con nosotros, ¿por qué nos atormentas antes de que llegue el fin? Déjanos ir por lo menos a estos cerdos, para que nos podamos sosegar algo. Si hablamos con toda seriedad, esta petición de los demonios parece grotesca, y es todavía más sorprendente que Jesús acepte esta proposición.
Casi se podría concebir este lance como un matiz de gran humor y soberana libertad que también puede permitirse una «excepción».
33-34
Los habitantes de la ciudad se enteran horrorizados de lo que ha sucedido, y piden a Jesús que se vaya de su territorio. Lo acontecido, en su totalidad, les causa inquietud; quizás temen más perjuicios del que ya se ha causado por la pérdida de toda la piara de cerdos. Pero esto también significa que Jesús allí no puede conseguir nada. Como en su ciudad paterna, también de allí se le destierra. No se quiere saber nada de él. Sin embargo, todavía no ha llegado «el tiempo» de los gentiles. Primero Jesús tiene que actuar en Israel, porque ha sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (15,24). A pesar de la índole fantástica de toda la historia, se sabe que la luz ya ha resplandecido durante un breve tiempo para los paganos, como un anuncio del día que se acerca. Pero todavía hay tinieblas.
Bastin-Pinckers-Teheux: Dios cada día: El hijo de la ancianidad
Siguiendo el Leccionario Ferial (4). Semanas X-XXI T.O. Evangelio de Mateo.
Sal Terrae (1990), pp. 68-69
Génesis 21, 3, 8-21.
Isaac: ¡que Dios-sonría-al-niño! Ismael: ¡Dios-ha- concedido! ¡oído atento, sonrisa benevolente! Isaac e Ismael son hijos del porvenir, y Dios en persona vela por ellos. En todo el relato se alude al porvenir. En primer lugar Sara, preocupada por el porvenir de Isaac. En el momento de alegría del destete de Ismael, Sara se ofusca por la ternura que Abraham muestra hacia la sirvienta y hacia ese hijo nacido de su unión con ella. Sara no puede olvidar que Ismael es el hijo primogénito, aunque esté aún en la edad de los juegos inocentes de la niñez. Sus celos le hacen expulsar de la casa a la esclava; y Yahvé asiente, pues Isaac es el hijo de la promesa.
Pero, ¿qué será entonces del porvenir del pequeño Ismael, acostado por su madre a la sombra de un arbusto, muriendo de sed y expuesto ya a la voracidad de las alimañas cañoneras? ¿Qué porvenir les espera a Ismael y a Agar, su madre, sobre quienes planea ya la sombra de la muerte? ¡Pues sencillamente el porvenir que Dios ha señalado para ellos! El niño no está destinado a morir de sed en el desierto de Berseba, sino que será el padre de un gran pueblo, también nómada. No como los israelitas, sin embargo. Ismael será el hombre de la estepa, que vivirá de asaltos y rapiñas; es el beduino. Cuando más tarde despose a una egipcia, se alejará aún un poco más del pueblo de la Alianza.
El salmo 33
Es un canto de acción de gracias. Expresa el agradecimiento por la protección que Dios promete al hijo de la esclava.
Mateo 8, 28-34.
Después de haber soslayado los poderes de la muerte en su refugio marino, Jesús arriba a una tierra pagana. De nuevo tiene que enfrentarse con la impureza, como testifican la presencia de los endemoniados en un cementerio y la aparición de la piara de cerdos. De nuevo Jesús vencerá y los cerdos, junto a los malos espíritus, se arrojarán al lago, pereciendo.
El tema de los endemoniados sitúa este relato en la misma línea del precedente. En efecto, la expresión «cuando llegue la hora» hace alusión al juicio final en el transcurso del cual todos los malos espíritus serán reducidos a la impotencia. Se trata pues, sin duda, como en el episodio de la tempestad aplacada, de una anticipación de la victoria de Jesús sobre la muerte. Hay que advertir que los paganos no estaban todavía dispuestos a escuchar a Jesús. Por el momento, sólo era evidente a sus ojos la realidad de la pérdida de los cerdos. Pero en lo más profundo de ellos mismos, algunas preguntas empiezan a surgir.
Estaban resignados. Incluso habían tomado las disposiciones necesarias: Sara había entregado su esclava a su marido, según autorizaba la costumbre, para que les diera descendencia. A veces soñaban, pero sabían que era imposible. Sus rostros se habían arrugado con el paso de los años y la vida acababa por no ser más que eso, la vida…
Caminaban, resignados, hacia la muerte. Un día, tres visitantes les habían dicho: «El año próximo volveremos y vosotros tendréis ya un hijo». Sara, que conocía bien las reglas de la vida, se había echado a reír. Pero, mirad: sucedió lo inesperado. Hubo que improvisar la cuna donde muy pronto un hijo dormiría, lloraría, sonreiría. La promesa parecía una utopía, pero se hizo más real que la realidad misma; el hijo de la mujer libre llenó de asombro a toda la casa.
La tierra se había resignado: no tendría por toda descendencia más que hijos nacidos de la esclava. Había que elegir el mal menor: o seguir siendo estéril o entregar la esclava al esposo. La tierra había adoptado el fruto de este compromiso: amores desdichados, justicia apenas esbozada, fraternidades siempre cuestionadas. Una dictadura reemplaza a otra, con un mayor refinamiento en el mal. El interés, individual o colectivo, esla regla de conducta de las relaciones entre los hombres. La intolerancia prevalece sobre el respeto mutuo. ¡La tierra ha tenido que resolverse a tener hijos concebidos por una esclava!
Un día, la mujer tuvo un hijo. Con él, ser hombre tiene un sabor distinto: desde su asombrosa llegada representa el comienzo siempre renovado, la vida, la luz, la sal y la levadura de la pasta humana, la sangre de Dios en el corazón de la humanidad, Emmanuel, Dios-con-nosotros. ¡El hijo de la promesa y de la libertad! Los hijos del compromiso, los hijos de la esclava se inquietan: «¿Qué va a ser de nosotros, Hijo de Dios?». De ahora en adelante ya no pertenecen a la casa paterna, su herencia está amenazada. El Hijo de la promesa ha nacido pese a toda evidencia: con sus actos y con sus palabras, un nuevo ser viene a agarrarnos, el horizonte se abre infinitamente. «A todos los que lo han recibido, les ha dado el poder de convertirse en hijos de Dios! Hemos sido concebidos por la mujer libre, pues desde el día en que el Hijo legítimo se levantó, vivo, fuera de la tumba, los hijos de las tinieblas han sido expulsados de la casa de Abraham: Paz, Justicia, Verdad, Amor no son ya una promesa que incita a la risa, sino que pueden ser una auténtica realidad concebida. La tierra puede entonces alegrarse con el hijo que tiene en sus sus rodillas y reivindicar sus derechos de mujer libre.
Uso litúrgico de este texto (Homilías)
- Miércoles XIII Tiempo Ordinario