Mt 8, 18-22 – Sígueme
/ 26 junio, 2016 / San MateoTexto Bíblico
18 Viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla.19 Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas».
20 Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».21 Otro, que era de los discípulos, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».22 Jesús le replicó: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Charles de Foucauld
Escritos Espirituales: Se hizo pobre para enriquecernos
«El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8,20)Retiro En Nazaret. Escritos espirituales [fr]
¡Oh, Señor mío, Jesús, he aquí esta divina pobreza! ¡Con qué razón es necesario que tú mismo me instruyas! ¡Tú querías tanto la pobreza!... En tu vida mortal era tu fiel compañera. La has dejado como heredad a tus santos, a todos aquellos que quieren seguirte, a todos los que quieren ser discípulos tuyos. La has enseñado con los ejemplos de toda tu vida. La has glorificado, declarado bienaventurada, necesaria. Has elegido como padres a unos pobres trabajadores. Has nacido en una cueva que servía de establo. Has sido pobre en las peripecias de tu infancia. Tus primeros adoradores eran los pastores. En tu presentación en el templo fueron ofrecidos dos pichones, el don de los pobres. Has vivido treinta años como pobre trabajador, en este Nazaret que tengo la dicha poder conocer, donde tengo el gozo... de recoger estiércol.
Luego, durante tu vida pública, has vivido de limosna en medio de unos pescadores pobres que te habías escogido como compañeros. «Sin una piedra donde reclinar la cabeza». En el Calvario, fuiste despojado de todos tus vestidos, tu única posesión, y los soldados echaron la suerte sobre ellos, a ver a quien tocaba. Moriste desnudo y fuiste sepultado por limosna, por unos extranjeros. «Dichosos los pobres» (Mt 5,3)
¡Señor mío, Jesús, aquel que te ama de todo corazón, no queriendo ser más rico que tú, su bien-amado, llegará muy pronto a ser pobre!
San Francisco de Sales, obispo
Sermón (27-09-1618): ¿Le seguirás por ese camino?
«Maestro, te seguiré a donde vayas» (Mt 8, 18-22)IX, 22, 27-9-1618
jueves 27 de septiembre de 1618
Nuestro Señor es todo lo contrario del mundo. Porque los mundanos sólo tienen por felices a los ricos porque las riquezas permiten hacer todo lo que uno quiere. Al ver a un hombre rico se dice: Dejémosle sitio, es un señor. Y nuestro Señor dice: Felices los pobres de espíritu...
Ya pueden ir por el mundo predicando la pobreza; ¿quién les va a escuchar? Podéis exaltar todo lo que queráis la santa humildad: decidme: ¿a quién podréis persuadir?
Gritad repetidas veces que los pobres son bienaventurados; que por eso no va nadie a querer ser pobre; sólo querrán serlo aquellos a quienes el Espíritu Santo ha concedido el don de sabiduría, el cual hace gustar a las almas la dulzura que hay en el servicio de Dios y en la práctica de las virtudes.
Porque esas almas reciben mil dulzuras y contentos en medio de su pobreza, su mortificación y los ejercicios de religión, pues es a ellas a las que especialmente reparte sus dones el Espíritu Santo; sin embargo, no deben buscar en la religión sino a Dios y la mortificación de sus pasiones, pues si buscasen otra cosa, jamás encontrarían allí el consuelo que pretenden...
Sabéis que el gran San Pablo dijo de él y de los demás apóstoles que porque servían a su Maestro y despreciaban el mundo, eran reputados por los mundanos como las barreduras y los pellejos de las manzanas, que por ser cosas tan viles se las tira.
Mirad lo que dice el apóstol: «He reputado todo como fango y basura para ganar a Cristo y su gracia.» Como él, esas almas miran todo lo del mundo como fango y basura, y lo han dejado todo: padres, riquezas y contentos que podían haber esperado. Y se han retirado al Monasterio para ganar a Cristo y su gracia, dedicándose a la práctica de la santa humildad, haciéndose así dignas de recibir los favores de su divino Esposo.