Mt 5, 43-48: Amad a vuestros enemigos
/ 16 febrero, 2016 / San MateoTexto Bíblico
43 Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo.44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen,45 para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.46 Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?47 Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?48 Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Fulgencio de Ruspe, obispo
Sermón: ¿Hay mayor pobreza que no poder amar?
Yo os digo: amad a vuestros enemigos5: PL 5, 737
«No debáis nada a nadie salvo el amor mutuo» (Rm 13,8). Que deuda más sorprendente, hermanos, que este amor que el apóstol Pablo nos enseña hemos de pagar siempre, sin dejar nunca de ser deudores. ¡Dichos deuda, deuda sagrada, portadora de créditos en el cielo, llena de riquezas eternas!... Acordémonos de las palabras del Señor: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian» (cf Lc 6,27). ¿Y cuál será la recompensa de este trabajo?... «Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo».
El apóstol Pablo nos da a conocer qué es lo que se dará a estos hijos de Dios: «Si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo» (Rm 8,17). ¡Escuchad, pues, cristianos, escuchad, hijos de Dios, escuchad herederos de Dios, coherederos con Cristo! Si queréis poseer la herencia de vuestro Padre, pagad la deuda de vuestro amor no sólo hacia vuestros amigos sino también hacia vuestros enemigos. No rechacéis dar este amor a nadie; es el tesoro común a todos los hombres de buena voluntad. Poseedlo todos juntos, y para aumentarlo, derramadlo tanto a los malos como a los buenos. Porque este bien, que no se posee sino es todos juntos, no es de la tierra sino del cielo; la parte de uno jamás reduce la de ninguno de los otros…
El amor es un don de Dios: «El amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5,5)… El amor es la raíz de todos los bienes, tal como, vemos en san Pablo, la avaricia lo es de todos los males (1Tm 6,10)… El amor está siempre contento, porque cuanto más multiplica sus dones, tanto más ampliamente Dios nos lo concede. Es por esta razón que mientras el avaro se empobrece con todo lo que acapara, el hombre que paga su deuda de amor se enriquece con lo mismo que da.
San Francisco de Sales, obispo
Tratado del Amor de Dios: ¿Quieres ser como Dios? -¡Ama!
«Así seréis hijos de vuestro Padre, que está en el cielo» (Mt 5, 48)Libro X, Cáp. 11. V, 204
«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre, que está en el cielo.» Mt 5, 43-48
Al crear Dios al hombre a su imagen y semejanza, le ordenó tener un amor para con el hombre a imagen y semejanza del amor que se debe a su Divinidad.
¿Por qué amamos a Dios, Teótimo? Dice San Bernardo que la razón por la que amamos a Dios es Dios mismo. Como si dijera que amamos a Dios porque es la soberana e infinita Bondad. ¿Por qué nos amamos a nosotros mismos en caridad? Sin duda porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Y puesto que todos los hombres tienen esta misma dignidad, también tenemos que amarles como a nosotros mismos, es decir, en calidad de santísimas y vivientes imágenes de la divinidad...
Y por esta calidad es por la que pertenecemos a Dios, con una alianza tan estrecha y con tan amable dependencia, que Dios no tiene ninguna dificultad en llamarse Padre nuestro ni de llamarnos sus hijos.
Y en calidad de hijos es como recibimos la gracia y como nuestros espíritus se asocian al Suyo, santísimo, y por así decir, participamos de su divina naturaleza, como dice San Pedro.
Y esa caridad que produce los actos de amor de Dios es la misma que produce los actos de amor al prójimo; como cuando Jacob vio que una misma escala tocaba el cielo y la tierra y servía a los ángeles tanto para bajar como para subir; nosotros también sabemos que una misma dilección es con la que queremos a Dios y al prójimo; nos eleva a unir nuestro espíritu con Dios y nos devuelve a la amorosa sociedad con nuestros
prójimos, puesto que amamos al prójimo como imagen de Dios que es.