Mt 5, 20-26: Reconcíliate con tu hermano
/ 16 febrero, 2016 / San MateoTexto Bíblico
20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti,24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San León Magno, papa
Sermón: Cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia
«Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5,20)Serm. 92, 1.2.3: PL 54, 454-455
Dice el Señor: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y, en verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su Creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.
La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto, el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. ¿Qué paga, sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.
El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.
En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas.
San Agustín, obispo
Sermón: Perdón desde el fondo del corazón
Ve y reconcíliate con tu hermano211, 5-6: SC 116, 169
Hermanos, que no haya desavenencias entre vosotros en estos días santos de Cuaresma. ...Tal vez, en el pensamiento os decís: «Quiero hacer las paces, pero es el hermano que me ha ofendido...y no quiere pedir perdón.» ¿Qué hacer entonces?... Hace falta que se interpongan entre vosotros unos terceros, amigos de la paz... En cuanto a ti, sé pronto para perdonar, totalmente dispuesto a perdonarle su falte desde el fondo del corazón. Si estás del todo dispuesto a perdonarle la falta, de hecho, ya le has perdonado.
Aun te falta orar: ora por él para que te pida perdón porque sabes que no es bueno para él no hacerlo... Di al Señor: Tú sabes que yo no he ofendido al hermano...y le perjudica haberme ofendido; en cuanto a mí, te pido de corazón que le perdones.»
Sermón
Esto es lo que tenéis que hacer para vivir en paz con vuestros hermanos...,para celebrar la Pascua con serenidad y vivir la Pasión de aquel que no debía nada a nadie y que, no obstante, ha pagado la deuda por todos, Nuestro Señor Jesucristo que no ha ofendido a nadie y, por así decirlo, ha sido ofendido por todo el mundo. No ha pedido castigo sino que ha prometido recompensas... A él mismo le hacemos testigo en nuestro corazón: si hemos ofendido a alguien, vamos a pedir perdón; si alguien nos ha ofendido, estamos dispuestos a perdonar y a orar por nuestros enemigos.
San Francisco de Sales, obispo
Tratado del Amor de Dios: No desprecies las palabras de Cristo
«Deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,26)Libro VIII, Cáp. 8 y 9. V, 84-85
«Dijo Jesús a sus discípulos: ‘Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mimo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano...’» Mt 5, 20-26
Las palabras con las cuales nuestro Señor nos exhorta a tender y a pretender la perfección, son tan fuertes y apremiantes que nadie puede ignorar la obligación que tenemos de seguir ese designio...
Ahí está la diferencia entre mandamiento y consejo, que el mandamiento nos obliga bajo pena de pecado y el consejo nos invita sin pena de pecado. Sin embargo creo que es un gran pecado el despreciar la tendencia a la perfección cristiana y más aún, despreciar la llamada que nos hace nuestro Señor...
Es una irreverencia contra Él, que con tanto amor y suavidad nos invita a la perfección, cuando le decimos: «no quiero ser santo, ni perfecto, ni tener en cuenta tus delicadezas, ni seguir los consejos que me das para mi progreso...» Hacer profesión de no querer seguir los consejos es algo que no se puede hacer sin despreciar al mismo tiempo al que los da.
Aunque hay consejos que no se pueden y no se deben practicar por cada cristiano particular, sin embargo no olvidemos que estamos todos obligados a amarlos, ya que todos son buenos.
Y testimoniamos que amamos todos los consejos cuando cumplimos devotamente los que nos corresponden... Dios ha dado muchos para que podemos observar alguno de ellos y no pasa día en que no tengamos ocasión...
Alegrémonos cuando veamos personas que emprenden el seguimiento de algún consejo... ya que la caridad nos obliga a amar no solamente lo que es bueno para nosotros, sino también lo que es bueno para el prójimo.
Santo Tomás de Kempis, presbítero
Imitación de Cristo: ¿Cómo está tu corazón?
«Si tu ojo está claro, todo tu cuerpo será luminoso» (Mt 6,22)II, 4
Con dos alas se levanta el hombre de lo terreno, que son: simplicidad y pureza. La simplicidad está en la intención y en la pureza del afecto. La simplicidad busca a Dios, la pureza lo encuentra y lo gusta. Ninguna obra buena te resultará difícil si estás interiormente libre de todo afecto desordenado. Si tú sólo quieres lo que Dios quiere y lo que es útil a tu prójimo, entonces gozarás de libertad interior.
Si tu corazón es recto, toda criatura será como un espejo de vida y un libro lleno de santas instrucciones. No existe criatura tan insignificante y tan deleznable que no refleje de alguna manera la bondad de Dios. Si poseyeras suficiente inocencia y pureza, verías todo sin obstáculos. Un corazón puro penetra cielo y tierra. Cada uno juzga de las cosas exteriores según lo que alberga en su corazón. Si hay alegría alguna en el mundo, la posee el corazón puro.