Mt 4, 18-22: Anuncio del Reino – Llamada de los cuatro primeros discípulos
/ 30 noviembre, 2016 / San MateoTexto Bíblico
18 Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. 19 Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». 20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 21 Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. 22 Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo. ¿Ves de qué manera manifiesta todo lo que había aprendido en tan breve espacio de tiempo? Pues, por una parte, manifiesta el poder del Maestro, que les ha convencido de esto mismo, y, por otra, el interés y la aplicación de los discípulos, quienes ya desde el principio se preocupaban de estas cosas. Son las palabras de un alma que desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia. Comunicarse mutuamente las cosas espirituales es señal de amor fraterno, de entrañable parentesco y de sincero afecto.
Pero advierte también, y ya desde el principio la actitud dócil y sencilla de Pedro. Acude sin tardanza: Y lo llevó a Jesús, afirma el evangelio. Pero que nadie lo acuse de ligereza por aceptar el anuncio sin una detenida consideración. Lo más probable es que su hermano le contase más cosas detalladamente, pues los evangelistas resumen muchas veces los hechos, por razones de brevedad. Además, no afirma que Pedro creyera al momento, sino que lo llevó a Jesús, y a él se lo confió, para que del mismo Jesús aprendiera todas las cosas. Pues había también otro discípulo que tenía los mismos sentimientos.
Si Juan Bautista, cuando afirma: Éste es el Cordero, y: Bautiza con Espíritu Santo, deja que sea Cristo mismo quien exponga con mayor claridad estas verdades, mucho más hizo Andrés, quien, no juzgándose capaz para explicarlo todo, condujo a su hermano a la misma fuente de la luz, tan contento y presuroso, que su hermano no dudó ni un instante en acudir a ella.
Uso Litúrgico de este texto (Homilías)
por hacerCatena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 7
18. Jesucristo llama a los apóstoles antes de decir ni hacer nada, para que nada se les oculte, ni de las palabras, ni de las obras de Jesucristo; para que después puedan decir con toda seguridad: no podemos menos de decir lo que hemos visto y oído. De aquí que se dice: «Paseando junto al mar de Galilea…»
«… vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.» Los artesanos profetizaban con su trabajo la gracia de la dignidad futura; porque así como arrojan la red al agua y no saben qué clase de pescados habrán de sacar, así el sabio cuando arroja las redes de su palabra sobre el pueblo, no sabe los que habrán de acercarse a Dios. Sin embargo, se adherirán a su predicación los llamados por Dios.
19. «Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».» Esto es, maestros. Y con la red de la palabra de Dios captarás a los hombres del mundo tempestuoso y peligroso, en donde los hombres no andan sino que son heridos. Porque el diablo, cuando los empuja hacia el mal, en donde se comen los hombres unos a otros como los peces más fuertes devoran a los más jóvenes para que, trasladados, vivan en la tierra como miembros del cuerpo de Cristo.
20. «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.» Los discípulos nombrados no siguieron a Cristo buscando el honor de sabios, sino el precio de su trabajo. Conocían cuán preciosa es el alma humana, cuán grata es su santidad en la presencia de Dios y cuán grande es la recompensa ofrecida.
Deseando estas cosas, siguieron a Cristo dejando cuanto les rodeaba, en lo cual nos enseñaron que nadie puede aferrarse a las cosas de la tierra y marchar perfectamente al cielo.
21. «Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano…»
Puso con mucha propiedad los fundamentos de la Iglesia sobre la caridad fraterna; para que subiendo como la savia por el tronco del árbol llegue hasta las ramas. Y lo hizo sobre la caridad natural, para que la caridad sea más fuerte, no sólo por la gracia, sino también por la naturaleza. Por ello dice: hermanos. Así lo hizo Dios en el Antiguo Testamento, colocando en Moisés y Aarón el fundamento de su edificio. Pero como la gracia del Nuevo Testamento es mucho mayor que la del Antiguo, edificó el primer pueblo sobre una sola fraternidad y el segundo sobre dos.
«Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.» Dijo Santiago el del Zebedeo y a su hermano Juan que estaban con su padre Zebedeo en el barco, remendando sus redes, lo cual es indicio de una pobreza extrema. Remendaban las viejas porque no tenían para comprar redes nuevas. Y explica a la vez la gran caridad de ellos, porque en tanta pobreza favorecían a su padre, tanto que lo llevaban consigo en el barco, no porque él pudiese ayudarles con su trabajo, sino para que se consolase con su presencia.
No nos atrevemos a estimar cuánto sea el mérito de los primeros que se prestaron veloces a predicar, que siendo tan pobres que todavía componían sus redes, las arrojaban al mar; sólo Jesucristo era quien podía apreciar su mérito. Acaso se dice que aquéllos arrojaban sus redes por Pedro que predicó el Evangelio, pero no lo escribió. Y en cambio los otros fueron llamados a componerlas, por San Juan que escribió un Evangelio.
Prosigue. «Y los llamó»: estaban unidos viviendo en una misma habitación, concordes por el amor, iguales en el oficio y juntos por la piedad. Por ello los llamó a la vez, no fuera que unidos por tantos motivos los separase una vocación diferente.
22. «Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.» Tres cosas debe dejar el que viene a Jesucristo: las torpezas carnales que se figuran en las redes; el gusto por las cosas del mundo, figurado en el barco; y la familia, figurada en el padre. Dejaron, pues, el barco para ser constituidos en gobernadores de la nave de la Iglesia. Dejaron las redes, para no traer más peces a la ciudad de la tierra, sino para que condujesen a los hombres a las regiones eternas del cielo. Dejaron un padre, para que se les constituyese en padres espirituales de todos.
Rábano
18. 21 «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores… Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.»
El mar de Galilea es el mismo lago de Genezaret; el mar de Tiberíades es el lago de las Salinas.
Las dos naves son figuras de dos Iglesias: aquella que fue llamada por la circuncisión y aquella que fue llamada por el prepucio. Cualquier fiel se convierte en Simón, obedeciendo a Dios; en Pedro, conociendo su pecado; en Andrés, sufriendo con valor los trabajos; y en Santiago, rechazando los vicios.
Por esto también se designan las cuatro virtudes principales: la prudencia se refiere a San Pedro, por el conocimiento de Dios; la justicia a San Andrés, por el vigor de sus obras; la fortaleza a Santiago, por sus triunfos sobre el demonio; y la templanza a San Juan, por el efecto de la divina gracia.
La glosa
18. «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.» Con toda oportunidad el que ha de pescar pescadores va por los lugares donde hay pesca.
19. «Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».» No tanto con los pies, como con el afecto y la imitación.
20. «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.» En estas cosas se muestra un modelo para aquéllos que todo lo dejan por seguir a Jesucristo y se ofrece también una lección a aquéllos que posponen a Dios, incluso a sus afecciones carnales.
21. «Y pasando adelante vio a otros dos hermanos…» Observa que los llama de dos en dos, como en otro lugar se lee, que los mandó también de dos en dos a predicar.
San Juan parece que todo lo atribuye a la gracia de Dios. Por lo tanto sólo se habla de la vocación de cuatro Apóstoles, por medio de los cuales se designa la predicación en las cuatro partes del mundo.
Remigio
18. «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos…» Vio, no sólo corporalmente, sino de una manera espiritual, mirando a sus corazones.
Dios habla de estos pescadores por Jeremías, diciendo: «Os enviaré mis pescadores y os pescarán». Por ello se añade: 19. «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres.» Seguidme, no tanto con los pies, como con el afecto y la imitación.
Resumen. Se designa místicamente este mundo por el mar, en atención a la amargura de sus aguas y a la constante agitación. Galilea significa voluble o rueda y representa la volubilidad del mundo. Anduvo Jesús junto al mar, cuando vino a vivir entre nosotros por medio de la encarnación. Por estos dos hermanos se designan los dos pueblos, que fueron creados por Dios Padre a los que vio cuando se volvió a ellos con misericordia. Por Pedro, que quiere decir conocedor y se llama Simón, esto es, obediente, se designa el pueblo judío, porque conoció a Dios por medio de la ley y lo obedeció por medio de sus preceptos. Andrés quiere decir viril o decoroso y se entiende por él al pueblo gentil, que habiendo conocido a Dios, persevera firme en la fe. Llamó a estos pueblos cuando envió sus predicadores, diciendo: «Venid en pos de mí», esto es, abandonad al engañador y seguid al Creador. Fueron los Apóstoles constituidos en pescadores de los hombres de estos pueblos, esto es, en predicadores, habiendo dejado las naves, esto es, los deseos carnales y las redes, es decir, las concupiscencias del mundo, y siguieron a Jesucristo. Por Santiago se entiende también al pueblo judío, que venció al demonio por el conocimiento de Dios. Por San Juan se entiende al pueblo gentil, que se salvó únicamente por la gracia. Zebedeo, a quien dejaron y se entiende como fugitivo o caído, significa el mundo que pasa y el demonio que cayó del cielo. Por Pedro y Andrés que arrojaron las redes al mar, se designan aquéllos que son llamados por Dios en la primera edad, arrojando de la nave de sus cuerpos las redes de la concupiscencia carnal, en el mar de este mundo. Por Santiago y Juan, remendando las redes, se designan aquéllos que vienen a Cristo después de los pecados y en presencia de las adversidades, recobrando lo que perdieron.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 14,2
18-19. «Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».» Los llamó cuando estaban en sus ocupaciones, manifestando que conviene anteponer la obligación de seguir a Jesucristo a todas las ocupaciones.
20. «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.» Arrojando las redes al mar, lo que incumbía al oficio de aquéllos, creyeron en una promesa tan grande y comprendieron por los sermones que oyeron, que ellos podrían convocar a otros hombres.
21. «Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.» No es pequeña esta demostración de piedad, soportar con gusto la pobreza, alimentarse con su justo trabajo, vivir juntos por la virtud del amor, tener consigo y cuidar a su padre.
Llamándolos, nada les ofreció, como a los primeros. La obediencia de aquéllos que inmediatamente le siguieron, les preparaba el camino; pero habían oído muchas cosas del Salvador, como unidos familiarmente y por medio de consanguinidad.
San Agustín, obras varias
18. «… estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.» No eligió reyes, o senadores, o filósofos, u oradores, sino que eligió hombres que eran sencillos, pobres e ignorantes pescadores. (Sermones, 197,2)
Si hubiese sido elegido un docto, acaso hubiese dicho que había sido elegido por sí mismo y que lo había merecido por su sabiduría. Nuestro Señor Jesucristo queriendo humillar las cervices de los soberbios, no buscó un pescador en un orador, sino que, de un pescador sacó uno que había de mandar. San Cipriano fue un gran orador, pero antes estuvo Pedro que era pescador. (in Ioannem, 7,17)
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia
20. Pedro y Andrés no habían visto que Jesucristo hubiese hecho algún milagro. Nada habían oído del premio eterno y, sin embargo al oír la voz del Salvador se olvidaron de todo lo que creían poseer. De donde se sigue: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.» En ello debemos ver más bien el afecto de los bienes, pues mucho dejó quien nada conservó para sí; mucho ha abandonado quien renunció con las cosas que poseían sus concupiscencias. Los que le seguían dejaron tanto como podían apetecer los que no le seguían. Nuestros actos exteriores, por pequeños que sean, agradan a Dios. Y no consideremos cuánto sea el sacrificio que cuestan sino cómo los manifestamos. El reino de Dios no tiene precio: vale tanto cuanto tienes. (5,1)
21. «Y pasando adelante vio a otros dos hermanos…» Como que aquí se nos insinúa que aquél que no tiene caridad con otro no debe tomar a su cargo la predicación: dos son los preceptos de caridad y ésta no puede darse con menos de dos personas. (17,1)
San Hilario, in Matthaeum, 3
20. «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.» Se nos enseña, pues, en éstos que dejan su oficio, su patria y su casa por seguir a Jesucristo, a no detenernos por las preocupaciones de la vida secular ni por la costumbre de vivir en la casa paterna.
18. 21. «Pedro, Andrés, Santiago y Juan…» Se figura en esto el Número de los cuatro futuros evangelistas.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,17
Resumen. Puede llamar la atención el por qué San Juan dice que San Andrés siguió al Señor, no en Galilea sino junto al Jordán, con otro cuyo nombre se calla y que, después, San Pedro recibió el nombre del Señor. Los otros tres evangelistas dicen que fueron llamados de la pesca y en ello están conformes principalmente San Mateo y San Marcos, porque San Lucas no nombra a San Andrés, el cual (según se sabe), estaba en la misma barca. Esto también está poco conforme con lo que dijo el Señor a San Pedro, como recuerda San Lucas: «Desde ahora serás pescador de hombres». Lo que San Mateo y San Lucas cuentan que dijo a los dos. Pero pudo primero decírselo a San Pedro, según San Lucas, y después decírselo a los dos, según los demás. Con todo lo que ya hemos dicho de San Juan, debe entenderse con toda exactitud, puesto que hay diferencia de lugares, de tiempo y de vocación. Pero debe entenderse también que San Pedro y San Andrés no vieron al Señor junto al Jordán y se le unieron ya para siempre, sino que sólo conocieron quién era y admirados de El volvieron a sus casas.
Recopila casualmente lo que había pasado en silencio, porque habla sin ninguna diferencia de tiempo consiguiente: «Andando, pues, junto al mar». Debe averiguarse también cómo los llamó separadamente de dos en dos, según cuentan San Mateo y San Marcos. San Lucas dice que Santiago y San Juan fueron llamados como compañeros de San Pedro para ayudarlo y que todos juntos, habiendo sacado sus barcas a la tierra, siguieron a Jesucristo. Aquí debe entenderse que en este primer llamado sucedió lo que dice San Lucas y que ellos volvieron otra vez a tomar peces según su costumbre. No se le había dicho a San Pedro que ya nunca pescaría, puesto que siguió ejerciendo este oficio después de la resurrección del Señor, sino que habría de pescar hombres. Y después sucedió lo que dicen San Mateo y San Marcos. No lo siguieron después de sacar sus barcas a la tierra, prescindiendo del cuidado de volver, sino que lo siguieron entonces, porque así se les mandaba.