Mc 8 ,1-10: Segunda multiplicación de los panes
/ 15 febrero, 2014 / San MarcosTexto Bíblico
1 Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: 2 «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, 3 y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos». 4 Le replicaron sus discípulos: «¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?». 5 Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron: «Siete». 6 Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente. 7 Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también. 8 La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; 9 eran unos cuatro mil y los despidió; 10 y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Sobre el Evangelio de san Mateo: Nuestro pastor se nos da como alimento
«¿Cómo podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?» (Mc 8,4)Homilía 82: PG 87, 737
PG
¿Qué pastor ha alimentado jamás a su rebaño con su propio cuerpo? A menudo, las madres confían a sus hijos a una nodriza. Pero Jesucristo no puede aceptar esto para sus ovejas. Él mismo nos alimenta con su propia sangre y así nos convierte en un solo cuerpo con Él.
Considerad, hermanos míos, que Cristo nació de nuestra sustancia humana. Pero, me diréis ¿qué importa? Esto no tiene que ver con todos los hombres. ¡Perdón, hermano! Es para todos una gran ventaja. El hecho que haya venido y haya tomado la condición humana concierne a toda la humanidad. Y si ha venido por todos, también ha venido por cada uno en particular.
Talvez me diréis: «¿Porqué, entonces, no todos los hombres han recibido el fruto que les debía llegar con esta venida?» ¡No acuséis a Jesús que ha escogido este medio para la salvación de todos! El fallo está en los que rechazan este beneficio. Porque en la eucaristía, Jesús se une a cada uno de sus fieles, los hace renacer, los alimenta de sí mismo, no los abandona a otro y así los convence una vez más de que realmente tomó nuestra carne.
Sobre el Sacramento del Altar: Rompió todo lo que nos rompía
«Tomando los siete panes y dando gracias, los rompió e iba dándolos a sus discípulos para que los sirvieran» (Mc 8,6)II, 1
Jesús partió el pan. Si no lo hubiera partido ¿cómo habrían llegado hasta nosotros sus migajas? Pero lo rompió y lo repartió; «lo repartió y lo dio a los pobres» (Sal 111,9 Vlg.). Lo rompió por gracia, para romper la cólera del Padre y la suya. Dios lo había dicho: nos hubiera roto si su Único, «su elegido no se hubiera puesto en la brecha frente a él para apartar su cólera del exterminio» (Sal 105,23). Se mantuvo frente a Dios y lo apaciguó; por su fuerza incomparable, se mantuvo en pie, no roto.
Pero él mismo, voluntariamente, rompió, ofreció su carne rota por el sufrimiento. Es ahí que «rompió la fuerza del arco» (Sal 75,4), «rompió las cabezas del dragón» (Sal 73,14), a todos sus enemigos en su cólera. Ahí rompió, en cierta manera, las tablas de la primera alianza, a fin de que nosotros no estuviéramos ya bajo la Ley. Es allí que rompió el yugo de nuestra cautividad. Rompió todo lo que nos rompía para reparar en nosotros todo lo estaba roto y para «dejar libres a los oprimidos» (Is 58,6). En efecto, estábamos «cautivos de hierros y miserias» (Sal 106,10).
Buen Jesús, todavía hoy, aunque hayas roto la cólera, partido el pan para nosotros, pobres mendigos, seguimos teniendo hambre. Parte, pues, cada día este pan para los que tienen hambre. Porque hoy y todos los días recogeremos algunas migajas, y cada día de nuevo tendremos necesidad de nuestro pan cotidiano. «Danos hoy nuestro pan de cada día» (Lc 11,3). Si tú no nos lo das ¿quién nos lo dará? En nuestro desvalimiento y nuestra necesidad no tenemos a nadie para que nos rompa el pan, nadie para alimentarnos, nadie para rehacer nuestras fuerzas si no eres tú, Dios nuestro. En todas las consolaciones que nos mandas, recogemos las migajas de este pan que nos rompes y saboreamos cuán suave es tu misericordia.
Sobre el evangelio de Lucas: ¿Cómo se multiplica el alimento que nos da?
«Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes» (Mc 8,8)Comentario al evangelio de Lucas, VI, 73-88
Señor Jesús, sé muy bien que no quieres dejar en ayunas a esas gentes aquí conmigo, sino alimentarles con el pan que les distribuyas; así, fortificados con tu alimento, no temerán desfallecer de hambre. Sé muy bien que tampoco a nosotros nos quieres enviar en ayunas. Tú lo has dicho: no quieres que desfallezcan por el camino, es decir, que desfallezcan a lo largo del camino de esta vida, antes de llegar al término de la ruta, antes de llegar al Padre y comprender que tú vienes del Padre.
El Señor tiene compasión, a fin de que nadie desfallezca por el camino. Igual que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5,45), nutre tanto a los justos como a los injustos. ¿No es, acaso, gracias a la fuerza del alimento recibido que el profeta Elías, desfallecido en el camino, pudo caminar cuarenta días? (1Re 19, 8). Este alimento se lo dio un ángel; pero a vosotros es el mismo Cristo quien os alimenta. Si conserváis el alimento así recibido, seréis capaces de caminar no cuarenta días y cuarenta noches, sino durante cuarenta años, desde la salida de vuestros confines de Egipto hasta vuestra llegada a la tierra de la abundancia, la tierra que mana leche y miel (Ex 3,8).
Cristo comparte los víveres, y quiere, sin duda alguna, dar a todos. No rechaza a nadie sino que provee a todos. Sin embargo, cuando parte los panes y los da a sus discípulos, si no tendéis la mano para recibir vuestro alimento, vais a desfallecer durante el camino. Este pan que parte Jesús, es el misterio de la palabra de Dios: cuando se distribuye, aumenta. Tan sólo con unas pocas palabras Jesús ha dado a todos los pueblos un alimento superabundante. Nos ha dado sus palabras como panes, y mientras los saboreamos, se multiplican más en nuestra boca. Mientras las multitudes comen, siguen aumentando los pedazos de pan de tal manera que, los restos, al final, son muchos más que los panes compartidos.
Sermón (06-03-1622): ¿Te apoyas en Dios? ¿Le obedeces?
«Mandó que la gente se sentara» (Mc 8,6)Sermón X, 303
Las pobres gentes que ese día seguían a Jesús, no fueron socorridas por El sino cuando ya languidecían de hambre. Y tuvo gran compasión pues, por su amor, ellas se habían olvidado de sí mismas y no habían llevado consigo provisión alguna; sólo el pequeño Marcial llevaba los cinco panes de cebada y los dos peces.
Parece que el Señor, prendado de los corazones de esas buenas gentes, que eran unos cinco mil, se decía: No habéis cuidado de vosotros, pero Yo os cuidaré.
Y aunque Felipe y Andrés afirmasen que cinco panes y dos peces no eran nada para aquella multitud, les mandó que se los trajesen y pidió a los Apóstoles que mandasen sentar a la gente. Ellos obedecieron con sencillez y en eso fueron admirables pues dispusieron a todos a comer sin ver ni entender qué les podían dar.
Jesús tomó los panes, los bendijo y ordenó a sus Apóstoles que los distribuyesen. Lo hicieron e incluso sobró después de haber comido todos hasta saciarse.
Esto, para enseñarnos, mis queridas Hijas, que debemos caminar apoyados más en la Bondad divina y en su Providencia que en nosotros mismos y en nuestras obras.
Porque Dios, bajo cuya dirección y mando nos hemos embarcado, estará siempre atento a proveernos de todo lo necesario. Y, cuando todo nos falte, El tomará a su cargo el cuidarnos y nada nos faltará, ya que tendremos a Dios, que debe ser nuestro todo.
Uso Litúrgico de este texto (Homilías)
por hacerpor hacer
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Teofilacto
1-3. Después del referido milagro de la multiplicación de los panes, obra el Señor otro semejante en una nueva ocasión que se le ofrece. «Por aquellos días, habiéndose juntado otra vez una gran cantidad de gente», etc. Los milagros que hacía no eran siempre acerca del sustento, para que no fuera ésta la causa de que lo siguiese la multitud; y no haría ahora este milagro, si no la viera en peligro. «Y si los envío a sus casas en ayunas, prosigue, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos».
4. Los discípulos no comprendían todavía, ni los milagros anteriores les hacían creer en su poder; por lo cual dice: «Respondiéronle sus discípulos: Y ¿cómo podrá nadie en esta soledad procurarles pan en abundancia?». Pero el Señor no los reprende por esto, pues quiere enseñarnos a no airarnos contra los que no saben y los que no comprenden, de cuya ignorancia, más bien nos debemos compadecer. «Y El les preguntó, continúa: ¿Cuántos panes tenéis? Respondieron: Siete».
8. «Y de las sobras, continúa, recogieron siete espuertas», etc.No son las muchedumbres, que comieron hasta saciarse, las que se llevan los restos del pan, sino los discípulos, como se ha dicho antes; lo cual nos enseña a contentarnos con tener lo necesario, que es lo conveniente, y a no pretender más. Se hace mención después del número de los que comieron. «Siendo alrededor, dice, de cuatro mil los que habían comido», etc. Aquí debemos de observar que Jesús no despidió a nadie sin comer, porque quiere que todos se alimenten de su gracia.
Beda, in Marcum, 2, 32
1-3. San Mateo explica más extensamente por qué viniendo de lejos esperaron tres días, diciendo: «Y subiendo a un monte, sentóse en él. Y se llegaron a El muchas gentes, trayendo consigo infinidad de enfermos, y los pusieron a sus pies, y curólos» ( Mt 15,19-20).
Los que esperan durante tres días son los bautizados, puesto que el bautismo, que se llama iluminación, se completa con tres inmersiones.
3b. «… algunos de ellos han venido de lejos.» Los que vuelven a la penitencia después de las plagas de la carne, de los robos, de las violencias y homicidios, esos vienen de lejos al Señor; porque cuanto más ha errado uno en malas obras, tanto más se aleja de Dios omnipotente. Los creyentes entre los gentiles vinieron de lejos a Cristo, en tanto que los judíos, instruidos acerca de El por la ley y los profetas, vinieron de cerca. En la comida de los cinco panes se sienta la muchedumbre sobre la verde yerba, y en ésta sobre la tierra, porque si la ley prescribía que se reprimiesen los deseos de la carne, por el Nuevo Testamento se nos manda menospreciar al mundo y los bienes temporales.
5b. Los siete panes son las palabras espirituales, puesto que el número siete es figura del Espíritu Santo, que lo perfecciona todo, como se perfecciona o completa nuestra vida en siete días.
6. «…dando gracias, los partió.» El partir el pan el Señor significa la manifestación de los misterios. Su acción de gracias el gozo que le causa la salvación del género humano. La entrega del pan a sus discípulos para que lo repartan significa, en fin, que ha dado a los Apóstoles los dones espirituales de la ciencia y que por su ministerio quiere distribuir a su Iglesia el sustento de vida.
5-8. En este pasaje es de considerar la distinta operación de la divinidad y de la humanidad en la sola persona de nuestro Redentor, y por consiguiente el error de Eutiques, que pretendió enseñar que no había más que una operación en Cristo, y que por tanto debe ser rechazado más allá de los confines del cristianismo. ¿Quién no ve, pues, que el moverse a piedad por aquella gente revela en el Señor el afecto y compasión que le inspira la fragilidad humana? Y el milagro de dar de comer a cuatro mil personas con siete panes y algunos peces, ¿no es la obra de su divinidad?
En sentido figurado, entre esta comida y la de los cinco panes y dos peces hay la diferencia de que en aquélla se figura el Antiguo Testamento, y en ésta la verdad y la gracia del Nuevo Testamento que se han de administrar a los fieles. La muchedumbre que espera tres días al Señor por la cura de los enfermos, como refiere San Mateo (cap. 15), son los elegidos en la fe de la Santísima Trinidad, que suplican por sus pecados con instancia y perseverancia; o porque se convierten al Señor de pensamiento, palabra y obra.
8. «…recogieron los trozos sobrantes.» Los apóstoles se llevan lo que había sobrado después de saciarse la multitud, porque los preceptos más elevados de la perfección, que no puede alcanzar el pueblo, pertenecen a los que se han aventajado entre los que sirven a Dios. Y sin embargo dice el Evangelista que se sació la muchedumbre, porque aunque no pueda abandonar lo suyo ni cumplir lo que se dice de las vírgenes, llega con todo a la vida eterna cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios.
8b-9. . O bien los cuatro mil son los perfectos en las cuatro virtudes, y por esto, los más fuertes -por así decirlo-, comieron más de lo que dejaron. En este milagro quedan siete cestas de pan, y doce en el de los cinco panes, porque los cinco mil, llenos sus sentidos hasta la saciedad no pudieron comer todo y se contentaron dejando muchos restos.
10. Después que el Señor obró el milagro de los panes, se fue inmediatamente a otro lugar, a fin de que la muchedumbre no lo tomase para hacerlo rey. «E inmediatamente -dice- embarcándose con sus discípulos, pasó al territorio de Dalmanuta».
Remigio, sobre San Mateo
5-7. «¿Cuántos panes tenéis?…» No les preguntó porque ignorara cuánto tenían, sino porque contestándole que siete, cantidad bien pequeña, hacían más notable y famoso el milagro. Y sigue: «Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra». En la primera comida los manda sentar sobre la yerba, y aquí sobre la tierra. «Y tomando, continúa, los siete panes, dando gracias, los partió», etc. En esta acción de gracias nos dio ejemplo para que se las demos a Dios por todos los beneficios que nos hace. Y es de notar que el Señor no dio los panes a la multitud, sino a sus discípulos, los cuales se los dieron a aquélla: «Y dábaselos a sus discípulos», etc. Les manda distribuir no solamente los panes, sino también los peces, después de haberlos bendecido. «Tenían además algunos pececillos», etc.
San Gregorio Magno, Moralia, 1, 9
2-3. Quiere que coman antes de que se vayan, para que no desfallezcan en el camino; porque conviene que reciban en la predicación la palabra de consuelo, a fin de que, privados del alimento de la verdad, no sucumban en el continuo trabajo de esta vida.
San Ambrosio, in Lucam, 6, 73
2-3. Dios, bondadoso en extremo, exige celo, da las fuerzas, no quiere despedirlos sin que coman antes para que no desfallezcan en el camino. Es decir, o en el curso de la vida, o antes que lleguen al término de ella, que es el Padre, y a entender que Cristo viene del Padre. Y, al mismo tiempo, para que después de haber admitido que ha nacido de una Virgen, no juzguen acaso que su poder es de hombre y no de Dios. Jesús nuestro Señor distribuye la comida, y a ninguno se la niega; porque, siendo dispensador de todos, a todos quiere dársela. Pero cuando parte el pan y se los da a sus discípulos, si no extiendes tus manos para recibir tu parte, desfallecerás en el camino y no podrás culpar por ello al que, lleno de misericordia ha repartido el pan.
Pseudo-Jerónimo
5b-8. «Siete panes… siete espuertas.» O bien los siete panes son los dones del Espíritu Santo y los restos la significación mística de sus siete formas.
«… unos pocos pececillos.» Los pececillos benditos son los libros del Nuevo Testamento, puesto que después de su resurrección el Señor pide una parte del pez asado. O bien por los peces hemos de entender a los santos, cuya fe, vida y pasiones están contenidas en el Nuevo Testamento; estos, librados de las turbulentas borrascas de este mundo, nos han mostrado con su ejemplo el alimento del espíritu.
8b-9. Los siete cestos son las siete iglesias, y las cuatro mil personas son el año del Nuevo Testamento con cuatro estaciones. Y hay motivo para que sean cuatro mil personas, pues por este número se enseña que su alimento está en el pasto de los Evangelios.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2, 51
10. Se lee en San Mateo (15,39) que fue al territorio de Magedan; pero no se puede dudar que sea el mismo lugar con ambos nombres, puesto que la mayor parte de los códices, también según San Marcos, no dicen sino Magedan.