Mc 3, 20-35 – Satanás sometido a Dios y pecado imperdonable
/ 5 junio, 2018 / San MarcosTexto Bíblico
20 Llega a casa y de nuevo se junta tanta gente que no los dejaban ni comer.21 Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.22 Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los de-monios con el poder del jefe de los demonios».23 Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?24 Un reino dividido internamente no puede subsistir;25 una familia dividida no puede subsistir.26 Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido.27 Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.28 En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan;29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».30 Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.31 Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.32 La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».33 Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.35 El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Agustín, obispo
Sermón: La penitencia obtiene el perdón en esta vida, valedero para la futura
«El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre» (Mc 3,29)Sermón 71, 1. 13. 14. 19. 20: PL 38, 445. 451-452. 454-456
La lectura evangélica que acabamos de oír plantea un arduo problema, que no estamos en situación de resolver con nuestras solas fuerzas: pero nuestra capacidad nos viene de Dios, en la medida en que somos capaces de recibir u obtener su ayuda.
En Marcos hallamos escrito: Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre. Quien blasfemare de cualquier modo contra el Espíritu Santo, no habría motivo para estar indagando de qué tipo de blasfemia se trata, pues se referiría a toda blasfemia, sin excepción. Pero no se puede pensar que a los paganos, a los judíos, a los herejes y a toda esa caterva de hombres que, con sus diversos errores y contradicciones, blasfeman contra el Espíritu Santo, se les quite toda esperanza de perdón si llegaren a enmendarse. No queda más remedio que en el pasaje en que se dice: El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, haya de entenderse no del que de cualquier modo blasfemare contra el Espíritu Santo, sino del que lo hiciere de un modo tal, que su pecado resulte irremisible.
Para disponernos a la vida eterna, que se nos otorgará en el último día, el primer don que Dios nos concede al abrazar la fe es el perdón de los pecados. Pues mientras ellos permanecieren en nosotros, somos en cierto modo enemigos de Dios y estamos alejados de él a causa de nuestra depravación. En efecto, la Escritura no nos miente cuando dice: Son vuestras culpas las que crean separación entre vosotros y vuestro Dios. Por tanto, Dios no deposita en nosotros sus bienes, sin antes retirar nuestros males. Aquéllos crecen en la medida en que decrecen éstos; ni llegarán aquéllos a su plenitud en tanto éstos no hayan totalmente desaparecido. Hemos, pues, de admitir que el primer beneficio que recibimos de la bondad divina es el perdón de los pecados en el Espíritu Santo. Pues en el Espíritu Santo —por el que el pueblo de Dios es congregado en la unidad— es arrojado el espíritu inmundo, que está en guerra civil.
Contra este don gratuito, contra esta gracia de Dios habla el corazón impenitente. Pues bien, esta impenitencia es precisamente la blasfemia contra el Espíritu, que no tendrá perdón ni en esta vida ni en la futura. En efecto, contra el Espíritu Santo, en quien son bautizados los que reciben el perdón de los pecados y al que la Iglesia recibe para que a quien perdonare los pecados le queden perdonados, contra este Espíritu habla, o con el pensamiento o con la lengua, palabras perversas e impías en exceso aquel que, cuando la paciencia de Dios le estimula a penitencia, con la dureza de su corazón impenitente se está almacenando castigos para el día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios pagando a cada uno según sus obras.
Esta impenitencia contra la que clamaban al unísono el pregonero y el juez, diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de Dios, esta empedernida impenitencia es la que no tiene perdón ni en esta vida ni en la otra, pues la penitencia obtiene el perdón en esta vida, valedero para la futura.