Lc 17, 1-6: Escándalo, corrección fraterna y poder de la fe
/ 11 noviembre, 2013 / San LucasEl Texto
1 Dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! 2 Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.3 Cuidaos de vosotros mismos.
«Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. 4 Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, le perdonarás.»
5 Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.» 6 El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: “Arráncate y plántate en el mar”, y os habría obedecido.»
Homilías completas
Asterio de Amasea (?- hacia 410), obispo, Homilía 13; PG 40, 355s
«Si tu hermano te ofende… lo perdonarás»
Vosotros que sois duros e incapaces de suavidad, aprended de la bondad de vuestro Creador y no seáis, para vuestros compañeros de servicio, jueces y árbitros amargos, esperando que venga el que va a desvelar los recovecos del corazón y él mismo, el amo todopoderoso, señalará a cada uno su lugar en la otra vida. No juzguéis severamente para que no seáis juzgados de la misma forma y traspasados por las palabras de vuestra propia boca como si fueran dientes agudos. Porque es contra esta clase de mal que parece nos quiere poner en guardia esta palabra del Evangelio: «No juzguéis y no seréis juzgados» (Lc 6,37). Al decir esto no quiere expulsar ni el discernimiento ni la sabiduría; lo que él llama juicio, es una condenación demasiado severa. Aligera, pues, tanto como te sea posible, el peso de tu medida si quieres que tus actos no pesen demasiado en la balanza cuando nuestra vida será pesada, como sobre una balanza, en el juicio de Dios… No rechaces ser misericordioso a fin que no seas tú excluido del perdón cuando tengas necesidad de él.
Juan Taulero (v. 1300-1361), dominico en Strasburgo, Sermón 71, para Todos los Santos
Tú le perdonarás
«Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos encontrarán misericordia»(Mt 5,7). De la misericordia, se dice que en Dios sobrepasa todas sus obras; y por ello un hombre misericordioso es un hombre realmente divino, ya que la misericordia nace de la caridad y de la bondad. Y por esta razón, los verdaderos amigos de Dios son misericordiosos, acogiendo más a los pecadores y a quienes sufren que otros que no tienen esta caridad. Y como la misericordia nace de la caridad que debemos tener los unos con los otros…, si no la ejercemos, nuestro Señor, nos la demandará de forma especial el día del juicio…
La misericordia no consiste solamente en hacer donativos, sino que se ejerce también en consideración de todos los sufrimientos que puedan recaer sobre tu próximo. El que con todo esto, no declara a sus hermanos una auténtica caridad y una verdadera solidaridad en todas sus sufrimientos y que no cierra los ojos a los errores ajenos, con un sentimiento de misericordia, ese hombre ha de temer que Dios le niegue su misericordia, ya que «con la medida que tu midas, se te medirá a ti»(Mt 7,2).
Beato Charles de Foucauld (1858-1916), ermitaño y misionero en el Sahara, Carta del 15-07-1916
«Perdónale»
El amor consiste no en sentir que se ama, sino en querer amar: cuando se quiere amar, se ama; cuando se quiere amar por encima de todo, se ama por encima de todo. Si ocurre que se cae en un tentación, es que el amor es demasiado débil, no es que no haya amor : hay que llorar como san Pedro, arrepentirse como san Pedro, humillarse como él, como él decir también tres veces: «Yo os amo, os amo, vos sabéis que a pesar de mis debilidades y pecados, os amo» (Jn 21,15s).
En cuanto al amor que Jesús nos tiene, nos lo ha probado suficientemente como para que creamos en él sin sentirlo: sentir que le amamos y que nos ama, sería el cielo; el cielo no es, salvo raros momentos y raras excepciones, para aquí abajo.
Recordemos con frecuencia la doble historia de las gracias que Dios nos hizo personalmente desde nuestro nacimiento y el de nuestras infidelidades; encontraremos… allí el motivo para perdernos en una confianza ilimitada en su amor. Nos ama porque es bueno, no porque nosotros somos buenos; ¿Acaso las madres no aman a sus hijos descarriados? Así encontraremos cómo profundizar en la humildad y la desconfianza en nosotros mismos. Procuremos redimir un poco nuestros pecados por el amor al prójimo, por el bien hecho al prójimo. La caridad hacia el prójimo, los esfuerzos por hacer el bien a otros son un remedio excelente que hay que utilizar ante las tentaciones: es pasar de la simple defensa al contraataque.
Juan Pablo II, Carta apostólica Dilecti amici, a los Jóvenes, 31-03-1985
Os escribo todo esto para expresar la viva preocupación que siento por vosotros. Si, en efecto, debéis estar «siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere», entonces todo lo que amenaza esta esperanza debe suscitar preocupación. Y a todos aquellos que con tentaciones o ilusiones de signo vario intentan destruir vuestra juventud, no puedo menos de recordar las palabras de Cristo cuando habla del escándalo y de aquellos que lo provocan: «Ay de aquél por quien vengan los escándalos. Mejor fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojaran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños» (Lc 17, 1s).
¡Palabras severas! Particularmente graves en la boca de aquel que vino a revelar el amor. Pero quien lee atentamente estas palabras del Evangelio, debe sentir cuán profunda es la antítesis entre el bien y el mal, entre la juventud y el pecado. Él debe darse cuenta de modo aún más claro de la importancia que tiene a los ojos de Cristo la juventud de cada uno y de cada una de vosotros. Ha sido precisamente el amor por los jóvenes el que ha dictado estas severas y graves palabras. Ellas contienen como un eco lejano del coloquio evangélico de Cristo con el joven al cual la presente Carta se refiere constantemente.
Benedicto XVI, Homilía (extracto), en Palermo el 3-10-2010
…Jesús educó a sus discípulos a crecer en la fe, a creer y a confiar cada vez más en él, para construir su propia vida sobre roca. Por esto le piden: «Auméntanos la fe» (Lc 17,6). Es una bella petición que dirigen al Señor, es la petición fundamental: los discípulos no piden bienes materiales, no piden privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda la vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos sus dones, incluso los de la valentía, el amor y la esperanza.
Sin responder directamente a su petición, Jesús recurre a una imagen paradójica para expresar la increíble vitalidad de la fe. Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe, es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias, como arrancar de raíz un árbol grande y transplantarlo en el mar (ib. Lc 17,6). La fe —fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas— hace posibles las cosas humanamente imposibles, en cualquier realidad. Nos da testimonio de esto el profeta Habacuc en la primera lectura. Implora al Señor a partir de una situación tremenda de violencia, de iniquidad y de opresión; y precisamente en esta situación difícil y de inseguridad, el profeta introduce una visión que ofrece una parte del proyecto que Dios está trazando y realizando en la historia: «El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe» (Ha 2,4). El impío, el que no actúa según la voluntad de Dios, confía en su propio poder, pero se apoya en una realidad frágil e inconsistente; por ello se doblará, está destinado a caer; el justo, en cambio, confía en una realidad oculta pero sólida; confía en Dios y por ello tendrá la vida.
La fe os da la fuerza de Dios para tener siempre confianza y valentía, para seguir adelante con nueva decisión, para emprender las iniciativas necesarias a fin de dar un rostro cada vez más bello a vuestra tierra. Y cuando encontréis la oposición del mundo, escuchad las palabras del Apóstol: «No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor» (v. 2Tm 1,8). Hay que avergonzarse del mal, de lo que ofende a Dios, de lo que ofende al hombre; hay que avergonzarse del mal que se produce a la comunidad civil y religiosa con acciones que se pretende que queden ocultas. La tentación del desánimo, de la resignación, afecta a quien es débil en la fe, a quien confunde el mal con el bien, a quien piensa que ante el mal, con frecuencia profundo, no hay nada que hacer. En cambio, quien está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio. Así se comportaron los santos y las santas que florecieron a lo largo de los siglos… así como laicos y sacerdotes de hoy, bien conocidos a vosotros… Que sean ellos quienes os mantengan siempre unidos y alimenten en cada uno el deseo de proclamar, con las palabras y las obras, la presencia y el amor de Cristo.
[Pueblo de Sicilia], mira con esperanza tu futuro. Haz emerger en toda su luz el bien que quieres, que buscas y que tienes. Vive con valentía los valores del Evangelio para hacer que resplandezca la luz del bien. Con la fuerza de Dios todo es posible. Que la Madre de Cristo, [la Virgen Odigitria], tan venerada por vosotros, os asista y os lleve al conocimiento profundo de su Hijo.
Catecismo de la Iglesia Católica
El respeto del alma del prójimo: el escándalo
2284 El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si, por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.
2285 El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6; cf 1 Co 8, 10-13). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos (cf Mt 7, 15).
2286 El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión.
Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a “condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente, hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos del Sumo legislador” (Pío XII, Mensaje radiofónico, 1 junio 1941). Lo mismo ha de decirse de los empresarios que imponen procedimientos que incitan al fraude, de los educadores que “exasperan” a sus alumnos (cf Ef 6, 4; Col 3, 21), o de los que, manipulando la opinión pública, la desvían de los valores morales.
2287 El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido. “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!” (Lc 17, 1).
Sínodo de los Obispos
2012: Instrumentum laboris (Extracto de la introducción)
Auméntanos la fe
“Auméntanos la fe” (Lc 17,5). Es la súplica de los Apóstoles al Señor Jesús al percibir que solamente en la fe, don de Dios, podían establecer una relación personal con Él y estar a la altura de la vocación de discípulos. El pedido era debido a la experiencia de los propios límites. No se sentían suficientemente fuertes para perdonar al hermano. La fe es indispensable también para realizar los signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo. La higuera seca hasta las raíces sirve a Jesús para dar coraje a los discípulos: “Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá” (Mc 11,22-24). También el evangelista Mateo subraya la importancia de la fe para cumplir grandes obras. “Yo os aseguro: si tenéis fe y no vaciláis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que si aun decís, a este monte ‘Quítate y arrójate al mar’, así se hará” (Mt 21,21).
Como siempre, también hoy la evangelización tiene como finalidad la transmisión de la fe cristiana. Ésta se refiere, en primer lugar, a la comunidad de los discípulos de Cristo, organizados en Iglesias particulares, diócesis y eparquías, cuyos fieles se reúnen regularmente para las celebraciones litúrgicas, escuchan la Palabra de Dios y celebran los sacramentos, sobre todo la Eucaristía, preocupándose por transmitir el tesoro de la fe a los miembros de sus familias, de sus comunidades, de sus parroquias. Lo hacen a través de la propuesta y del testimonio de la vida cristiana, del catecumenado, de la catequesis y de las obras de caridad. Se trata de evangelización en sentido general, como actividad habitual de la Iglesia. Con la ayuda del Espíritu Santo, esta evangelización, por así decir ordinaria, debe ser animada por un nuevo ardor. Es necesario buscar nuevos métodos y nuevas formas expresivas para transmitir al hombre contemporáneo la perenne verdad de Jesucristo, siempre nuevo, fuente de toda novedad. Sólo una fe sólida y robusta, propia de los mártires, puede dar ánimo a tantos proyectos pastorales, a medio y a largo plazo, vivificar las estructuras existentes, suscitar la creatividad pastoral a la altura de las necesidades del hombre contemporáneo y de las expectativas de las sociedades actuales.
El renovado dinamismo de las comunidades cristianas dará un nuevo impulso también a la actividad misionera (missio ad gentes), urgente hoy más que nunca, considerando el alto número de personas que no conocen a Jesucristo, no sólo en tierras lejanas, sino también en los Países de antigua evangelización.
Dejándose vivificar por el Espíritu Santo, los cristianos serán luego sensibles a tantos hermanos y hermanas que, no obstante haber sido bautizados, se han alejado de la Iglesia y de la praxis cristiana. A ellos, en modo particular, desean dirigirse con la nueva evangelización para que descubran la belleza de la fe cristiana y la alegría del encuentro personal con el Señor, en la Iglesia, comunidad de los fieles.
Dios, bueno y misericordioso, constantemente tiende su mano al hombre y a la Iglesia, siempre dispuesto a hacer prontamente justicia a sus elegidos. Ellos, sin embargo, están invitados a aferrar su mano y con fe pedirle ayuda. Esta condición no puede darse por supuesta, como se puede percibir de la incisiva pregunta de Jesús: “Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra? (Lc 18,8). Por este motivo, también hoy la iglesia y los cristianos deben repetir asiduamente la súplica: “¡Creo, ayuda a mi poca fe!” (Mc 9,24).
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
Teofilacto
1-2. Como los fariseos, tan avarientos, combatían a Jesucristo porque predicaba la pobreza, les propuso la parábola del rico y de Lázaro. A continuación habla con sus discípulos de los fariseos, diciéndoles que eran cismáticos y que obstruían los caminos del Señor, por ello sigue: «Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos», esto es, impedimentos de la predicación buena y agradable a Dios.
O bien, da a entender que es necesario que se susciten muchos obstáculos a la predicación y a la verdad, así como los fariseos estorbaban la predicación de Jesucristo. Pero se preguntará: Si es necesario que se susciten escándalos, ¿por qué condena el Señor al autor de ellos? Sigue pues: «¡Mas ay de aquel por quien venga el escándalo!». Porque todo lo que nace de la necesidad es venial o digno de perdón, si bien hay que observar que esta necesidad procede del libre albedrío. Viendo, pues, el Señor se esfuerzan cómo los hombres por obrar mal y que no piensan en hacer algo bueno, dijo que los escándalos son una consecuencia necesaria de semejante conducta; como el médico que, viendo la intemperancia de alguno, dice: Preciso es que éste enferme. Por lo tanto, el Salvador dice: ¡Ay de aquel que cause escándalos! Y le amenaza con el castigo diciendo: «Más le valdría que le pusiesen al cuello una piedra de molino y le lanzasen en el mar…»
3-4. Como diciendo: es necesario que sucedan los escándalos, pero no es necesario que vosotros perezcáis si vigiláis sobre vosotros, como no es necesario que las ovejas perezcan porque venga el lobo, si el pastor vigila. Y como hay muchas clases de escandalosos, unos incurables y otros curables, añade: «Si pecare tu hermano contra ti, corrígele…»
Pero alguno dirá: Si perdono a mi hermano muchas veces y vuelve a ofenderme ¿qué deberé hacer con él? A esta pregunta responde diciendo: «Y si pecare contra ti siete veces al día y siete veces al día se volviere a ti diciendo: me pesa, perdónale…»
5-6. Habiendo oído los discípulos al Señor tratar de asuntos arduos, esto es, de la pobreza y de evitar los escándalos, piden que se les aumente la fe para poder practicar la pobreza por medio de ella -ninguna cosa fomenta más el deseo de la pobreza que creer y esperar en el Señor-, pudiendo también por medio de ella resistir a los escándalos. Por ello dice: «Y dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe».
El Señor les da a conocer que lo que piden es bueno y que deben creer con constancia, manifestándoles lo mucho que puede la fe, por esto sigue: «Si tuviereis fe como un grano de mostaza…» Dos grandes cosas concurren aquí: la trasplantación del árbol arraigado en la tierra y su plantación en el mar -¿pero qué puede plantarse en las aguas?-. Por medio de ambas da a conocer el poder de la fe.
Beda
1-2. Habla como era costumbre en la Palestina, porque los mayores crímenes entre los antiguos judíos se castigaban así, atando una piedra al cuello y arrojándola al fondo del mar. En realidad sería mucho mejor que sufriese inocente esta pena que, aunque tan atroz, al fin es temporal y concluye su vida corpórea, que dar a su hermano inocente la muerte eterna de su alma. Y con razón aquel que puede escandalizarse se llama pusilánime, porque el que tiene grandeza de alma, vea lo que viere y ocúrrale lo que le ocurra, no se aparta de la fe. Siempre que podamos, debemos evitar -sin pecar- el escándalo de nuestros prójimos, pero si el escándalo toma ocasión de la verdad, más vale permitir el escándalo que abandonar la verdad.
3-4. Debe tenerse en cuenta que no manda perdonar igualmente a todo el que peca, sino al que ha de arrepentirse. Podemos, pues, evitar los escándalos con este orden, si no hacemos daño a nadie, si corregimos al que peca por celo de la justicia y si nos ofrecemos con entrañas de caridad al que se arrepiente.
No se pone término al perdón con el número siete, sino que se manda que se perdonen todos los pecados, o bien que se perdone siempre al que se arrepienta. Muchas veces se indica con el número siete la universalidad de cualquier cosa o tiempo.
5-6. O bien, aquí el Señor compara la fe perfecta al grano de mostaza porque en su aspecto es humilde, pero ardiente en lo interior. Hablando en sentido místico, se entiende por el árbol llamado morera -en cuyo color de sangre se ven brillar el fruto y las ramas- al Evangelio de la cruz que por la predicación de los apóstoles ha sido arrancado del pueblo judío -donde, por decirlo así, había nacido- y trasplantado en el mar de los gentiles.
Crisóstomo
1-2. Hay dos clases de escándalos, unos que impiden la gloria de Dios y otros que sólo aprovechan para ofrecer obstáculos a nuestros hermanos. Porque las invenciones de los herejes y toda palabra que se dice en contra de la verdad, se opone a la gloria de Dios. Pero aquí no parece que se trate de estos escándalos, sino más bien de los que ocurren entre los amigos y los hermanos, como son las riñas, las detracciones y otras cosas por el estilo. Por esto añade después: «Si pecare tu hermano contra ti, corrígele…»
Por la pena del que escandaliza se puede conocer el premio del que salva. Si la salvación de una sola alma no fuese para El de tanta importancia, no amenazaría a los que escandalizan con un castigo tan grande.
5-6. Hace mención de la mostaza, porque su semilla, aun cuando es pequeña, es la más fecunda de todas. Da a conocer, por tanto, que un poco de su fe puede mucho. Si los apóstoles no transportaron un árbol no los acuséis, porque no dijo: trasladaréis, sino: podréis trasladar, pero no lo hicieron porque no era necesario habiendo hecho cosas de mayor importancia ( In Matthaeum hom.58).
Alguno preguntará: ¿Cómo pudo decir Jesucristo que una pequeña parte de fe podía transportar un monte o un árbol, cuando San Pablo dice que es la verdadera fe la que transporta los montes? Puede decirse que el Apóstol atribuye a la fe perfecta el poder trasladar un monte no porque únicamente esta fe pueda hacerlo, sino porque esto parecía demasiado grande a los hombres carnales, por el volumen y peso de una montaña (hom. in Epistola 1Cor).
También puede compararse a la morera con el diablo, porque así como los gusanos se alimentan con las hojas de la morera, así el diablo por los pensamientos que suscita en nosotros, alimenta nuestro eterno gusano. Pero la fe puede arrancar esta morera de nuestras almas y sepultarla en el abismo.
San Ambrosio
3-4. Después de referir los tormentos del rico, continúa con el precepto de perdonar a aquellos que se separan de sus errores, para que la desesperación no los retenga en la culpa, por ello dice: «Mirad por vosotros».
De modo que no debe ser difícil el perdón ni completa la indulgencia, ni la corrección ha de ser tan rígida que desanime, ni ha de haber connivencia que invite a pecar. Por esto dice también en otro lugar ( Mt 18,15): «Corrígele estando a solas tú y él», porque aprovecha más la corrección amiga que la acusación violenta. Aquélla inspira la vergüenza, ésta excita la indignación. Considere más bien lo que tema perder el que es amonestado, porque es bueno efectivamente, que el que es corregido te crea más bien amigo que enemigo; ya que así se atiende a los consejos más fácilmente que se sucumbe a la injuria. El temor es mal custodio de la perseverancia y el pudor, por el contrario, enseña a tenerla, porque el que teme se reprime, pero no se enmienda. Muy oportunamente dijo: «Si pecare contra ti», porque hay gran diferencia entre pecar contra Dios y pecar contra el hombre.
O bien porque en el día séptimo Dios descansó de sus creaciones. El día séptimo, después de la semana de este mundo se nos ofrece el descanso eterno, de suerte que así como concluirán las malas acciones de este mundo, así también descansará la severidad del castigo.
5-6. También se dice esto porque la fe prescinde del espíritu inmundo, muy especialmente cuando la naturaleza del árbol se presta a esta opinión. Porque el fruto de la morera es blanco primero en su flor, cuando está formado toma color amarillo y negro cuando madura. También el diablo, caído por su prevaricación, de la blanca flor de su naturaleza angélica y del brillo de su poder, se ha vuelto negro y horrible por la fetidez del pecado.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,39
5-6. Puede entenderse muy bien que los apóstoles pedían el aumento de la fe para sí, porque por ella creían en lo que no veían; sin embargo, también se entiende por fe a la que no nace de la palabra sino de las cosas presentes, por las que se cree en las futuras, cuando se ofrecerá a la contemplación de los santos la sabiduría de Dios que ha hecho todas las cosas.
[*] www.deiverbum.org
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