Lc 11, 37-41: Advertencias a fariseos y escribas (i)-Limosna de lo que hay dentro
/ 11 octubre, 2015 / San LucasTexto Bíblico
37 Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
Él entró y se puso a la mesa. 38 Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, 39 el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. 40 ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41 Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Rafael Arnaiz Barón, monje trapense español
Escrito: ¿Dónde está Dios?.
Escritos espirituales (04-03-1938).
«Da limosna de lo que tienes, así todo en ti será puro» (Lc 11,41).
Si el mundo que busca a Dios supiera. Si supieran esos sabios que buscan a Dios en la ciencia, y en las eternas discusiones… Si supieran los hombres dónde se encuentra Dios, cuántas guerras se impedirían, cuánta paz habría en el mundo, cuántas almas se salvarían.
Insensatos y necios, que buscáis a Dios donde no está. Escuchad, y asombraos. Dios está en el corazón del hombre yo lo sé. Pero mirad, Dios vive en el corazón del hombre, cuando este corazón vive desprendido de todo lo que no es El. Cuando este corazón se da cuenta de que Dios llama a sus puertas (Ap 3,20), y barriendo y limpiando todos sus aposentos, se dispone a recibir al Único que llena de veras.
Qué dulce es vivir así, sólo con Dios dentro del corazón. Qué suavidad tan grande es verse lleno de Dios. Qué fácil debe ser morir así. Qué poco cuesta, mejor dicho, nada cuesta, hacer lo que Él quiere, pues se ama su voluntad, y aun el dolor y el sufrimiento, es paz, pues se sufre por amor. Sólo Dios llena el alma, y la llena toda.
Que vengan los sabios preguntando dónde está Dios. Dios está donde el sabio con la ciencia soberbia no puede llegar. Dios está en el corazón desprendido…, en el silencio de la oración, en el sacrificio voluntario al dolor, en el vacío del mundo y sus criaturas… Dios está en la Cruz, y mientras no amemos la Cruz, no le veremos, no le sentiremos…
Callen los hombres, que no hacen más que meter ruido.
¡Ah!, Señor, qué feliz soy en mi retiro… Cuánto te amo en mi soledad… Cuánto quisiera ofrecerte que no tengo, pues ya te lo he dado todo… Pídeme, Señor…, mas ¿qué he de darte? ¿Mi cuerpo?, ya lo tienes; es tuyo. ¿Mi alma?… Señor, ¿en quién suspira sino en Ti, para que de una vez la acabes de tomar? ¿Mí corazón? está a los pies de María, llorando de amor…, sin ya nada querer, más que a Tí. ¿Mi voluntad? ¿acaso, Señor, deseo lo que Tú no deseas? Dímelo… dime, Señor, cuál es tu voluntad, y pondré la mía a tu lado… Amo todo lo que Tú me envíes y me mandes, tanto salud como enfermedad, tanto estar aquí como allí, tanto ser una cosa como otra ¿Mi vida? tómala, Señor Dios mío, cuando Tú quieras.
¡Cómo no ser feliz así! Si el mundo y los hombres supieran. Pero no sabrán; están muy ocupados en sus intereses; tienen el corazón muy lleno de cosas que no son Dios. Vive el mundo muy para un fin terreno; sueñan los hombres con esta vida, en que todo es vanidad, y así…, no se puede encontrar la verdadera felicidad que es el amor a Dios. Quizás se llegue a comprender, pero para sentirla hay que vivirla, y muy pocos renuncian a si mismos y toman su cruz (Mt 16,24).., aun entre los religiosos…Señor…, qué cosas permites…, tu sabiduría sabrá; tenme a mi de la mano y no permitas que mi pie resbale, pues si Tú no lo haces…, ¿quién me ayudará? ¿Y si Tú no edificas? (Sal. 126,1)…
Ah!, Señor, cuánto te quiero. ¡Hasta cuándo, Señor!
San Clemente de Roma, papa
Carta: Purificar el interior de nuestro corazón.
Carta a los Corintios, 14-16.
«Dad limosna de lo que hay dentro» (Lc 11,41).
Es justo y santo, hermanos, obedecer a Dios antes que seguir a los agitadores orgullosos… Acerquémonos a los que con amor ponen en práctica la paz, no a los que fingen quererla. Puesto que, en efecto, en alguna parte se dice: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13 ; Mc 7,6). Y también: «Con la boca, bendicen, pero con el corazón, maldicen» (Sl 61,5) Y también: «Con la boca han dicho que le amaban, y con la lengua le han mentido; de corazón no eran sinceros con él y no permanecieron fieles a su alianza» (Sal 77,36)…
Cristo pertenece a los que son humildes de corazón, no a los que se ponen por encima de su rebaño. El cetro de la majestad de Dios (cf Heb 1,8), el Señor Jesucristo, no ha venido lleno de arrogancia y orgullo –y, sin embargo, podía haberlo hecho- sino con humildad de corazón, tal como el Espíritu Santo había dicho de él: «¿Quién ha creído nuestra palabra? y el brazo del Señor ¿a quién se ha revelado? Lo hemos anunciado como un niño, como una raíz en tierra árida. No tenía belleza ni esplendor; lo hemos visto… mas su aspecto era despreciable» (Is 53,1-3)… Ved, pues, amados míos, cuál es el modelo que se nos ha dado. Si el Señor se ha humillado tanto, ¿qué hemos de hacer nosotros a quienes nos ha concedido poder caminar bajo el yugo de su gracia?
San Juan de la Cruz, carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Obras: Amar a Dios en el corazón.
Avisos espirituales – Dichos de luz y amor.
«Dios también hace el interior… Entonces todo será puro para vosotros» (Lc 11,40).
Oración del alma enamorada: ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase…
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste? No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios en tu corazón? Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. (Cf 1C 3,22-23) Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón (Sal 36,4).
Santa Teresa de Ávila, carmelita descalza y doctora de la Iglesia
Obras: Entregar toda el alma a Dios.
Camino de perfección, c. 28.
«El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?» (Lc 11,40).
A mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con Él, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.
Cuando una alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el poder de hacer grande este palacio. Todo el punto está en que se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón Su Majestad, no se lo neguemos. Y como Él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo.
Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo acuerdo tantas veces: ni obra en el alma como cuando del todo sin embarazo es suya, ni sé cómo ha de obrar; es amigo de todo concierto. Pues si el palacio henchimos de gente baja y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto embarazo.
Santa Teresa de Calcuta, fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Obras: No tocaría a un leproso por dinero, pero sí por amor.
El gozo del don.
«Dad limosna de lo de dentro y así lo tendréis limpio todo» (Lc 11,41).
No podemos quedar satisfechos dando sólo dinero; el dinero no es suficiente pues se puede encontrar en otra parte. Los pobres tienen necesidad de nuestras manos para ser servidos, y de nuestros corazones para ser amados. La religión de Cristo es el amor, el contagio del amor.
Los que pueden llevar una vida cómoda sin duda que tienen sus razones. Pueden habérsela ganado con sus trabajos; yo sólo monto en cólera frente al despilfarro, los que echan a la basura lo que podría sernos de utilidad. La dificultad está en que, muy a menudo, los ricos e incluso la gente que vive cómodamente, no saben verdaderamente qué son los pobres; por eso podemos perdonarlos, porque el conocimiento sólo puede conducir al amor, y el amor al servicio. Es porque no les conocen que no se conmueven por ellos.
Por amor procuro dar a los pobres lo que los ricos no podrían obtener con dinero. Ciertamente, no tocaré a un leproso ni por un millón, pero lo cuidaré gustosamente por el amor de Dios.
San Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia
Comentario: No desprecies lo mejor.
Comentario al evangelio de Lucas, 7, 100-102.
«Limpiáis por fuera la copa, pero por dentro rebosáis de rapiña» (Lc 11,39).
«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato». Como veis, nuestros cuerpos son llamados aquí con los nombres de objetos de tierra y frágiles, que una simple caída puede romper. Y los íntimos sentimientos del alma son llamados por expresiones y gestos del cuerpo, tal como lo que encierra el interior de una copa se deja ver por fuera. .. Ved, pues, que no es el exterior de una copa o de un plato lo que nos ensucia el interior.
Como buen maestro, Jesús os ha enseñado cómo limpiar las manchas de nuestro cuerpo, diciendo: «Más bien dad como limosna lo que tenéis y todo le demás será puro en vosotros» ¡Veis bien cuántos remedios hay! La misericordia nos purifica. La palabra de Dios también nos purifica, tal como está escrito: «Vosotros estáis ya limpios gracias a la palabra que os he anunciado» (Jn 15,3)…
Es el punto de partida de un buen pasaje: el Señor nos invita a buscar la simplicidad y condena el estar ligado a lo que es superfluo y ramplón. Los fariseos, a causa de su fragilidad, son comparados, y no sin razón, a la copa y al plato: observan escrupulosamente puntos que no tienen ninguna utilidad para nosotros, y olvidan aquello donde se encuentra el fruto de nuestra esperanza. Cometen, pues, una gran falta, despreciando lo mejor. Y sin embargo, también a esta falta se le ha prometido el perdón si viene detrás de la misericordia y la limosna.
Comentarios exegéticos
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