Lc 10, 1-12.17-20: Misión de los setenta y dos discípulos
/ 8 julio, 2013 / San LucasEl Texto
1 Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. 2 Y les dijo:
«La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3 Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. 5 En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.” 6 Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. 7 Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. 8 En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; 9 curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros.” 10 En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid:
11 “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca.” 12 Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.
17 Regresaron los setenta y dos alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
18 El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; 20 pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos.»
Catena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
San Cirilo
1-2 Había dicho el Señor, por medio de sus profetas, que la predicación del Evangelio no sólo se extendería a todos los pueblos de Israel, sino también a todos los gentiles. Por esto el Señor no sólo escogió doce apóstoles, sino que instituyó también otros setenta y dos. Por lo que se dice: «Y después de esto señaló el Señor también otros setenta y dos», etc.
Esto ya lo había prefigurado Moisés, eligiendo setenta por orden de Dios ( Núm 11), a quienes Dios infundía su divino Espíritu. También se dice en el libro de los Números ( Núm 33), que los hijos de Israel vinieron a Elim (que quiere decir ascenso), y encontraron allí doce fuentes de agua viva y setenta palmeras. Aspirando nosotros así al ascenso espiritual, encontraremos doce fuentes (esto es, los santos apóstoles, de quienes sacamos la ciencia de la salvación, como de la fuente del Salvador), y setenta palmeras, es decir, éstos que ahora son destinados por Cristo. Es la palmera un árbol de buena médula, profunda raíz, fértil, y que siempre se cría junto a las aguas; es también alta y extiende hacia arriba sus ramas.
Prosigue: «Y los envió de dos en dos».
Como los campos dilatados exigen mayor número de trabajadores, así la multitud de los que habían de creer en Cristo. Por lo que prosigue: «Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe trabajadores a su mies». Obsérvese que cuando dijo: «Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies», los envió El después. Luego El es el Señor de la mies, y por El y con El Dios Padre lo domina todo.
3-4 Dice San Lucas a continuación que los setenta discípulos aprendieron de Cristo la erudición apostólica, la modestia, la inocencia, la equidad. Aprendieron a no preferir cosa alguna del mundo a las santas predicaciones y a aspirar de tal modo a la fortaleza del alma que no temiesen ningún terror, ni la misma muerte. Por lo que dice: «Id».
Así, pues, había mandado no tener cuidado de su misma persona, cuando dijo: «Os envío como corderos entre lobos». Ni concedió tampoco que anduviesen solícitos acerca de las cosas extrínsecas para el cuerpo, cuando dijo: «No llevéis bolsa, ni alforja». Ni aún les permitió llevar algo de lo que no está unido al cuerpo. Por lo que añade: «Ni calzado». No les prohibió solamente que llevasen bolsa y alforja, sino también todo cuidado o distracción, aún para saludar al que encontrasen; por lo que añade: «Ni saludéis a ninguno en el camino». Lo que antes dijo también Eliseo. Como si dijera: «Id rectos a vuestra obra, sin cambiar saludos», porque es un daño emplear en vano el tiempo de la predicación, a excepción de las cosas necesarias.
17-20 Antes se ha dicho que el Señor envió a sus discípulos revestidos con la gracia del Espíritu Santo y que, constituidos ministros de la predicación, recibieron poder para dominar los espíritus inmundos. Ahora, cuando vuelven, confiesan el poder del que los ha honrado. Por lo que dice: «Volvieron los setenta y dos con gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre». ¡Parece que se alegraban más porque habían hecho milagros, que por haber sido destinados a la predicación! Mejor se hubieran alegrado en aquellos que hubieran convertido, como decía San Pablo a los llamados por él ( Flp 4,1): «Vosotros sois mi gozo y mi corona».
O de otro modo: Veía a Satanás que caía del cielo como un relámpago; esto es, desde la virtud más perfecta, hasta la debilidad más extrema. Porque antes de la venida del Salvador había sometido todo el mundo a su dominio, era adorado por todos. Pero desde que el Divino Verbo bajó del cielo, cayó como un relámpago, porque es pisoteado por los que adoran a Cristo. Por lo que sigue: «Veis que os he dado poder para pisar sobre serpientes», etc.
Pero Señor, ¿por qué no dejas que se alegren en los honores que concedes, cuando está escrito: «En tu nombre se alegrarán todo el día?» ( Sal 88,17). Es que el Señor quiere elevarlos a un gozo mayor; por lo que dice: «Mas gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos».
Beda
1-2 Oportunamente fueron enviados setenta y dos, porque había de predicarse el Evangelio a otras tantas naciones en el mundo. Y así como antes había escogido doce, a causa de las doce tribus de Israel, así ahora éstos son escogidos para enseñar a las gentes de fuera.
Así como no hay quien dude que los doce apóstoles representaban a los obispos, así estos setenta y dos fueron la figura de los presbíteros (esto es, los sacerdotes de segundo orden). Sin embargo, en los primeros siglos de la Iglesia (como se sabe por tradición apostólica), unos y otros se llaman obispos y presbíteros; el uno significa madurez de sabiduría, y el otro cuidado del cargo pastoral.
Así como la abundancia de mies es toda la turba de los creyentes, así los pocos operarios son los apóstoles y los imitadores de ellos, que son enviados a la mies.
3-4 …llama especialmente lobos a los escribas y a los fariseos, que son los sacerdotes de los judíos.
5-12 Después de haber hablado de cómo deben portarse sus discípulos en las casas, pasa ahora a enseñarles cómo deben portarse en las ciudades. A saber, comunicar en todo con los piadosos y apartarse enteramente de la sociedad de los impíos. Por lo que prosigue: «Y en cualquier ciudad en que entrareis y os recibieren, comed lo que os pusieren delante».
O para hacer constar el trabajo físico, que vanamente se tomaron por ellos, o para demostrar que hasta tal punto no buscan nada terreno de ellos, que ni el polvo de su tierra quieren que se les pegue. O por los pies se significa el trabajo y la marcha de la predicación, y el polvo que los cubre representa la ligereza de los pensamientos terrenos, de la cual no se ven libres ni aún los más grandes doctores. Aquellos, pues, que despreciaren la doctrina, los trabajos y los peligros de los que les enseñan, se exponen al testimonio de su condenación.
Los sodomitas mismos, aunque fueron hospitalarios en medio de los desórdenes de la carne y del alma, sin embargo, no se hallaron entre ellos huéspedes como los apóstoles; pues aunque Loth era justo en su proceder y en su trato ( 2Pe 2,3), no se dice que hubiera enseñado ni obrado prodigios.
17-20 No dice, pues: veo ahora; sino veía antes, cuando cayó. En cuanto dice: Como un relámpago, o significa la caída del cielo a los abismos, o bien que, después de su caída, se transforma todavía en ángel de luz.
Esto es, de expulsar de los cuerpos de los poseídos todo género de espíritus inmundos. Y en cuanto a ellos, añade: «Y nada os dañará». Aunque también se puede tomar a la letra, porque San Pablo, acometido por una víbora, no sufrió daño alguno ( Hch 28), y San Juan no se perjudicó (en su vida) con el veneno que tomó. Hay además, según creo, esta diferencia entre las serpientes que dañan con la boca y los escorpiones que hieren con la cola. Las serpientes que atacan abiertamente y los escorpiones que acechan a escondidas, significan ya a los hombres, ya a los demonios. O las serpientes representan a los que se oponen a las virtudes nacientes con el veneno de su persecución, y los escorpiones a los que intentan viciar al fin las virtudes ya consumadas.
Se les prohibe, siendo carnales, alegrarse porque sujetan a los demonios. Porque arrojar los espíritus, así como obrar otros prodigios, no siempre procede del mérito del que obra, sino que la invocación del nombre de Cristo hace esto para condenación de aquellos que lo invocan o para la utilidad de aquellos que ven y oyen.
Como diciendo: No os conviene alegraros de la humillación de los demonios, sino de vuestra exaltación. Debe entenderse, pues, que si alguno ejecuta buenas obras, ya sean terrenas, ya celestiales, queda anotado como con caracteres y fijo en la memoria de Dios eternamente.
San Gregorio, hom. 17, in Evang
1-2 Los mandó así, porque dos son los preceptos de la caridad: el amor de Dios y el del prójimo; y entre menos de dos no puede haber caridad. Esto nos indica que, quien no tiene caridad con sus hermanos, no debe tomar el cargo de predicador.
Se añade muy oportunamente: «Delante de El, a toda ciudad y lugar, a donde El había de venir». El Señor sigue a sus predicadores. La predicación prepara y entonces el Señor viene a vivir en nuestra alma, cuando preceden las palabras de la exhortación y la verdad se recibe así en la mente. Por esto dice Isaías a los predicadores ( Is 40,3): «Preparad los caminos del Señor, enderezad las sendas que a El conducen».
Pero no sin tristeza podemos decir lo que sigue: «Los trabajadores son pocos». Porque, aun cuando hay muchos que oyen, hay muy pocos que predican. El mundo está lleno de sacerdotes, pero en la siega del Señor son pocos los que se ocupan, pues aceptamos el cargo sacerdotal pero no cumplimos los deberes de este cargo.
Por esto debe invitarse a los súbditos a que rueguen por sus pastores para que trabajen dignamente y su lengua no cese de exhortar. Muchas veces la lengua de los predicadores se restringe por su indignidad; pero otra gran culpa de los súbditos es que se retire la palabra de la predicación a quienes los gobiernan.
3-4 Muchos hay que cuando reciben el cargo de pastores se enardecen para desgarrar a sus súbditos y hacerles sentir el terror de su poder. Y como no tienen entrañas de caridad, quieren mostrarse señores y no se reconocen padres, mudando la humildad en orgullo de dominación. Contra todo lo cual debemos considerar que somos enviados como corderos en medio de los lobos, para que guardando el candor de la inocencia, evitemos la mordedura de la malicia. El que se dedica a predicar no debe hacer mal, sino sufrirle; y si el celo de la justicia exige que alguna vez proceda contra sus súbditos, debe amar interiormente a aquellos que castiga y parece perseguir exteriormente. Entonces el pastor aparecerá como tal, cuando no pone su alma bajo el pesado yugo de la codicia terrena. Por lo que sigue: «No llevéis bolsa, ni alforja».
Tanta debe ser la confianza que el predicador ha de tener en Dios que, aunque no tenga lo necesario para vivir, no debe fijarse siquiera en si esto le falta, no sea que, mientras se ocupa en las cosas de la tierra, no cuide del bien eterno de los demás.
Si se quiere considerar esto como una alegoría, diremos también que el dinero encerrado en la bolsa representa la sabiduría oculta. El que tiene la sabiduría y no quiere hacer participante de ella a su prójimo, la tiene como encerrada en un saco. Por alforja se entienden los cuidados de la vida; por el calzado, los ejemplos de las obras de los muertos. El que toma, pues, a su cargo la predicación, no debe cuidarse de las cosas mundanas; no sea que, preocupándose demasiado por ellas, no pueda elevarse a la predicación de la celestial doctrina. Ni debe fijarse tampoco en los ejemplos de las obras de los necios, para que no crea proteger sus actos con pieles muertas, y que, viendo a los otros obrar así, piense que puede hacer lo mismo.
Todo el que saluda en el camino saluda por la ocasión del viaje, no por el celo de desear la salud. Aquel, pues, que predica, no por amor de la vida eterna, sino por la ambición de los premios que pueden ofrecerle los oyentes, se parece al que saluda en el camino, porque desea la salvación a los oyentes con ocasión, no con intención.
5-12 La paz que se ofrece por el predicador, o descansa en la casa, si en ella hay alguno que esté presto para oírla y sigue la palabra celestial que oye; o si ninguno quiere oírla, el predicador no quedará sin fruto, porque la paz volverá sobre él, como una recompensa que el Señor le da por el trabajo de su obra. Mas si se recibe nuestra paz, entonces somos acreedores a que se nos recompense por aquéllos a quienes facilitamos el camino de la gloria. Por lo que prosigue: «Y permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan». He aquí que El mismo, que prohibió llevar bolsas y alforjas, nos permite percibir estipendio y alimentos por la predicación.
Los alimentos que sustentan al obrero son ya una parte de su salario, de suerte que aquí se empiece la gracia del trabajo de la predicación, que se completa allí con la visión de la verdad. En lo que debe considerarse que se ofrecen dos premios a nuestro trabajo: uno en esta vida, que nos sustenta en el trabajo; otro en la patria, que nos remunera en la resurrección. La recompensa que en esta vida se recibe debe alentarnos para merecer con más seguridad la otra. El verdadero predicador no debe predicar con el fin de recibir la recompensa de esta vida, sino recibir la recompensa para poder predicar. Todo el que predica con el solo fin de la alabanza o de la recompensa de este mundo, se priva de la del cielo.
17-20 El Señor reprendió admirablemente el orgullo en el corazón de sus discípulos, recordándoles la perdición del maestro de la soberbia, para que en el autor de la soberbia aprendiesen lo que debían temer de ese vicio. De donde sigue: «Veía a Satanás que caía del cielo como un relámpago». (Moralium 24, 7 super Job 32, 8)
Orígenes
1-2 Así como los doce apóstoles fueron nombrados de dos en dos, como en el catálogo de ellos demuestra San Mateo, así que sirviesen también de dos en dos a la palabra de Dios parece que es antiguo. Sacó el Señor a Israel de Egipto por medio de Moisés y Aarón ( Ex 12); Josué y Caleph, unidos, apaciguaron al pueblo sublevado por doce exploradores ( Núm 13;14). Por lo que se dice: «Un hermano ayudado por otro es como una ciudad fortificada» ( Prov 18,19).
5-12 Sacudiendo contra ellos el polvo, les dicen en cierto modo: «El polvo de vuestros pecados con razón vendrá sobre vosotros». Y obsérvese que todas aquellas ciudades que no reciben a los apóstoles, ni su celestial doctrina, tienen plazas, según estas palabras: «Ancho es el camino que conduce a la perdición» ( Mt 7,13).
Crisóstomo, in Matth, hom. 33-34; hom. 14; in Epis. ad Col. 3; in Sal. 124
1-2 Y ¿cómo llama mies a lo que aún no ha nacido? Todavía no ha arado, ni ha abierto surcos y ya habla de las mieses. Podían, pues, los discípulos vacilar, meditar entre sí y decir: ¿Cómo será posible que nosotros, tan pocos en número, podamos convertir a todo el mundo; los sencillos a los sofistas, los desnudos a los vestidos, los súbditos a los que dominan? Para que no se turbasen con la reflexión de todo esto, llama al Evangelio mies, como diciendo: Todo está preparado. Os envío a la recolección ya preparada de frutos; en el mismo día podéis sembrar y coger. Así como el colono disfruta viendo el estado de sus mieses, así vosotros debéis salir mucho más contentos al mundo; porque ésta es la mies y yo os presento los campos ya preparados.
Después los multiplicó, no añadiendo al número, sino dándoles poder. Insinúa que es un gran don que se envíen operarios a la mies divina, por eso dice que debe rogarse al Señor de la mies.
3-4 La virtud del que los enviaba era su consuelo en todos los peligros. Por ello dice: «He aquí que yo os envío». Como si dijese: Esto basta para vuestro consuelo, esto es suficiente para esperar y no temer los males que puedan sobrevenir; lo que significa cuando añade: «Como corderos entre lobos».
Esto fue indicio manifiesto del gran triunfo, que, estando los discípulos rodeados de enemigos, como los corderos lo están de los lobos, sin embargo los convirtiesen. (hom. 14)
5-12 La paz es la madre de todos los bienes; sin ella todos los demás bienes son inútiles. Por ello el Señor mandó a sus discípulos que cuando entrasen en alguna casa, inmediatamente invocasen la paz sobre ella, como señal de los demás beneficios que venían a traer, diciéndoles: «En cualquier casa que entrareis, primeramente decid: paz sea a esta casa». (in Epis. ad Col. 3)
Por esto el Pontífice le da a la Iglesia diciendo: «La paz sea con vosotros». Los santos imploran la paz, no sólo la que existe entre los hombres, sino la que debe existir dentro de nosotros mismos. Porque muchas veces llevamos la guerra en nuestro corazón, nos afligimos sin que nadie nos ofenda y se levantan contra nosotros los malos deseos.
Mas para que alguno no diga: «Consumo mis bienes preparando la mesa a los forasteros», primero hace que aquél al entrar te ofrezca el don de la paz, al cual nada iguala, para que sepas que recibes más de lo que das. (in Epis. ad Col. 3 et in Sal. 124)
17-20
Observa la dignidad de los apóstoles. No se les advierte que lleven cosa alguna material como a Moisés y a los profetas (esto es, bienes terrenos), sino cosas nuevas y admirables, esto es, el reino de los cielos. (in Mat. hom. 33)
Después, para que no creyésemos que esto se decía de las bestias, añadió: «Y sobre todo el poder del enemigo».
San Ambrosio
1-2
3-4 Son contrarios entre sí estos animales, por lo que son devorados unos por otros, esto es, los corderos por los lobos. Pero el buen Pastor no quiere que su rebaño tema a los lobos. Por tanto, estos discípulos no fueron enviados como presa, sino a extender la gracia; pues la solicitud del buen Pastor hace que los lobos nada puedan emprender contra los corderos. Luego envía a los corderos entre los lobos para que se realizara aquella profecía: «Entonces los lobos y los corderos se apacentarán juntos» ( Is 65,25).
O los herejes se deben comparar a los lobos, pues los lobos son fieras que acechan los rediles y merodean cerca de las casas de los pastores. No se atreven a penetrar en ellas, pero exploran el sueño de los perros y aprovechan la ausencia o la torpeza de los pastores para acometer a la garganta de las ovejas y ahogarlas inmediatamente. Son fieros, rapaces, rígidos de cuerpo por naturaleza, de modo que no pueden retornar fácilmente. Son llevados por cierto ímpetu propio y por eso se les burla muchas veces. Si ven antes a algún hombre, el instinto natural los lleva a ahogar su voz; pero si el hombre los ve a ellos antes, temen ser rechazados. Así los herejes asedian los rediles de Jesucristo. Aúllan junto a las casas de noche, porque es siempre de noche para los pérfidos, que oscurecen la luz de Cristo con las nubes de sus falsas interpretaciones. Sin embargo, no se atreven a penetrar en los rediles de Cristo y por ello no son sanados como aquel que fue curado en el establo, cuando cayó en manos de los ladrones. Acechan en ausencia de los pastores, porque estando ellos presentes, no se atreven a acometer a las ovejas de Cristo. Son duros y rígidos por su mala intención, y no acostumbran dejar sus propios errores, a quienes Cristo, verdadero intérprete de la Sagrada Escritura, burla, para que en vano derramen sus ímpetus y no puedan dañar. Si previenen a alguno con los artificios de su disputa, lo hacen enmudecer; pues mudo es el que no confiesa la palabra de Dios con la gloria que le es propia. Guárdate, pues, de que el hereje te quite la voz, si no le sorprendes primero, porque serpea mientras su perfidia está oculta. Mas si conoces las ficciones de su impiedad, no tendrás que temer la pérdida de la voz piadosa. Invaden la garganta y hieren los órganos vitales mientras atentan contra el alma. Si oyes también que alguno se dice sacerdote y conoces su rapiñas, quede claro que es oveja en el exterior y lobo por dentro, que desea satisfacer su rabia con crueldad insaciable de matanza humana.
No prohibió esto el Señor porque le desagradasen las obras de benevolencia, sino porque le agradaba más la intención de proseguir su obra.
El Señor nos quiere desprender de todo lo terreno; por esto mandó a Moisés que se descalzase, cuando había de enviarle a libertar a su pueblo ( Ex 3). Mas si alguno desea saber por qué se mandó a los israelitas que comiesen el cordero de pie y con el calzado puesto, al salir de Egipto ( Ex 12), mientras que a los apóstoles se les manda ir a predicar el Evangelio sin calzado, ha de considerar que el que está en Egipto debe temer todavía la mordedura de la serpiente, porque el veneno abunda en Egipto; y el que celebra la Pascua figurativa puede ser herido, mientras que el ministro de la verdad no teme los venenos.
5-12 Esto es, debemos anunciar la paz y procurar que se celebre nuestra entrada con la bendición de la paz.
Se añade otra virtud: no andar de casa en casa con vaga facilidad; pues sigue: «No paséis de casa en casa». Esto es, que seamos constantes en la hospitalidad y no disolvamos fácilmente los vínculos de la amistad.
Después les dice que deben sacudir el polvo de sus pies, cuando en alguna ciudad crean que no se les quiere recibir, diciéndoles: «Mas en la ciudad en que entrareis, si no os recibieren, sacudid el polvo», etc.
Varios padres (comentarios menores)
1-2 San Agustín, de quaest. evang. 2, 14
Como en el espacio de veinticuatro horas la luz recorre e lumina todo el mundo, así la función de ilustrar al universo por el misterio de la Trinidad se confía a setenta y dos discípulos, porque veinticuatro repetido tres veces hace setenta y dos.
5-12
Tito Bostrense
Dice, pues: «Paz sea a esta casa». Esto es, a los que habitan en esta casa. Como diciendo: Hablad a todos, a los grandes y los pequeños; sin embargo, vuestro saludo no será dirigido a los indignos. Por lo que sigue: «Y si hubiese allí hijo de paz, reposará sobre él vuestra paz». Como diciendo: Vosotros pronunciaréis la palabra y Yo aplicaré la paz al que juzgue digno de ella. Y si no hubiere ninguno digno, no seréis defraudados, ni se perderá la gracia de vuestras palabras, sino que volverá a vosotros. Por eso añade: «Y si no se volverá a vosotros».
O de otro modo: Puesto que no estáis constituidos jueces de los que son dignos o indignos, comed y bebed lo que os ofrezcan y dejadme a mi el examen de los que os reciben; a no ser que conozcáis que allí no hay hijo de paz, porque entonces tal vez debéis retroceder.
Eusebio
Porque en la ciudad de Sodoma los ángeles no carecieron de hospitalidad, sino que Loth fue considerado como digno de recibirlos ( Gén 19) 1. Si, pues, a la llegada de los discípulos, no hay uno siquiera en la ciudad que los reciba, ¿cómo no será peor que la ciudad de Sodoma? Este lenguaje les enseñaba a abrazar con confianza la regla de la pobreza, pues no podía existir ciudad, villa ni aldea, sin algún habitante amigo de Dios. Ni Sodoma subsistiría, no hallándose en ella Loth; por eso, apenas la abandonó, pereció toda de repente.
17-20
San Basilio in homen. quod Deus non sit auctor mali
Se llama Satanás porque es enemigo de todo lo bueno (esto significa en hebreo), y se llama diablo porque coopera con nosotros al mal y después es nuestro acusador 1. Su naturaleza es incorpórea y habita en el aire.
Tito Bostrense
Dice que lo vio El, como juez que conoce los movimientos de los seres incorpóreos. Dice también como un relámpago, porque por naturaleza era refulgente como el relámpago, pero se hizo tenebroso como el pecado, porque lo que Dios hizo bueno, él lo alteró en malo.
Alguna vez serpientes figurativas mordían a los judíos en el desierto y los mataban, porque eran infieles ( Núm 21); mas he aquí que vino la serpiente de metal crucificada a matar a aquellas serpientes, para que, si alguno la mira con fe, se libre de las mordeduras y se salve.
Mas como la alegría con que los veía satisfechos sabía a vanidad, pues se alegraban de haber sido elevados hasta hacerse temibles a los demonios y a los hombres, añade el Señor: «Mas en esto no gocéis, porque los espíritus os están sujetos», etc.
San Basilio, adversus Eunomium, lib. 3
Las virtudes de los cielos no son santas por naturaleza, sino que, según la analogía del amor divino, reciben la medida de santificación. Y así como el hierro, puesto al fuego, no deja de ser hierro, pero por la vehemencia del fuego, tanto por el efecto como por el aspecto, se transforma en él; así las virtudes celestes tienen injerta la santificación por participación de aquel que es santo por naturaleza. Satanás no hubiera caído si por naturaleza hubiese sido incapaz de lo malo.
San Gregorio Niceno ex homilis in Cant
La voluptuosidad se llama serpiente en la Escritura, porque tal es la naturaleza de la serpiente que si su cabeza llega a la rendija de un muro, atrae a sí todo el resto del cuerpo. Así la naturaleza concedió al hombre el domicilio necesario, pero la voluptuosidad, tocando el alma por esta necesidad, la atrae a cierto lujo inmoderado. Esto trae la subsiguiente avaricia, a la que sigue la impureza, esto es, el último miembro y cola de la bestialidad. Mas así como no se retrae a la serpiente por la cola, así no se debe empezar por las últimas para arrancar las pasiones, sino cerrar la primera entrada a la malicia.
San Atanasio, in serm de Passione et Cruce
Los niños triunfan ahora, por la virtud de Cristo, de la sensualidad que en otro tiempo seducía a los ancianos; y perseveran vírgenes hollando con los pies las falacias de la serpiente sensual. Y aun algunos, hollando el tormento, esto es, la muerte del escorpión (o sea del diablo), no temieron el suplicio; hechos mártires de Cristo, la mayor parte despreciaron las cosas de la tierra y habitan en el cielo sin temor al príncipe del aire.
San Basilio, in Isaías cap. 4
Algunos hay también que se inscriben, no en el libro de la vida, sino según Jeremías ( Jer 17,13), en la tierra, para que, según esto, se entienda que hay una doble inscripción: de éstos para la vida, mas de aquéllos para la perdición. En cuanto a lo que se dice: «Bórrense del libro de la vida» ( Sal 68,29), entiéndese de aquéllos que eran considerados como dignos de ser inscritos en el libro del Señor y de quienes dice la Escritura que son borrados cuando caen de la virtud en el pecado; por el contrario son inscritos cuando se convierten del pecado a la virtud.
«*» www.deiverbum.org
Puede compartir otros comentarios de éste pasaje bíblico por E-Mail