Lc 6, 1-5: Espigas arrancadas en sábado
/ 5 septiembre, 2015 / San LucasTexto Bíblico
1 Un sábado, iba él caminando por medio de un sembrado y sus discípulos arrancaban y comían espigas, frotándolas con las manos. 2 Unos fariseos dijeron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?». 3 Respondiendo Jesús, les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros sintieron hambre? 4 Entró en la casa de Dios, y tomando los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, comió él y dio a los que estaban con él». 5 Y les decía: «El Hijo del hombre es señor del sábado».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Elredo de Rievaulx, monje cisterciense
Obras: Libertad y caridad
El Espejo de la caridad, I, 19.29; PL 195, 522-530.
«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lc 6,5).
Cada uno de los días de la creación es grande, pero ninguno puede compararse al séptimo; porque no es la creación de uno u otro elemento natural que se propone a nuestra contemplación, sino el descanso del mismo Dios y la perfección de todas las criaturas. Porque leemos: «Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho» (Gn 2,2). ¡Grande es este día, insondable su reposo, magnífico este sábado! ¡Ah, si tú lo pudieras comprender! Este día no viene marcado por el recorrido del sol visible, no comienza cuando éste se levanta, ni se acaba cuando se pone; no tiene ni mañana ni atardecer (cf Gn 1,5)…
Escuchemos al que nos invita al descanso: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Es la preparación del sábado. En cuanto al mismo sábado escuchemos además: «Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso» (v. 29). Éste es el reposo, la quietud, el verdadero sábado.
Porque este yugo no pesa sino que une; esta carga tiene alas, no peso. Este yugo es la caridad, la carga es el amor fraterno. Aquí es donde se encuentra el descanso, donde se celebra el sábado, donde uno se libera de la esclavitud… Y si, por casualidad, nuestra debilidad deja escapar alguna falta, la fiesta de este sábado no se interrumpe, porque «la caridad cubre una multitud de pecados» (1Pe 4,8).
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Comentario: Sábado perpetuo
Comentario sobre el libro del Génesis.
«Guardarás el sábado como recuerdo, como un día sagrado» (cf Ex 20,8).
Ahora que estamos en el tiempo de la gracia que nos ha sido revelada, la observancia del sábado, antiguamente simbolizada por el reposo de un solo día, ha sido abolida para los fieles. En efecto, en este tiempo de gracia, el cristiano observa un sábado perpetuo si hace todas las obras buenas con la esperanza del reposo futuro y no se gloría de sus obras como si fueran un bien propio y no un don recibido.
Así, recibiendo y comprendiendo el sacramento del bautismo como un sábado, es decir, como el reposo del Señor en el sepulcro (cf Rm 6,4) el cristiano reposa de sus obras antiguas para caminar, desde ahora en una vida nueva, reconociendo que Dios obra en él. Dios es quien, a la vez, actúa y reposa, reconociendo a su criatura la actividad que le es propia y también el gozo de un reposo perenne en Dios.
Dios ni se cansó al crear el mundo, ni ha recobrado sus fuerzas después de la creación, sino que ha querido invitarnos con estas palabras de la Escritura: “Dios descansó el día séptimo…” (Gen 2,2) a desear su reposo dándonos el precepto de santificar este día. (cf Ex 20,8)
San Francisco de Sales, obispo
Carta: Descanso y libertad verdaderos.
Carta a la Baronesa de Chantal, 14-10-1604
«El Hijo del hombre es Señor del Sábado» (Lc 6,5).
… Os explicaré lo que es el espíritu de libertad. Todo hombre es libre respecto a actos que sean pecado mortal, sino apega a ellos su afecto: y esta es una libertad absolutamente necesaria para su salvación; pero no hablo de ella ahora.
La libertad de la que yo hablo es la de los hijos amados. Y ¿cuál es? Es una liberación del corazón cristiano de todas las cosas, para poder seguir la voluntad de Dios reconocida.
… Pedimos a Dios, ante todo, que su Nombre sea santificado, que venga su Reino, que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Todo esto no es otra cosa sino libertad de espíritu porque, con tal que el nombre de Dios sea santificado, que su Majestad reine en nosotros, que se haga su voluntad, el espíritu ya no se preocupa de otra cosa.
El corazón que posee esta libertad, no pierde su alegría por ninguna privación, ni se entristece quien tiene su corazón desapegado de todo. No digo que a veces no sea así pero suele durarle poco.
Los efectos de esta libertad son: una gran suavidad de espíritu, gran dulzura y condescendencia a todo lo que no es pecado o peligro de pecado; es ese humor dulce y que se pliega a todo acto de virtud y caridad.
Por ejemplo, un alma aficionada con mucho apego a los ejercicios de meditación, si se la interrumpe, la veréis dejarlos apenada, con apresuramiento y asombro.
La que tiene la verdadera libertad, saldrá con un rostro sereno y de buena gana irá donde quiera el importuno que la ha molestado, pues para ella es lo mismo servir a Dios meditando, que servirle soportando al prójimo; en uno u otro caso ve la voluntad de Dios, pero en este momento lo necesario es aguantar al prójimo.
La ocasión de ejercer esta libertad se encuentra en cada cosa que sucede contra nuestra inclinación, pues quien no está apegado a sus inclinaciones no se impacienta cuando se las contrarían.
San Macario de Egipto, monje
Homilía: Entrar en el descanso
Homilías espirituales, 35 [Pseudo-Macario]
«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lc 6,5).
En la Ley dada por Moisés, que era tan sólo una sombra de lo que había de venir (Col 2,17), Dios daba a todos la orden de descansar y no hacer ningún trabajo en día de sábado. Pero ello no era más que un símbolo y una sombra del verdadero sábado, lo cual se concedió al alma del Señor… En efecto, el Señor llama al hombre al descanso diciéndole: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados que yo os haré descansar (Mt 11,28). Y a todas las almas que confían en él y se le acercan les da el descanso liberándolas de los pensamientos penosos, agobiantes e impuros. Entonces estas dejan completamente de darse al mal y celebran un auténtico sábado, delicioso y santo, una fiesta del Espíritu, con un gozo y alegría inexpresables. Dan a Dios un culto puro, agradable y que procede de un corazón puro. Éste es el sábado verdadero y santo.
También nosotros pues, supliquemos a Dios que nos haga entrar en este descanso, que nos veamos libres de pensamientos vergonzosos, malos y vanos, a fin que podamos servir a Dios con corazón puro y celebrar la fiesta del Espíritu Santo. Dichosos los que entran en este descanso.
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 2168-2173.
«El Hijo del Hombre es señor del sábado» (Lc 6,5).
El tercer mandamiento del Decálogo proclama la santidad del sábado: «El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor» (Ex 31,15; cf 20,8).
La Escritura hace a este propósito ‘memoria de la creación’: «Pues en seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el día del sábado y lo hizo sagrado» (Ex 20,11).
La Escritura ve también en el día del Señor un ‘memorial de la liberación de Israel’ de la esclavitud de Egipto: «Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso el Señor tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado» (Dt 5,15).
Dios confió a Israel el sábado para que lo guardara ‘como signo de la alianza’ inquebrantable. El sábado es para el Señor, santamente reservado a la alabanza de Dios, de su obra de creación y de sus acciones salvíficas en favor de Israel…
El Evangelio relata numerosos incidentes en que Jesús fue acusado de quebrantar la ley del sábado. Pero Jesús nunca falta a la santidad de este día, sino que con autoridad da la interpretación auténtica de esta ley: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado» (Mc 2,27). Con compasión, Cristo proclama que «es lícito en sábado hacer le bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla (Mc 3,4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios. «El Hijo del hombre es Señor del sábado».
Comentarios exegéticos
Comentarios a la Biblia Litúrgica (NT): Los milagros de Jesús y la superación del sábado
Paulinas-PPC-Regina-Verbo Divino (1990), pp. 1271-1274.
Nota: Se comentan juntos los pasajes de Lc 6,1-5 y 6,6-11.
Los dos relatos, que preferimos comentar unidos para ofrecer una visión más clara del problema, se refieren a la actitud que Jesús ha tomado frente al sábado. Por los textos contemporáneos sabemos que la vieja norma ritual y humanitaria de la observancia sabática se había convertido en tiempo de Jesús en ley suprema y absoluta. El cumplimiento del reposo sabático, obligatorio para el mismo Dios, se interpretaba como una de las expresiones supremas de la religiosidad israelita. Jesús, que ha desvelado la verdad de Dios por encima de los ritualismos ambientales, proclamando que la meta de la actividad religiosa se encuentra en la salvación del hombre, ha tenido que enfrentarse con los que absolutizaban el sábado. Ese enfrentamiento se ha reflejado en nuestros textos, en los milagros realizados en sábado y en las disputas subsiguientes.
Jesús sabe que el sábado ha sido instituido para el hombre y no al contrario (Mc 2,27). Por eso parece haber curado en sábado, sin tener una necesidad apremiante de hacerlo (podría haber pospuesto la curación para otro día). Ha curado a pesar de que con ello ha suscitado la violenta oposición del orden religioso establecido (fariseos). Veamos el sentido de su actitud, tratando primero de los milagros y después de sus relaciones con el sábado.
a) Los milagros de Jesús han sido una expresión de la llegada del reino hacia los hombres. En ellos se trasluce la vida y libertad de Dios, que está irrumpiendo. Por eso no se debe absolutizar la realidad externa del milagro; hechos parecidos se contaban de rabinos y santones helenistas de aquel tiempo. Lo propio de Jesús es lo siguiente: a) interpreta los milagros como signo del reino que se acerca; b) los sitúa en relación con su mensaje y su persona (es decir, con el sentido de su pascua).
La iglesia ha comprendido desde el principio que el verdadero milagro, Dios, se ha realizado en el destino de Jesús y de manera especial en su resurrección. En ella se compendian todos los prodigios que el judaísmo apocalíptico del tiempo aguardaba para el fin del mundo. La tradición evangélica sabe que los judíos han pedido a Jesús que realice signos (Lc 11,16 y par; 11,29; 11,54- 56 y par). Pablo recuerda también esa actitud (1 Cor 1,22 ss.). Se esperan los prodigios finales, en los que Dios, cambiando el ritmo de la naturaleza y aniquilando a los enemigos de Israel, hará que surja el reino.
Jesús no ha realizado los signos que le piden ni demuestra su mesianidad por los milagros. Por eso rechaza de manera abierta los prodigios típicos que buscaba el judaísmo del tiempo y que en la tradición evangélica aparecen como tentaciones diabólicas (Lc 4,1 ss.).
Junto a esto debemos añadir que Jesús ha hecho milagros. Los realiza para mostrar la grandeza del amor de Dios que cura y para indicar la verdad y el valor del reino que se acerca. Nunca aparecen como medio de castigo ni se emplean para imponer a nadie una exigencia. Mateo ha interpretado muy bien este sentido de los milagros al presentarlos como señales del Siervo de Yahveh, que carga con la enfermedad y la miseria de su pueblo (Mt 8,17). Por eso, el signo máximo, el verdadero signo de Jesús ha sido la muerte-resurrección, que se interpreta como una continuación de la figura de Jonás (Lc 11,29-32).
El sentido más profundo de los milagros de Jesús se ha desvelado, por lo tanto, partiendo de la pascua. Si la resurrección es l.i victoria definitiva de Dios sobre la muerte, el mundo y el pecado, cada uno de los milagros de Jesús aparece como una anticipación de esa victoria, como una realización parcial de su misterio. Cada milagro en concreto va mostrando que Jesús es portador de vida y de esperanza: triunfa sobre la enfermedad del mundo, los poderes de Satán, la furia de un cosmos que se expresa de forma maléfica.
b) Pues bien, unido a los milagros aparece el tema del sábado. La disputa sobre la observancia sabática se ha mantenido en dos planos diferentes: pertenece, por un lado, a la historia de Jesús, que en ese día ha curado a los enfermos y ayudado a los pobres y oprimidos; pertenece, por el otro, a la experiencia de la iglesia primitiva que, siguiendo el ejemplo de Jesús, ha dejado de considerar la observancia sabática como una exigencia primitiva y absoluta.
Con esto no se trata de negar sencillamente la validez y el sentido de un día consagrado a la alabanza y al descanso. Jesús no ha destruido el sábado, sino que ha superado su unilateralidad y ha plenificado su verdadero sentido. Veamos.
Jesús ha superado el sábado a partir de sus milagros. El cumplimiento sabático (entendido como descanso riguroso y obligado) se encontraba en un plano preparatorio; disponía a los hombres para que se encontraran atentos a la voz del Dios que viene. Los milagros, en cambio, reflejan la salvación ya realizada; por eso se puede curar a un hombre en sábado, ofrecerle la esperanza definitiva, ponerle en contacto con la realidad del don de Dios que llega. El sábado (y todo el ritualismo judío) deja de ser la última palabra, porque el reino está llegando y en el reino se concentra el misterio de Dios para los hombres. Tal es el contenido fundamental del segundo de los textos que comentamos (6,6-11).
En la palabra y el don de Jesús se encuentra la plenitud del sábado. Desde aquí se comprende la afirmación fundamental con la que concluye el primer texto: «El Hijo del Hombre es Señor del sábado» (6,5). El Hijo del Hombre ha dejado de ser la figura trascendente que, según la apocalíptica judía, vendrá en el fin del tiempo; tampoco puede interpretarse como el siervo que camina hacia la muerte. El Hijo del Hombre, que concentra el sentido de Jesús, es desde ahora el Señor que dispone de poder sobre el mismo ritualismo de Israel. Lo que importa no es, por tanto, la fidelidad del sábado, sino el seguimiento del Hijo del Hombre, que ofrece para todos el camino salvador definitivo.
Las observaciones precedentes se pueden actualizar y concretar de la siguiente forma: a) en el principio hay un dato cristológico: la revelación definitiva de Dios no se identifica con ninguna ley ceremonial ni ritualista; Dios no se encuentra allí donde los hombres mantienen hasta el fin un orden sacro que viene a reflejar en prácticas de tipo social o religioso. La revelación definitiva de Dios es la persona de Jesús y el reino que proclama sobre el mundo (cfr 6,5). b) Este principio se traduce en una consecuencia vs orden práctico: el cumplimiento del bien (la ayuda al necesitado) está por encima de todas las normas, aun de aquéllas que puedan emanar del cristianismo (cfr 6,9).
c) Frente al viejo sábado de Israel pueden existir en la actualidad determinadas prácticas sociales que parecen intocables, aunque puedan ir en contra de las necesidades e intereses verdaderos de los hombres (sobre todo de los necesitados). Será quehacer de la iglesia el descubrir la debilidad de esas prácticas, destruyendo su obligatoriedad o su exigencia, si es que así se ayuda al hombre. De esta forma volverá a ser actual y eficiente la vieja disputa de Jesús sobre el sábado.
A. Stöger, El Nuevo Testamento y su Mensaje (Lc): Arrancar espigas en sábado
Comentario para la lectura espiritual. Herder, Barcelona (1979), Tomo I, pp. pp. 165-167.
1 Un sábado iba él atravesando un campo de mieses, y sus discípulos arrancaban espigas y, desgranándolas entre las manos, se las comían. 2 Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?
Los pobres podían coger espigas de los campos si tenían hambre. «Si entras en la mies de tu prójimo, podrás coger unas espigas con la mano» (Dt 23,25). Las espigas se frotan y se desgranan con las manos, y luego se comen los granos que quedan. Algunos fariseos vieron esto y llamaron la atención a los discípulos. Según su interpretación de la ley, era esto infringir el reposo sabático. Coger espigas se contaba entre las faenas de la recolección, y éstas se incluían entre los veintinueve trabajos principales, que a su vez se subdividían en trabajos subalternos, todos los cuales infringían el reposo sabático. Si se trabaja en sábado inadvertidamente, entonces hay que advertir al transgresor que debe ofrecer un sacrificio de expiación. En cambio, si el reposo sabático se infringe, pese a la presencia de testigos y a aviso previo, entonces la transgresión se paga con lapidación. En nuestro caso se dirige el aviso inmediatamente a los discípulos, pero en realidad se aplica a Jesús.
3 Entonces Jesús les respondió: ¿Es que ni siquiera habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los 4 que estaban con él: que entró en la casa de Dios y, tomando los panes ofrecidos a Dios, los que sólo a los sacerdotes es lícito comer, comió de ellos y los repartió también entre sus compañeros?
La tradición de los conflictos sabáticos tenía la máxima importancia para las comunidades cristianas que comenzaban a celebrar el domingo como día de descanso en lugar del sábado. Esta transformación se había consumado ya cuando san Lucas escribía su Evangelio. Para él eran importantes los motivos en que se fundaba la nueva idea de la ley del sábado. Estos motivos muestran la autoridad de Jesús que con su palabra proclama la voluntad de Dios,
Jesús conoce el método dialéctico de las disputas en las escuelas judías y responde con una contrapregunta. Al hacerlo se remite a la Escritura (ISam 21,1-7), autoridad reconocida y suprema. Los panes «de la proposición», los panes ofrecidos a Dios, eran en número de doce y permanecían durante una semana sobre una mesa en el santuario del templo como oferta presentada a Dios. Nadie podía comerlos fuera de los sacerdotes, una vez terminada la semana. Sin embargo, David y sus compañeros los comieron una vez que tenían hambre y no había otro pan a su alcance. Con todo, nadie reprochó esto a David, ni el sacerdote Abimélec, que dio el pan a David, ni los escribas y doctores de la ley. Por consiguiente, la necesidad excusa la transgresión de la ley. Los discípulos no violan, por tanto, la ley al frotar y desgranar espigas el sábado porque tienen hambre. En la interpretación de la ley no se ha de atender sólo a la letra de la ley, sino a la voluntad de Dios. Ahora bien, Dios no dio la ley del culto para afligir a los hombres. La compasión con los hombres le importa más que la observancia de la ley cultual. El sábado no ha de impedir que se preste ayuda al necesitado. Dios quiere misericordia, no sacrificios (Mt 12,5-7).
5 Y añadió: Señor del sábado es el Hijo del hombre.
Jesús, en su calidad de Hijo del hombre, al que ha sido dado por Dios todo poder, tiene también el poder de disponer del reposo sabático y de su interpretación. Interviene en la esfera más sagrada de Dios, en el derecho de Dios a perdonar pecados, en el reposo sabático, que es figura del descanso de Dios después de la creación (Gen 2,2s), en el ámbito de su glorificación, en el culto divino… Hace uso de su autoridad para librar a los hombres de su aflicción. Dios deja que por medio de Jesús se intervenga en su esfera más sagrada, porque se ha iniciado el tiempo de salvación, que es tiempo de misericordia para los hombres. «En la tierra paz entre los hombres, objeto de su amor.»
Biblia Nácar-Colunga Comentada
Sobre la cuestión del sábado (I), 6:1-5 (Mt 12:1-14; Mc 2:23-28; 3:1-6).
Cf. comentario a Mt 12:1-14.
Lc, como los otros dos sinópticos, agrupa aquí dos sucesos tenidos con motivo del reposo sabático, apuntándose ya, literalmente al menos, los primeros conatos serios de perder a Cristo.
El primer episodio (v.1-5) presenta una dificultad crítica. La lectura es doble: “un sábado”; otra variante lee: un “sábado segundo primero.” Sobre esta interpretación segunda se han propuesto diversas opiniones; sería para indicar el sábado siguiente al pascual; una glosa al estilo del calendario de Qumrán; una interpolación. Esta segunda lectura fue seguida por lectores antiguos; los modernos, generalmente, la rechazan críticamente.
El relato de Lc es más sintético que el de Mt, y omite una dificultad clásica que trae Mc sobre el sacerdote a quien le piden los “panes.” Pero saca la misma conclusión: si la ley sabática tiene excepciones, incluso en el reposo sabático, tan sagrado, no pueden extrañarse que El obre así, permitiendo que así obren sus discípulos, pues El es “Señor del sábado”. Cristo se pone en la misma línea de la legislación. Siendo este precepto más que mosaico, divino, El se sitúa en esta esfera.
Los tres sinópticos concluyen con la frase siguiente para justificar su acción: “Porque señor (χυριος) del sábado es el Hijo (b dóc) del hombre” (Mt). En Mc le precede que “el sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc 2:27). Y, a continuación, se pone la sentencia antes citada. Pero no parece lógico decir: “Si esta sentencia circuló independientemente de este episodio, la expresión Hijo del hombre podría haber sido empleada con toda la carga de un título de exaltación. Pero si la sentencia formó siempre parte de este relato, entonces hijo del hombre sería simplemente un aramaísmo para significar cualquier hombre, cuyas necesidades son siempre más importantes que una prescripción legal” (cf. C. Stuhlmueller, Év. s. S. Lúc [1973] 345-346).
Esto no parece lógico. En primer lugar, no dice “hijo del hombre,” sino con artículo (ó υιός του ανθρώπου), frase perfectamente técnica en los evangelios para designar a Cristo (Mc 2:27). Además ese determinado “el hijo” (b υιός) del hombre,” es “Señor” (χύρίος) del sábado. Y aunque a χύρίος (Mc 2:27) le falta el artículo — aparece en variantes — queda lo suficientemente expresado con un título, igualmente característico en la Iglesia primitiva, para expresar a Cristo en su formalidad de Dios. Hasta tal punto que San Pablo, en el pasaje de la kenosis, dice: “para que toda lengua confiese, que “Señor (χύριος) es Jesucristo, para” (Flp 2:11); ni aquí se utiliza el artículo para determinar algo que es la gran confesión de lo que es Cristo: Señor. A esto se une el lugar paralelo de Mt en el que se proclama antes a Cristo superior al templo (Mt 12:6). Posiblemente la frase sea independiente, pero, en cualquier caso, no está por “hombre,” sino que es término técnico “el Hijo del hombre” de Cristo, máxime con el contexto ambiental de Mt y de la Iglesia primitiva. Ni aquí se trata de demostrar que el sábado cae bajo la jurisdicción del hombre, sino de Cristo, que es a quien le plantean el problema, y el que, interpretativa y autoritariamente, responde a la cuestión.
Un pequeño detalle (v. 10) hace ver que esta escena tiene lugar ya pasada la Pascua, pues los discípulos “frotaban las espigas,” ya secas, con las manos para comer el grano, si no es un detalle redaccional.
G. Zevini, Lectio Divina (Lucas): La discusión sobre el sábado
Verbo Divino (2008), pp. 117-118.
Lectio
En la cuarta controversia vuelve también el tema del alimento. Al atravesar unos sembrados, los discípulos de Jesús cortan algunas espigas, algo de por sí lícito (cf. Dt 23,25), pero, a los ojos de los fariseos, al hacerlo violan el precepto del reposo del sábado: cortar una espiga y desgranarla con las manos para comérselas constituye ya un «trabajo» (v. 2).
Jesús les responde poniendo, primero, un ejemplo tomado de las Escrituras: hasta el santo rey David, al encontrarse en una situación de necesidad, transgredió el precepto, alimentándose de los «panes de la ofrenda» reservados a los sacerdotes (cf. 1 Sm 21,2-7 y Lv 24,9). Ahora bien, si esto le era lícito a David, mucho más al Mesías («El Hijo del hombre es señor del sábado»). Jesús revela una vez más su propia autoridad trascendente, al mismo tiempo que justifica el comportamiento de sus discípulos.
Meditatio
Jesús responde a la pregunta de los fariseos yendo más allá de la antinomia «lícito»/«ilícito», según la cual se le podría etiquetar superficialmente como anárquico, en la medida en que parece actuar sin tener en cuenta la ley. En realidad, Jesús, que, en Mateo, afirma sin equívocos que ha venido a cumplir la ley (Mt 5,17), revela el significado profundo de la ley: promover, servir, respetar la vida de todos, en particular la de los pobres, la de los oprimidos, la de los indefensos. Ir contra el ser humano en nombre de la ley significa convertirla en un ídolo y no en un medio. Por el contrario, reconocer a Jesús como Señor implica ser capaz de declararse objetor de conciencia frente a cualquier ley que lesione a una criatura de Dios en cualquiera de sus derechos fundamentales, criatura por la que Jesús vivió en obediencia, hasta el fin, a la ley del amor.
J. Fitzmyer, El Evangelio según san Lucas: Controversias sobre el Sábado (i)
Tomo II. Traducción y Comentarios. Cristiandad, Madrid (1987), cf. pp. 554-569.
v. 1 Un sábado
Lucas emplea el singular en sabbato (véase la «nota» exegética a Lc 4,31), en vez del plural utilizado por Marcos tois sabbasin
La lectura en sabbato se encuentra en la mayoría de los códices y manuscritos importantes, como P4, P75 ( , ) , x, B, L, W y la familia Lake de códices minúsculos, etc Sin embargo, otros muchos manuscritos —y algunos de ellos importantes, como los códices A, C, D, K, X, 0, etc — traen una variante muy extraña en sabbato deuteroprótd, que resulta prácticamente intraducibie (literalmente «en [el] sábado segundo número») La familia Freer de códices minúsculos llega incluso a separar la extraña palabra, dividiéndola en dos adjetivos deutero próto Esa forma adjetiva no aparece en ninguno de los escritos griegos de ninguna época Lingüistas como J H Moulton y G Milligan la califican como vox nthili (= «vocablo inexistente» MM, 143) En un intento a la desesperada, BGD (177) lo traduce por first but one (= ¿«anteprimero»?), con una referencia a Epifanio, Pananon, 30, 32, GCS, 25, 378 Durante siglos ha constituido una de las mayores dificultades de interpretación Hay quien ha defendido su carácter original invocando el principio de la lectio diffiahor, y más recientemente se ha llegado a pensar que refleja una expresión semítica, derivada de un antiguo calendario sacerdotal usado por los judíos de Palestina y conservado por los esenios de Qumrán Según esta interpretación, se referiría al sábado en el que se hacía la agitación ritual de las primeras gavillas, es decir, el sábado que servía de referencia para calcular la fiesta de Pentecostés Según las indicaciones de Lv 23,15, la fiesta debía caer cincuenta días «a contar desde el día siguiente al sábado —día en que lleváis la gavilla para la agitación ritual— hasta el día siguiente al séptimo sábado», la expresión «desde el día siguiente al sábado» (mimmohorat hassabbat) es una frase muy oscura, que ha provocado innumerables disputas de datación ya desde la misma Antigüedad.
Los que aceptan el antiguo calendario sacerdotal explican «el segundo primer sábado» como el primer sábado después de la fiesta de los Ácimos, pero segundo después de la fiesta de Pascua propiamente dicha Cf llQTemp 18,10-19,9 Para ulteriores análisis, véanse J P Audet, ]ésus et le «calendner sacerdotal ancien» Autour d’une vanante de Luc 6,1 ScEccl 10 (1958) 361-383, J Baumgarten, The Counting of the Sabbath in Ancient Sources VT 16 (1966) 277 286, G W Buchanan/ C Wolfe, The «Secondfirst Sabbath» (Luke 6,1) JBL 97 (1978) 259 262, E Vogt, Sabbatum «deuterópróton» in he 6,1 et antiquum kalendarium sacerdotale Bib 40 (1959) 102 105, E Mezger, Le sabbat «second premier» de Luc TZ 32 (1976) 138 143 (Mezger lo interpreta como «el segundo sábado del primer [mes]»), E Delebecque, Sur un certain Sabbat «Revue de philologie» 48 (1974) 26 29.
La mejor solución, en orden a determinar el significado de una palabra tan problemática, es considerarla como el resultado de una glosa de los copistas Hasta este momento, Lucas ha mencionado el sábado en tres ocasiones (Lc 4,31, 6,1, 6,6), en esa última mención (6,6), Lucas dice en hetera sabbato (= «en otro sábado»), es posible que algún copista haya escrito en Lc 6,1 en próto (= «en el primer [sábado]»), y que otro copista, al darse cuenta de que ya se había mencionado uno en Lc 4,31, añadiese deutero (= «segundo») —lo que explicaría la lectura de los manuscritos minúsculos de la familia Freer en deutero próto— Con el pasar del tiempo, los dos adjetivos habrían llegado a unirse en deuteroprótd Cf B M Metzger, TCGNT, 139 A pesar de todo, en nuestra opinión, hay que mantener la lectura simplificada en sabbato, que es la que ofrecen los manuscritos y códices más representativos del texto original.
Cruzaba Jesús
La traducción literal «Y sucedió (que) él cruzaba por unos sembrados», revela la construcción narrativa característica de Lucas egeneto de con el infinitivo diaporeuesthai (cf tomo I, pp 198s) El pasaje paralelo de Marcos (Mc 2,23) es el único ejemplo de una construcción narrativa semejante en todo el segundo Evangelio (kai egeneto auton paraporeuesthai — «Y sucedió [que] él pasaba [por unos sembrados]»)
Se pusieron a arrancar espigas
Arrancar espigas de un campo ajeno era una cosa lícita, pero con tal de no meter la hoz, cf Dt 23,26 «Si entras en las mieses de tu prójimo, coge espigas con la mano, pero no metas la hoz en la mies de tu prójimo» Con todo, véanse las observaciones de B Cohén HTR 23 (1930) 91 92
Desgranándolas entre las manos
Es decir, restregándolas, para separar la cascarilla del grano Ese detalle es una adición de Lucas al texto de su fuente («Me»)
Se las iban comiendo
La traducción quiere expresar el matiz de acción continua, implícito en el uso del imperfecto ésthion (— «comían»)
v. 2. Algunos de los fariseos
Lucas ha modificado la mención de los oponentes introduciendo el pronombre indefinido tines, al que sigue un genitivo partitivo. El texto paralelo de Marcos (Mc 2,24) dice simplemente: «los fariseos».
¿Por qué hacéis…?
El texto de Marcos utiliza la tercera persona del plural: poiousin (= «hacen»), con referencia a los discípulos; pero Lucas la cambia a segunda del plural: poieite (= «hacéis»), para incluir también al propio Jesús en la crítica de los fariseos.
Lo que no está permitido en sábado
El mandamiento de Éx 34,21 prescribe el descanso sabático incluso en la temporada de la cosecha. Para asegurar el respeto de la normativa, la tradición creó «una barrera», interpretando el «espigueo» como una forma de «recolección» prohibida (cf. Sab. 7, 2; cf. jSab. 7, 9b; Str.-B., 1, 617).
v. 3. Jesús les replicó
Sobre la expresión literal: «Y respondiendo, Jesús les dijo», véase la «nota» exegética a Lc 5,33. Lucas añade el participio apokritheis (= «respondiendo»), para subrayar que Jesús responde directamente a la observación de los fariseos, que les incluye a todos, a él y a los suyos, en la segunda persona del plural. Se percibe en esta formulación la presencia de la comunidad cristiana en controversia con el judaismo contemporáneo, y, paralelamente, la defensa que el propio Jesús hace de su comunidad.
¿Ni siquiera habéis leído…?
La formulación lucana de la contrarréplica, con la partícula oude (= «ni siquiera»), en vez de la expresión de Marcos: oudepote (= «nunca»), da un relieve mucho más incisivo a la ironía de la respuesta de Jesús. Se afirma de manera implícita que la acción de los discípulos está perfectamente justificada, incluso por la propia Escritura.
Lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre
Lo primero que hace Jesús es apelar al testimonio de la Escritura; concretamente, al episodio narrado en 1 Sm 21,2-7, cuando David y sus acompañantes, hambrientos y exhaustos, tuvieron que comer «pan consagrado» en el santuario de Nob.
v. 4. Entró en la casa de Dios
El detalle es anacrónico, porque en aquellas fechas aún no se había construido «la casa de Dios», obra de Salomón; pero Lucas reproduce el dato de su fuente («Me»). En el santuario de Nob, el sacerdote Ajimélec «le dio (a David) pan consagrado» (1 Sm 21,7). Lucas omite un detalle erróneo de Marcos: la identificación del sacerdote como «Abiatar» (cf. Me 2,26); Mateo también omite ese detalle (Mt 12,4).
Cogió
El texto original usa el participio labon ( = «cogiendo»). Es una adición de Lucas al texto de Marcos, que se contenta con dos verbos en indicativo: ephagen (= «comió») y edoken (= «dio»). J. A. Grassi [The Five Loaves of the High Triest (Mt xii, 1-8; Mk ii, 23-28; Lk vi, 1-5; 1 Sam xxi, 1-6): NovT 7, 1964-1965, 119-122], en dependencia de la interpretación patrística, ve en esa modificación de Lucas una resonancia de la catequesis eucarística de la primera comunidad, basada en una lectura cristiana de 1 Sm 21.
Los panes consagrados
Como alternativas de traducción se podrían proponer: «los panes dedicados» o «los panes de la presencia». Eso es lo que significa la expresión hebrea lehem happánim, el «pan presentado», colocado en presencia del Señor (cf. Éx 25,30; 35,13; 39,36; 40,23). Entre las instrucciones dadas a Moisés para la construcción del santuario se incluía una mesa de madera de acacia, sobre la que se debían poner panes en presencia del Señor y renovarlos con regularidad. En el templo de Salomón, el «pan de la ofrenda continua» se colocaba sobre una mesa de oro con mantel violeta (Nm 4,7; 1 Re 7,48; 2 Cr 4,19). Como los doce panes se colocaban en dos hileras y se perfumaban con incienso, se les llamaba también «panes (o pan) de la hilera» (lehem hamméareket: 1 Cr 9,32). La terminología del Nuevo Testamento: «panes de la proposición» (artoi tés protheseós) proviene de los LXX, donde se usa como traducción uniforme de los diversos términos hebreos. Para las prescripciones sobre la preparación de estos panes, cf. Lv 24-5-9. Se colocaban todos los sábados y se retiraban los panes de la semana precedente para que los consumieran «Aarón y sus hijos» (Lv 24,9).
Ajimélec, sacerdote del santuario de Nob, como no tenía a mano pan ordinario para dárselo a David y a sus hombres, les entregó «pan consagrado», después de asegurarse de que «se habían guardado del trato con mujeres», un detalle que David se encarga de subrayar: «Siempre que salimos a una campaña, aunque sea de carácter profano, nos abstenemos de mujeres» (1 Sm 21,6). Cuando Flavio Josefo cuenta el episodio de David en Nob (Naba), dice que «recibió provisiones (ephodia) del sumo sacerdote [sic] Abimélec», sin hacer la más mínima mención del «pan consagrado» (Ant. VI, 12, 1, nn. 242-243). Una versión parecida del episodio se encuentra en algunos escritos rabínicos de época posterior, donde se ve una clara tendencia a defender la actuación de David, explicando, por ejemplo, que se trataba de panes ya retirados de la mesa del Señor, o que era simplemente pan ordinario (cf. Str.-B., 1, 618-619).
Sólo a los sacerdotes
Lucas añade el adjetivo monous (= «[a ellos] solos»); Mateo, por su parte, usa el mismo adjetivo, pero en dativo plural: monois. Una coincidencia insignificante entre los dos evangelistas. La prohibición está implícita en el episodio de David (1 Sm 21), pero en Lv 24,9 se dice explícitamente: «para Aarón y sus hijos».
Hay que señalar que en la historia de David no se hace ninguna mención del sábado. Pero esa vinculación existía ya en la redacción de Marcos. Muchos comentaristas han pensado que el episodio de David es una adición secundaria a los datos de tradición que presentaban a Jesús saliendo en defensa de sus discípulos, y, consiguientemente, una adición a sus palabras sobre el sábado. La primitiva narración comprendería únicamente Me 2,23.24.27. Véanse los comentarios al Evangelio según Marcos.
v. 5. Y añadió
Literalmente: «Y les decía». Hay que notar que, en este caso, Lucas no emplea su construcción típica —véase la «nota» exegética a Lc 5,33—, sino que reproduce la frase de Marcos: elegen con dativo (autois = «a ellos», «les»).
El Hijo de hombre
Véase la «nota» exegética a Lc 5,24. La frase hace referencia al ministerio terrestre de Jesús; además, lleva implícitamente un cierto sentido de dignidad y de superioridad sobre las prescripciones de la Escritura.
La redacción de Marcos dice: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; por tanto, el Hijo de hombre es señor incluso del sábado» (Mc 2,27-28). Dada la colocación del título en la tradición más primitiva, la expresión «el Hijo de hombre» puede ser equivalente a «hombre» (en sentido genérico). Este significado, por una parte, cuadra perfectamente en el contexto, y por otra, sería una respuesta adecuada para destruir las críticas contra la actuación de los discípulos. Pero, en el Evangelio según Lucas, la expresión ho huios tou anthrópou tiene, casi con toda seguridad, sentido de título aplicado a Jesús. Sin duda, es parte de la concepción cristológica del evangelio, a medida que la narración va desarrollándose.
Señor del sábado
Lucas omite la partícula kai, que aparece en el texto de Marcos (Mc 2, 28), y cambia el orden de las palabras; Mateo, por su parte, hace lo mismo (Mt 12,8). La presencia de kai en la redacción de Marcos acentúa el contraste, y a eso colabora también la posición del genitivo al final de la frase. En cambio, Lucas deja para el final la expresión «el Hijo de hombre».
La redacción de Lucas presenta a Jesús como «señor del sábado», en virtud de su exousia (= «autoridad») —en cuanto Hijo de hombre—, para predicar y proclamar el Reino. Si, en ciertos casos, un hombre puede prescindir de las prescripciones de la Escritura, también lo puede el Hijo de hombre. Sin abolir formalmente las reglamentaciones con respecto al sábado, Jesús la subordina a su misión y a su propia persona.
Marción y el códice D colocan este v. 5 después del v. 10; el códice D, por su parte, en lugar del v. 5, añade el texto siguiente: «Aquel mismo día vio a uno que estaba trabajando en sábado, y le dijo: ‘Hombre, si sabes lo que estás haciendo, dichoso tú; pero si no te das cuenta, eres execrable y un violador de la ley’». Pero estas palabras se parecen enormemente a los dichos de Jesús recogidos en el Evangelio según Tomás, de origen copto (cf. EvTom 3,14), y pertenecen indudablemente a la misma tradición de este evangelio apócrifo. Cf. W. Kaser: ZTK 65 (1968) 414-430.