Lc 5, 33-39: En casa de Leví – Vino nuevo
/ 4 septiembre, 2015 / San LucasTexto Bíblico
33 Pero ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber». 34 Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? 35 Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
36 Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. 37 Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. 38 A vino nuevo, odres nuevos. 39 Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios, meditaciones desde la Tradición de la Iglesia
San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Sermón: Los días del alumbramiento.
Sermón 210, 5.
«LLegará el día en que el Esposo les será arrebatado: entonces ayunarán» (Lc 5,35).
Que «nuestras cinturas permanezcan ceñidas y nuestras lámparas encendidas»; seamos «como servidores que esperan a que su dueño vuelva de la boda » (Lc 12,35). No seamos como esos impíos que dicen: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos» (1Co 15,32). Cuanto más incierto es el día de nuestra muerte, más dolorosas son las pruebas de esta vida; y debemos ayunar y rezar más, porque efectivamente, mañana moriremos.
«Dentro de poco, les decía el Señor a sus discípulos, ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver» (Jn 16,16). Ahora, es la hora sobre la que dijo: «Vosotros lloraréis y os lamentaréis mientras el mundo estará» (v. 20); esta vida es un tiempo lleno de pruebas, donde viajamos lejos de él. «Pero, añade, volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría» (v. 22).
Mientras tanto la esperanza que así nos da el que es fiel a sus promesas, no nos deja sin alegría, hasta que seamos colmados por la alegría superabundante del día en que “ seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es» (1Jn 3,2), y donde «nadie podrá quitarnos esta alegría»… «Una mujer que da a luz, dice nuestro Señor, está afligida porque ha llegado su hora. Pero cuando el niño nace, experimenta una gran alegría porque al mundo le ha nacido un hombre» (Jn 16,21). Esta alegría nadie podrá quitárnosla y con la que seremos colmados cuando pasemos de la concepción presente de la fe, a la luz eterna. Ayunemos pues ahora, y roguemos, ya que estamos en los días del alumbramiento.
Sermón: Esposo hecho carne.
Sermones sobre la primera carta de san Juan, 1, 2.
«Mientras el novio está con ellos» (Lc 5,35).
«Nosotros le hemos visto, escribe san Juan, y damos testimonio de ello» (1Jn 1,2). ¿Dónde lo vieron? En su manifestación. ¿Qué quiere decir, en su manifestación? Bajo el sol; dicho de otra manera, en esta luz visible. ¿Pero cómo se puede ver bajo el sol a aquel que ha hecho el sol, si no fuera porque antes «ha levantado su tienda bajo el sol y, como un esposo que sale de su alcoba se lanzó como un guerrero a recorrer su camino»? (Sal 18,6 Vulg). Es anterior al sol el que ha hecho el sol, es anterior al lucero de la mañana, anterior a todos los astros, anterior a todos los ángeles, verdadero Creador, porque «todo fue hecho por él y sin él nada se hizo» (Jn 1,3). Queriendo dejarse ver por nuestros ojos de carne que ven el sol, levantó su tienda bajo el sol, es decir, mostró su carne manifestándose en esta luz terrestre, y la alcoba de este esposo ha sido el seno de la Virgen.
Porque en este seno virginal se unieron los dos, el esposo y la esposa, el Verbo esposo y la carne esposa. Tal como está escrito: «Los dos serán una sola carne» (Gn 2,24 Vulg); y el Señor dice en el Evangelio: «De manera que ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19,6). Isaías expresa muy bien eso que dos no hacen más que uno cuando, hablando en nombre de Cristo, dice: «como el esposo me ha puesto una diadema, y como una novia me ha adornado con joyas» (61,10). Parece que es uno solo el que habla y, al mismo tiempo, habla como esposo y como esposa; porque ya no son dos, sino una sola carne, porque «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Es a esta carne que se une la Iglesia y así forma el Cristo total, cabeza y cuerpo (Ef 1,22).
San Bernardo, monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón: Cristo te ha amado y te ha buscado.
Sermón 84 sobre el Cantar de los Cantares.
«El Esposo está con ellos» (Lc 5,).
Que el alma lo recuerde: es el Esposo quien la ha buscado primero y quien la ha amado primero; esta es la fuente de su propia búsqueda y de su propio amor…
«He buscado, dice la Esposa [del Cantar de los Cantares], a aquel que ama mi corazón» (3,1). Sí, es cierto, es la ternura solícita de aquel que primero te ha buscado y te ha amado la que te invita a esa búsqueda. Tú no lo buscarías si primero él no te hubiera buscado; tú no le amarías si primero él no te hubiera amado.
El Esposo te ha avisado no con una sola bendición, sino con dos: te ha amado y te ha buscado. La causa de la búsqueda es el amor; su búsqueda es fruto de su amor y es también la prenda segura. Eres amada de él de una manera tal que no puedes ni tan sólo sospechar cómo eres buscada. Eres buscada por él de manera que no puedas lamentarte de no ser realmente amada. Esta doble experiencia de su ternura te ha llenado de audacia: ha alejado toda vergüenza, te ha persuadido de volver a él, ha suscitado tu arrebato. De ahí proviene este fervor, de ahí este ardor «buscando a aquél que ama tu corazón» porque, evidentemente, tú no lo hubieras podido buscar si él no te hubiera buscado primero; y ahora que te busca, no puedes dejar de buscarle.
San Pascasio Radberto, monje benedictino
Comentario: Sublime unió de Cristo con la Iglesia.
Comentario sobre el evangelio de Mateo n. 10,22.
«Gran misterio éste, que yo relaciono con la unión de Cristo y de la Iglesia» (Ef 5,31).
“…y llegarán a ser una sola carne.»
Una unión extraña y extraordinaria se realizó cuando “el Verbo se hizo carne” en el seno de la Virgen y “habitó entre nosotros” (Jn 1,14). Así como todos los elegidos son resucitados en Cristo cuando él resucitó, así en él se han celebrado unas bodas: La Iglesia ha sido unida a un Esposo por los lazos del matrimonio cuando el Hombre-Dios recibió en plenitud los dones del Espíritu Santo y cuando toda la divinidad ha venido a habitar en un cuerpo semejante al nuestro… Cristo se hizo hombre por el Espíritu Santo y, “como un esposo que sale de su alcoba” (Sal 18,6) sale del seno de la Virgen que hizo de alcoba nupcial. Pero la Iglesia, renaciendo del agua y del Espíritu se convierte en un solo cuerpo en Cristo, de manera que “son una sola carne” (Mt 19,5), lo que, relacionado con Cristo y la Iglesia “es un gran misterio” (cf Ef, 5,31).
Este matrimonio dura desde la encarnación de Cristo hasta el momento en que Cristo volverá y que todos los ritos de la unión nupcial se habrán cumplido. Entonces, los que están preparados y habrán cumplido las condiciones de esta unión tan sublime, entrarán con él, llenos de reverencia, en la sala de las bodas eternas (Mt 25,10. En espera, la Esposa prometida a Cristo camina hacia su Esposo, guardando fielmente la alianza con él en la fe y la ternura hasta que él vuelva.
Comentarios exegéticos
Comentarios a la Biblia Litúrgica (NT): La novedad del mensaje de Jesús
Paulinas-PPC-Regina-Verbo Divino (1990), pp. 11269-1271.
El mensaje de Jesús no es algo absolutamente nuevo dentro del campo de la historia de los hombres: su verdad empalma de algún modo con las verdades y esperanzas de las religiones de la tierra. Pero, a la vez, debemos señalar que la palabra y el gesto de Jesús ha inaugurado sobre el mundo una experiencia religiosa diferente; a la singularidad, a la novedad definitiva de Jesús, alude nuestro texto.
Este tema de la novedad cristiana, interpretada sobre todo en forma de superación del judaísmo, se ha expresado en diferentes unidades literarias. La primera trata del problema del ayuno (5,33-34); la segunda reproduce unas pequeñas parábolas antiguas (5,36-39). En ambos casos, sobre la palabra primitiva se ha introducido una pequeña nota de carácter aclaratorio y analógico (5,35 y 5,39).
Vengamos a la primera unidad (5,33-34), en que se alude a la costumbre del ayuno, observada en las dos líneas fundamentales del judaísmo palestino de aquel tiempo: lo practican los fariseos, sometiéndose de esa forma a la ley del antiguo testamento (cfr Lev 16,29-31; 23,27-32); lo cumplen los discípulos de Juan Bautista y los miembros de las diversas sectas apocalípticas, que acentúan de esa forma el carácter transitorio de la vida de los justos en el mundo. En contra de unos y de otros, los discípulos de Jesús no observan el ayuno. ¿Cuál es la causa? La respuesta de la iglesia es clara: la actitud fundamental de los cristianos reproduce un gesto de alegría; el tiempo de las bodas (del esposo que es Jesús) se ha hecho presente; el reino ha despuntado, irrumpe sobre el mundo la verdad definitiva. (Por eso carece de sentido el mantenerse en actitud de espera y penitencia en el ayuno).
En un momento determinado, la iglesia ha descubierto que esta verdad fundamental de la alegría del reino se halla unida a la tristeza de la marcha de Jesús, velado tras la Pascua. Entonces se ha añadido el verso 5,35, señalando que también para los cristianos es posible el ayuno. Sin embargo, no podemos olvidar nunca que la penitencia cristiana está fundada sobre la experiencia básica de la llegada de la salvación. Dentro del contexto del evangelio de Lucas, el verdadero sentido de esa penitencia se traduce en forma de fraternidad y amor al prójimo.
La segunda unidad consta básicamente de dos parábolas (5,36-37) que indican la novedad del mensaje de Jesús. No es posible remendar un manto viejo (judaísmo, religiosidad humana) añadiéndole pequeños trozos de evangelio; hay que confeccionar un manto enteramente nuevo a partir de las palabras y los gestos de Jesús. Ni se puede verter el vino hirviente y poderoso del evangelio en los antiguos odres carcomidos de la religiosa dad judía; quien acepte a Jesucristo tiene que cambiar sus odres, encontrar una manera enteramente nueva de existencia. También aquí, como en la unidad anterior, se ha introducido una especie de nota marginal; a pesar de que el mensaje de Jesús tenga las características de un vino fuerte y nuevo, el vino bueno es el añejo. Mirado a partir de esta dimensión, el vino de Jesús (y los cristianos) resulta ser el viejo (5,39).
Aplicando este pasaje a nuestro mundo observamos: a) la alegría desbordante de la presencia del esposo y de las bodas parece haberse esfumado entre nosotros; b) nuestra actitud creyente está compuesta de remiendos. ¿No podemos descubrir un día la novedad absoluta, creadora y transformante del mensaje de Jesús en nuestra vida?
A. Stöger, El Nuevo Testamento y su Mensaje (Lc): Lo viejo y lo nuevo
Comentario para la lectura espiritual. Herder, Barcelona (1979), Tomo I, pp. 162-165.
33 Entonces le dijeron: Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración; igualmente también los de los fariseos. Pero los tuyos se lo pasan comiendo y bebiendo. Entonces Jesús les respondió: ¿Acaso podéis obligar a que ayunen los invitados a bodas mientras el esposo está con ellos? 35 Tiempo llegará en que les será arrebatado el esposo, y entonces, en aquellos días, ayunarán.
Jesús y sus discípulos toman parte en banquetes. Los fariseos y los escribas ejercen crítica. Ésta va en primer lugar contra los discípulos, pero en último término contra Jesús mismo. Los que se sienten responsables de la santidad del pueblo, Juan Bautista y los fariseos, ayunan con frecuencia y hacen oración. Estas dos cosas van de la mano. Los días de fiesta son días de oración; en efecto, el ayuno sirve de base a la oración. El ayuno empequeñece; Dios escucha a los menesterosos y a los pequeños. ¿Por qué no ayunan los discípulos de Jesús? ¿Por qué no se atiene Jesús a nuevos ayunos y a nuevas oraciones?
Los fariseos desconocen la importancia de la hora que acaba de sonar. Aquí hay algo nuevo. Esto nuevo vive conforme a reglas nuevas. Estamos en tiempo de boda: no va a convertirse en tiempo de ayuno… A nadie se le ocurre obligar a ayunar a los invitados a bodas… El tiempo de salvación que se ha iniciado, lo compara Jesús con tiempo de bodas y tiempo de alegría. Ha llegado el suspirado y apacible año del Señor. En este tiempo son más propios los banquetes que los ayunos.
Así pues, ¿no está en contradicción con este tiempo de alegría que ayunen los discípulos de Cristo y los cristianos? En aquellos días ayunarán. Los discípulos ayunan en memoria de la muerte del Señor. Cuando se les quite violentamente el esposo, entonces ayunarán en señal de luto. Cristo alude a su muerte violenta. En su calidad de Mesías es el esposo. En aquellos días ayunarán los discípulos, no sólo el día en que se les sea arrebatado Jesús, sino durante todo el tiempo en que ya no habite visiblemente entre ellos, en el tiempo que se extenderá desde la «elevación» de Jesús hasta su segunda manifestación. Este tiempo está marcado por la alegría, porque la salvación ha llegado ya. Pero al mismo tiempo está marcado por la tristeza, porque Jesús ya no está visiblemente presente, sino que es esperado.
En el comportamiento de los adversarios se deja notar ya que Jesús será arrebatado con violencia a sus discípulos. En un principio sus adversarios piensan desfavorablemente de él, luego lo critican abiertamente porque — dicen — está minando la devoción y la disciplina; en cuanto al futuro, aparece ya claro que Jesús será descartado con violencia. La repulsa comienza con pensamientos, luego pasa a las palabras para terminar en obras…
36 Les decía también una parábola: Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para echar un remiendo en un vestido viejo: en tal caso, rompería el nuevo, y al viejo no le iría bien el remiendo sacado del nuevo. 37 Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; en tal caso, el vino nuevo reventaría los odres y se derramaría, y los odres se echarían a perder. 38Hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. 39 Y nadie que haya probado el vino viejo quiere el nuevo; porque dice: El viejo es mejor.
¿Qué es lo que distingue a los discípulos de Jesús? Los fariseos y sus escribas pensaban que la renovación religiosa consistía en separarse rigurosamente de todo lo que es impuro, en nuevas prácticas religiosas: ayunos y oraciones. A las antiguas prácticas religiosas había que añadir otras nuevas. Jesús piensa de otra manera. Tales métodos no tienen valor. Esto se muestra gráficamente en la parábola del remiendo y del vino en los odres. Deben renovarse las actitudes interiores, no sólo las prácticas religiosas externas. Lo nuevo que anuncia Jesús no consiste simplemente en verter o en echar un remiendo de algo nuevo en lo viejo. Los tiempos mesiánicos son algo nuevo, nunca oído son un nuevo nacimiento, presuponen en el hombre vuelta atrás, conversión, modificación total del modo de pensar. Por ello no puede tratarse simplemente de añadir a lo antiguo algunas prescripciones y prácticas nuevas.
Los judíos están acostumbrados a lo antiguo, Jesús trae algo nuevo. Nadie que haya probado el vino viejo quiere el nuevo. La palabra de Jesús encierra una cierta melancolía. Nada es tan difícil como la verdadera conversión, la transformación interior. Lo antiguo es más cómodo. Jesús exige desprendimiento de uno mismo. Los discípulos lo abandonaron todo: éste es el distintivo de la verdadera condición de discípulo. El publicano lo hizo. El banquete que se celebra es ciertamente cosa más grande que el ayuno de los fariseos. Es despedida de lo antiguo y comienzo de lo absolutamente nuevo.
Biblia Nácar-Colunga Comentada
Los discípulos de Cristo no ayunan, 5:33-39 (Mt 9:14-17; Mc 2:18-22).
Cf. comentario a Mt 9:14-17.
Las narraciones de los tres sinópticos son bastante afines. Cristo elude la pregunta de los fariseos ante el porqué de no “ayunar” sus discípulos, refiriéndose a los ayunos libres y “oraciones” (Lc) especiales que hacían los discípulos del Bautista y los de los fariseos. Se explica el eludir la pregunta, basada en el espíritu pretencioso y ostentoso farisaico. Ante el gozo del esposo es hora de alegría. El banquete es símbolo bíblico del reino. Aunque éste perdurará, aquí sólo se considera el aspecto de este momento temporal de Cristo. Acaso se destaque y se explique esta “objeción” para justificar la práctica de los ayunos en la primitiva Iglesia, y el cambio de días.
Pero en las comparaciones del “vestido” y del “vino” les hace ver que hay una incompatibilidad con la materialidad de lo pasado, y que hay un espíritu nuevo, al margen de sus exigencias y tradiciones.
v.39. La última frase de Lc, exclusiva suya, parecería estar en contradicción con lo anterior, donde se elogia lo “nuevo.” Dice: “Y nadie que tenga vino añejo quiere el nuevo, porque dice: El vino añejo es mejor.” Esta frase debe de proceder de otro contexto. Pero Lc la inserta aquí para indicar el apego de muchos al vino añejo de la Ley. Estos no renuncian al “vino añejo” del A.T. ni a sus tradiciones farisaicas. Es el gusto a lo que estaban fuertemente apegados. Tal fue el caso de los “judaizantes” sin llegar a la irreductibilidad del fariseísmo.
Como se dijo en el Comentario a Mt, también interesaba este tema en la Iglesia primitiva, para insistir en la práctica penitencial del ayuno, aunque cambiados los días, para diferenciarse de la práctica judía y vincularlos a los días cristianos hasta llegar a la plenitud del reino (cf. Act 13:2ss; 14:23; Didaje 8). Ya en Mt 6:16 se ve que los judeocristianos practicaban el ayuno.
Se sostiene que el dicho de Cristo, que está en los tres sinópticos — que ayunarán cuando les quiten el “esposo” — es un prematuro anuncio de la muerte de Cristo (C. H. dodd, Ρarables of the Kingdom [1936] 116-117 n.2). ¿Por qué? Parece una sentencia central que se impone, admitida la alegoría temporal de la boda. Aparte que no habría inconveniente en que pudiera ser un pasaje adelantado. Si fuese posterior la cronología, entonces “contendría unas palabras genuinas de Jesús” (E. J. Mally). Un poco antes o después no afecta a la “genuinidad” de las palabras de Cristo. Lo que sí se ve es que su sola presencia es fuente de gozo escatológico; la venida del reino está relacionada con él, y su ausencia traerá sufrimiento (cf. O. Culmann, Christologie du Ν. Τ. [1966] 48-62).
G. Zevini, Lectio Divina (Lucas): La discusión sobre el ayuno
Verbo Divino (2008), pp. 113-115.
Lectio
La tercera controversia se sitúa en continuidad con la precedente. Además de los ayunos prescritos, tanto los fariseos como los discípulos de Juan practican con frecuencia otros ayunos. ¿Cómo es que Jesús y sus discípulos no son igual de austeros? La respuesta del Jesús de Lucas, altamente significativa, se extiende de inmediato a una consideración más general, relacionada con el paso del estilo de vida judío a la «novedad» cristiana.
Las Escrituras describían con el simbolismo nupcial la relación entre el Señor y su pueblo (véase, por ejemplo, Os 1-3). Jesus, aludiendo a esa concepción, se compara con el esposo: su presencia es motivo de fiesta y, por tanto, excluye el ayuno. Sin embargo, añade, en la misma línea, que, cuando «les será arrebatado» violentamente, sus discípulos harán luto y ayunarán.
En realidad -subrayan los últimos dichos-, la cuestión del ayuno manifiesta solo un aspecto de la diferencia entre el judaísmo, bien representado por la secta de los fariseos, y lo que la venida del Mesías ( el esposo») ha traído. El «vino nuevo», que los «odres viejos» no pueden contener, es la novedad cristiana. Esta consiste ante todo en Jesús, que revela en su mismo comportamiento el amor misericordioso de Dios. Por desgracia, el que se ha acostumbrado al «vino añejo» tiene dificultades para aceptarlo.
Meditatio
Acoger la novedad que supone Jesús y que se manifiesta en su estilo de vida no resultaba incómodo solo para los fariseos de su tiempo, sino que continúa siéndolo para sus discípulos de hoy. A más de dos mil años de distancia, la historia nos presenta aperturas y ahondamientos en la comprensión de Jesús, ejemplos múltiples de hombres y de mujeres que han dado valor a su predicación con su vida; ahora bien, al mismo tiempo, nos entrega también intentos bien logrados de «enyesar» su imagen y «congelar» su Palabra. ¿Acaso no nos acecha constantemente la tentación de usar las seguridades dogmáticas como refugio y defensa para no dejarnos inquietar por el soplo del Espíritu que, a pesar de todo, sigue guiándonos «a la verdad completa» (cf. Jn 16,13)? El conocimiento de Jesús, la experiencia de comunión con él en la fe, es una realidad siempre nueva, que huye de los cierres defensivos del pasado, de lo «ya conocido». No porque Jesús cambie y hoy sea distinto de ayer -«Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8)—, sino porque nos pide a nosotros que cambiemos, que nos convirtamos cada día, a fin de acoger un poco más el don que él es e implicarnos en la fiesta de su amor.
La ascesis es necesaria y significativa precisamente por eso: para ayudarnos a ser capaces y estar dispuestos a reconocer a Jesús y a estar junto a él como él nos manifiesta hoy, con la frescura y la riqueza nunca agotadas de su encarnación.
J. Fitzmyer, El Evangelio según san Lucas: Disputa sobre el ayuno
Tomo II. Traducción y Comentarios. Cristiandad, Madrid (1987), cf. pp. 538-553.
v. 33. Ellos le dijeron
Por exigencias del contexto, los anónimos oponentes tienen que ser los mencionados anteriormente en el v. 30, ya que Lucas omite la introducción narrativa de Marcos (Mc 2,18). En la narración de Mateo, la pregunta proviene de «los discípulos de Juan» (Mt 9,14). Lucas construye el verbo «decir» (eipan = «dijeron») con la preposición pros (= «hacia») y acusativo (véase la «nota» exegética a Lc 1,13); la misma construcción volverá a salir en los vv. 34 y 36.
Los discípulos de Juan
La existencia de discípulos del Bautista queda confirmada por el propio Lucas, más adelante, en Lc 7,18-19; 11,1. Posiblemente se trate de un grupo de judíos palestinenses (pero véase Hch 18,25-26) que habían aceptado el bautismo de Juan, usaban determinadas fórmulas de oración y observaban regularmente el ayuno. Del texto de Mc 6,29 se puede deducir que la actividad corporativa de este grupo continuó incluso después de la prisión y muerte del Bautista. Algunos comentaristas defienden que los «discípulos» que aparecen en Hch 19,1 son un grupo de discípulos de Juan; pero esa interpretación es muy improbable (cf. JBC, art. 45, n. 90). Del episodio que comentamos puede desprenderse que existía una cierta rivalidad entre los discípulos de Jesús y los de Juan; cf. Jn 3,25-26; 4,1-2.
Ayunan frecuentemente
Lucas añade un acusativo adverbial: pykna (= «muchas veces»). No hay modo de determinar ni la frecuencia ni las circunstancias de este ayuno religioso practicado por los discípulos de Juan. En Mc 1,6 se nos dan ciertas indicaciones sobre la dieta, más bien ascética, del Bautista: «saltamontes y miel silvestre». La dieta se puede calificar de espartana; pero no se puede decir que sea equivalente a lo que, en general, se entiende por ayuno. Del texto de Lc 7,33 se deduce que el propio Juan observaba el ayuno. En el Antiguo Testamento se entiende por «ayuno» la abstinencia de «pan» (= comida) y de «agua» (cf. Éx 34,28; Dt 9,9); el ayuno va frecuentemente asociado con el uso de «sayal y ceniza» (por ejemplo, Dn 9,3). Parece que el elemento de renuncia personal, que va implícito en la práctica del ayuno, contribuyó a la idea de una santificación adquirida por las propias fuerzas; una actitud censurada, en muchas ocasiones, por los profetas (véase, por ejemplo, Jr 14,12; Is 58,3-9).
Dicen sus oraciones
Esta adición de Lucas parece sugerir que Juan había enseñado a sus discípulos ciertas fórmulas de oración (cf. Lc 11,1). La expresión literal de Lucas: deéseis poiountai ( = «hacen súplicas»), es una expresión idiomática del griego clásico: el verbo poiein, en voz media, acompañado de un sustantivo verbal abstracto. Cf. 3 Mac 2,1; Flavio Josefo, Bell. VII, 5,2, n. 107; BDF, n. 310.1.
Tus discípulos no hacen más que comer y beber
Lucas ha reformulado los materiales de su fuente (Mc 2,18), donde se dice: «tus discípulos no ayunan». Ese cambio de formulación conecta este episodio con el precedente, en el que Jesús y sus discípulos son acusados de «comer y beber» con recaudadores y gente pecadora (Lc 5,30). El tono de la crítica es evidentemente peyorativo; se quiere hacer un reproche al comportamiento de Jesús (eso es lo que pretende subrayar la traducción que proponemos). Véase, además, Lc 7,33-34, donde el propio Jesús es objeto de esa misma crítica.
v. 34. Jesús replicó
Literalmente habría que traducir: «Pero Jesús les dijo» (eipen pros autous; véase la precedente «nota» al v. 33).
No podéis hacer que los amigos del novio ayunen… ¿verdad?
Literalmente habría que traducir la expresión original: tous huious tou nymphónos por «los hijos de la cámara nupcial». Jesús sale en defensa de sus discípulos, dando a entender que el ayuno es una expresión de tristeza y de abatimiento, una actitud fuera de lugar mientras el novio está presente; la presencia del novio requiere un clima de alegría.
La connotación que tenía el «ayuno» en el judaísmo contemporáneo puede deducirse tal vez de las indicaciones de un texto clásico del rabinismo, Megillat Téanit (— «manuscrito/rollo del ayuno»). Consiste en un calendario anual, con los días de cada mes en los que está prohibido el ayuno (y el duelo), porque se trata de unos días asociados con el gozo y la celebración de diversos acontecimientos históricos de Israel que se conmemoraban precisamente en esas fechas. Cf. MPAT, n. 150.
Lucas sigue fielmente a Marcos (Mc 2,19b) al hablar de «ayuno»; pero Mateo (Mt 9,15) cambia ese «ayuno» por «luto» o «estar de luto» (penthein). Para ulteriores detalles, véase J. A. Ziesler, The Removal of the Bridegroom: A Note on Mark ii. 18-22 and Parallels: NTS 19 (1972-1973) 190-194.
La expresión griega huioi tou nymphdnos (— «hijos de la cámara nupcial») es un semitismo, es decir, una traducción de la expresión hebrea bené ha-huppáh (Tos.Ber. 2, 10; cf. J. Jeremías, TDNT 4, 1099- 1106). El uso del término huios (= «hijo») quiere expresar la íntima relación entre el novio y los invitados que reciben esa designación por el papel que desempeñan precisamente con motivo de la boda.
El novio
La declaración de Jesús, formulada aquí como pregunta, le identifica a él como «el novio» en el día de su boda, cuya celebración inaugura el nuevo período de la historia. Los discípulos son sus «amigos», que tienen que participar en la alegría de la fiesta que supone esa inauguración.
Para una panorámica de las diversas interpretaciones de la frase —y de la siguiente— véase R. Dunkerley, The Bridegroom Passage: ExpTim 64 (1952-1953) 303-304.
Ni en el Antiguo Testamento ni en la primitiva literatura rabínica se usa el apelativo «novio» como título mesiánico (cf. J. Jeremías, TDNT 4, 1101-1103). Pero W. H. Brownlee, en su artículo Messianic Motifs of Qumran and the New Testament: NTS 3 (1956-1957) 195- 210, espec. 205, ha tratado de interpretarlo de esta manera. Basándose en una «lectura sectaria» de Is 61,10, que lee kkwhn (= «como sacerdote»), en vez del verbo yekahén del texto masorético, Brownlee piensa que en la comunidad de Qumrán se interpretaba el texto de IQIsa 61,10 como referente al Mesías de Aarón: «me ha vestido un traje de justicia, como a un novio, como a un sacerdote con su corona». El texto de Isaías, según la variante de Qumrán, yuxtapone «novio» y «sacerdote». Y como hay otro texto de la literatura de Qumrán (lQSa 2,19), en el que se dice que «un sacerdote» precederá al Mesías de Israel, y ese «sacerdote» se interpreta normalmente como el Mesías de Aarón, Brownlee piensa que ésa puede ser la connotación de kkwhn (= «sacerdote») en IQIsa. Sin embargo, la argumentación es muy débil. Aun en el caso de que haya que preferir el texto de IQIsa al texto masorético, la referencia tiene que aplicarse al sumo sacerdote, vestido de gala, como también lo interpretó el posterior targum de Isaías (cf. J. F. Stenning, The Targum of Isaiah, Oxford 1949, 205). Por otra parte, no es seguro, ni mucho menos, que el «sacerdote» de lQSa sea precisamente el Mesías de Aarón. Para ulteriores detalles, véase J. Gnilka, «Brautigam» – spdtjüdisches Messiasprádikat?: TTZ 69 (1960) 298-301.
v. 35. Vendrán días
Indudablemente se trata de días muy distintos a los de la celebración festiva, en la que el novio está presente. La misma expresión aparece también en Lc 17,22; 19,43; 21,6; 23,29. En este episodio, Lucas reproduce los materiales de Marcos (= «Me»). Más adelante, en Lc 22, 35-36, se expresará de otro modo la distinción entre el «tiempo de Jesús» y el «tiempo de la Iglesia».
Se les quite al novio
El verbo aparthé está tomado de Marcos (Mc 2,20), y en toda la tradición sinóptica no aparece más que en este episodio. Evidentemente, hace referencia a la «marcha» de Jesús, al fin de su presencia entre sus discípulos; pero no se puede decir que entre sus connotaciones vaya incluida la muerte violenta. El códice D emplea ese mismo verbo en Hch 1,9 para describir la ascensión de Jesús; pero, naturalmente, sería leer demasiado en este episodio si quisiéramos atribuirle todas esas connotaciones.
Entonces ayunarán
De este modo, Lucas da un fundamento al ayuno como práctica de la comunidad cristiana primitiva, andándolo en una palabra de Jesús. Pero no hay la más mínima huella, ni siquiera acudiendo al contexto global del episodio, de que ese ayuno pueda referirse al luto y al duelo por la pasión y muerte de Cristo.
En aquellos días
Como ya indicábamos en el «comentario» general, Lucas emplea la forma plural, en vez del singular de Marcos (en ekeiné té hémera = «en aquel día»: Mc 2,20), para hacer concordar la frase con el comienzo del versículo.
v. 36. Y les propuso también
La construcción griega dice: elegen pros autous (= «les decía»); véase la «nota» al precedente v. 33. Este modo de introducir las parábolas es típico de Lucas (Lc 12,16.41; 14,7; 15,3; 18,9; 20,9.19); a veces sustituye el dativo autois (= «les», «a ellos») por la frase preposicional pros autous (cf. Lc 6,39; 18,1; 21,29). La función de la frase en este episodio es de mera sutura; sirve para unir las comparaciones con el relato de la controversia. Al mismo tiempo ilustra uno de los matices de la «declaración» de Jesús, dándole un sentido alegórico.
Una parábola
El término griego parabolé ya hizo su primera aparición en Lc 4,23 en el sentido de «proverbio», y en ese sentido también se puede aplicar al siguiente v. 39. Sin embargo, aquí se emplea con el significado normal de «parábola» o «comparación», que es el sentido propio en la tradición evangélica. La variedad de significados del término parabolé hay que atribuirla a su trasfondo veterotestamentario; de hecho, tanto parabolé —término exclusivo de la tradición sinóptica— como paroimia —correspondiente en la tradición del cuarto Evangelio— traducen la palabra hebrea másáí en la versión de los LXX. El término hebreo es tremendamente polisémico: «máxima» (libro de los Proverbios), «proverbio» (1 Sm 10,11-12; 24,14), «verso profético» (Nm 23,7), «parábola» (2 Sm 12,1-6), «alegoría» (Ez 17,2-24), «cantar» o «burla» (Is 14,4).
También se traduce con parabolé la palabra hebrea hidáh (= «enigma»: Prov 1,6).
En la tradición evangélica, parabolé denota, por lo común, una forma literaria que se utiliza para conseguir cierto efecto estético, a través de una comparación ilustrativa de naturaleza más bien genérica; la «parábola» no está condicionada por determinaciones temporales, como suele ser el caso en la mayoría de las narraciones evangélicas. La «parábola» propiamente dicha es una comparación que echa mano de técnicas narrativas populares y de infinidad de detalles de la vida diaria de Palestina; su contenido es algún punto del mensaje cristiano expuesto con cierta claridad y con una viveza que estimula la atención del destinatario, al mismo tiempo que suscita una reflexión ulterior, plantea una problemática y exige una valoración o una aplicación concreta. Muchas veces, la comparación es explícita (véase, por ejemplo, Lc 6, 47-49); entonces, la parábola es una expansión narrativa de esa semejanza, generalmente en tiempo pasado (imperfecto, aoristo, incluso perfecto). Otras veces, la comparación es sólo implícita (véase, por ejemplo, 8,5-8); entonces se trata, prácticamente, de un desarrollo metafórico. El término «semejanza» se emplea a veces para referirse a una comparación que usa fundamentalmente elementos descriptivos más bien que detalles narrativos, y en la que predomina el tiempo presente; también aquí la comparación puede ser explícita o estar meramente implícita o insinuada (como, por ejemplo, en el episodio que estamos comentando). Pero, en realidad, la distinción entre «parábola» y «semejanza» es prácticamente irrelevante.
La descripción que acabamos de dar de parabolé se refiere únicamente a sus características literarias. Pero, aunque los elementos formales de esta figura no dejan de ser importantes, en realidad están subordinados al contenido o al mensaje que quiere transmitir. La finalidad de esta clase de figuras no consiste en una comparación de ciertas verdades cristianas con los detalles de la vida corriente, sino que más bien lo que pretende es enfrentar al lector con esas verdades del cristianismo de una manera sugestiva y con procedimientos no habituales. Efectivamente, se trata de un proceso de revelación empleado para transmitir ciertos matices que no se pueden expresar por medio de formulaciones abstractas y para solicitar la adhesión del lector o del oyente.
Por lo general, la «parábola» consiste en una sola comparación, como se reconoce casi unánimemente desde los estudios de A. Jülicher en 1899. Éste es un aspecto que hay que tener muy en cuenta para evitar excesos en la interpretación de determinados detalles de la figura. Pero no se puede negar que en el estudio de las parábolas se ha tendido a exagerar este aspecto; mientras que, en realidad, algunas parábolas de la tradición evangélica tienen claramente —e incluso exigen— varios puntos de comparación. Lo más correcto es estudiar cada una de ellas en particular.
Nadie recorta una pieza de un vestido nuevo
Lucas ha reformulado la primera comparación del relato de Marcos, lo que confiere a esta primera imagen una mayor semejanza con la segunda. Marcos dice así: «Nadie le pone una pieza de paño sin estrenar a un vestido viejo; porque, si hace eso, el remiendo tira del vestido, es decir, lo nuevo tira de lo viejo y deja un roto mucho peor» (Mc 2,21; cf. Mt 9,16). Esta formulación de Marcos ha experimentado diversas interpretaciones. Según J. Jeremías (Parables, 118), el sentido es el siguiente: «La época antigua ha terminado; por eso se compara a un vestido viejo, que no vale la pena remendar con un paño nuevo. Ha llegado la nueva era, la definitiva». Pero esa interpretación no explica el «roto mucho peor». Por su parte, A. Kee, en su artículo The Oíd Coat and the New Wine: A Parable of Repentance: NovT 12 (1970) 13-21, piensa que la comparación presupone que el vestido viejo todavía está en condiciones de poder admitir un remiendo; pero si la operación se lleva a cabo de una manera inadecuada, es decir, con una pieza de paño sin estrenar, el roto que va a quedar en el vestido viejo será mucho peor, y existe el peligro de que quede totalmente estropeado. La interpretación es posible. Pero el verdadero sentido de la comparación parece consistir en la incompatibilidad de lo viejo con lo nuevo: «el remiendo tira del vestido, es decir, lo nuevo tira de lo viejo»; y el resultado es que el vestido viejo queda aún en peores condiciones de uso.
En la reformulación lucana, el aspecto de incompatibilidad entre lo nuevo y lo viejo está presente; pero el énfasis es distinto. Veamos. La formulación de Marcos —y la de Mateo, que sigue fielmente a Marcos— centra la atención del destinatario en el vestido viejo; en cambio, la redacción de Lucas fija la atención del lector en el vestido nuevo, que es el que va a quedar estropeado, y cuya pieza no combina con el vestido viejo. Por consiguiente, la redacción de Lucas es una ilustración más adecuada de uno de los aspectos de la controversia. El que pregunte cómo se le puede ocurrir a alguien deshacer un vestido nuevo para remendar uno viejo es que no ha entendido en absoluto el sentido de la narración ni el punto de la comparación.
Si se hace así
Literalmente habría que traducir: «pero si no» (ei de me ge), una expresión griega que equivale a «de otro modo» cuando va después de una frase negativa (como en el caso presente).
v. 37. Vino nuevo en odres viejos
Segunda comparación tomada de Mc 2,22, y que Lucas reproduce con ligeras variantes.
Las pieles de pequeños animales, generalmente de cabra, después de bien curtidas, se cosían cuidadosamente en forma de bolsa y se usaban para conservar líquidos, por ejemplo, agua (Gn 21,15), leche (Jue 4,19) o vino (Jos 9,4.13).
Hace reventar
La fuerza de fermentación del mosto es superior a la resistencia de unos odres ya viejos y gastados.
Se derrama el vino y los odres se echan a perder
Igual que en la primera comparación, el efecto de la manipulación inadecuada es doble; pero, en este segundo caso, el aspecto de incompatibilidad no aparece tan expreso como en el anterior. El detrimento afecta a los dos, tanto a lo viejo como a lo nuevo. Pero la atención del lector no se dirige a la superioridad de lo nuevo sobre lo viejo, sino más bien al hecho de su incompatibilidad.
v. 38. Echar el vino nuevo en odres nuevos
El acento se pone aquí en la necesidad de adaptación de unos elementos con otros, de modo que sean compatibles. Prácticamente se dice de forma positiva lo que se acaba de enunciar en oposición negativa (cf. v. 36). La nueva economía de salvación tiene que encontrar nuevas formas de religiosidad que se adapten a sus precisas exigencias.
Lucas ha añadido a la formulación de Marcos el adjetivo verbal bléteon (— «tiene que ser echado», «lo que hay que hacer es echar»); cf. Mc 2,22d.
v. 39. Nadie acostumbrado a un vino añejo prefiere un vino nuevo
Algunos códices —A, 0 y la tradición textual «koiné»— añaden el adverbio eutheos (= «inmediatamente», «en seguida») antepuesto al verbo thelei (= «quiere», «prefiere»). Esa adición introduce un nuevo matiz en la comparación: no lo prefiere inmediatamente, pero tal vez, con el tiempo, se anime a probarlo. Con todo, la base textual no es suficiente como para aceptar esa adición; hay que conservar el texto como está. También se añade el adverbio en EvTom 47 (cf. «comentario»).
En el proverbio resuenan viejas convicciones, un axioma universal que, aunque con diferentes formulaciones, ha llenado muchas páginas de literatura. Cf. Eclo 9,10b; bBer. 51a.
Se ha pensado a menudo que este proverbio está en contradicción con las dos anteriores comparaciones; véanse, por ejemplo, J. Schmid, Das Evangelium nach Lukas, 126; H. Seesemann, TDNT 5, 165. Por otra parte, el hecho de que falte en la redacción de Marcos e incluso en algunos manuscritos de Lucas —códice D, VL y algunos escritores de la época patrística— ha llevado a poner en duda, en ciertos ambientes, su autenticidad textual. J. M. Creed (The Gospel according to St. Luke, 83), siguiendo la recensión textual de Westcott-Hort, pone entre paréntesis todo el versículo. Pero los datos y testimonios textuales en favor de la autenticidad del proverbio es abrumadora, como lo prueban el P , el P , los códices B,ny un largo etcétera. El proverbio es un comentario irónico de Jesús sobre el efecto que produce el aferrarse a lo «viejo» en el que ha cerrado su mentalidad ante el mensaje de la nueva economía de salvación.
El bueno es el añejo
La frase es, en realidad, un comentarlo bastante trivial, añadido como explicación del proverbio Se omite en EvTom 47 Pero tiene cierta semejanza con otras frases explicativas que, de vez en cuando, Lucas añade a su peculiar versión de determinados episodios evangélicos (cf Lc 20,39 40, Mc 12,25, 11,18, Mt 12,26)
El texto griego usa el adjetivo chrestos en grado positivo (= «bueno») Los códices A, C, 0, la tradición textual «komé» y las versiones latinas ponen el adjetivo en grado comparativo chrestoteros (— «mejor»), pero, desde el punto de vista de la crítica textual, difícilmente se puede preferir ese comparativo al positivo chrestos, que es la lectura ofrecida por el P , el P O, códices B, x, W, etc Por otra parte, no es raro en Lucas el empleo de un adjetivo en grado positivo, pero con significado comparativo (e incluso superlativo) Por eso la frase podría perfectamente traducirse «El mejor es el añejo», o también «El añejo es mejor» Cf Lc 9,48, 10,42 En este caso, la formulación de Lucas podría ser un reflejo del deterioro gramatical experimentado por la lengua griega en su período helenístico, en concreto, por lo que se refiere a los grados de comparación de los adjetivos Cf BDF, nn 60-62, M Zerwick, Graeatas bíblica, nn 143-153, P Jouon RSR 18 (1928) 345 Sobre el problema textual de este pasaje, véase nuestra introducción general, tomo I, pp 218ss .
En una visión superficial, la frase vendría a ratificar el rechazo de la predicación de Jesús por parte de los judíos Pero, dado el matiz decididamente irónico de la expresión, el sentido es diametralmente opuesto.