Jn 7, 1-2.10.25-30: El origen de Cristo
/ 4 abril, 2014 / San JuanTexto Bíblico
1 Después de estas cosas, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. 2 Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. 10 Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. 25 Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? 26 Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? 27 Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
28 Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; 29 yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
30 Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Cántico Espiritual: Encontrar verdaderamente a Dios, tocar su esencia
«Intentaban agarrarlo, pero nadie le pudo echar mano» (Jn 7,30)Estrofa 1
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar donde estás escondido. En lo cual le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar donde está escondido el Hijo de Dios es, como dice san Juan (1, 18), el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena de todo ojo mortal y escondida de todo humano entendimiento; que por eso Isaías (45, 15), hablando con Dios, dijo: Verdaderamente tú eres Dios escondido.
De donde es de notar que, por grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias de Dios que un alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni tiene que ver con él, porque todavía, a la verdad, le está al alma escondido, y por eso siempre le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle escondido, diciendo: ¡Adónde te escondiste? Porque ni la alta comunicación ni presencia sensible es cierto testimonio de su graciosa presencia, ni la sequedad y carencia de todo eso en el alma lo es de su ausencia en ella. Por lo cual el profeta Job (9, 11) dice: Si viniere a mí no le veré, y si se fuere no le entenderé.
En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere gran comunicación o sentimiento o noticia espiritual, no por eso se ha de persuadir a que aquello que siente es poseer o ver clara y esencialmente a Dios, o que aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios, aunque más ello sea; y que si todas esas comunicaciones sensibles y espirituales faltaren, quedando ella en sequedad, tiniebla y desamparo, no por eso ha de pensar que la falta Dios más así que así,... El intento principal del alma en este verso no es sólo pedir la devoción afectiva y sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión del Esposo en esta vida, sino principalmente la clara presencia y visión de su esencia en que desea estar certificada y satisfecha en la otra.
Sermón: Fiesta suprema
«Jesús también fue a la fiesta..., pero en secreto» (Jn 7,10)12, Martes antes de Ramos
Jesús dijo: « Mi tiempo no ha llegado todavía, el vuestro está siempre dispuesto... Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo a esta fiesta porque mi tiempo no se ha cumplido todavía » (Jn 7, 6-8). ¿Qué es exactamente esta fiesta a la que nuestro Señor nos dice de subir y cuyo tiempo es en cualquier momento? La fiesta la más excelente y la más verdadera, la fiesta suprema, es la celebración de la vida eterna, es decir, la felicidad eterna donde estaremos realmente cara a cara con Dios. Esto es, no podemos verlo aquí abajo, pero la que podemos ver, es un anticipo de aquella, una experiencia de la presencia de Dios en el espíritu por la alegría interna que nos da un sentimiento tan íntimo.
El tiempo que sigue siendo nuestro, es para buscar a Dios y continuar el sentimiento de su presencia en todos nuestros trabajos, nuestra vida, nuestro querer y nuestro amor. Por lo tanto, nosotros debemos elevarnos por encima de nosotros mismos y todo lo que no es Dios, no queriendo y no amando más que a solo Dios, con toda pureza y ninguna otra cosa más. Este tiempo es todos los instantes.
Este verdadero tiempo de la fiesta de la vida eterna, todos lo desean, es un deseo natural, puesto que todos los hombres, naturalmente, quieren ser felices. Pero el deseo no es suficiente. Debemos seguir y buscar a Dios por sí mismo. El anticipo del verdadero y gran día de la fiesta, a mucha gente le encantaría tenerlo y se quejan de que no se les da. Cuando en la oración, no experimentan, en las profundidades de sí mismos, un día de fiesta y no sienten la presencia de Dios, les duele. Rezan menos y lo hacen con mal humor, diciendo que no sienten a Dios y que esta es la razón por la que la acción y la oración les contraría. Eso es lo que el hombre nunca debe hacer. Nunca debemos hacer cualquier trabajo con tibieza, porque Dios está siempre presente, incluso si no lo sentimos, porque Él ha entrado secretamente en la fiesta.
Sobre el Evangelio de san Juan: ¿Buscas a Jesús? ¿Con qué intención?
«Nadie le puso la mano encima porque no había llegado su hora» (Jn 7,30)19,12: PG 14, 548
PG
Muchas veces, buscar a Jesús es un bien porque es la misma cosa que buscar la Palabra, la verdad y la sabiduría. Pero, me diréis, que las palabras «buscar a Jesús» son a veces pronunciadas a propósito de aquellos que le persiguen. Por ejemplo: «Buscaron una ocasión para prender a Jesús, pero nadie le puso la mano encima porque no había llegado su hora.»... Jesús sabe de quien se tiene que alejar y con quien puede permanecer sin ser descubierto todavía, para que quien lo busque lo encuentre en el tiempo favorable. El apóstol Pablo dice a lose que no poseen todavía a Jesús y no lo han contemplado: «No digas en tu corazón: « ?Quien subirá al cielo? ¡Atiende! Para hacer descender a Cristo. ¿Quién descenderá al abismo? ¡Atiende! Para hacer subir a Cristo de entre los muertos. ¿Qué dicen las Escrituras? «La palabra está cerca de ti la tienes en tu boca, la tienes en el corazón.» (cf Rm 10,6-8).
Cuando el Señor dice, empujado por el amor a los hombres: «Me buscaréis.» (cf Jn 8,21) da a entender las cosas del Reino de Dios. Para que los que le buscan no lo busquen fuera de ellos mismo diciendo: -Aquí está- o bien, -está allí-. El evangelio les dice: «El reino de Dios está dentro de vosotros.» (Lc 17,21) Mientras guardamos la semilla de la verdad depositada en nuestra alma, y los mandamientos, la Palabra no se alejará de nosotros. Pero si el mal se extiende en nosotros y nos corrompe, entonces Jesús nos dirá: «Me voy, y me buscaréis y moriréis por vuestro pecado.»
Audiencia General (17-07-1987): ¿Y cuál es la voluntad del Padre que Jesús cumple?
«El Padre está en mí, y yo estoy en el Padre» (Jn 7,28-29)nn. 1-2.8
[…] Consideramos a Jesucristo como Hijo íntimamente unido al Padre. Esta unión le permite y le exige decir: «El Padre está en mí, y yo estoy en el Padre», no sólo en la conversación confidencial del Cenáculo, sino también en la declaración pública hecha durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos (cf. Jn 7, 28-29). Es más, Jesús llega a decir aún con más claridad: «Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn 10, 30). Esas palabras son consideradas blasfemas y provocan la reacción violenta de los que lo escuchan: «Trajeron piedras para apedrearlo» (cf. Jn 10, 31). En efecto, según la ley de Moisés la blasfemia se debía castigar con la muerte (cf. Dt 13, 10-11).
Ahora bien, es importante reconocer que existe un vínculo orgánico entre la verdad de esta íntima unión del Hijo con el Padre y el hecho de que Jesús-Hijo vive totalmente «para el Padre». Sabemos que, efectivamente, toda la vida, toda la existencia terrena de Jesús estádirigida constantemente hacia el Padre, es una donación al Padre sin reservas. Ya a los 12 años, Jesús, hijo de María, tiene una conciencia precisa de su relación con el Padre y toma una actitud coherente con esta certeza interior. Por eso, ante la reprobación de su Madre, cuando Ella y José lo encuentran en el templo después de haberlo buscado durante tres días, responde: «¿No sabíais que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49).
Verdaderamente Jesús cumplió la voluntad del Padre hasta el final. Con la pasión y muerte en cruz confirmó «que hacía siempre lo que agradaba al Padre»: cumplió la voluntad salvífica para la redención del mundo, en la que el Padre y el Hijo están unidos eternamente porque son «una sola cosa» (Jn 10, 30). Cuando estaba muriendo en la cruz, Jesús, «dando una gran voz, dijo: ‘Padre, en tus manos entrego mi espíritu’» (cf. Lc 23, 46); estas últimas palabras del Señor testificaban que, hasta el final, toda su existencia terrena había estado orientada al Padre. Viviendo —como Hijo— «por (medio del) Padre», vivía totalmente «para el Padre». Y el Padre, tal como había predicho, «no lo dejó solo». En el misterio pascual de la muerte y de la resurrección se cumplieron las palabras: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que Yo soy». «Yo soy»: las mismas palabras con las que una vez el Señor —el Dios vivo— había contestado a la pregunta de Moisés a propósito de su nombre (cf. Ex 3, 13 y ss.).
Audiencia General (14-01-1998): La “Hora” decisiva
«No había llegado su hora» (Jn 7, 30)nn. 4-5
4. Esa hora dramática ha sido querida y establecida por el Padre. Antes de la hora elegida por el designio divino, los enemigos de Jesús no pueden apoderarse de él. Muchas veces intentaron detenerlo o asesinarlo. Al mencionar una de esas tentativas, el evangelio de san Juan pone de relieve la impotencia de sus adversarios: «Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora» (Jn 7, 30).
Cuando llega la hora, se presenta también como la hora de sus enemigos. «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas», dice Jesús a «los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del templo y ancianos que habían ido contra él» (Lc 22, 52-53).
En esa hora tenebrosa, parece que nadie puede detener el poder impetuoso del mal.
Y, sin embargo, también esa hora depende del poder del Padre. Él será quien permita a los enemigos de Jesús apresarlo. Su obra se incluye misteriosamente en el plan establecido por Dios para la salvación de todos.
Más que la hora de sus enemigos, la hora de la pasión es, pues, la hora de Cristo, la hora del cumplimiento de su misión. El evangelio de san Juan nos permite descubrir las disposiciones íntimas de Jesús al inicio de la última Cena: «Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo » (Jn 13, 1). Por tanto, es la hora del amor, que quiere llegar «hasta el extremo », es decir, hasta la entrega suprema. En su sacrificio, Cristo nos revela el amor perfecto: ¡no habría podido amarnos más profundamente!
Esa hora decisiva es, al mismo tiempo, hora de la pasión y hora de la glorificación. Según el evangelio de san Juan, es la hora en que el Hijo del hombre es «elevado de la tierra» (Jn 12, 32). La elevación en la cruz es signo de la elevación a la gloria celestial. Entonces empezará la fase de una nueva relación con la humanidad y, en particular, con sus discípulos, como Jesús mismo anuncia: «Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre» (Jn 16, 25).
La hora suprema es, en definitiva, el tiempo en que el Hijo va al Padre. En ella se aclara el significado de su sacrificio y se manifiesta plenamente el valor que dicho sacrificio reviste para la humanidad redimida y llamada a unirse al Hijo en su regreso al Padre.
Audiencia General (02-01-2013): ¿Quién es Él para ti?
«No vengo por mi cuenta» (Jn 7, 28)nn. 2-3.9
[...] Surge siempre de nuevo la pregunta sobre el origen de Jesús, la misma que plantea el procurador Poncio Pilato durante el proceso: «¿De dónde eres tú?» (Jn 19, 9). Sin embargo, se trata de un origen bien claro. En el Evangelio de Juan, cuando el Señor afirma: «Yo soy el pan bajado del cielo», los judíos reaccionan murmurando: «¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» (Jn 6, 41-42). Y, poco más tarde, los habitantes de Jerusalén se opusieron con fuerza ante la pretensión mesiánica de Jesús, afirmando que se conoce bien «de dónde viene; mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene» (Jn 7, 27). Jesús mismo hace notar cuán inadecuada es su pretensión de conocer su origen, y con esto ya ofrece una orientación para saber de dónde viene: «No vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis» (Jn 7, 28). Cierto, Jesús es originario de Nazaret, nació en Belén, pero ¿qué se sabe de su verdadero origen?
En los cuatro Evangelios emerge con claridad la respuesta a la pregunta «de dónde» viene Jesús: su verdadero origen es el Padre, Dios; Él proviene totalmente de Él, pero de un modo distinto al de todo profeta o enviado por Dios que lo han precedido...
[…] Desde el inicio de los Evangelios [se ve claro], cuál es el verdadero origen de Jesús: Él es el Hijo unigénito del Padre, viene de Dios. …El Hijo de Dios, por obra del Espíritu Santo, se ha encarnado en el seno de la Virgen María. Este es un anuncio que resuena siempre nuevo y que en sí trae esperanza y alegría a nuestro corazón, porque cada vez nos dona la certeza de que, aunque a menudo nos sintamos débiles, pobres, incapaces ante las dificultades y el mal del mundo, el poder de Dios actúa siempre y obra maravillas precisamente en la debilidad. Su gracia es nuestra fuerza (cf. 2 Co 12, 9-10).
Uso Litúrgico de este texto (Homilías)
Tiempo de Cuaresma: Viernes IVCatena Aurea: comentarios de los Padres de la Iglesia por versículos
San Agustín, in Ioanem tract. 28.31
10. Cuando se lee hermanos [1] del Señor, debe entenderse que se trataba de parientes consanguíneos de María, porque de ella no nació ningún otro. Así como en el sepulcro en donde estuvo el cuerpo del Señor no fue colocado ningún otro muerto, ni antes ni después, así las entrañas de María no concibieron ningún otro mortal, ni antes ni después de Jesucristo.
Subió, en realidad, no para gloriarse de una manera temporal, sino a enseñar algo que fuera provechoso, hablando sobre la fiesta eterna.
Mas cuando sube de un modo oculto, quiso dar a entender algo; porque todas las cosas que se le habían comunicado al antiguo pueblo de Israel fueron sombras de lo que habría de suceder, y la fiesta de los Tabernáculos también era una sombra de las fiestas que más adelante se celebrarían. Y en verdad que todo lo que era figura se nos da a conocer por medio de la realidad. Subió, pues, de oculto, para significarnos que también El estaba oculto. Jesucristo se ocultaba en el mismo día de fiesta, indicando que aquel día festivo los miembros de Jesucristo habrían de peregrinar. La scenopegia era, en verdad, la celebración de los Tabernáculos.
25. Ya se ha dicho antes de ahora, que el Señor había subido de oculto a la fiesta, no porque temía ser detenido, puesto que tenía poder para evitarlo, sino para dar a entender también que se ocultaba en el día mismo de la fiesta que celebraban los judíos, y que esto encerraba su misterio. Mas ahora aparece el poder que antes se consideraba como cobardía: hablaba en público en el día de la fiesta, de tal modo que las gentes se admiraban. Por esto sigue: «Y decían algunos de los de Jerusalén», etc. Sabían que se le buscaba con mala intención, y se maravillaban pensando en virtud de qué poder no era aprehendido.
26. Por tanto, no conociendo claramente el poder de Jesucristo, lo creyeron efecto de la ciencia de sus príncipes, que lo perdonaron porque conocieron que era el Cristo. Por esto añade: ¿Por ventura han reconocido los príncipes que éste es el Cristo?
27-28. Esta opinión nació entre los judíos, y no sin fundamento; sin embargo, encontramos que las Escrituras dijeron, hablando de Cristo, que se llamaría Nazareno (Mt 2,23). Luego habían predicho de dónde vendría. Además, los judíos dijeron a Herodes cuando lo buscaban, que el Cristo había de nacer en Belén de Judá, y citaron el testimonio de los profetas. ¿De dónde nace ahora esta opinión entre los judíos, de que cuando venga el Cristo nadie sabrá de dónde procede? Porque las Escrituras habían dicho lo uno y lo otro; en cuanto hombre, predijeron de dónde nacería; pero en cuanto Dios, se ocultaba a los impíos y buscaba a los buenos. Sin duda formaron esta idea porque habían leído en Isaías: «¿Quién podrá contar su generación?» (Is 53). Pero el Señor contestó a una y a otra cosa, tanto a los que sabían de dónde había venido, cuanto a los que no lo sabían. Por esto sigue: «Y Jesús alzaba la voz en el templo, enseñando y diciendo: vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy». Lo cual quiere decir: sabéis de dónde he venido, pero no sabéis de dónde procedo, sabéis de dónde he venido porque soy Jesús de Nazaret, cuyos padres también conocéis. En este asunto sólo se les ocultaba el parto de la Virgen, a excepción de lo cual sabían todo lo que afectaba a Jesús en cuanto hombre. Por esto dijo, con mucha razón: «Y vosotros me conocéis, y sabéis de dónde soy»; esto es, en cuanto a la humanidad y a la forma de hombre que tenía. Pero en cuanto a la Divinidad, dijo el Salvador: «Empero, yo no vine de mí mismo, mas es veraz el que me envió».
29. Por último, para manifestarles cómo podían conocerlo, añadió: «Yo le conozco»; por tanto, preguntadme y así le conoceréis: porque no conoce al Padre nadie más que el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera darle a conocer, como dice por medio de San Mateo. «Porque si os digo que no le conozco, seré mentiroso como vosotros».
Dijo además: De El mismo soy, como un Hijo de su Padre; y aunque me veis vestido de la humanidad, El me ha enviado. En ello no debemos ver la diversidad de naturaleza, sino la autoridad del generador.
30. Esto es, porque no quería, porque Dios no nació bajo el influjo del fatalismo. Esto ni aun del hombre debe creerse; ¿cuánto menos respecto de Aquél por quien ha sido hecho? Si nuestra última hora depende de su voluntad, ¿qué otra cosa es su hora sino su voluntad? No dijo en la hora en que se vería obligado a morir, sino en la que se dignaría dejarse matar.
1-2. Podría suceder que algún fiel de Cristo se escondiese para que no le encontrasen sus perseguidores y para que no se le imputase como crimen el haberse escondido. Sucedió antes en la Cabeza lo que después se confirmaría en los miembros. Por esto dice: «Y después de esto andaba Jesús por la Galilea, porque no quería pasar a la Judea.
Y el Señor dijo esto como no pudiendo andar entre los judíos, para no ser muerto por ellos, mas demostró su poder cuando quiso; aunque daba ejemplo a nuestra debilidad, El no había perdido su poder.
Todos los que han leído las Sagradas Escrituras saben lo que quiere decir σκενοπεγια. Hacían los judíos para aquella fiesta de los Tabernáculos unas tiendas de campaña, a imitación de aquellas en que habitaron cuando luego de sacados de Egipto peregrinaban por el desierto. Celebraban con este motivo aquel día de fiesta en memoria de los beneficios recibidos del Señor, aquellos mismos que se proponían matarle.
Notas
[1] Hebraismo por pariente. (Léon-Doufur) En «hebreo, como en otras muchas lenguas, se aplica por extensión a los miembros de una misma familia (Gén 13,8; Lev 10,4. ver Mc 6,3), de una misma tribu (2Sam 19,13), de un mismo pueblo (Dt 25,3; Jue 1,3)». También sirve para designar el vínculo espiritual (ver Hch 2,29; 2Re 9,2). En hebreo ‘ah designa con un único vocablo a los hermanos, mediohermanos, primos, cuñados, parientes en general. La versión del Antiguo Testamento en griego, los Setenta, usan αδελφος (adelfos, literalmente «hermanos») para referirse a toda esta variedad de relaciones familiares. Así, a la luz de la Revelación que nos enseña que María Santísima sólo concibió un hijo, sería más correcto y adecuado traducir «parientes» en vez de «hermanos» (hebraismo).
San Juan Crisóstomo, in Ioanem hom. 47.49
1-2. Pero debemos decir que daba a conocer lo que era propio de la divinidad y lo que era propio de la humanidad, toda vez que huía de sus perseguidores como hombre, y aparecía ante ellos como Dios, siendo así que era una y otra cosa.
10. Puede decirse también que subió, no para padecer, sino para enseñar a otros. Y subió de oculto, porque aunque podía subir en público y contener su furor, como en otras ocasiones había hecho, no quería hacer esto continuamente para no evidenciar su divinidad, con el fin de que así fuese mejor conocida la realidad de su encarnación, y nos enseñase a practicar la virtud. Y para que sepamos qué es lo que nosotros debemos hacer cuando no podemos detener a nuestros perseguidores, quiso subir de oculto. Y no dijo de oculto, sino casi de oculto, dando a conocer que hacía esto así para nuestro ejemplo, porque si obrase en todas las cosas como Dios, no podríamos saber cómo convendría obrar cuando caemos en algún peligro.
25. Y añadió el evangelista, «de los de Jerusalén», porque los que habían presenciado mayor número de milagros eran precisamente los que creían menos, puesto que viendo la señal más evidente de la divinidad de Jesucristo sometían todas las cosas al parecer de sus príncipes corrompidos. ¿Y no era una gran señal de esto, que estando furiosos y buscándolo para matarlo, lo tuviesen en sus mismas manos y de pronto se calmasen?
27. Mas aquellas gentes ni aun se someten a la decisión de sus príncipes, sino que aceptan otro parecer erróneo y digno de su propia locura. Por esto añade: «Mas éste sabemos de dónde es: y cuando viniere el Cristo ninguno sabe de dónde sea», etc.
28. Por medio de ello les revela lo que ellos pensaban. Como si dijese: no soy de aquellos que han venido a este mundo sin causa, sino que es veraz el que me ha enviado; y si es veraz, me ha enviado en verdad, y el que ha sido enviado debe ser también veraz. Además los convence con sus mismas razones, porque decían: cuando venga el Cristo, ninguno sabrá de dónde procede; y en esto manifiesta que El es el Cristo, porque ha venido del Padre, a quien ellos no conocen; y por esto añade: «A quien vosotros no conocéis».
El Señor llama ignorancia aquí a lo que revelan las obras, como dice San Pablo: «Alardeando que conocen a Dios, y le niegan en sus obras». Por esto, los reprende en dos sentidos: en primer lugar porque hablaban en secreto, esto lo dice en público y lo dice en voz alta para avergonzarlos.
29. Lo cual es imposible, porque si es veraz el que me envió, también debe serlo el que ha sido enviado; en todas ocasiones reivindica para sí solo el conocimiento del Padre, porque es del Padre. Por esto sigue: «Yo le conozco, porque de El soy».
30. Los judíos se incomodaron cuando oyeron decir al Señor: «A quien vosotros no conocéis», porque aparentaban que le conocían. Por esto sigue el evangelista: «Y le querían prender», etc. Y véase aquí refrenado de una manera invisible el furor de los judíos. Pero el evangelista, queriendo hablar con más suavidad y humildad, con el fin de que se conociera por esto que Jesucristo era hombre, no dijo que los detuvo de una manera invisible, sino que añadió: «Porque todavía no era llegada su hora».
Beda
1-2. Esta unión de palabras es de tal naturaleza, que en ella debemos comprender que pudieran realizarse y suceder muchas cosas entretanto. Porque la Judea y la Galilea son provincias de la Palestina. La Judea se llamaba así por la tribu de Judá; se llamaba también Judea, además de la que comprendía la tribu de Judá, aquella otra región que poseía la tribu de Benjamín, aunque de la tribu de Judá procedían los reyes. Y se llama Galilea, porque engendra un pueblo parecido a la leche, esto es, blanco: γαλα en griego, quiere decir lac en latín, que significa leche.
10. Hablando en sentido místico, se da a entender que el Señor permanece en Galilea, por todos aquellos hombres materiales que buscan la gloria humana, porque Galilea quiere decir transmigración hecha (esto es, en sus miembros) que pasan de los vicios a las virtudes, y progresan en éstas. Y así, poco después subió el Señor, porque los miembros de Jesucristo no buscan la gloria de esta vida (Sal 44), sino la de la eterna. Y en secreto sube el Señor, porque toda su gloria es interior, esto es, nace de un corazón puro, de una conciencia limpia y de una fe no fingida (1Tim 1,5).
Teofiacto
1-2. También se había retirado ahora a la Galilea, porque aún no había llegado el tiempo de su pasión. Por cuya causa creía inútil permanecer entre sus enemigos, excitándolos más al odio; con este motivo se explica a continuación el tiempo en que esto sucedía, cuando añade: «Y estaba próxima la fiesta de los judíos, llamada de los Tabernáculos [1]«.
Notas
[1] Una de las fiestas mayores de los judíos en la que los hombres deberían viajar al templo de Jerusalén (ver Ex 23,14-19). Se desarrollaba según los años en los meses de setiembre u octubre.
Alcuino
10. Acaso subió el Señor de oculto porque no busca el favor de los hombres, ni se complace en las pompas de los cortejos populares.
San Hilario, De Trin 1,6
27-28. ¿Pues no es verdad que todo hombre, aunque por la carne no nace de Dios, según el espíritu, conforme todos creen, procede de Dios? ¿Y cómo dice que los que le oyen no pueden saber de dónde procede, si no se entiende con esta palabra «de dónde» el autor de su naturaleza? Porque aquellos cuya procedencia se ignora implica por este sólo hecho la manifestación de su naturaleza; El que procede de la nada, no puede ignorarse de dónde viene, y al conocerse que de la nada viene, ya no tiene la ignorancia de su origen. Es desconocido lo que El es en sí, en cuanto que se ignora de dónde procede. No dice que es Hijo suyo aquel que niega que ha sido de El, ni comprende que no ha nacido aquel que cree que procede de la nada.
29. Y pregunto si da a conocer que sea de El por creación o por generación; porque si es por creación, también todo lo que ha sido creado viene de Dios. ¿Mas cómo es que todas las cosas no conocen al Padre, siendo así que el Hijo lo conoce por lo mismo que es de El? Si, pues, es propio de Aquél, porque es del Padre, el conocerle, ¿cómo no lo será también de Aquel que inmediatamente es de El, esto es, del que participa de la naturaleza de Dios como su verdadero Hijo? Tiene, pues, la propiedad del conocimiento, como consecuencia de la propiedad de la generación. Sin embargo, con el fin de que la herejía no tomase argumentos del tiempo de su venida, añadió a continuación: «Y El me envió». Conservó así el orden del misterio evangélico, diciendo que había nacido y que había sido enviado.