Jn 6, 24-35: Discurso del Pan de Vida: alimento eterno
/ 29 julio, 2021 / Evangelios, San JuanTexto Bíblico
24 Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
25 Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».26 Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.27 Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».28 Ellos le preguntaron: «Y ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».29 Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».30 Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».32 Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo.33 Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».34 Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
35 Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás;
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
San Ambrosio, obispo
Sobre los Salmos: Comentario sobre el salmo 118: Sermón 18, 26-29: PL 15, 1461-1463.
«Yo soy el pan de vida» (Jn 6,35).Cristo bebió mis amarguras para darme la suavidad de su gracia.
Soy pequeño y despreciable, pero no olvido tus decretos. Dispongo de la augusta participación de los sacramentos celestiales. Ahora me cabe el honor de participar de la mesa celestial; mis banquetes ya no los riega el agua de la lluvia, no dependen de los productos del campo, ni del fruto de los árboles. Para mi bebida no necesito acudir a los ríos ni a las fuentes: Cristo es mi alimento, Cristo es mi bebida; la carne de Dios es mi alimento, y la sangre de Dios es mi bebida. Para saciarme, ya no estoy pendiente de la recolección anual, pues Cristo se me ofrece diariamente.
No tendré ya que temer que las inclemencias del tiempo o la esterilidad del campo me lo disminuya, mientras persista en una diligente y piadosa devoción. Ya no deseo que descienda sobre mí una lluvia de codornices, que antes provocaban mi admiración; ni tampoco el maná, que antes prefería a todos los demás alimentos, pues los padres que comieron el maná siguieron teniendo hambre. Mi alimento es tal que si uno lo come no pasará más hambre. Mi alimento no engorda el cuerpo, sino que fortalece el corazón del hombre.
Antes consideraba maravilloso el pan del cielo, pues está escrito: Les dio a comer pan del cielo. Pero no era aquel el pan verdadero, sino sombra del futuro. El Pan del cielo, el verdadero, me lo reservó el Padre. Descendió para mí del cielo aquel pan de Dios, que da vida a este mundo. Este es el pan de vida: y el que come la vida no puede morir. Pues ¿cómo puede morir quien se alimenta de la vida?
¿Cómo va a desfallecer quien posee en sí mismo una sustancia vital? Acercaos a él y saciaos, pues es pan; acercaos a él y bebed, pues es la fuente; acercaos a él y quedaréis radiantes, pues es luz; acercaos a él y seréis liberados, pues donde hay el Espíritu del Señor, hay libertad; acercaos a él y seréis absueltos, pues es el perdón de los pecados. ¿Me preguntáis quién es éste? Oídselo a él mismo, que dice: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. Le habéis oído, le habéis visto y no habéis creído en él: por eso estáis muertos; creed al menos ahora, para que podáis vivir. Del cuerpo de Dios brotó para mí una fuente eterna; Cristo bebió mis amarguras para darme la suavidad de su gracia.