Jn 6, 1-15: La multiplicación de los panes
/ 4 abril, 2016 / San JuanTexto Bíblico
1 Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades).2 Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.3 Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
4 Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.5 Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».6 Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.7 Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:9 «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».10 Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.11 Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».13 Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.14 La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
15 Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Sagrada Biblia, Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española (2012)
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Balduino
Sobre el Sacramento del Altar: Se nos invita a la fe, que es el trabajo de Dios
«Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo» (Jn 6,14)Parte 2,3: SC 93, 248-252
Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado. Ellos le hablaban de trabajos, en plural; él les responde del trabajo de Dios, en singular, indicando que todas las obras buenas proceden de una única obra buena. Y la fe activa en la práctica del amor es precisamente el trabajo de Dios y el principio en nosotros del bien obrar, ya que sin fe es imposible complacer a Dios.
Preguntando, pues, ellos cuáles son los trabajos que Dios quiere y como todavía no tenían fe, sin la cual no podían ocuparse de los trabajos de Dios, les invita a la fe que es el trabajo que Dios quiere, esto es, que crean en el que Dios ha enviado. Comprendiendo que Jesús se refería a él mismo, le replicaron: ¿ Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Mira cómo los judíos piden signos; no les basta el signo de los cinco panes. El haber repartido aquellos panes de cebada les parece insuficiente para creer que Cristo es tan poderoso como para poder dar un alimento imperecedero. Pero es que ni siquiera Moisés, por medio del cual se les dio el maná, hizo tales promesas. Comparan, pues, el signo hecho por Moisés con este signo de los cinco panes en gradación de mayor a menor, como si no fuera digno de crédito lo que de sí mismo había afirmado. Y así insisten: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».
A lo que habían dicho los judíos de que a los padres les fue dado a comer pan del cielo, responde Cristo demostrando que el verdadero pan del cielo no es el que les dio Moisés, sino el que el Padre les da ahora. Les replicó, pues, Jesús: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Ellos, interpretándolo carnalmente, le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Lo mismo que la mujer samaritana al oírle decir: El que bebe de esta agua no vuelve a tener sed, inmediatamente se imaginó que hablaba de la sed física, y, deseosa de no padecer más esa necesidad temporal, dijo: Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla; así también éstos piden: Señor, danos de ese pan: naturalmente, para que nos sacie y nunca nos falte. Esta es la razón por la que después del milagro de los cinco panes, querían proclamarlo rey.
Pero Jesús les invita nuevamente a fijar la atención en su propia persona, y les desvela más claramente a qué tipo de pan se refería. Dice: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed. La expresión: El que viene a mí equivale a ésta: El que cree en mí; y la frase: No pasará hambre es correlativa a esta otra: No pasará nunca sed. El sentido de ambas correlaciones es efectivamente la saciedad eterna, en la que no habrá lugar para la necesidad.
San Francisco de Sales, obispo
Sermón (16-03-1622): Alimento de los pobres y humildes
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?» (Jn 6,5)X, 300-303. 16 de marzo de 1622
miércoles 16 de marzo de 1622
«Subió Jesús a un monte... Levantando los ojos y contemplando la gran muchedumbre que venía a Él, dijo a Felipe: ¿dónde compraríamos pan para dar de comer a éstos?... aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.» Jn 6, 3. 5. 9
Contemplemos esa muchedumbre que sigue al Maestro hasta el monte; con qué paz y serenidad de espíritu van tras Él. Ninguno murmura ni se queja, aunque parecía que iban a exhalar el último aliento por el desfallecimiento y el hambre...
Cuando nos faltan los apoyos humanos, Dios los sustituye y cuida de nosotros con especial providencia. Esas pobres gentes que siguen al Señor fueron socorridas por el Señor solamente cuando ya iban a desfallecer de hambre.
Jesús tuvo mucha compasión, pues por amor de Él se habían olvidado de sí mismas y ni siquiera habían llevado provisiones, excepto el pequeño Marcial, que tenía cinco panes de cebada y dos peces.
Parece que el Salvador, enamorado del corazón de aquellas buenas gentes, se decía: no habéis tenido tiempo de pensar en vosotros, pero yo me encargaré de cuidaros.
Y llamando a Felipe, le dijo: ¿Dónde podríamos encontrar comida para éstos?» y no preguntaba por no saber, sino para probarle.
Nunca debemos pensar que Dios nos prueba para que caigamos, sino que prueba a sus servidores más amados para que demuestren su fidelidad y el amor que le tienen...
Nuestro Señor probó a Felipe, y fue una buena ocasión, ya que había dado una respuesta llena de prudencia humana.
Buena cosa es que, como Dios ama tanto la humildad, alguna vez nos pruebe, no para hacernos un mal, sino para enseñarnos por propia experiencia lo que somos, por eso permite que hagamos o digamos grandes locuras o cosas que nos dan materia para humillarnos. (Sermón del )