Jueves XXXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 28 noviembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Dn 6, 12-28: Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones
Dn 3, 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74: Rocíos y nevadas: bendecid al Señor
Lc 21, 20-28: Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Daniel 6,11-27: Dios envió a su ángel a cerrar las fauces de los leones. Daniel es condenado a ser arrojado vivo en el foso de los leones, pues a pesar de la prohibición real, tres veces al día, según la santa costumbre de Israel, eleva su oración al único Dios vivo y verdadero. Es preservado maravillosamente por el Señor, y el rey entonces proclama su fe en el verdadero Dios. La lectura de hoy señala la necesidad de la oración, su grandiosa eficacia, y el valor de su fiel asiduidad, cuando se eleva en los tres momentos tradicionales del sacrificio del templo. Una vez más comprobamos que la providencia de Dios está sobre todas las vicisitudes de la vida y, sobre todo, que nunca ha quedado desmentida la protección solícita con que guarda a sus siervos fieles.
?Con textos de Daniel 3 unimos de nuevo nuestra oración a la de los tres jóvenes: «Rocíos y nevadas, témpano y hielos, escarchas y nieves, noche y día, luz y tinieblas, rayos y nubes... bendecid al Señor. Bendiga la tierra al Señor». Sigamos también nosotros alabando al Señor por sus innumerables beneficios. Escribe San Bernardo:
«A quien humildemente se reconoce obligado y agradecido por los beneficios, con razón se le prometen muchos más. Pues el que se muestra fiel en lo poco, con justo derecho será constituído sobre los muchos; así como, por el contrario, se hace indigno de nuevos favores quien es ingrato a los que ha recibido antes» (Sermón sobre el Salmo 50).
?Lucas 21,20-28: Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. La profecía relativa al final de los tiempos augura primero el cerco de la ciudad santa por obra de los poderes paganos. Luego llegará la hora de los gentiles, en la que se desencadenará la persecución contra la Iglesia. Pero el triunfo es de Cristo y de su Iglesia. La misma historia de la Iglesia nos conforta en esta esperanza: ella sigue en pie y permanece, mientras que sus perseguidores perecieron y pasaron. Comenta San Ambrosio:
«De hecho, Jerusalén fue asediada y tomada por los ejércitos romanos, y por eso los judíos creyeron que se había cumplido entonces ?la abominación de la desolación? (Mt 24,75; Dan 9,27), ya que los romanos arrojaron al templo la cabeza de un puerco, mofándose de las observancias rituales de los judíos. De ahí algo que yo no diría ni siquiera en estado de delirio. Y es que ?la abominación de la desolación? es el execrable acontecimiento propio del anticristo, puesto que él, con sus funestos sacrilegios, mancha el santuario de las almas y, sentado, como sigue la narración en el templo, se quiere apropiar del trono del Dios omnipotente.
«Y en un sentido espiritual se nos previene muy atinadamente que debemos estar preparados, ya que él [el anticristo] desea poner la marca de su perfidia sobre el corazón de cada uno, y, falsificando las Escrituras, quiere hacer ver a través de éstas que él es Cristo. Y entonces es cuando llegará la desolación, puesto que muchos, cayendo en el error, se separarán de la verdadera religión» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.X, 15 y 16).