Sábado XXXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 13 noviembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Sab 18, 14-16; 19, 6-9: Se vio el mar Rojo convertido en camino practicable, y triscaban como corderos
Sal 104, 2-3. 36-37. 42-43: Recordad las maravillas que hizo el Señor
Lc 18, 1-8: Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Sabiduría 18,14-16; 19,6-9: El Paso del Mar Rojo. Aquel día la creación obedeció al Creador. La gran primavera de Israel es aquella en la que Dios lo libra del yugo egipcio, mediante una serie de intervenciones providenciales, la más asombrosa de las cuales se afirma en la plaga décima: el exterminio de los primogénitos de los egipcios. El Ángel exterminador «pasó» de largo por las casas de los hebreos, y el libro de la Sabiduría en la lectura de hoy lo expresa así: «un silencio lo envolvía todo y, al mediar la noche su carrera, tu Palabra poderosa se abalanzó como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos al país condenado».
Lo más importante en la celebración de la pascua judía es esto, la liberación, el ?paso? de Yahvé, el «paso» del Mar Rojo... Y de modo semejante, en nuestra Pascua cristiana lo más decisivo es la liberación del pecado por el bautismo, el «paso» de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad de los hijos de Dios.
?Con el Salmo 104 recordamos las maravillas del Señor. Le cantamos al son de instrumentos, hablamos de sus maravillas, nos gloriamos de su nombre santo... Y recordamos que «hirió de muerte a los primogénitos del país»... Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, y entre sus tribus nadie tropezaba. Y todo esto lo hizo así el Señor «porque se acordaba de la palabra sagrada que había dado a su siervo Abrahán; sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo».
?Lucas 18,1-8: Dios hará justicia a sus elegidos, que le suplican día y noche. Ésta es la maravillosa eficacia de la oración. Comenta San Agustín:
«¿Pensáis, hermanos, que no sabe Dios lo que os es necesario? Lo sabe y se adelanta a vuestros deseos, Él que conoce nuestra pobreza. Por eso, al enseñar la oración y exhortar a sus discípulos a que no hablen demasiado en la oración, les dice: ?no empleéis muchas palabras?... (Mt 6,7-8). Si sabe nuestro Padre lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, ¿para qué las palabras aunque sean pocas?... Porque Él también dijo: ?pedid y se os dará?. Y para que no pienses que se trata de algo incidentalmente dicho, añade: ?buscad y hallaréis?. Y para que ni siquiera esto lo consideres como dicho de paso, advierte lo que añade, mira cómo concluye: ?llamad y se os abrirá?... Él quiso, pues, que pidieras para recibir, que buscases para hallar y que llamases para entrar» (Sermón 80,2).
Debemos aceptar en nuestra oración los tiempos y plazos que Dios tenga determinado para todas las circunstancias de nuestra vida. Oremos sin descanso, sin decaimiento, constantemente. Oremos confiadamente, con humildad, a ejemplo de la Virgen, que conserva lo que ve en su Hijo, meditándolo en su corazón, y lo exalta en el Magnificat.