Lunes XXXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 6 noviembre, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Tit 1, 1-9: Establece presbíteros, siguiendo las instrucciones que te di
Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6: Estos son los que buscan al Señor
Lc 17, 1-6: Si siete veces vuelve a decirte: «lo siento» , lo perdonarás
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Tito 1,1-9: Guardemos el conocimiento de la verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna. El Apóstol, al organizar la Iglesia en Creta, tiene como punto de mira «la esperanza de la vida eterna». Escribe San Juan Crisóstomo:
«¿Qué discurso podrá representar lo que luego [en el cielo] ha de seguirse: el placer, la dicha, el júbilo de la presencia y el trato con Cristo? No hay lengua que pueda explicar la bienaventuranza que goza, ni la ganancia de que es dueña, aquella alma que ha recuperado su propia nobleza y que puede en adelante contemplar a su Señor. Y no solo se goza de los bienes que tiene en sus manos, sino de saber con certidumbre que esos bienes no han de tener fin jamás» (A Teodoro 1,13).
Señala también el Apóstol las virtudes que han de tener aquellos obispos y presbíteros que presiden la comunidad cristiana. Son las cualidades que resume el Concilio Vaticano II al decir: «abunden en todo bien espiritual y sean para todos un vivo testimonio de Dios» (LG 41).
?El Salmo 23 nos indica quiénes son los que buscan al Señor: «El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos». Éstos recibirán la bendición del Señor, les hará justicia el Dios de salvación. Él los colmará de sus bienes, pues se han entregado a su amor, en el que siempre han creído, a pesar de las dificultades en que se han encontrado. Es una gran lección que todos hemos de aprender y vivir con plenitud. Ahí está nuestra verdadera felicidad.
?Lucas 17,1-4: Gravedad del escándalo y necesidad del perdón. Comenta San Agustín:
«Quien quiera que seas tú que tienes tu mente puesta en Cristo y deseas alcanzar lo que prometió, no sientas pereza en cumplir lo que ordenó. ¿Qué prometió? La vida eterna. ¿Y qué ordenó? Que concedas el perdón a tu hermano. Como si dijera: ?tú, hombre, concede el perdón a otro hombre, para que también yo, Dios, me acerque a ti?. Pero, omitamos, o mejor, pasemos por alto aquellas otras promesas divinas más sublimes, según las cuales nuestro Creador nos ha de hacer iguales a sus ángeles, para que vivamos eternamente en Él, con Él y de Él; dejemos de lado por el momento todo esto. ¿No quieres recibir de tu Dios eso mismo que se te ordena otorgar a tu hermano? Dime que no quieres y no se lo des. ¿Qué significa esto sino que perdones a quien te lo pide, si tú mismo pides que se te perdone?... Aunque nada tengas de qué ser perdonado, debes perdonar, porque también perdona Dios, que nada tiene que haya de serle perdonado? (Sermón 114,1).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Tito 1,1-19
a) A partir de hoy, y durante tres días, leemos una de las cartas pastorales de Pablo: la que escribió a su discípulo Tito.
Tito había sido pagano y, una vez convertido por Pablo, le acompañó muchas veces en sus viajes y era uno de sus hombres de confianza: le llama "verdadero hijo mío en la fe que compartimos". Pablo le había puesto como responsable -hoy diríamos como obispo- de la comunidad cristiana de Creta, la isla del Mediterráneo.
En esta carta le encomienda que organice la vida de la comunidad, estableciendo presbíteros en cada ciudad. Las cualidades de estos presbíteros son sobre todo de carácter humano: "sin tacha, fieles a su única mujer, no arrogante ni colérico, no dado al vino ni pendenciero, ni tampoco ávido de ganancias poco limpias". Al contrario, "hospitalario, justo, dueño de sí". Y también fiel a la fe recibida, mostrando "adhesión a la doctrina cierta".
b) Cuando aparecen listas de este género en los escritos de Pablo -aquí y en las cartas a Timoteo, sobre todo-, es como si nos interpelara a cada uno de nosotros, poniéndonos ante un espejo, tanto a los que tienen alguna clase de responsabilidad como a los demás.
El hecho de que estas virtudes sean ante todo humanas es también un recordatorio de que a veces fallamos, no en altas teologías y en virtudes sublimes, sino en lo más elemental. ¿Somos fieles a las personas, justos, sobrios, hospitalarios, dueños de nosotros mismos, intachables? ¿o nos toca alguno de los aspectos negativos que señala Pablo: coléricos, amigos de ganancias injustas, arrogantes, pendencieros?
La motivación es que somos "administradores de Dios" y que la misión que hemos recibido -"promover la fe de los elegidos y el conocimiento de la verdad", "para ser capaz de predicar una enseñanza sana"- exige en los cristianos unas cualidades que no hagan perder credibilidad a la Buena Noticia de Dios. Si hemos de ser luz y sal y fermento en medio del mundo, debemos mostrar el estilo de vida que nos ha enseñado Jesús ante todo en nuestra propia existencia, antes que en nuestras palabras.
El salmo apunta también a las virtudes humanas: "¿quién puede subir al monte del Señor?: el hombre de manos inocentes y puro corazón... Éste es el grupo que busca al Señor".
2. Lucas 17,1-6
a) Escuchamos hoy varias recomendaciones breves de Jesús sobre el escándalo, el perdón y la fe.
Sobre el escándalo dice palabras muy duras: el que escandaliza a los débiles -o sea, el que les hace caer, el que les sirve de tropiezo- más le valdría que lo arrojaran al fondo del mar. Además nos enseña a tener corazón generoso y saber perdonar al hermano, hasta siete veces en un día.
Los apóstoles, un poco asustados de un estilo tan exigente de vida, le piden a Jesús que aumente su fe.
b) En los tres aspectos podemos aplicar el pensamiento de Jesús a nuestra vida.
Podemos ser ocasión de escándalo para los demás, con nuestra conducta. No somos islas. Influimos en bien o en mal en los que conviven con nosotros. Si hay personas débiles, que a duras penas tienen ánimos para ser fieles, y nos ven a nosotros claudicar, contribuimos a que también ellas caigan. Si no acudo a la oración de la comunidad, también otros se sentirán dispensados y no irán. Al revés, si participo, a otros les estoy dando ánimos para que no falten. Y quien dice de la oración, dice de la conducta moral: si una familia está dando testimonio de vivir en cristiano, contra corriente de la mayoría, está influyendo en los ánimos de los demás. Mientras que, si cede a los criterios de este mundo, también a otros se les debilitarán los argumentos y fallarán.
La corrección fraterna, que es un buen acto de caridad si se realiza con delicadeza y amor, tiene que conjugarse con el saber perdonar y con el tener un corazón generoso. A todos nos cuesta perdonar. Se nos da mucho mejor lo de juzgar, condenar y echar en cara. Jesús nos dice que tenemos que saber perdonar, aunque se repita el motivo siete veces en un día.
Desde luego, para cumplir esto, tendremos que decirle al Señor, como los apóstoles: "Auméntanos la fe". Tendremos que rezar fuerte y apoyarnos en la gracia de Dios. Porque con criterios meramente humanos no tendremos fuerzas para evitar todo escándalo y para cumplir lo del perdón al hermano.
Cuando, preparándonos a comulgar, rezamos en el Padrenuestro lo de "perdónanos como nosotros perdonamos", nos parece imposible. Pero con la fuerza de la Eucaristía sí podrá suceder que a lo largo del día perdonemos al hermano. Que será algo tan sorprendente, al menos, como lo de la morera transplantada al mar.
"Hospitalario, amigo de lo bueno, justo, fiel, dueño de sí" (1a lectura II)
"Señor, auméntanos la fe" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Tito 1,1-9
Esta carta de Pablo ha sido calificada de «pastoral» precisamente por sus contenidos. El apóstol se dirige, en efecto, a uno de sus más queridos colaboradores en el momento en el que le confía el cuidado de una comunidad cristiana que está iniciando un camino de conversión y de plena adhesión al Evangelio. Pero las recomendaciones que hace Pablo a su discípulo Tito se fundamentan siempre en el acontecimiento de Jesús muerto y resucitado, en «la verdad que se manifiesta en una vida religiosa» (v. 1) y en «la esperanza puesta en la vida eterna» (v. 2).
La tarea del discípulo consistirá en educar a los creyentes para que se enamoren de la verdad revelada y predicada y, de este modo, consoliden sus vínculos de amor y de fe en la misma comunidad y, en última instancia, con Cristo, el Señor. Así se concreta la administración que Dios confía a sus siervos: el servicio de la Palabra, la predicación apostólica -está bien explicitarlo con letras bien grandes-, constituye el primer y fundamental servicio a la comunidad.
Se puede afirmar con toda justicia que «en el principio era la predicación», en el sentido de que sin el servicio y la escucha de la Palabra no nace ninguna comunidad cristiana. Ciertamente, el responsable de una comunidad debe tener cualidades excepcionales: su estilo de vida, su modo de actuar, el ejemplo que ha de ser capaz de dar en términos de fidelidad a la doctrina y de generosidad en el servicio son elementos indispensables para el bienestar de la comunidad. No es casualidad que Pablo insista asimismo en este aspecto, precisamente porque está convencido de que, para permanecer fieles al ideal recibido, es necesario el concurso del obispo y de sus fieles, del pastor y de su grey, de quien predica y de quien escucha: todos a la escucha y sometidos a la doctrina-verdad confiada por Dios en las Sagradas Escrituras, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
Evangelio: Lucas 17,1-6
El fragmento evangélico de hoy se vertebra en torno a tres temas: el escándalo, el perdón y la fe. La enseñanza de Jesús, recogida por el evangelista Lucas, se vertebra por ello en tres momentos que, sin embargo, requieren ser considerados de manera unitaria.
La primera actitud fundamental que caracteriza la vida del verdadero discípulo consiste en no provocar nunca que alguien se aleje del camino que ha emprendido, a causa de una opción suya individualista y egocéntrica. Se trata del escándalo evangélico contra el que Jesús lanza uno de sus más terribles «ayes». El Señor no puede soportar la actitud de quienes, en virtud de algunas de sus opciones, no sólo ponen en peligro su propia salvación, sino que acaban comprometiendo también la de otros, sobre todo de los más «pequeños» (v. 2). No sólo es preciso evitar el escándalo, sino que es indispensable perdonar a todos, siempre, a cualquier precio (vv. 3b-4). Sabemos bien que el perdón es signo del verdadero amor. Tenemos una clara demostración en el modo en que Dios nos manifiesta su amor. También Jesús, que es la encarnación histórica del amor del Padre, ofreció en su vida terrena el perdón a todos los que lo necesitaban.
Como culminación de su enseñanza, Jesús hace el elogio de la fe. Ésta, aunque sea pequeña, puede expresar su maravillosa y misteriosa energía incluso de modo milagroso. Los apóstoles le piden que les aumente la fe, y Jesús les responde declarando la extraordinaria eficacia de la misma cuando es genuina y auténtica (v 6).
MEDITATIO
La liturgia de hoy nos invita a concentrar la meditación en tres personajes: los pequeños, el hermano y los apóstoles. Pasando revista a estas tres categorías de personas podemos re-apropiarnos de la espiritualidad evangélica, una espiritualidad que puede iluminar toda nuestra vida.
Sabemos que, históricamente, los pequeños fueron el objeto privilegiado de la atención de Jesús: no sólo fueron los destinatarios preferentes de su enseñanza, sino que personifican sacramentalmente su presencia entre nosotros. ¡Ay de quien se permita escandalizarlos! Ellos deberían constituir el objeto primario y mayor de nuestro servicio.
El hermano del que habla este fragmento evangélico no es una mera abstracción, sino una persona de carne y hueso; más aún, un pobre pecador que, sin embargo, es capaz de penetrar su pecado con un sentimiento de arrepentimiento. También nosotros, como Jesús, estamos llamados a ofrecerle a él, a ella, el don del perdón como el gesto más hermoso y capaz de restablecer unas relaciones humanas serenas y armoniosas.
Por último, los apóstoles: éstos, a pesar de la singularidad de su misión, advierten que aún les falta fe, esa fe que podría ponerles en plena sintonía con el Maestro. Desde esta perspectiva también son un gran modelo para nosotros, que siempre tenemos necesidad de purificar la fe que se nos ha dado. Por pequeña o grande que sea, la fe posee y desprende una energía superior a toda capacidad humana; es milagrosa no tanto porque pueda realizar cosas extraordinarias como porque -pone en acción un poder divino.
ORATIO
Dios, Padre nuestro, concédenos a tus hijos:
- pastores firmes en la fe para difundir tu verdad;
- sacerdotes de manos inocentes después de sus obras;
- presbíteros con un corazón puro que no pronuncia mentira;
- responsables capaces de servir y de suscitar iniciativas;
- líderes determinados a convencer más que a vencer;
- maestros dedicados al bien común y no al suyo propio;
- jefes libres de protagonismo y atentos a tu Reino;
- autoridades animosas a la hora de romper surcos de costumbres;
- guías fuertes a la hora de afrontar riesgos, juicios, infidelidades, soledad.
En pocas palabras: no «Prometeos», sino personas que se esfuerzan en dar testimonio de ti y en representarte.
CONTEMPLATIO
Bebe primero el Antiguo Testamento, para beber después el Nuevo Testamento. Bebe los dos cálices del Antiguo y del Nuevo Testamento, porque en ambos bebes a Cristo. Bebes a Cristo, que es la vida; bebes a Cristo, que es río cuya corriente fecunda la ciudad de Dios; bebes a Cristo, que es la paz; bebes a Cristo, que es el viento de quien brotan venas de agua viva: bebes a Cristo para beber su discurso. Su discurso es el Antiguo Testamento, su discurso es el Nuevo Testamento. Devoramos la Escritura divina cuando el jugo de la Palabra eterna baja a través de las venas de la mente y de las energías del alma (Ambrosio de Milán).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Salvador» (Tit 1,4).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Toda palabra del prolongado, y no siempre fácil, diálogo entre Dios y su pueblo, y «nosotros», es preciosa. Aislar una palabra del prolongado discurso o diálogo significa no tomar en serio a aquel que habla. Quien escucha sólo la melodía del oboe no capta la sinfonía... Y el hecho de que el judaísmo haya canonizado un Tenak a más voces, y la Iglesia una Biblia que consta del Antiguo y del Nuevo Testamento, significa que la pluralidad y el carácter multiforme del canon reflejan la riqueza gloriosa y dramática del obrar de Dios. Hay una pluralidad que hace aparecer la complejidad de la vida y que nos ofrece toda una serie de figuras de esperanza y de búsqueda de Dios. Hay momentos en el que Job y Qohélet expresan la «palabra que profiere Dios», y otros en los que alguna parábola de Jesús o el testimonio de su resurrección nos trae la salvación, pero hay también otros en los que se unen muchas voces en una poderosa orquesta para dejar fascinada a toda la comunidad.
Y es precisamente este carácter multiforme de la Palabra de Dios, tal como resuena en el Antiguo Testamento, lo que hemos de preservar los cristianos del riesgo de caer en la miopía «cristológica» y en una eclesiología de corto aliento. Y es ese carácter multiforme el que nos invita a desconfiar de toda sistematización apresurada. No existe una llave capaz de abrir todas las dimensiones de la vida frente a Dios y con Dios, sino sólo las diferentes llaves de los diferentes testimonios bíblicos, mantenidos unidos por el anillo del canon y ofrecidos por la benevolencia divina (E. Zenger).