Jueves XXX Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 23 octubre, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ef 6, 10-20: Tomad las armas de Dios para poder mantener las posiciones
Sal 143, 1. 2. 9-10: Bendito el Señor, mi Roca
Lc 13, 31-35: No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Efesios 6,10-20: Nuestra vida es una lucha. Hemos de tomar la armadura completa que Dios nos da para luchar contra el Maligno: la fe, la salvación, el Espíritu, la palabra de Dios, la oración... Comenta San Agustín:
«Nos exhorta el Apóstol a que oremos no contra el hombre malo, sino contra el diablo que actúa juntamente con él. Y a que hagamos lo posible para que el diablo sea expulsado y el hombre liberado. Es lo mismo que si en una batalla uno viene armado y a caballo contra otro del bando contrario; éste no se aira contra el caballo, sino contra el jinete, y lo que pretende, en la medida de sus posibilidades, es hacer huir al jinete y quedarse con el caballo. De modo idéntico ha de actuarse con los hombres malos; se ha de trabajar con todas las fuerzas, no contra ellos, sino contra el diablo que los instiga, de modo que éste sea vencido y sea liberado aquel infeliz que él comenzaba a poseer» (Sermón 167,A).
?Con el Salmo 143 bendecimos al Señor, que es nuestra Roca, que adiestra nuestras manos para el combate, nuestros dedos para la pelea en las continuas luchas contra las fuerzas del mal, en las que está en juego nuestro crecimiento espiritual. Tenemos confianza en el Señor. Él es nuestro bienhechor, nuestro alcázar, nuestro baluarte, donde estamos a salvo; nuestro escudo y nuestro refugio, que nos auxilia en todo. Por eso nuestra alabanza se eleva constantemente hasta Él, pues nos da la victoria sobre nuestros enemigos.
?Lucas 13,31-35: Jesús anuncia de nuevo su Pasión. Morirá en Jerusalén en cumplimiento de las Escrituras. En esta ocasión, se lamenta profundamente por la suerte que va a correr la ciudad santa. Y se afirma en la determinación de subir a Jerusalén, dispuesto a morir.
En tres ocasiones ha anunciado su Pasión y Resurrección (Mc 8,31-33; 9,31-32; 10,32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: «No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén». Jesús recuerda el martirio de los profetas, que habían sido muertos en Jerusalén (Mt 23,37). Sin embargo, persiste y llama todavía a Jerusalén para que se reúna en torno a Él.
Es inefable el amor de Jesucristo por su tierra. ¡Cuánto debió sufrir su Corazón al ver que Israel se alejaba de Él, que le preparaba el martirio, que muchos se perderían, que no era fiel a su condición de Pueblo elegido! Lloró sobre Jerusalén a su vista: ¡si la Ciudad Santa hubiera conocido el mensaje de paz! También Jesús llora sobre nosotros cuando no acogemos fielmente su mensaje de salvación, sino que lo rechazamos con el pecado...
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Efesios 6,10-20
a) Hoy es el último día que leemos la carta a los Efesios, que nos ha acompañado durante más de dos semanas. Y lo hacemos con una página bastante "guerrera": "poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo".
No importa tanto identificar las diversas piezas de la armadura del guerrero del tiempo, aunque es interesante: cinturón, coraza, calzado, escudo, casco, espada. Ni tampoco la correspondencia metafórica de cada una de ellas con las armas espirituales que nombra Pablo.
Lo que sí es interesante es la lista de cuáles son estas armas para un cristiano, porque siguen siendo las mismas que ahora: la verdad, la justicia, la paz, la fe, el Espíritu, la palabra de Dios, la oración...
Pablo pide que en esta oración, además de pedir por sí mismos, recen por todos los demás y también por él, que está encadenado. Pero no necesariamente por su libertad, sino para que la Palabra salvadora de Dios pueda seguir anunciándose en el mundo.
b) Estamos empeñados, hoy como entonces, en una lucha encarnizada entre el bien y el mal. Pablo habla de las "fuerzas sobrehumanas y supremas del mal" que "dominan este mundo de tinieblas".
Los cristianos tenemos que luchar, con las armas de Dios, contra esas fuerzas del mal.
Lo que pedimos en el Padrenuestro, "mas líbranos del mal (o del Malo)", no sólo lo pedimos para nosotros, sino para toda la humanidad. Y no sólo lo pedimos, sino que nos mostramos disponibles para luchar para que triunfe el bien y no el mal a nuestro alrededor.
Las armas de Dios las ha enumerado Pablo. Somos conscientes que no podemos triunfar sin la fe ni la oración ni la ayuda del Espíritu de Dios. Si celebramos bien la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios y recibiendo en alimento el Cuerpo y Sangre de Cristo, estaremos pertrechados para el combate de cada día y para "mantener las posiciones".
No tenemos que asustarnos. Eso de que el mal actúa con fuerza y echa mano de estratagemas es muy antiguo. Pero con la ayuda de Dios -y los cristianos sabemos más que nadie de eso- podemos vencer: "buscad vuestra fuerza en el Señor, poneos las armas que Dios os da". El salmo sigue siendo estimulante: "Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para el combate... mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo".
2. Lucas 13,31-35
a) No sabemos si la advertencia que hicieron a Jesús los fariseos era sincera, para que escapara a tiempo del peligro que le acechaba: "márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
Herodes, el que había encarcelado y dado muerte al Bautista (como antes, su padre Herodes el Grande había mandado matar a los inocentes de Belén cuando nació Jesús), quiere deshacerse de Jesús.
Jesús responde con palabras duras, llamando "zorro" al virrey y mostrando que camina libremente hacia Jerusalén a cumplir allí su misión. No morirá a manos de Herodes: no es ése el plan de Dios.
La idea de su muerte le entristece, sobre todo por lo que supone de ingratitud por parte de Jerusalén, la capital a la que él tanto quiere. Es entrañable que se compare a sí mismo con la gallina que quiere reunir a sus pollitos bajo las alas.
b) Jesús aprovecha la amenaza de Herodes para dar sentido a su marcha hacia Jerusalén y a su muerte, que él mismo ha anunciado y que no va a depender de la voluntad de otros, sino que sucederá porque él la acepta, por solidaridad, y además cuando él considere que ha llegado "su hora". Mientras tanto, sigue su camino con decisión y firmeza.
El lamento de Jesús -"Jerusalén, Jerusalén"- es parecido al dolor que siente luego Pablo (Rm 9-11) al ver la obstinación del pueblo judío que no ha querido aceptar, al menos en su mayoría, la fe en el Mesías Jesús.
El amor de Dios a veces se describe ya en el AT con un lenguaje parecido al de la gallina y sus pollitos: el águila que juega con sus crías y les enseña a volar (Deuteronomio 32,11), o el salmista que pide a Dios: "guárdame a la sombra de tus alas" (Ps 17,8), y otras con un lenguaje materno y femenino: "en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados, como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré" (Is 66,12-13).
¿Estamos dispuestos a una entrega tan decidida como la de Jesús? ¿incluso si aquellos por los que nos entregamos se nos vuelven contra nosotros? ¿tenemos un corazón paterno o materno, un corazón bueno, lleno de misericordia y de amor, para seguir trabajando y dándonos día a día, por el bien de los demás? ¿o nos influyen los Herodes de turno para cambiar nuestro camino, por miedo o por cansancio?
"Buscad vuestra fuerza en el Señor" (1a lectura II)
"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas!" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Efesios 6,10-20
La vida del cristiano es una lucha contra las fuerzas adversas a Dios, unas fuerzas que se oponen a su señorío en el mundo e intentan separar al hombre del Creador (v. 11b). Se trata de unas fuerzas oscuras, no identificables con facilidad, superiores al hombre (v 12). Sin embargo, el cristiano que vive en comunión con su Señor recibe de él la fuerza necesaria para el combate (v 10), para ese combate que se desarrolla en la situación real en que vive. Pablo, empleando imágenes militares, en continuidad con aquellas que presentaban, en el Antiguo Testamento, a YHWH como un guerrero (cf. Is 42,13; Sab 18,15; Sal 35,1-3), exhorta al cristiano, despojado del hombre viejo en el bautismo (cf. Ef 4,22; Col 3,9), a revestirse de las armas para la lucha (vv. 11a-13a). La cintura, la coraza, las sandalias, el escudo, el yelmo, la espada de estas armas espirituales son la verdad, la justicia, la paz, la fe, la salvación, la Palabra de Dios (vv. 14-17). Se trata de los dones que Dios distribuye a los bautizados y que éstos están llamados a acoger y poner en práctica para vivir la libertad de los hijos del Padre celestial, liberados de su miedo y de las insidias del maligno, fuertes y perseverantes en las pruebas hasta la consumación de los tiempos escatológicos (v. 13).
La oración es el medio indispensable para poder recibir los dones de Dios y llevar la batalla a buen fin, esto es, para obrar de modo cristiano: una oración incesante, guiada por el Espíritu Santo (v 18a). Pablo llama la atención a fin de que el cansancio y el desánimo no lleven las de ganar en la difícil lucha: es necesario perseverar (v 18b). A tal fin, recomienda Pablo la oración de los unos por los otros y, en particular, por él mismo, enviado por Dios a anunciar el Evangelio, para que pueda cumplir su mandato con audacia y entereza (vv. 18c-20).
Evangelio: Lucas 13,31-35
La iniquidad más grande (cf. Lc 13,27), compendio de todas las otras, será la muerte de Jesús. Este resulta incómodo a Herodes (v. 31), pero también y sobre todo a los jefes religiosos de Israel. Sea cual sea la motivación -simpatía o bien hostilidad- por la que algunos fariseos le aconsejan que se aleje del territorio gobernado por Herodes, esto le permite a Jesús afirmar su fidelidad al mandato recibido del Padre: anunciar el tiempo de la salvación definitiva (cf. 2 Cor 6,2), de la que son signos la expulsión de demonios y las curaciones (v. 32). No hay perfidia humana que pueda cambiar el designio del amor de Dios.
El evangelista señala que Jesús es consciente de ir al encuentro de una muerte cruenta (cf. Lc 9,22; 9,44; 17,25; 18,31-33), una suerte que no es diferente de la que siguieron los profetas (vv. 33-34a; cf. 6,22ss). Eso sucederá precisamente en la ciudad santa de Jerusalén, la cual, en contradicción con su propio nombre -«Ciudad de la paz»-, ha sido el lugar de la masacre de los enviados de Dios. Es un acto deliberado ese con el que Jerusalén, símbolo de los israelitas incrédulos, no ha acogido la Palabra que Jesús le ha anunciado en más ocasiones, manifestando el deseo del Padre de convertirla en centro de unidad de su pueblo elegido (v. 34b). Jesús predice su ruina (v 35a), que es, a un tiempo, material (la ciudad será sometida todavía más duramente a los romanos y el templo será destruido) y espiritual. De hecho, Israel, al rechazar a Jesús, no recibe el cumplimiento de la promesa.
Sin embargo, puesto que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Rom 11,29), el evangelista entrevé, en el signo de la aclamación triunfal del mesías al final de su viaje (v 35b; cf. Lc 19,28-39), la acogida de Jesús por parte de todo Israel, al final de los tiempos, cuando judíos y paganos, convertidos todos en cristianos, bendecirán juntos el nombre del Señor.
MEDITATIO
Hay que sostener una lucha para ser auténticamente cristianos, una lucha entre las muchas sugerencias y persuasivos reclamos que frenan el impulso de adhesión al Señor e intentan marchitar el vigor de la obediencia a su Palabra. El Señor mismo nos sostiene, asegurándonos su presencia poderosa en los signos sacramentales. Con el don de la fe, de la Palabra, de la capacidad de discernir lo que está bien de lo que está mal, nos atrae hacia él a fin de que, en comunión con él, demos a conocer en el mundo su presencia, que es fuente de vida para todos, sin distinciones entre judíos y griegos.
Pero tal vez hoy sea más difícil que nunca hacer callar al que se opone a todo esto y nos separa del Señor y de los otros. Quizás la causa resida en que no nos dejamos abrazar por su deseo de recogernos en la unidad -nosotros, seres tan doloridos por las dispersiones interiores, tan fragmentados en nuestras relaciones vitales-.
La oración nos ayuda a volver y a permanecer en el centro de nosotros mismos, en ese lugar donde el Espíritu Santo no cesa de recordarnos el amor del Padre y la ternura del Hijo.
ORATIO
Señor, te pedimos, siguiendo la invitación de tu apóstol, que los hermanos y hermanas que viven situaciones de prueba sean capaces de resistir a la tentación del desánimo. Haz que escuchen tus llamadas y no abandonen la Palabra que han escuchado, la verdad en la que han creído, la justicia que han acogido. Te pedimos en particular, Señor, por los anunciadores del Evangelio: que, siguiendo tu ejemplo, perseveren contra todo opositor, visible o invisible; que sean fieles a tu voluntad, testigos de la verdad que ellos han sido los primeros en recibir como don; que su única preocupación sea que tú seas conocido y amado, alabado y agradecido.
CONTEMPLATIO
Dios nos ha otorgado tanta gracia que es nuestro ayudador y nos ha dado buenas armas. Y puesto que él quedó muerto y vencedor en el campo de batalla (muerto fue y, al morir en el leño de la santísima cruz, salió vencedor, y con su muerte nos ha dado la vida), y ha vuelto a la ciudad del Padre eterno con la victoria de su esposa, o sea, de nuestra alma, sigamos, pues, sus vestigios, expulsando el vicio con la virtud; la soberbia con la humildad; la impaciencia con la perfecta humildad y la continencia; la vanagloria con la gloria y el honor de Dios. Que lo que hagamos e ingeniemos sea para gloria, alabanza y honor del nombre de nuestro Jesús.
Hágase una dulce y santa guerra contra estos vicios: y cuanto más miremos al dulce Señor, tanto más animada se verá el alma a emprender mayor guerra (Catalina de Siena, Le lettere, Milán 41987, pp. 439ss [edición española: Obras de santa Catalina de Siena, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1996]).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Que el Señor nos conforte con su fuerza poderosa» (cf. Ef 6,10).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Nuestra presencia es motivo de discordia: algunos la contestan hasta el punto de organizar atentados contra nosotros. Pero los ataques contra nuestra comunidad hacen nuestra presencia todavía más manifiesta. Lo hemos visto claramente después del rapto de los monjes y, más aún, después de su inmolación. La mayor parte de los musulmanes argelinos se ha unido a nosotros en la oración a Dios para que preservase su vida y plegara el corazón de los raptores. Más tarde, tras el anuncio de su muerte, han vuelto a vivir aún con nosotros la consternación, la condena y la vergüenza que semejante crimen ha suscitado. Las pruebas por las que pasamos, vividas sin espíritu de venganza y abiertos al perdón evangélico, asumen un papel en las obras de la reconciliación y de la paz. «... Hemos tenido que permanecer firmes en nuestro rechazo a dejarnos identificar con uno u otro campo, permanecer libres para contestar de manera pacífica a las armas y los medios de la violencia y de la exclusión. Seguir siendo lo que somos en este contexto significa anunciar de modo concreto un evangelio de amor a todos, un evangelio que implica el respeto a la diferencia. ¡Esta es una auténtica buena noticia! El incremento de la proximidad de nuestros vecinos y su aceptación de lo que somos hacen que acojamos, ciertamente, su propio mensaje. ¡Una felicidad hecha para crecer!» (Hermano Christian, prior de la Trapa de Tibhrine, en H. Teissier, Accanto a un amico, Magnano 1998, p p. 155ss [edición española: Cartas de Argelia, Encuentro, Madrid 2000]).