Jueves XXIX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 23 octubre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Rm 6, 19-23: Ahora, emancipados del pecado, habéis sido hechos esclavos de Dios
Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6: Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Lc 12, 49-53: No he venido a traer paz, sino división
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Romanos 6,19-23: Convertíos en siervos de Dios. La esclavitud del pecado acaba en la muerte; pero la sumisión a la justicia de Dios produce la santidad y lleva a la vida eterna. Comenta San Agustín:
«?Despojaos del hombre viejo para revestiros del nuevo?. El Señor establece un pacto con vosotros. Habéis vivido para el mundo, os habéis entregado a la carne y a la sangre, habéis llevado la imagen del hombre terreno... Llevad en adelante la de Aquel que procede del cielo: es Palabra humana, puesto que ?la Palabra se hizo carne?, y ?como pusisteis vuestros cuerpos como armas de iniquidad al servicio del pecado, así ahora debéis exponerlos como armas de justicia al servicio de Dios? (Rom 6,19). Para vuestra ruina, vuestro enemigo se arma con vuestros dardos; para vuestra salvación, ármese a su vez vuestro Protector con vuestros miembros» (Sermón 216,2,).
?«Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor», rezamos con el Salmo 1, dichoso el que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la Ley del Señor y medita su Ley día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia; da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas y cuanto emprende tiene buen fin. No así los impíos, no así, serán paja que arrebata el viento, porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal».
?Lucas 12,49-55: Cristo vino a inflamar al mundo con el fuego de su amor. Cristo, enviado por el Padre, vino al mundo para incendiar a la humanidad en el fuego divino del Espíritu Santo. Comenta San Ambrosio:
«No es un fuego que destruya los bienes, sino ése que hace germinar la buena voluntad y enriquece los vasos de oro de la Casa del Señor... Ese fuego divino que agosta los deseos terrenos, suscitados por los placeres mundanos, los cuales deben perecer como obra de la carne... El fuego del Señor es una luz eterna y con ese fuego es con el que se encienden las lámparas de los que esperan la llegada del Señor... Es el fuego que ilumina los íntimo del corazón... Con ese fuego nos infunde la devoción, consuma en nosotros la perfección... Con su presencia arroja luz sobre los misterios» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. VII,132-133).