Martes XXVII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 2 octubre, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ga 1, 13-24: Se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles
Sal 138, 13. 13-14ab. 14c-15: Guíame, Señor, por el camino eterno
Lc 10, 38-42: Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Gálatas 1,13-24: Recuerda San Pablo los comienzos de su vocación. Dios lo llamó para que se convirtiera en miembro y apóstol de la Iglesia, cuando perseguía a ésta encarnizadamente. San Juan Crisóstomo, gran admirador del Apóstol, comenta:
«¿Existe un alma más humilde que ésta? Si se refería a lo que le acusaba, a su persecución y devastación de la Iglesia, hablaba de ello con una crítica rotunda de su vida pasada; en cambio, no se detiene en detalles de lo que ahora manifiesta su gloria. Si hubiera querido, habría podido relatar con amplitud todas sus acciones, sin embargo, no dice nada de éstas, antes al contrario, atraviesa un mar infinito con una sola palabra y dice: ?vine a las regiones de Siria y Cilicia... Y alababan a Dios por causa mía». Observa también en este punto ese afán de ser humilde y con qué cuidado lo observa. No dijo: ?me admiraban, me alababan, estaban asombrados?... sino que subraya que todo era producto de la gracia. Dice, en efecto: ?glorificaban a Dios por mí?» (Comentario a la Carta a los Gálatas 1,11).
?Con el Salmo 138 proclamamos: «Guíame, Señor, por el camino eterno». El Señor sondeó a Pablo y lo conoció, lo conoció en su persecución a la Iglesia, seguía sus pasos, desde lejos penetraba sus pensamientos, distinguía su camino y su descanso, todas sus sendas le eran familiares. Él lo formó, formó su corazón, conocía hasta el fondo de su alma... Por eso Pablo pudo dar gracias al Señor porque lo escogió portentosamente, porque sus obras son admirables. También nosotros podemos decir lo mismo. El Señor nos guía, nos llena de sus dones. Sigámosle, pues, y démosle gracias.
?Lucas 10,38-42: Marta lo recibió en su casa. María escogió la mejor parte. Comenta San Agustín:
«Marta, entregada al servicio, se ocupaba de los quehaceres de la casa; en efecto, dio hospitalidad al Señor y a sus discípulos. Se esmeraba con preocupación, sin duda piadosa, para que los santos no experimentasen en su casa molestia alguna. Mientras ella estaba ocupada en este servicio, su hermana María, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Marta interpeló al Señor... Y el Señor respondió: ?una sola cosa es necesaria. María eligió la mejor parte que no le será quitada?. Buena es la tuya, pero mejor la de ella. Buena es la tuya, pues bueno es desvelarse en beneficio de los santos, pero la suya es aún mejor... En definitiva lo que tú elegiste pasa... María eligió la contemplación, escogió vivir de la Palabra... La misma Palabra es la vida. Es esa la única cosa: contemplar las delicias del Señor, cosa imposible en la noche de este siglo» (Sermón 169,17).
Es bien claro el pensamiento de San Agustín. La contemplación absoluta no es de este siglo; mientras estamos en él hemos de alternar la acción y la contemplación, el ora et labora benedictino. Los activos necesitan de la contemplación y los contemplativos de la acción pro modulo nostro.
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Gálatas 1,13-24
a) ¿A qué viene, en esta carta, la página autobiográfica que Pablo les escribe a los Gálatas?
Por una parte, se está poniendo como ejemplo de cómo hay que pasar de lo antiguo a lo nuevo, de la ley a la gracia, sin dar pasos hacia atrás. Él había sido entusiasta defensor del judaísmo, "partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados". Pero luego, una vez convertido a Cristo, fue coherente con su fe y dejó de apoyarse en la ley antigua, y "predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir".
Pero además, estos rasgos biográficos son para defender su ministerio apostólico. Es verdad que no conoció personalmente a Jesús y que fue perseguidor de la Iglesia, pero "me escogió desde el seno de mi madre y me llamó a su gracia y se dignó revelar a su Hijo en mí para que yo lo anunciara a los gentiles". O sea, es apóstol legítimo, aunque lo sea de modo distinto que Pedro y los demás. Además recuerda que su ministerio ha sido legitimado por Pedro y Santiago, cuando fue a Jerusalén a confrontar con los apóstoles su doctrina.
Por tanto los cristianos de Galacia no tienen que caer en la tentación de cambiar lo que Pablo les había enseñado.
b) No nos extraña la maniobra de que fue objeto Pablo y muchos sucesores suyos.
Cuando una doctrina no nos gusta, intentamos desacreditar al que la proclama. Si la Iglesia, también ahora, defiende valores que resultan incómodos y no populares -como la defensa de la vida o la justicia social-, está expuesta a ser víctima de una campaña más o menos sutil de desprestigio o incluso de violencia.
En el caso de Pablo son los tradicionalistas, instalados en la formación recibida, los que no quieren que se mueva nada y atacan a este revolucionario que no respeta, según ellos, los valores más sagrados del judaísmo. El modo indirecto de atacarle es negar la legitimidad de su ministerio.
La reacción tiene que ser una mezcla de decisión y de humildad, no por los caminos de la violencia o del interés personal. Si Pablo se defiende, es para proteger el evangelio que ha predicado, y que ve peligrar por la intromisión de esos falsos profetas. No debemos buscarnos a nosotros mismos. El juicio crítico de los demás no nos angustia. Más bien nos sentimos juzgados por Dios, que nos conoce en profundidad, y deseamos su aprobación: "Señor, tú me sondeas y me conoces... conoces hasta el fondo de mi alma". Nuestra meta no es defender la propia honra ni conseguir aplausos, sino anunciar la salvación de Dios.
Eso sí, con la energía de que da muestras Pablo.
2. Lucas 10,38-42
a) En su camino hacia Jerusalén, Jesús se hospeda en una casa amiga: la de Marta y María. Jesús sabe tomarse un descanso y es capaz de amistad. Las dos son seguramente las mismas de las que habla Juan (Jn 11), las hermanas de Lázaro, a quien Jesús resucitó.
La breve escena es muy familiar. Marta y María tienen carácter muy diferente: una, buena ama de casa, se esmera en atender a las cosas materiales; la otra se sienta a los pies de Jesús, en actitud de discípula, y le escucha atentamente.
Ante la queja de Marta, Jesús, amablemente, le recuerda que "sólo una cosa es necesaria: María ha escogido la parte mejor", porque aprovecha la ocasión de que tienen al Maestro en casa y le escucha.
b) A veces, Jesús recomienda claramente la caridad, el servicio a los demás, como ayer, con la parábola del samaritano.
Otras, como hoy, destaca la actitud de fe y de escucha. A los doce apóstoles, y luego a los setenta y dos, les había recomendado que no tuvieran demasiadas preocupaciones materiales, sino que se centraran en lo esencial, la predicación del Reino. Otras veces nos dice que busquemos el Reino de Dios, que todo lo demás se nos dará por añadidura.
Cuando quiso enseñarnos quiénes eran ahora su madre y sus hermanos, recordamos lo que dijo: "los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Lo cual quiere decir que no pueden ser opuestas las dos actitudes: la de la caridad detallista y la de la oración y la escucha. Sino complementarias. Hemos de ser hospitalarios, pero también discípulos. Con tiempo para los demás, pero también para nosotros mismos y para Dios. Y al revés: con oración, pero también con acción y entrega concreta.
Cada cristiano -no sólo los monjes o sacerdotes- debe saber conjugar las dos dimensiones: la oración y el trabajo servicial. ¿Cuál es el aspecto que yo descuido? ¿me refugio tal vez en la meditación y luego no doy golpe? ¿o me dedico a un activismo ansioso y descuido los momentos de oración? ¿soy sólo Marta, o sólo María? ¿no debería unir las dos cosas?
El mismo Jesús, cuyo horario de trabajo difícilmente igualaremos, buscaba momentos de oración personal -además de la comunitaria, en el templo o en la sinagoga- para orar a su Padre, dejando por unas horas su dedicación explícita a los enfermos o a los discípulos.
Nuestro trabajo no puede ser bueno si no tiene raíces, si no estamos en contacto con Dios, si no se basa en la escucha de su Palabra. Jesús no desautoriza el amor de Marta, pero sí le da una lección de que no tiene que vivir en excesivo ajetreo: debe encontrar tiempo para la escucha de la fe y la oración.
"Predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir" (1a lectura II)
"Sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Gálatas 1,13-24
Tras haber declarado con una apretada argumentación que su evangelio es el de Jesucristo, Pablo presenta -por así decirlo- sus credenciales de apóstol. Se trata de una perícopa importante, de corte decididamente autobiográfico. El apóstol recuerda a los gálatas lo repentino y radical que fue su cambio. De tenaz defensor de la Ley (como vía de salvación) y furioso perseguidor de la Iglesia de Cristo, se convirtió en su audaz defensor.
El Evangelio que predica Pablo no encuentra en su pasado de judío unas raíces psicológicas y sociológicas razonables. No ha «florecido» de sus profundas convicciones ni de su práctica de fariseo más celoso que sus mismos correligionarios (v 14), aferradísimos en su adhesión a la Ley. La revelación en el camino de Damasco (cf. Hch 9,1-19; 22,1-21; 26,9-18) da literalmente la vuelta a su pensamiento y a su acción. No ha habido en ello ninguna mediación, ninguna intervención humana: éste es el quid de la cuestión.
Pablo es consciente de que el Padre lo eligió y lo llamó, desde el seno de su madre, en vistas a un acontecimiento absolutamente gratuito: anunciar a los paganos la revelación de Jesús (cf vv. 15 y 16). La traducción literal dice: «... revelar a su Hijo en mí», y expresa mejor la revolución existencial que, a partir de su interioridad, experimenta Pablo, aunque sus ojos quedaron cegados por la luz de Jesucristo resucitado. La suya es, por tanto, una vocación profética (como la de Jeremías), a la que no opone resistencia. «Sin consultar a hombre alguno» (literalmente, el v. 16 dice «sin consultar carne y sangre»), salió Pablo para Arabia, dejándose comprometer de inmediato en la aventura de anunciar a Jesús.
La absoluta independencia del Evangelio de Pablo respecto a cualquier influencia judía o de la Iglesia de Jerusalén aparece destacada por el hecho de que sólo en un segundo momento sintió la necesidad de «conocer a Pedro», cuando fue a Jerusalén, donde sólo se quedó «quince días» (v. 18). Lo que dice Pablo tiene todo el sabor de la verdad profundamente acogida y toda la luz de un acontecimiento vivido en plenitud.
Evangelio: Lucas 10,38-42
Esta perícopa ha suscitado gran interés a lo largo de los siglos. Es posible que el motivo de fondo sea haber «cristalizado» en Marta la figura-tipo de la vida activa y en María la de la vida contemplativa. Sin embargo, no se trata de dos estados de vida; la clave de lectura del texto se encuentra más bien en captar dos actitudes interiores.
Jesús va de viaje con los suyos hacia Jerusalén. El suyo es un caminar hacia el epílogo dramático de su propia misión, hacia el misterio pascual de nuestra salvación. El texto dice «según iban de camino» y, después, «entró». Cuando se encuentra en Betania, entra sólo en casa de Lázaro, donde Marta, la hermana de Lázaro y de María, le recibe. Hay audacia innovadora en este entrar de Jesús en una casa donde el hombre, si es que lo hay, ni siquiera es nombrado. Verdaderamente, para Jesús «no cuenta ya ser judío o griego, hombre o mujer»; cuenta la «nueva criatura» (cf. Gal 6,15) que se afirma en relación con él.
Marta recibe a Jesús; María se sienta a sus pies y escucha su Palabra. El tono descriptivo no se refiere aquí al Señor, que habla, sino a la «mujer-verdadera-discípula», que está acurrucada a sus pies con un olvido de todo lo que no sea él y su Palabra. Marta, en cambio, «estaba atareada con los muchos quehaceres del servicio» (v. 40). El verbo del texto original se emplea únicamente aquí; Lucas lo utiliza para expresar la gran tensión y agitación -digamos también la alienación- que hay en las cosas por hacer. Marta «se acercó» (v. 40, al pie de la letra en griego: «Se echó encima»), intervino con una cierta petulancia, molestando a la quietud contemplativa de las palabras de Jesús y de la escucha de María. El suyo es casi un reproche dirigido al Señor, que, según su restringido punto de vista, no se preocupa de su «ahogamiento» entre las muchas tareas de las que se ocupa.
Y es aquí donde Jesús aprovecha la oportunidad para censurar, no su utilísima entrega a la tarea, sino el afán y la preocupación que marcan de manera negativa su quehacer. ¿Acaso no había dicho ya Jesús en otro lugar: no os afanéis, no os preocupéis ni por el vestido ni por el alimento, no os afanéis por nada? (cf. Mt 6,25-34). En cambio, a propósito de María, afirma el Maestro que su elección tiene que ver con lo único que cuenta. Esta única cosa es la escucha de la Palabra (que en otro lugar es comparada con la semilla sofocada por las zarzas de las preocupaciones y de la avidez ansiosa). La parte mejor que nunca será quitada al que ama es el amor mismo: el Señor-Amor.
MEDITATIO
En la argumentación de Pablo a los gálatas hay un aspecto que toca en lo más hondo a mi vivir. También yo fui elegido, llamado «desde el seno materno», para vivir la realidad bautismal de mi adopción como hijo, con todo lo que esta elección y esta llamada comportan: como inestimable don por parte de Dios y como compromiso perseverante por mi parte. En un mundo marcado por una gran confusión y por una sofocante y desesperada pérdida de «sentido», en un mundo cuya realidad mediática (tan positiva en sí misma, aunque maniobrada por las fuerzas más ciegas de la eficiencia materialista a cualquier precio) «remeda» los «caminos de la paz» falsificando la vida y la muerte, se hace urgente acoger la Palabra de Jesús. Es en mí, en primer lugar, donde la acojo; es en mí donde, dentro de la prioridad contemplativa sugerida por la actitud de María en el evangelio de hoy, la escucho en tiempos y espacios de indispensable quietud de todo mi ser.
Urge el anuncio. Hoy más que nunca. Sin embargo, la trampa consiste en que hasta los creyentes más comprometidos se dejan envolver por un modo de hacer inquieto y preocupado. Precisamente lo que Jesús censuró en Marta. Es como si alguien quisiera ir a pescar agitando continuamente las redes, en vez de lanzarlas a mar abierto con mano firme. Ha llegado el tiempo de vivir, en la vida diaria, la actitud de escucha orante de María, aunque sin desatender el genuino servicio de Marta; al contrario, animándolo y vivificándolo con esta tranquila acogida de la Palabra. Sin una tenaz y humilde fidelidad a la Palabra rezada por la mañana y vivida en cada ministerio de servicio durante el día, no hay verdadera autenticidad ni de vida cristiana ni de anuncio comprometido. Es importante que esta persuasión invada todo mi ser.
ORATIO
Señor, en esta época cuyo signo es el aturdimiento producido por la inflación de excesivas palabras humanas, ayúdame a tener un corazón adorador y a la escucha, como María acurrucada a tus pies.
«Tú me sondeas y me conoces», tú me amaste y me elegiste ya «cuando todavía no habitaba en el seno de mi madre». Que yo lo perciba en el corazón, que yo viva su fuerza irradiadora y, dirigiendo lo más a menudo posible la mirada a ti, que habitas en lo más profundo de mí, pueda yo anunciar con la vida que es hermoso conjugar la contemplación de María con el servicio de Marta, la escucha de la Palabra con la Palabra convertida en vida en el curso de los días.
CONTEMPLATIO
Escucha, Hijo, mi enseñanza
y pon fin al sueño
que pesa sobre ti.
Sal del aturdimiento
que te inunda de tinieblas.
¿Por qué seguir en tinieblas
si está a tu disposición la luz?
¿Por qué beber el agua turbia
si está al alcance de tu corazón la pura? [...]
No ames el oro ni la plata
y, si te aferra el afán, la preocupación,
échalos sólo en Dios
y revístete de la Sabiduría
como de un manto.
¿Vuelve de continuo al Padre;
no tengas un corazón altanero,
sino sé tú mismo un hombre
plasmado por el logos (la Palabra de Dios).
Vence la hipocresía, la codicia y la vanagloria.
No digas palabras arrogantes
ni malas al juzgar,
porque todo hombre malo hace mal
antes que nada a su propio corazón.
Hijo mío,
deja a tu espalda a tu «hombre viejo»
y tú, en Cristo, toma altura
como un águila
(Abbá Silvano el Egipcio, Voi siete miei amici, Magnano 1999, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Me fío de ti, Señor: tú obras a través de mí».
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Jesús no responde a nuestro estilo de vida, marcado por las preocupaciones, diciendo que no deberíamos dedicarnos tanto a los asuntos de este mundo. No intenta alejarnos de los acontecimientos, de las actividades y de las personas que forman parte de nuestra vida. No dice que todo lo que hacemos es insignificante, carente de valor o inútil. Ni siquiera nos sugiere que nos retiremos de todas las actividades en las que estamos comprometidos, para vivir en quietud y tranquilidad lejos de las tensiones del mundo.
La respuesta de Jesús a las preocupaciones que colman nuestra vida es muy diferente. Nos pide que transfiramos el centro de gravedad, que traslademos el centro de nuestra atención, que cambiemos el orden de nuestras prioridades. Jesús quiere que nos traslademos desde las «muchas cosas» a la «única cosa necesaria». Es importante que nos demos cuenta de que Jesús no quiere en absoluto que abandonemos nuestro mundo, tan complejo. Su voluntad, más bien, es que vivamos en él, firmemente arraigados en el centro de todas las cosas. Jesús no habla de que cambiemos de tipo de actividad o de que modifiquemos nuestras relaciones, ni siquiera de que disminuyamos el ritmo. Jesús nos habla de un cambio del corazón. De una disposición diferente del corazón que haga todo diferente, aun cuando todo parezca seguir como antes. Eso significa: «Buscad primero el Reino de Dios... y todas estas cosas se os darán por añadidura». Lo que cuenta es el empleo de nuestro corazón.
Cuando nos asaltan las preocupaciones, nuestro corazón se encuentra en el lugar equivocado. Jesús nos pide que traslademos el corazón al centro, allí donde todo lo demás está en su sitio (H. J. M. Nouwen, Invito alla vita spirituale, Brescia 1998).