Lunes XXVII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 9 octubre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Jon 1, 1—2, 1. 11: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor
Jon 2, 3. 4. 5. 8: Sacaste mi vida de la fosa, Señor
Lc 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo?
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
?Jonás 1,1-2, 21-11: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor. Las misiones del Señor se han de secundar inmediatamente, pues de lo contrario nos exponemos a nuestra perdición, a no ser que volvamos a Él por el arrepentimiento. La predicación misionera ha de ir acompañada de muchas virtudes y de una gran coherencia con la propia vida, identificando ante todo nuestra voluntad con la voluntad divina. No podemos ocultar la verdad, ni refugiarnos en falsos irenismos, sino que, al estilo de los Apóstoles, hemos de afirmarla en las palabras y en los hechos en su significado pascual. Y lo pascual siempre supone un paso de la muerte a la vida. El fruto primero de toda acción misionera es siempre la metanoia, el arrepentimiento, la conversión, como en el primer Pentecostés de la historia cristiana: «¿Qué tenemos que hacer?... Convertíos y bautizaos» (Hch 2,37-38). San Gregorio Magno dice:
«La palabra divina, así como es digna de la atención de los prudentes, por los misterios que encierra, así también es el consuelo de las almas sencillas. Con lo exterior alimenta a los pequeñuelos; con lo más secreto admira y eleva los entendimientos sublimes. Es como un río que en unas partes va somero y en otras muy profundo, en el que pasa el cordero y nada el elefante» (Morales sobre Job 4,1).
?Del mismo Jonás 2 se toma el Salmo responsorial: «Sacaste mi vida de la fosa, Señor. En mi aflicción clamé al Señor y me atendió, desde el vientre del infierno pedí auxilio, y escuchó mi clamor. Me arrojaste a lo profundo en alta mar, me rodeaban las olas, tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí. Yo dije: ?me has arrojado de tu presencia, quién pudiera ver de nuevo tu santo templo?. Cuando se me acababan las fuerzas me acordé del Señor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu santo templo». El Señor escucha la oración de los humildes. En todo momento hay que orar al Señor con entera confianza.
?Lucas 10,25-37: ¿Quién es mi prójimo? Según Orígenes, desde las primeras generaciones cristianas se ha identificado el Buen Samaritano con el propio Jesucristo que «una vez llegado junto al hombre medio muerto y habiéndole visto bañado en sangre, tuvo piedad de él y se abajó hasta hacerse su prójimo» (Comentario a San Lucas 3,5)
Así comenta San Ambrosio:
«Puesto que nadie es tan verdaderamente nuestro prójimo como el que ha curado nuestras heridas, amémosle, viendo en Él a nuestro Señor, y querámosle como a nuestro prójimo; pues nada hay tan próximo a los miembros como la Cabeza. Y amemos también al que es imitador de Cristo y a todo aquel que se asocia al sufrimiento de su Cuerpo» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib.VII,84).