Sábado XXVI Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 2 octubre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Bar 4, 5-12. 27-29: El que os mandó las desgracias, os mandará el gozo eterno
Sal 68, 33-35. 36-37: El Señor escucha a los pobres
Lc 10, 17-24: Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Baruc 4,5-12.27-29: El que os mandó las desgracias os mandará el gozo eterno. Reconoce el pecado que han cometido, pero los exhorta a la penitencia y al arrepentimiento, para volver a encontrar el gozo eterno junto al Señor. El pecado es siempre fuente de desgracias personales y colectivas. Cuando el hombre peca gravemente se pierde para sí mismo y para Dios. Escribe Orígenes:
«Así como el médico procura con medicamentos atraer a la parte exterior del cuerpo ciertas enfermedades o daños interiores, aunque ocasione en esta operación al paciente más crueles dolores de los que padecía, del mismo modo Dios, cuando ve que nuestros males espirituales penetran hasta lo íntimo, saca al público la iniquidad que estaba oculta, para que nos reconozcamos y apliquemos los remedios oportunos» (Comentario al Éxodo 2).
Y San Ambrosio:
«Nuestro pecado es nuestro mayor enemigo; esto nos turba en el reposo, nos aflige en la salud, nos entristece en el gozo, nos inquieta en la tranquilidad, mezcla su amargura en nuestra misma dulzura y nos despierta en el descanso del sueño. Por el pecado, nos vemos convencidos sin acusador sin verdugo; atados sin cadenas y vendidos sin que nadie nos haya puesto en venta» (Comentario al Salmo 37,45).
San Juan Crisóstomo dice:
«Pongamos todos los días delante de nuestros ojos los pecados que hemos cometidos después del bautismo, para que esta memoria nos sirva como de freno que nos tenga continuamente en la humildad y la modestia» (Homilía 31,9).
–Con el Salmo 68 decimos: «El Señor escucha a los pobres. Miradlo los humildes y alegraos, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. No desprecia el Señor a los cautivos, a los pecadores, sino que los llama al arrepentimiento... El Señor salvó a Sión y reconstruyó las ciudades de Judá y las habitaron en posesión. La estirpe de sus siervos la heredarán, los que amaron su nombre vivirán en ella». También nosotros poseeremos la gran Ciudad de Dios si nos arrepentimos de nuestros pecados. Por eso entonamos un himno de alabanza y pedimos que lo alaben el cielo, la tierra, las aguas y cuanto hay en ellas.
–Lucas 10,17-24: Estad alegres, porque vuestros nombres están escritos en el cielo. Los discípulos vuelven contentos de la misión evangelizadora, pero Jesús les indica la verdadera alegría. Comenta San Agustín:
«Si a uno no le dio resucitar muertos, y a otro no le hizo el don de la palabra, a todos, sin embargo, les dio... ¿Qué?: «Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). ¿Qué sirve hacer milagros, si es soberbio el que los hace, si no es humilde y manso de corazón? ¿Acaso no será contado en el número de quienes al fin de los siglos han de salir diciendo: Pues, «¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre cantidad de prodigios?» Y ¿qué respuesta oirán? «No os conozco. Apartaos de mí todos los obradores de iniquidad». ¿Qué, pues, conviene que aprendamos?... Una caridad acendradísima, noble, sin fastuosidad, sin altivez, sin doblez» (Sermón 142, 11-12).