Miércoles XXVI Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 2 octubre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Neh 2, 1-8: Si a Su Majestad le parece bien, déjame ir y reconstruiré la ciudad de mis padres
Sal 136, 1-2. 3. 4-5. 6: Que se me pegue la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti
Lc 9, 57-62: Te seguiré a donde vayas
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Nehemías 2,1-8: Reconstrucción de la ciudad. Ha comprendido Nehemías que sus privilegios no pueden quedar para sí mismo, sino que ha de ponerlos al servicio de su pueblo. Por eso fue a Palestina en calidad de especialista delegado para asesorar a sus compatriotas, que no llegan a organizarse en la independencia. Hemos de tener una actitud de servicio como Cristo que, sirviendo a Dios, salva a los hombres, reparando así una negativa de servir. Él nos reveló cómo quiere ser servido el Padre: quiere que se consuman en el servicio de sus hermanos, como lo hizo Cristo. «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida» (Mc 10,45). «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).
–El Salmo 136 nos evoca algo de las circunstancias de la lectura anterior: «Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti... ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías».
–Lucas 9,57-62: Te seguiré a donde vayas. Comenta San Agustín:
«Estableced una jerarquía, un orden y dad a cada uno lo que se le debe. No sometáis lo primario a lo secundario. Amad a los padres, pero anteponed a Dios. Contemplad a la madre de los Macabeos... Oíd a Dios, anteponedle a mí, no os importe el que me quede sin vosotros. Se lo indicó y lo cumplieron. Lo que la madre enseñó a los hijos, eso enseñaba nuestro Señor Jesucristo a aquel a quien decía: «sígueme»... Atribuye de forma absoluta a su piedad el ser justo, y el ser pecador atribúyelo a tu maldad. Sé tú el acusador y Él será tu indultador. Todo crimen, todo delito, todo pecado se debe a nuestra negligencia, y toda virtud, toda santidad a la divina clemencia. Él eligió a los que quiso. Te llama el Oriente y tú miras al Occidente» (Sermón 100).