Lunes XXVI Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 2 octubre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Zac 8, 1-8: Yo libertaré a mi pueblo del país de Oriente y de Occidente
Sal 101, 16-18. 19-21. 29 y 22-23: El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria
Lc 9, 46-50: El más pequeño de vosotros es el más importante
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Zacarías 8,1-8: Yo libertaré a mi pueblo del país de Oriente y Occidente. Son oráculos de felicidad. Zacarías es el profeta del retorno del destierro; reconstrucción, vida larga, alegría... Pero todo esto se realizará en Cristo y su obra con sentido espiritual y sublime. El profeta está convencido de que Dios está en el corazón de la ciudad como lo estaba en la columna de fuego y en la tienda del desierto. El amor de Dios es inmenso. Mas donde se mostró en su plenitud fue en la Encarnación del Unigénito del Padre: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Unigénito, como dice San Juan en el
Evangelio (Jn 3,16). Este es el signo grande del amor de Dios.
–El Salmo 101 nos ofrece un material adecuado para meditar con respecto a la lectura anterior: «el Señor reconstruyó Sión y apareció en su gloria; los gentiles temerán su nombre y los reyes del mundo su gloria». Es en la reconstrucción de Sión, la Santa Iglesia, donde brilla con esplendor su gloria... Él se inclina a la súplica de los indefensos y no desprecia sus peticiones. Esto se escribió para las generaciones futuras hasta el fin de los tiempos; el pueblo de Dios que fue creado alabó al Señor y lo alaba constantemente en las celebraciones litúrgicas y fuera de ellas. El Señor miró desde su excelso santuario, desde el cielo se fija en la miseria del hombre pecador, escuchó los gemidos de la humanidad doliente y la salvó, libró a los condenados a muerte. «Bendito sea el nombre del Señor».
–Lucas 9,46-50: El más pequeño entre vosotros es el más importante. Puso Jesús por modelo a un niño. La humildad es una disposición del alma. Está dentro del corazón y del espíritu profundo, que se inclina y se doblega ante la majestad del Señor. Dice San Juan Crisóstomo:
«Todas las oraciones, ayunos, obras de misericordia, la castidad y por último, las virtudes todas, perecerán algún día y se destruirán si no van fundadas sobre la humildad, porque así como la soberbia es la fuente de todos los vicios, la humildad es el manantial de todas las virtudes... Hace Jesucristo de las Bienaventuranzas, como una escala divina, y la primera es como un escalón para subir a la segunda; porque la humildad del corazón va sin repugnancia a llorar sus pecados. Esto será como un efecto necesario, benigno, justo y misericordioso. El que esté lleno de benignidad, justicia y misericordia, tendrá puro el corazón. El que tenga puro el corazón, será sin duda pacífico; y el que posea todas estas virtudes, no temerá los peligros, ni se turbará con cuantas calamidades carguen sobre él» (Homilía 15, 43-44).