Sábado XXV Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 19 septiembre, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
Qo 11, 9—12, 8: Acuérdate de tu Hacedor durante la juventud, antes de que el polvo vuelva a la tierra y el espíritu vuelva a Dios
Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación
Lc 9, 43b-45: Al Hijo del Hombre lo van a entregar. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Eclesiástico 11,9–12,8: Acuérdate de tu Creador, ahora que vives, antes de que el polvo vuelva a la tierra y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. Dios te llamará a juicio para dar cuenta. El fin del mundo sorprenderá a los hombres, ocupados en sus negocios, sin advertir la inminencia de la llegada de Cristo. Vendrá como Redentor del mundo, como Rey, Juez y Señor de todo el universo, pero también como Padre misericordioso, pues Él es esencialmente Amor. «Cuando venga el Hijo del Hombre... hará comparecer ante Él a todas las naciones y separará a uno de otros» (Mt 25,31-32; Mc 13,26-27; Lc 21,36). San Juan Crisóstomo dice:
«Aunque tengas padres o hijos o amigos o alguien que pudiera interceder por ti, solo te aprovechan tus hechos. Así es este juicio; se juzga solo lo que has hecho» (Homilía sobre la Carta a los Gálatas 2-8).
Y San Gregorio Magno:
«En la vida presente puede ocultarse a los hombres lo que se hace interiormente; pero vendrá ciertamente el Juez a quien no podrá ocultarse nada con callar, a quien no podrá engañarse negando» (Homilía 17 sobre los Evangelios).
–Acudimos al Señor misericordioso con el Salmo 89: «Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Tú reduces el hombre a polvo». Ante la eternidad de Dios, el hombre, todo él caduco, se refugia en el Infinito, al que camina sin cesar. Recurre a la Fuente de la Vida. El hombre, miserable, pide misericordia y piedad, el afligido implora el consuelo de la gloria de Dios y Este no lo defrauda. Ahí está nuestra salvación.
–Lucas 9,44-45: Nuevo anuncio de la Pasión. Pero los discípulos no lo entendieron. Tan asimilada tenían todos, incluso los apóstoles, una idea radiante del Mesías, que no podían ni imaginar la realidad de la Pasión y de la muerte en cruz del mismo. Era algo inconcebible. ¿Lo es para nosotros? San Juan Crisóstomo dice:
«Oigan los que se avergüenzan de la Pasión y de la Cruz de Cristo... ¿Qué perdón pueden tener aquellos que, después de tan manifiesta demostración, niegan la economía de la Cruz?... Considerad lo que habrán de sufrir los que, después de todo eso, destruyen y anulan el misterio de la Cruz» (Homilía 54 sobre San Mateo).San Agustín comenta:
«¿De donde nos viene la vida? ¿De dónde le vino a él la muerte? Centra tu atención: «en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios» (Jn 1,1). Busca allí la muerte. ¿Dónde se la encuentra? ¿De dónde le viene? ¿Cómo era la Palabra? «La Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios». Si encuentras en ella carne y sangre, encuentras también la muerte. Por tanto, ¿de dónde le vino la muerte a aquella Palabra? ¿de dónde nos vino la vida a nosotros, hombre moradores de la tierra, mortales corruptibles y pecadores? Nada había en ella de donde pudiera surgir la muerte y nada teníamos nosotros de donde poder estar en la vida. De nuestro haber, él tomó la muerte, para darnos del suyo la vida» (Sermón 232,5).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Qohelet 11,9 a 12,8
a) Consejos para jóvenes y para ancianos. Sabiduría de la vida.
A los jóvenes parece como si el Qohelet-Predicador les animase a disfrutar y pasárselo bien mientras puedan. Les dice que eviten las penas y los dolores que pueda acarrear la vida. La sabiduría viene en el matiz siguiente: "pero sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo". O sea, les invita a gozar honestamente de la vida, que es don de Dios.
Es hermoso, pero un poco patético, el poema sobre la vejez y el atardecer de la vida.
Compara a un anciano a una casa, y se suceden los paralelos:
- un anciano ya no le "saca gusto" a las cosas,
- se le oscurece la luz (de los ojos),
- tiemblan los guardianes de la casa (brazos y manos),
- "las que muelen" (los dientes) se paran,
- "los que miran por las ventanas" (los ojos) se ofuscan,
- "las puertas de la calle" (los oídos) se cierran y no logran oír el ruido del molino o el canto de los pájaros,
- le "darán miedo las alturas" por el vértigo y "rondarán los terrores", porque le costará dormir por las noches,
- cuando florezca el almendro (las canas)...
b) Nos vienen bien los consejos del Qohelet, que relativizan un tanto las cosas y a la vez dan un sentido de fe a la vida.
Los jóvenes ya pueden empezar a ser sabios si son capaces de aprovechar la vida y vivirla en plenitud, pero responsablemente. Darán cuenta de su vida ante sí mismos, y ante su familia, y ante la comunidad, y ante su propio futuro, y en definitiva, ante Dios. Alegría, si, pero haciendo el bien, que es la mejor manera de construirse un futuro válido.
A los ancianos se les recomienda una sana resignación. Una casa se degrada. Las personas, también. No tiene vuelta de hoja. No vale desesperar, ni hacerse ilusiones exageradas. Como decía ayer el sabio, cada cosa tiene su tiempo. Pero los síntomas de vejez no tienen por qué ser necesariamente dramáticos. Antes de que "el espíritu vuelva al Dios que lo dio", tanto jóvenes como ancianos deben saber ofrecer a Dios lo mejor de su vida. Tanto si es energía y fortaleza, como debilidad y quietud.
El salmo insiste en la visión escéptica de la vida y en la confianza en Dios: "como hierba que se renueva, que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca... Señor, tú has sido nuestro refugio y toda nuestra vida será alegría y júbilo".
El libro termina con una frase -que no leemos en esta selección- que parece dar sentida de fe a todo lo anterior: "Basta de palabras. Todo está dicho. Teme a Dios y guarda sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal" (12,13).
2. Lucas 9,44-45
a) Jesús repite el anuncio sobre su muerte (esta vez no añade su resurrección). Se vuelve a llamar "Hijo del Hombre", apuntando a su mesianismo final, como Señor y Juez del universo.
Los discípulos "no entendían este lenguaje: les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido". Y, además, "les daba miedo preguntarle sobre el asunto".
En otras ocasiones, los evangelistas nos describen los motivos de esta dificultad: los seguidores de Jesús tenían en su cabeza un mesianismo político, con ventajas materiales para ellos mismos, y discutían sobre quién iba a ocupar los puestos de honor a la derecha y la izquierda de Jesús. La cruz no entraba en sus planes.
b) Sí, Jesús despierta admiración, por sus gestos milagrosos y por la profundidad de sus palabras. También a nosotros nos gusta fácilmente ese Jesús.
Pero el Jesús servidor, el Jesús que se ciñe la toalla y lava los pies a los discípulos, el Jesús entregado a la muerte para salvar a la humanidad, eso no lo entendemos tan espontáneamente. Quisiéramos sólo el consuelo y el premio, no el sacrificio y la renuncia. Preferiríamos que no hubiera dicho aquello de que "el que me quiera seguir, tome su cruz cada día".
Pero ser seguidores de Jesús pide radicalidad, no creer en un Jesús que nos hemos hecho nosotros a nuestra medida. Ser colaboradores suyos en la salvación de este mundo también exige su mismo camino, que pasa a través de la cruz y la entrega. Como tuvieron ocasión de experimentar aquellos mismos apóstoles que ahora no le entienden, pero que luego, después de la Pascua y de Pentecostés, estarán dispuestos a sufrir lo que sea, hasta la muerte, para dar testimonio de Jesús.
"Acuérdate de tu Hacedor durante la juventud" (1ª lectura II)
"Por la mañana sácianos de tu misericordia y todo nuestra vida será alegría y júbilo" (salmo II)
"Al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: Eclesiastés 11,9-12,8
Qohélet se pregunta qué sentido tiene la vida si todo corre tan veloz hacia la vejez y la muerte. En uno de sus fragmentos más célebres (12,2-6), describe con despreocupación y de modo conmovedor la irrupción de la vejez. La imagen que presenta es un palacio de alto rango durante un tiempo lleno de vida y de actividad, pero ahora en descomposición de una manera ineluctable.
Naturalmente, también la vejez supone un riesgo, y puede presentarse con un rostro dramático, sobre todo cuando concluye una vida ya vacía, dispersa. Por eso empieza Qohélet diciendo: «Ten en cuenta a tu Creador en los días de tu juventud» (12,1). No se trata de un carpe diem en sentido hedonista y pagano, pero, con todo, sigue siendo siempre verdad que la vida es una posibilidad única. Es preciso vivir intensamente, sin aplazamientos. Una vejez que da remate a una vida plena es cualitativamente diferente de una vejez que se añade a una vida vacía.
Yendo más al fondo, el hombre bíblico -empezando por Qohélet- sabe que no es sólo la vejez lo que constituye una situación de riesgo. Si miras bien, te das cuenta deque es toda la vida la que se encuentra en esa situación. La vejez está implicada en un problema más general. Es una ventana sobre la vida captada en toda su verdad. La vejez no puede ser aislada. Si se resuelve el problema de la vejez, se resuelve el problema de la vida.
Evangelio: Lucas 9,43b-45
Mientras todos estaban admirados de las cosas que hacía, Jesús vuelve a revelar a sus discípulos la cruz que le espera. El contraste es estridente: lo que debe importarles a los discípulos no es la gloria del Maestro, sino que «el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres» (v. 44). Esto es lo que debemos comprender, so pena de no entender en absoluto la identidad de Jesús y la verdad de su revelación. Comprender la cruz significa comprender el lado más luminoso, nuevo e imprevisible del rostro de Dios revelado por Jesús. No está en juego un aspecto particular, sino el centro.
Con todo, los discípulos «no entendían» (v. 45a). La soledad de Jesús es completa. Ni siquiera sus más íntimos están en condiciones de compartir el lado más profundo de su circunstancia. Su «novedad» escapa a todos. No entendían -dice Lucas- porque sus palabras estaban como cubiertas por un velo que les impidiera captar su sentido (cf v 45b). Las comprenderán después, a la luz de los acontecimientos y al recorrer ellos mismos el camino del Maestro. Pero no comprendían tampoco porque tenían miedo de preguntarle sobre ello (cf v. 45c). Lo que entrevén les produce espanto. El destino del discípulo no puede ser separado del destino de su Maestro: eso precisamente era lo que intuían. Y se quedaron turbados.
MEDITATIO
La brevedad de la vida y la perspectiva de los días tristes ni pueden ni deben suprimir la apreciación positiva de las pequeñas y de las grandes alegrías, que han de ser acogidas con reconocimiento y acción de gracias. Y es que se encuentra aquí en juego el carácter plausible de nuestra fe. El desafío que supone el neopaganismo se juega de hecho también en la cuestión de la «felicidad»: ¿cómo se es más «feliz», con la fe o sin la fe? ¿Cómo se está en mejores condiciones para apreciar la creación, con la mirada dirigida al Creador o con la mirada dirigida exclusivamente a las criaturas? Y aún: ¿existe de verdad «el bienestar de la fe»? ¿Está destinado el cristiano a ser un eterno llorón y un aguafiestas o está llamado a difundir la Buena Noticia, la alegría de sentirse envuelto, acogido y amado por el Misterio adorable que nos rodea?
De la capacidad de alegría que el cristiano sea capaz de difundir depende también la aceptación del Evangelio por parte de la gente que nos rodea, seducida por otros mensajes. Pero eso incluye una relación correcta con las criaturas, la capacidad de gozar de todas las cosas bellas que nos han sido dadas como don, de vivir con el ánimo alegre, agradecido, exultante, alabando al Creador de tantas cosas bellas. Incluye la madurez de la fe, que ni idolatra ni teme a las criaturas, compañeras de nuestro viaje hacia la plenitud.
ORATIO
Te doy gracias, Creador mío, por tu creación, que me habla de ti, de tu belleza y de tu sabiduría. Te doy gracias «porque creaste el universo entero, estableciste el continuo retorno de las estaciones y sometiste al hombre, formado a tu imagen y semejanza, las maravillas del mundo para que, en nombre tuyo, dominara la creación. Te admiro y te alabo en todas tus criaturas. No me amarga el hecho de que todo pase: te agradezco lo que me das, lo que me ofreces y cómo lo haces, la alegría que me proporciona, la utilidad que me produce. Sólo te pido que nunca me olvide de que todo procede de ti y todo me conduce a ti. Entonces mi alegría será completa, porque participaré de tu alegría, ahora y siempre. Amén.
CONTEMPLATIO
Sería excesivamente prolijo, y hasta imposible, reunir y narrar todo cuanto el glorioso padre Francisco hizo y enseñó mientras vivió entre nosotros. ¿Quién podrá expresar aquel extraordinario afecto que le arrastraba en todo lo que es de Dios?
¿Quién será capaz de narrar de cuánta dulzura gozaba al contemplar en las criaturas la sabiduría del Creador, su poder y su bondad? En verdad, esta consideración le llenaba muchísimas veces de admirable e inefable gozo viendo el sol, mirando la luna y contemplando las estrellas y el firmamento. ¡Oh piedad simple! ¡Oh simplicísima piedad!
También ardía en vehemente amor por los gusanillos, porque había leído que se dijo del Salvador: Yo soy gusano y no hombre, y por esto los recogía del camino y los colocaba en lugar seguro para que no los aplastasen con sus pies los transeúntes. ¿Y qué decir de las otras criaturas inferiores, cuando hacía que a las abejas les sirvieran miel o el mejor vino en el invierno para que no perecieran por la inclemencia del frío? Deshacíase en alabanzas, a gloria del Señor, ponderando su laboriosidad, y la excelencia de su ingenio; tanto que, a veces, se pasaba todo un día en la alabanza de éstas y de las demás criaturas.
Como en otro tiempo los tres jóvenes en la hoguera invitaban a todos los elementos a loar y glorificar al Creador del universo, así este hombre, lleno del Espíritu de Dios, no cesaba de glorificar, alabar y bendecir en todos los elementos y criaturas al Creador y Gobernador de todas las cosas.
¿Quién podrá explicar la alegría que provocaba en su espíritu la belleza de las flores, al contemplar la galanura de sus formas y al aspirar la fragancia de sus aromas? Al instante dirigía el ojo de la consideración a la hermosura de aquella flor que, brotando luminosa en la primavera de la raíz de Jesé, dio vida con su fragancia a millares de muertos. Y, al encontrarse en presencia de muchas flores, les predicaba, invitándolas a loar al Señor, como si gozaran del don de la razón.
Y lo mismo hacía con las mieses y las viñas, con las piedras y las selvas, y con todo lo bello de los campos, las aguas de las fuentes, la frondosidad de los huertos, la tierra y el fuego, el aire y el viento, invitándoles con ingenua pureza al amor divino y a una gustosa fidelidad. En fin, a todas las criaturas las llamaba hermanas, como quien había llegado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y con la agudeza de su corazón penetraba, de modo eminente y desconocido a los demás, los secretos de las criaturas. Y ahora, ¡oh buen Jesús!, a una con los ángeles, te proclama admirable quien, viviendo en la tierra, te predicaba amable a todas las criaturas (Tomás de Celano, Vida primera de san Francisco, 29).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Concédeme, Señor, la verdadera sabiduría» (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La alegría que experimentamos por nosotros mismos –sin esa perspectiva moralizante que nos es tan familiar- nos la transmite el libro de Qohélet. El autor de este libro intenta unir la filosofía popular griega con la sabiduría judía. Pone en tela de juicio algunos dogmas judíos; por ejemplo, el dogma según el cual «hacer el bien trae siempre fortuna y una larga vida, y hacer el mal lleva al infortunio y a una muerte prematura».
La realidad es diferente. Qohélet nos invita a alegrarnos de la vida y a gozar plenamente de las alegrías del momento. Cuando recibimos alegrías, debemos pensar que es Dios quien nos las envía (9,7-9). Qohélet no está lleno de euforia. Sabe que todo esto no es más que un suspiro de viento, que el ser humano no puede encontrar la paz ni en el éxito ni en la propiedad. Sabe que, pasadas las alegrías, vendrán los tiempos de la tristeza (3,11 ss), pero, cuando Dios nos concede la alegría, debemos acogerla agradecidos y gozar de ella con plena conciencia.
La conciencia de ser pecadores no debe inducirnos sólo a dar vueltas como penitentes que se reprochan constantemente haberlo hecho todo de manera equivocada y no merecer el amor de Dios. Jesús empieza su predicación diciendo: «Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios» (Mc 1,15). Nos ofrece la plenitud de la vida. Cuando Dios está cerca y cuando nosotros nos encontramos cerca de Dios, entonces nuestra vida se encuentra en orden, se llena de una alegría nueva. Por eso cuenta Lucas en su evangelio que allí donde estaba Jesús reinaba la alegría. Allí donde estaba Jesús no había ni un mísero sentido de penitencia, ni de autodevaluación, ni de autoacusación, sino que se advertía el ofrecimiento de una nueva posibilidad de vida, que la libertad y la alegría podían determinar nuestra vida (Anselm Grün, Ritrovare la propia gioia, Brescia 2000, pp. 79-81, passim [edición española: Recuperar la propia alegría, Verbo Divino, Estella 1999]).