Viernes XXV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 25 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ag 2, 1-9: Dentro de poco llenaré este templo de gloria
Sal 42, 1. 2. 3. 4: Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío»
Lc 9, 18-22: Tú eres el Mesías de Dios. El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Ageo 3,1-10: Dios llena de su gloria el templo. El profeta anuncia que la gloria del futuro templo superará a la del antiguo de Salomón, a pesar de su aparente modestia. Se refiere a la grandeza moral que le está reservada. Será el centro religioso del mundo. En lontananza ve el profeta la era mesiánica, que será interpretada de un modo diferente al que en realidad fue. Dios transformará el mundo totalmente hasta que sea reducido al Reino de Jesucristo. No nos dejemos captar por las apariencias. La grandeza de Dios estará firme en lo interior, en la humildad. Por eso muchos no entendieron a Cristo, ni lo entienden todavía.
–El Salmo 42 nos ayuda a entender el mensaje salvífico del Señor: «espera en el Señor que volverás a alabarlo; salud de mi rostro, Dios mío». La confianza en Dios nos hace gritar: «hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado; Tú eres mi Dios y protector... Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen, y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada», en la Jerusalén celeste, llamada visión de paz. Que me acerque ahora al altar de Dios, a la celebración de la Eucaristía, lleno de alegría y júbilo, para darte gracias por tus inmensos beneficios.
–Lucas 9,18-22: Tú eres el Mesías de Dios. Pedro responde así a Cristo, que les pregunta acerca de su persona, y habla en nombre de todos los apóstoles. La opinión de las masas tiene su interés. Dice San Ambrosio:
«Aunque los demás apóstoles lo conocen, sin embargo, Pedro responde por los demás: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»... Cree, pues, de la manera en que ha creído Pedro a fin de ser feliz tú también, para oír tú también: «no ha sido la carne ni la sangre la que te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos». Efectivamente, la carne y la sangre no pueden revelar más que lo terreno; por el contrario, el que habla de los misterios en espíritu no se apoya sobre las enseñanzas de la carne ni de la sangre, sino sobre la inspiración divina... El que ha vencido a la carne es un fundamento de la Iglesia y, si no puede igualar a Pedro, al menos puede imitarlo. Pues los dones de Dios son grandes: no solo ha restaurado lo que era nuestro, sino que nos ha concedido lo que era suyo (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. VI,93-95).