Miércoles XXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 19 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Tm 3, 14-16: Grande es el misterio que veneramos
Sal 110, 1-2. 3-4. 5-6: Grandes son las obras del Señor
Lc 7, 31-35: Tocamos y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Timoteo 3,14-16: Grande es el misterio que veneramos: la obra de Cristo en favor de la salvación de los hombres. La comunidad cristiana es el nuevo templo, el nuevo sacerdocio que es ejercido de modo especial por el sacerdocio ministerial. La Carta a los Hebreos trata de esa liturgia nueva que es toda la comunidad cristiana que se dirige en una procesión solemne hacia el monte Sión, la Jerusalén celeste. San Ireneo escribe:
«No hemos llegado al conocimiento de la economía de nuestra salvación si no es por aquellos por medio de los cuales nos ha sido transmitido el Evangelio. Ellos entonces lo predicaron, y luego, por voluntad de Dios, nos lo entregaron en las Escrituras, para que fueran columna y fundamento de nuestra fe (1 Tim 3,15). Y no se puede decir, como algunos tienen la malicia de decir, que ellos predicaron antes de que alcanzaran el conocimiento perfecto. Los cuales se glorían de enmendar a los mismos apóstoles. Porque, después de que nuestro Señor resucitó de entre los muertos..., fueron llenados de todos los dones y alcanzaron el conocimiento perfecto» (Contra las herejías 3,1,1-2).
–Por eso damos gracias al Señor de todo corazón con el Salmo 110 en compañía de los rectos, en la asamblea litúrgica: «Grandes son las obras del Señor, dignas de contemplación para los que las aman. Esplendor y belleza son sus obras, su generosidad dura por siempre, ha hecho maravillas memorables, da alimento a sus fieles (la Eucaristía), recuerda siempre su alianza (en Cristo, con pacto sellado por su sangre redentora); muestra a su pueblo la fuerza de su obrar (la Redención)». El Señor es con toda verdad piadoso y clemente». La Iglesia tiene que vivir y proclamar sobre la tierra el misterio del Hombre-Dios. La Eucaristía cumple su misión entre los hombres debido a que engendra a los miembros de la verdadera humanidad aunándolos en la unidad familiar del Padre, la Casa del Dios vivo, al mismo tiempo que los envía a sus responsabilidades humanas.
–Lucas 7, 31-35: Cristo se duele de la incredulidad del pueblo. No creyó ni en Juan Bautista ni en Él. Se escandalizan de Él. Comenta San Ambrosio:
«Aunque no es incongruente con el carácter de los niños que, no teniendo aún la sabia gravedad de la edad madura, agitan y mueven su cuerpo a la ligera, sin embargo, pienso que se puede entender esto en un sentido más profundo: es que los judíos no han creído primero en los Salmos, ni luego en las lamentaciones de los profetas: los Salmos invitaban a las promesas, las lamentaciones los apartaban de los errores... Toma tú la cítara, a fin de que tocado por el plectro (o palillo) del Espíritu, la cuerda de tus fibras interiores den el sonido de la buena obra. Toma el arpa, a fin de que produzca el acorde armoniosos de vuestras palabras y vuestros actos. Coge el tamborín, para que el espíritu haga cantar interiormente el instrumento de tu cuerpo y que el ejercicio de tu actividad traduzca la amable dulzura de nuestras costumbres» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, lib. VI, 5-10).