Martes XXIV Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 19 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Tm 3, 1-13: El obispo tiene que ser irreprochable; también los diáconos han de conservar la fe revelada con una conciencia limpia
Sal 100, 1-2ab. 2cd-3ab. 5. 6: Andaré con rectitud de corazón
Lc 7, 11-17: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Timoteo 3,1-13: Cualidades de los responsables de la comunidad cristiana, para ser capaces de conducir a la Iglesia adecuadamente. Comenta San Agustín:
«Si conviene que la conducta del obispo sea irreprochable, ¿será acaso decoroso que la del cristiano sea reprochable? Obispo es un término griego que en nuestra lengua puede traducirse por ‘inspector’ o ‘visitador’: Nosotros somos obispos, pero con vosotros somos cristianos. Recibimos el nombre particular debido del hecho de visitar; todos recibimos el nombre común [de cristiano] del hecho de la unción. Si todos hemos sido ungidos, todos participamos en el combate. Mas ¿por qué os visitamos si nada bueno vemos en vosotros?» (Sermón 176, A).
En el rito de la ordenación episcopal, con un texto de principios del siglo III, se pide:
«Concede, oh Padre, que conoces los corazones, a este servidor que has escogido para el episcopado, que apaciente tu sagrado rebaño, sirviéndote de noche y de día; que haga complaciente tu rostro y que ofrezca las oblaciones de tu Iglesia santa; que pueda perdonar los pecados en virtud del Espíritu del Sacerdocio supremo, según tu mandato.., que te complazca por la naturaleza y pureza de su corazón, presentándote un nuevo perfume, por tu Hijo Jesucristo».
Todos debemos reverencia santa a la jerarquía eclesiástica: obispos, presbíteros y diáconos. Por todos ellos hemos de orar al Señor.
–Con el Salmo 100 cantamos al Señor: Andaré con rectitud de corazón. Cantemos la bondad y la justicia del Señor, caminemos por el camino perfecto y suspiremos por la venida del Señor, andemos con rectitud de corazón, apartemos nuestros ojos de intenciones viles, oremos por los que oran mal para que se conviertan. No prestemos oídos a los que difaman al prójimo, oremos por los engreídos y de corazón arrogante. Hagamos el bien a todos, a ejemplo de Cristo, el Rey-Mesías que se entregó al servicio de todos y formar junto a Él un reino de leales que buscan la verdad, la justicia, la sencillez y sobre todo amar como Él amó.
–Lucas 7,11-17: Resurrección del hijo de la viuda. Comenta San Ambrosio:
«Este pasaje también es rico en un doble provecho; creemos que la misericordia divina se inclina pronto a las lágrimas de una madre viuda, principalmente cuando está quebrantada por el sufrimiento y por la muerte de su hijo único... Mas, aunque los últimos síntomas de la muerte hayan hecho desaparecer toda esperanza de vida y que los cuerpos de los difuntos están próximos al sepulcro, sin embargo, a la palabra de Dios, los cadáveres, dispuestos a perecer, resucitan, se entrega el hijo a la madre, se llama de la tumba, se arranca del sepulcro. ¿Cuál es esta tumba, la tuya, sino las malas costumbres? Tu tumba es la falta de fe; tu sepulcro es esta garganta que profiere palabras de muerte. Este es el sepulcro del que Cristo te libra; resucitarás de esa tumba si escuchas la palabra de Dios.
«Aunque existe un pecado grave que no puede ser lavado con las lágrimas de tu arrepentimiento, llora por la madre Iglesia, que interviene por cada uno de sus hijos como una madre viuda por sus hijos únicos; pues ella se compadece, por un sufrimiento especial que le es connatural, cuando ve a sus hijos arrastrarse hacia la muerte por vicios funestos. Somos nosotros entrañas de sus entrañas; pues también existen entrañas espirituales... Somos nosotros las entrañas de la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, hechos de su carne y de sus huesos. Que llore, pues, la piadosa madre y que la multitud la asista; que no solo la multitud, sino una multitud numerosa compadezca a la buena madre. Entonces tú te levantarás del sepulcro; los ministros de tus funerales se detendrán y comenzarás a pronunciar palabras de vida; todos temerán, pues, por el ejemplo de uno solo, serán muchos corregidos; y más aún, alabarán a Dios que nos ha concedido tales remedios para evitar la muerte» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V, 89-92).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Timoteo 3,1-13
a) ¿Qué cualidades debe tener un responsable en la comunidad cristiana? Pablo habla de los "epíscopos" y de los "diáconos". "Epíscopos" en griego significa "inspector" y es la palabra de la que deriva "obispo", aunque no necesariamente correspondan las funciones de entonces con las de ahora. Mientras que el "diácono" ("servidor") sí parece que se corresponde con el actual.
Las cualidades que pide de ellos son las que se pedirían de cualquier persona a la que se le encomienda un cargo de responsabilidad: sensatez, equilibrio, fidelidad, buena educación, dominio de sí, comprensión, buen gobierno de su propia casa, que sean hombres de palabra, no envueltos en negocios sucios, ni "dados al vino", sino irreprochables.
Cuando habla de "las mujeres", de las que pide que sean respetables, sensatas y no chismosas, no se sabe si se refiere a las mujeres de los diáconos (es lo más probable, según el contexto) o a otras que tienen algún ministerio en la comunidad.
El salmo se hace eco de un aspecto que Pablo subrayaba, que los ministros de la comunidad sepan antes gobernar bien su propia casa: "andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa... el que sigue un camino perfecto, ése me servirá".
b) Las virtudes humanas son la base también para la vida cristiana, y fundamentales para el ministerio de gobierno.
Esto no se aplica sólo a los obispos o a los ministros ordenados o a los superiores y superioras de comunidades religiosas. Todos, de alguna manera, tenemos misiones que cumplir que suponen una cierta responsabilidad en algún aspecto de la vida comunitaria. Todos, por tanto, podemos examinarnos de esa lista, de esas "asignaturas" que deberíamos aprobar en nuestro quehacer comunitario.
La madurez personal y el equilibrio, el buen corazón, la fidelidad a los nuestros, el control de nosotros mismos, la honradez y la ejemplaridad... Haremos bien en repasar el programa y respondernos nosotros mismos con sinceridad. En esta autoevaluación conviene que seamos exigentes, pensando que la comunidad o la familia también nos están evaluando continuamente, y sobre todo Dios, que espera de nosotros más de lo que estamos dando.
2. Lucas 7,11-17
a) Esta vez el gesto milagroso de Jesús es para la viuda de Naín. Un episodio que sólo Lucas nos cuenta y que presenta un paralelo sorprendente con el episodio en que Elías resucita al hijo de la viuda de Sarepta (1 R 17).
Cuántas veces se ve en el evangelio que Jesús se compadece de los que sufren y les alivia con sus palabras, sus gestos y sus milagros! Hoy atiende a esta pobre mujer, que, además de haber quedado viuda y desamparada, ha perdido a su único hijo.
La reacción de la gente ante el prodigio es la justa: "un gran profeta ha surgido entre nosotros: Dios ha visitado a su pueblo".
b) El Resucitado sigue todavía hoy aliviando a los que sufren y resucitando a los muertos. Lo hace a través de su comunidad, la Iglesia, de un modo especial por medio de su Palabra poderosa y de sus sacramentos de gracia. Dios nos tiene destinados a la vida. Cristo Jesús, nos quiere comunicar continuamente esta vida suya.
El sacramento de la Reconciliación, ¿no es la aplicación actual de las palabras de Jesús, "joven, a ti te lo digo, levántate"? La Unción de los enfermos, ¿no es Cristo Jesús que se acerca al que sufre, por medio de su comunidad, y le da el alivio y la fuerza de su Espíritu?
La Eucaristía, en la que recibimos su Cuerpo y Sangre, ¿no es garantía de resurrección, como él nos prometió: "el que me coma vivirá por mí, como yo vivo por el Padre"?
La escena de hoy nos interpela también en el sentido de que debemos actuar con los demás como lo hizo Cristo. Cuando nos encontramos con personas que sufren -porque están solitarias, enfermas o de alguna manera muertas, y no han tenido suerte en la vida- ¿cuál es nuestra reacción? ¿la de los que pasaron de largo ante el que había sido víctima de los bandidos, o la del samaritano que le atendió? Aquella fue una parábola que contó Jesús. Lo de hoy no es una parábola: es su actitud ante un hecho concreto.
Si actuamos como Jesús ante el dolor ajeno, aliviando y repartiendo esperanza, por ejemplo a los jóvenes ("joven, levántate"), también podrá oírse la misma reacción que entonces: "en verdad, Dios ha visitado a su pueblo". La caridad nos hace ser signos visibles de Cristo porque es el mejor lenguaje del evangelio, el lenguaje que todos entienden.
"Tiene que ser irreprochable, sensato, equilibrado, bien educado, comprensivo, no agresivo ni interesado" (1a lectura I)
"Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa" (salmo I)
"Dios ha visitado a su pueblo" (evangelio).