Viernes XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 11 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Tm 1, 1-2. 12-14: Yo antes era un blasfemo, pero Dios tuvo compasión de mí
Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 11: Tú eres, Señor, mi heredad
Lc 6, 39-42: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Timoteo 1,1-2.12-14: Humildad de San Pablo en reconocer su actitud anterior a su conversión. Considera que Dios tuvo compasión de él. Fue «un blasfemo, un perseguidor y un violento». Dios es nuestro único Salvador. San Juan Crisóstomo dice:
«Sufrimos muchos males, pero tenemos grandes esperanzas; estamos expuestos a peligros y asechanzas, pero tenemos un Salvador, que no es un hombre, sino Dios. A nuestro Salvador no le pueden faltar fuerzas, puesto que es Dios, y por grandes que sean los peligros, los superamos» (Homilía sobre I Tim 1,1-2).
Los relatos sobre la vocación son las páginas más impresionantes de la Sagrada Escritura. La vocación es el llamamiento que hace Dios al hombre que ha escogido para una misión especial en la historia de la salvación. El caso de San Pablo es de grandísima importancia en la historia de la Iglesia, pero sobre todo en aquellos comienzos del cristianismo.
Es increíble que el gran perseguidor de Cristo y de sus discípulos, se convirtiese en el más celoso apóstol del mismo, hasta llegar a confesar que no quiere saber otra cosa que a Cristo crucificado.
–El Salmo 15 nos ayuda a orar: «Tú eres, Señor, mi heredad... El Señor es el lote de mi heredad y mi cáliz, mi suerte está en su mano». Una vez conocida la llamada, el alma se entrega totalmente al Señor y en Él confía: «Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha». El Señor eligió a San Pablo y, como dice San Agustín: «De perseguidor se convirtió en predicador y doctor de los gentiles... Por la gracia de Dios somos liberados de nuestros pecados que nos tienen enfermos» (Sermón 278,1).
–Lucas 6,39-42: Un ciego no puede guiar a otro ciego. Relación entre el discípulo y el maestro, entre la paja y la viga. No juzguéis y no seréis juzgados. Una manifestación de humildad es evitar el juicio negativo sobre los demás. Si nos conocemos a nosotros mismos evitaremos el juzgar a los demás. San Agustín tiene una frase genial:
«Procurad adquirir las virtudes que creéis faltan a vuestros hermanos y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros» (Comentario al Salmo 30).
Dios, que conoce las verdaderas raíces del actuar humano es quien verdaderamente comprende, justifica y perdona. San Bernardo dice:
«Aunque viereis algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención si no podéis excusad la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularla, aun entonces creedlo así y decid para vuestro interior: la tentación habrá sido muy fuerte» (Sermón 40 sobre el Cantar de los Cantares).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Timoteo 1,1-2.12-14
Durante ocho días (lo que queda de esta semana y toda la siguiente) leeremos la primera Carta de Pablo a su discípulo Timoteo, a quien dedica siempre palabras muy afectuosas.
Timoteo había nacido en Listra de Licaonia (cf. Hch 16), de padre griego y madre judía. Fue uno de los compañeros más fieles de Pablo en sus viajes y luego nombrado responsable de la comunidad cristiana de Efeso.
Las dos cartas de Pablo a Timoteo y la dirigida a Tito (responsable de la comunidad de Creta) se llaman "cartas pastorales"
a) La primera página es un afectuoso saludo de Pablo a Timoteo, "verdadero hijo en la fe", a quien desea la gracia y la paz de Dios y de Cristo Jesús.
Pero en seguida pasa a una especie de una confesión general, llena de humildad y gratitud para con Dios, recordando su vocación para apóstol. Pablo agradece a Dios que le haya llamado a ser ministro en la comunidad, a pesar de su pasado nada recomendable.
El salmo expresa sentimientos de alegría y confianza en Dios, como poniéndolos en labios de Pablo: "yo digo al Señor: tu eres mi bien... tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré".
b) Es interesante que Pablo, una autoridad en la Iglesia, reconozca humildemente los fallos de su "prehistoria" y que recuerde que había sido "blasfemo", "perseguidor" y "violento". Las vidas de santos suelen estar llenas de virtudes y milagros, y pocas veces se atreven sus autores a recordar sus sombras, como hace aquí Pablo de sí mismo.
La humildad en la presencia de Dios nos hace a todos también más amables en la presencia del prójimo. Nos relativiza a nosotros mismos, nos hace recordar nuestros fallos, y así estamos más dispuestos a ser tolerantes con los de los demás.
Aunque nosotros tal vez no hayamos sido "blasfemos, perseguidores y violentos", seguro que tenemos muchas cosas que agradecer a Dios, y podemos decir: "se fió de mí, me confió este ministerio, derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor cristiano".
Tenemos que reconocer que "Dios tuvo compasión de mí". Si él usó de misericordia para con nosotros, eso nos prepara para una actitud mucho más abierta y humilde para con los demás. Porque nos recuerda que no somos lo que somos por méritos propios, sino por la bondad de Dios.
2. Lucas 6,39-42
a) Continúa "el sermón de la llanura", con recomendaciones varias, a modo de comparaciones:
- un ciego no puede guiar a otro ciego: los dos caerán en el hoyo,
- un discípulo no será más que su maestro,
- no tenemos que fijarnos tanto en los defectos de los demás (una mota o brizna en el ojo ajeno), sino en los nuestros (una viga): si no, seríamos hipócritas.
Son recomendaciones relacionadas con la ley del amor que ayer nos daba Jesús. El que se tiene por guía debe "ver" bien. El que quiere pasar de discípulo a maestro, lo mismo.
Uno y otro, si lo único que ven son los defectos de los demás, y no los propios, mal irá la cosa. Lo de ver la mota en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio era un dicho muy común entre los judíos.
b) Qué fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los nuestros! Eso se llama ser hipócritas.
Por eso se nos ocurre hacer de guías de otros, cuando los que necesitamos orientación somos nosotros. Y queremos hacer de maestros, cuando no hemos acabado de aprender.
Y nos metemos a dar consejos y a corregir a otros, cuando no somos capaces de enfrentarnos sinceramente con nuestros propios fallos.
Hagamos hoy un poco de examen de conciencia: ¿no tendemos a ignorar nuestros defectos, mientras que estamos siempre alerta para descubrir los ajenos? Cada vez que nos acordamos de los fallos de los demás -con un deseo inmediato de comentarlos con otros-, deberíamos razonar así: "y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez y fiscal de mis hermanos?". Eso se llama hipocresía, uno de los defectos que más criticó Jesús. Nos iría bien un espejo limpio donde mirarnos: este espejo es la Palabra de Dios, que nos va orientando día tras día. Para ejercitar una saludable autocrítica en nuestra vida.
"Dios tuvo compasión de mí, derrochó su gracia en mí" (1a lectura I)
"Me enseñarás el sendero de la vida" (salmo I)
"Sácate primero la viga de tu ojo y entonces podrás sacar la mota del ojo de tu hermano" (evangelio).