Jueves XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 11 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Col 3, 12-17: Por encima de todo, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada
Sal 150, 1. 3-4. 5-6: Todo ser que alienta alabe al Señor
Lc 6, 27-38: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Colosenses 3,12-17: Por encima de todo el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Todo un programa de vida cristiana. Hemos de vivir una moral que sea signo de la soberanía de Cristo sobre la humanidad. Santidad es en un aspecto separación, y en otro, consumación. Dios es el Todo Otro y al mismo tiempo se comunica a las almas. Esto en el Antiguo Testamento y más aún en el Nuevo con Cristo.
Las fuentes más inmediatas y autorizadas en las que pueden encontrarse esas palabras son los libros del Nuevo Testamento. San Juan Crisóstomo dice que esos escritos «son maestros que no dejarán de instruirnos... Abrid estos libros. ¡Qué tesoros de remedios tan eficaces!... Solo hace falta que pongáis vuestros ojos sobre el libro, lo recorráis y retengáis bien las sabias enseñanzas que os dan. La causa de todos nuestros males viven de la ignorancia que tenemos de los libros sagrados» (Homilía sobre la Carta a los Colosenses 3,16).
–Alabamos a Dios, por los inmensos beneficios que nos ha otorgado, con el Salmo 150: «Alabamos al Señor en su templo, en su fuerte firmamento, por sus obras magníficas, por su inmensa grandeza, tocando trompetas, con arpas y cítaras, con tambores y danzas, con trompas y flautas, con platillos sonoros, con platillos vibrantes. Que todos los seres alaben al Señor». Pero hemos de considerar que la melodía más agradable a Dios es la vida cristiana con toda su perfección posible, con el ejercicio de las virtudes, de modo especial con la virtud de la caridad, del amor para con Dios y para con todos los hombres, que son hermanos nuestros y formamos la gran familia de Dios. Si así se hiciera se terminaría en el mundo toda clase de violencia.
–Lucas 6,27-38: Sed compasivos como lo es Dios, nuestro Padre. El amor que Cristo enseña es universal. De lo sagrado obtenemos mayor fuerza para amar con plena eficacia. San Clemente Romano exhorta:
«Seamos, pues, humildes, hermanos, deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebato de ira y cumplamos lo que está escrito. Dice, en efecto, el Espíritu Santo: «No se gloríe el sabio en su sabiduría, ni el fuerte en su fuerza...» (Jer 9,23-24; 1 Cor 1,31; 2 Cor 10,7). ¿Y qué más, si tenemos presentes las palabras del Señor Jesús aquellas que habló enseñando la benignidad y la longanimidad? Dijo, en efecto, de esta manera: «compadeceos y seréis compadecidos, perdonad para que os perdonen a vosotros. De la misma manera que vosotros hiciereis, así se hará también con vosotros... Con la medida que midiereis, se os medirá a vosotros» (Lc 6,31-38)» (Carta a los Corintios 13,1-2).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Colosenses 3,12-17
a) Terminamos hoy la lectura de la carta a los Colosenses, con un hermoso programa de vida cristiana que Pablo les presenta a ellos y a nosotros.
La comparación es esta vez con el vestido, el "uniforme" que deberían vestir como "pueblo elegido de Dios, pueblo santo y amado". Este uniforme se refiere sobre todo a las relaciones de unos con otros en la vida de la comunidad: "la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el amor, la paz".
El final parece una alusión clara a la Eucaristía: "celebrad la acción de gracias... la Palabra de Cristo habite entre vosotros... y todo lo que hagáis, sea todo en nombre de Jesús, ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medio de él".
b) Es un programa elevado, pero concreto. En dos direcciones.
Para con las personas que encontremos a lo largo del día, se nos apremia a usar misericordia, a ser comprensivos, amables, a "sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tenga quejas contra otro". La razón es convincente: "el Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo". ¡Qué bien nos iría tomar como consigna para la jornada de hoy "el amor, que es el ceñidor de la unidad", y que "la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón"!
Para con Dios, la otra gran dirección de nuestra vida, se nos invita a una apertura cada día mayor:
- ante todo a la escucha de su Palabra: "que la Palabra de Cristo habite entre vosotros":
- con una actitud de acción de gracias, que es la que llega a su expresión más densa en la Eucaristía: " celebrad la Acción de Gracias... cantad a Dios dadle gracias... ofreciendo la Acción de Gracias a Dios";
- con nuestra oración, que parece aquí aludir a lo que en la Iglesia se organizó desde el principio como Oración de las Horas por la mañana y la tarde: "cantad a Dios, dadle gracias de corazón con salmos, himnos y cánticos inspirados"; el salmo hace eco a esta oración: "alabad al Señor en su templo, alabadlo por sus obras magníficas... todo ser que alienta alabe al Señor";
- y, sobre todo, en la misma vida: "todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús".
No son cosas difíciles de entender. Es un cuadro muy completo de vida cristiana. Lo que pasa es que nos cuesta organizar nuestra jornada en esta clave tan espiritual. Pablo nos pone el listón bien alto para que vayamos madurando en la vida de fe. En esta maduración nos debemos ayudar fraternalmente: "enseñaos unos a otros con toda sabiduría, exhortaos mutuamente".
2. Lucas 6, 27-38
a) Si las bienaventuranzas de ayer eran paradójicas y sorprendentes, no lo son menos las exhortaciones de Jesús que leemos hoy: "amad a vuestros enemigos". La enseñanza central de Jesús es el amor.
Es como si la cuarta bienaventuranza ("dichosos cuando os odien y os insulten") la desarrollara aparte. El estilo de actuación que él pide de los suyos es en verdad cuesta arriba:
- amad a vuestros enemigos,
- haced el bien a los que os odian,
- bendecid a los que os maldicen,
- orad por los que os injurian,
- al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra,
- al que te quite la capa, déjale también la túnica...
La lista es impresionante. Y Jesús, con sus recursos pedagógicos de antítesis y reiteraciones, concreta todavía más: si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?; si hacéis el bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?; si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?
b) Esta página del evangelio es de ésas que tienen el inconveniente de que se entienden demasiado. Lo que cuesta es cumplirlas, adecuar nuestro estilo de vida a esta enseñanza de Jesús, que, además, es lo que él cumplía el primero.
Después de escuchar esto, ¿podemos volver a las andadas en nuestra relación con los demás? ¿nos seguiremos creyendo buenos cristianos a pesar de no vernos demasiado bien retratados en estas palabras de Jesús? ¿podremos rezar tranquilamente, en el Padrenuestro, aquello de "perdónanos como nosotros perdonamos"?
Jesús nos propone dos claves, a cual más expresiva y exigente, para que midamos nuestra capacidad de bondad y amor:
- "tratad a los demás como queréis que ellos os traten"; es una medida comprometedora, en positivo, porque nosotros sí queremos que nos traten así; y, en negativo, un aviso: "la medida que uséis la usarán con vosotros";
- "sed compasivos como vuestro Padre es compasivo"; cuando amamos de veras, gratuitamente, seremos "hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos".
Desde luego, los cristianos tenemos de parte de nuestro Maestro un programa casi heroico, una asignatura difícil, en la línea de las bienaventuranzas de ayer. Saludar al que no nos saluda. Poner buena cara al que sabemos que habla mal de nosotros. Tener buen corazón con todos. No sólo no vengarnos, sino positivamente hacer el bien. Poner la otra mejilla. Prestar sin esperar devolución. No juzgar. No condenar. Perdonar...
"Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro" (1a lectura I)
"Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo" (evangelio).