Martes XXIII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 11 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Col 2, 6-15: Dios os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados
Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11: El Señor es bueno con todos
Lc 6, 12-19: Escogió a doce y los nombró apóstoles
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Colosenses 2,6-15: Dios nos perdona los pecados y nos dio su vida divina por Cristo. Las falsas doctrinas pululaban también en los comienzos de la Iglesia. San Pablo sale al paso de ellas para refutarlas. Esto no es superioridad sobre los demás, sino servicio en el orden de la comprensión de las cosas y de las personas, como lo hizo el mismo Cristo. San Agustín enseña:
«Cristo significó con su resurrección nuestra nueva vida, que renacía de la antigua muerte, por la cual estábamos sumergidos en el pecado. Esto es lo que realiza en nosotros el gran sacramento del Bautismo: que todos los que reciben esta gracia mueran al pecado... y que renazcan a la nueva vida» (Enchiridion 41-42).
Y San Juan Crisóstomo:
«Los ha borrado, no tachado; pero tan bien borrados que no queda en nuestra alma ninguna traza de ellos. Los ha abolido por completo, los ha clavado en la cruz... Nosotros éramos culpables y merecedores de los castigos más rigurosos ¡pues todos nosotros estábamos en el pecado! ¿Qué hizo entonces el Hijo de Dios? Por su muerte en la cruz borra nuestras manchas y nos exime del castigo merecido por ellas. Él toma el pliego de nuestros cargos, lo clava en la cruz por medio de su persona y lo destroza» (Homilía sobre la Carta a los Colosenses 2,13-14).
–Con el Salmo 144 cantamos: «El Señor es bueno con todos. Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey, bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas». Por eso deseamos que todas las criaturas den gracias al Señor, que lo bendigan sus fieles; que proclamen la gloria de su reinado, que hablen de sus hazañas. Si esto se decía en el Antiguo Testamento, ahora tenemos más razón para ello, por las inmensas maravillas que el Señor ha obrado y obra en su Iglesia.
–Lucas 6,12-19: Pasó la noche en oración. Luego escogió a sus apóstoles. Es impresionante las veces que los Evangelios nos narran la oración de Jesucristo. Era un coloquio sin igual con el Padre en unión con el Espíritu Santo. Comenta San Ambrosio:
«Pasó la noche orando. Te da un ejemplo, te traza el modelo que has de imitar. ¿Qué es necesario que tú hagas por tu salvación, cuando Cristo pasa la noche en oración? ¿Qué debes hacer tú, cuando quieres realizar un deber piadoso, si Cristo, al enviar a los apóstoles, ha orado y ha orado solo? En ninguna parte encuentro, si no me equivoco, que Él haya orado con los apóstoles; siempre ora solo; pues los augurios humanos no pueden captar el plan de Dios, y nadie puede tener parte en el pensamiento íntimo de Cristo. ¿Quieres saber que no ha orado por sí, sino por mí?
«Llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, para enviarlos, sembradores de la fe, para propagar el auxilio de la salvación de los hombres por todo el universo. Advierte al mismo tiempo el plan celestial: no son los sabios, ni los ricos, ni los nobles, sino pecadores y publicanos los que Él ha escogido para enviarlos, para que no pareciese que habían sido manejados por la habilidad, redimidos por la riqueza, atraídos por el prestigio del poder y de la nobleza; para que prevaleciese la verdad en sí misma y no el encanto del discurso. También Judas fue elegido, no por imprudencia, sino por providencia.
«¡Qué grande es la verdad, que ni siquiera la desvirtúa el ministro enemigo! ¡Qué grandeza de carácter del Señor, que ha querido más bien comprometer a nuestros ojos su juicio, que no su amor! Había aceptado la fragilidad del hombre y ni siquiera rehusó este aspecto de dicha fragilidad. Él ha querido el abandono, ha querido la traición de un apóstol, para que tú, si un compañero te abandona, si un compañero te traiciona, tomes con calma el error de tu juicio, el derroche de tu beneficio» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V,43-45).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Colosenses 2,6-15
a) Ayer era él mismo, el apóstol, el que se unía a Cristo, colaborando así en la evangelización del mundo. Hoy son los cristianos de Colosas los que tienen que sentirse unidos a Cristo.
Se trata de que vayan madurando y siendo consecuentes: "ya que habéis aceptado a Jesús, el Señor, proceded como cristianos; arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe". Y, a la vez, que se sepan defender de las "insulsas patrañas" que alguien está sembrando en la comunidad.
En Colosas, en la actual Turquía, había mezcla racial y sincretismo ideológico entre el judaísmo, el paganismo y el cristianismo. Esa doctrina falsa a que alude Pablo, de corriente gnóstica, está "fundada en los elementos del mundo", fuerzas astrales o angélicas mal entendidas, "y no en Cristo". El viernes de la semana pasada leíamos el himno cristológico de Pablo, para convencerles de que no hay otra respuesta de Dios que Jesús. Hoy vuelve a repetir que "en Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad", que es "la cabeza de todo poder y autoridad" y que por él quedaron "destituidos los poderes y autoridades y los llevó cautivos en su cortejo".
b) No sólo en Colosas. También en nuestra sociedad de hoy necesitamos que se nos anime a crecer en la fe y a vivir coherentemente nuestra incorporación a Cristo.
Los cristianos, por el bautismo, fuimos injertados a Cristo en su muerte y en su resurrección ("fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él"), estábamos muertos y ahora vivimos, éramos pecadores y ahora estamos perdonados. Es hermoso el símil de Pablo para explicar este perdón, comparándolo con el gesto de romper una factura que teníamos en contra: "borró el protocolo que nos condenaba y era contrario a nosotros: lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz". El salmo recoge esta idea del perdón de Dios: "el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad".
Seguramente nos acechan también a nosotros "insulsas patrañas, forjadas y transmitidas por hombres", ideologías que nos ofrecen la felicidad y la salvación, pero que no tienen consistencia. Los "elementos de este mundo", sean los que sean -seres misteriosos, poderes astrales, la ciencia, el progreso, los horóscopos, el dinero, el placer inmediato, el éxito-, no nos salvarán: "Dios os dio vida en Cristo". Sólo si vivimos arraigados en él, como los sarmientos a la cepa, viviremos. Sólo si edificamos sobre él, que es la piedra angular, nos mantendremos. Las filosofías humanas sólo son válidas si nos ayudan a penetrar en la sabiduría de Dios, que es Cristo. El vino nuevo, que es Cristo, necesita odres nuevos.
2. Lucas 6,12-19
a) Antes de contar la elección de los doce apóstoles, Lucas nos dice expresamente que "Jesús subió a la montaña a orar y pasó la noche orando a Dios".
Es el evangelista que más énfasis pone en la figura de Jesús orante. Aquí se dispone a elegir, entre los discípulos que le siguen, a doce apóstoles (palabra griega para "enviados"), pero el evangelio da importancia al hecho de que antes se pasa la noche orando a su Padre.
Son doce: un número que puede verse como simbólico de muchas cosas (los doce meses del año, o los signos del zodíaco), pero sobre todo de las doce tribus de Israel. Así, Jesús manifiesta que el nuevo Israel, la Iglesia, viene a sustituir y cumplir lo que se había empezado en el antiguo.
La lista de los doce aparece varias veces en el evangelio, con ligeras diferencias de orden, que aquí no nos interesa subrayar. Los doce no son grandes personalidades. Le van a defraudar en más de una ocasión. Pero es el estilo de Dios, que va eligiendo para su obra a personas débiles.
A partir de ahora estos doce van a acompañar muy de cerca a Jesús, y van a colaborar en su evangelización, en sus signos de curación y de liberación del mal. Aunque tendrán que madurar mucho para ser los colaboradores que Jesús necesita para la salvación del mundo.
b) La comunidad de Jesús es "apostólica". Está cimentada en la piedra angular, que es Cristo Jesús. Pero también tiene como fundamento a los apóstoles que él mismo eligió como núcleo inicial de la Iglesia.
Todos los bautizados formamos la comunidad, el Cuerpo de Cristo, que es la Cabeza. Él es el Pastor, la Luz, el Maestro. Pero a la vez recordamos que mandó a sus apóstoles que enseñaran y que fueran pastores y luz para el mundo. Detrás de ellos vinieron sus sucesores, como Pablo y Bernabé y Timoteo y Tito, ministros en una comunidad compuesta por innumerables hombres y mujeres. Ahora, nosotros. No todos somos "sucesores de los apóstoles", como el Papa y los Obispos, pero sí todos somos miembros activos de la Iglesia.
Esta comunidad "apostólica" es la que colabora con el Resucitado y su Espíritu en el trabajo que él hizo en directo, mientras vivió sobre la tierra: anunciar la buena noticia a todos, curar enfermos, liberar a los atormentados por los espíritus malos...
Si entonces dice Lucas que "salía de él una fuerza que los curaba a todos", lo mismo se tendría que poder decir de su Iglesia, de nosotros. Desde hace dos mil años este mundo no ve a Jesús, pero debería sentir la fuerza curativa y liberadora de la comunidad de Jesús, en todos los ambientes, también en los más cercanos de la vida familiar y social y de nuestro trabajo.
"Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded como cristianos" (1a lectura I)
"El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas" (salmo I)
"Salía de él una fuerza que los curaba a todos" (evangelio).