Lunes XXIII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 6 septiembre, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Co 5, 1-8: Barred la levadura vieja, porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo
Sal 5, 5-6. 7. 12: Señor, guíame con tu justicia
Lc 6, 6-11: Estaban al acecho para ver si curaba en sábado
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Corintios 5,1-8: Barred la levadura vieja para ser una realidad nueva: Cristo, nuestra víctima pascual ha sido inmolado. Esto significa que hemos de luchar contra la maldad y la perversidad. San Juan Crisóstomo dice:
«El tiempo presente es, pues, un día de fiesta, porque, al decir : «celebremos la fiesta», Pablo no añade: «porque la Pascua o Pentecostés está próxima». No, él señala que toda esta vida es un día de fiesta para los cristianos, en razón de los bienes inefables que les han sido concedidos. En efecto, cristianos, ¿qué grandes bienes no habéis recibido de Dios. Por vosotros, Jesucristo se ha hecho hombre; os ha librado de la condenación eterna, para llamaros a la posesión de su reino. Con este pensamiento, ¿podéis no estar en fiesta continua durante los días de vuestra vida terrestre? Lejos de nosotros cualquier abatimiento por la pobreza, la enfermedad o las persecuciones que nos agobian. La vida presente es, siguiendo al Apóstol, un tiempo de fiesta» (Homilía sobre I Cor 5,1-8).
–Con el Salmo 5 vemos que, no obstante las tribulaciones de este mundo, el cristiano tiene una felicidad grande en lo interior de su alma, pues tiene fe en la protección del Señor, a quien acude con gran confianza. Son bien elocuentes estas expresiones: «escucha, atiende, haz caso, a ti te suplico, te expongo mi causa». El justo tiene acceso a la intimidad con Dios, entra en el santuario divino con el humilde reconocimiento de la gran bondad de Dios. Cada día celebra la Eucaristía, que es siempre una gran fiesta; «Guíame, Señor, con tu justicia. Tú no eres un Dios que ame la maldad... que se alegren los que se acogen a Ti, con júbilo eterno protégelos, para que se llenen de gozo los que aman tu nombre». Un júbilo eterno es, o debe ser, la celebración de la sagrada Eucaristía.
–Lucas 6,6-11: Estaban al acecho para ver si curaba en sábado. Los enemigos de Cristo lo espían para tener algo con qué atacarlo, pero Él los desbarata. La gloria de Dios está servida en primer lugar por su bondad para con los infelices. Liberar a un pobre de las cadenas del mal es una consecuencia que siempre hemos de sacar de la santificación del Domingo y de los días de fiesta. Oigamos a San Ambrosio:
«Con esta ocasión Cristo arguye a los judíos que, por sus falsas interpretaciones, violaban los preceptos de la Ley, juzgando que estaba prohibido en sábado realizar incluso obras buenas, ya que la Ley, prefigurando en el presente la fisonomía del futuro, prohibía las obras malas, no las buenas. Pues, si se ha de descansar de las obras de este mundo, sin embargo, no es un acto vacío de buenas obras descansar en la alabanza del Señor.
«Has oído las palabras del Señor, que dice: «Extiende la mano». He aquí el remedio común y general. Y tú, que crees tener la mano sana, cuídate de que la avaricia y el sacrilegio no la contraigan. Extiéndela con frecuencia: extiéndela hacia ese pobre que implora; extiéndela para ayudar al prójimo, para llevar socorro a la viuda, para arrancar de la injusticia al que tienes sometido a una vejación inicua; extiéndela hacia Dios por tus pecados. Así es como se extiende la mano, así es como se cura» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V,39-40).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: 1 Corintios 5,1-8
La primera carta de Pablo a los cristianos de Corinto puede ser considerada como un conjunto de respuestas a otros tantos problemas presentados al apóstol por aquella comunidad. Más aún, todo bien considerado, la respuesta no es múltiple, sino única: Pablo, en efecto, se remonta espontáneamente desde las diferentes problemáticas de la vida eclesial de Corinto al centro de la fe cristiana: el misterio pascual de Jesús.
En el caso que nos ocupa aquí, se trata de un caso de inmoralidad que aflige a la comunidad de Corinto: el asunto es extremadamente grave y no puede ser silenciado. Pero lo que más sorprende es el hecho de que, en vez de acumular prohibiciones o recomendaciones más o menos paternalistas, Pablo se remite al acontecimiento pascual, que, así como ha caracterizado la vida de Cristo, debe caracterizar también la vida de todo cristiano y la vida de cualquier comunidad cristiana auténtica: «Suprimid la levadura vieja y sed masa nueva» (v. 7). La imagen se deja interpretar más bien con facilidad: tenemos delante el binomio «viejo» / «nuevo», y con él pretende Pablo remover no sólo una especie de pereza espiritual, sino también y sobre todo una adhesión estática y nostálgica a lo que con la venida de Cristo ha sido definitivamente superado. La comunidad de Corinto está amenazada, pues, con permanecer asentada en las posiciones de siempre, perdiendo el ritmo de marcha inaugurado por la presencia de Jesús.
«... pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido ya inmolado. Así que celebremos fiesta» (vv. 7b-8): ésta es la motivación pascual ofrecida por Pablo a una comunidad que debe vivir su propia fe en términos de gloriosa novedad, a fin de celebrar la fiesta superando toda referencia pasiva y servil a un pasado que ha encontrado ahora su plena realización.
Evangelio: Lucas 6,6-11
La atención de Lucas vuelve sobre la polémica en torno al sábado; sin embargo, esta vez toma como ocasión una intervención taumatúrgica de Jesús en favor de un hombre que tenía la mano atrofiada y al que el Nazareno le ha restituido una salud perfecta. La acción milagrosa desencadena el espíritu crítico de sus adversarios, como antes había sucedido ya con respecto a la actitud de los discípulos de Jesús, que habían cogido y comido espigas de trigo en día de sábado. El contraste es aún más fuerte, pues una determinada mentalidad farisea hubiera deseado no sólo inmovilizar a los discípulos de Jesús, sino también bloquear la capacidad taumatúrgica del Maestro. Es absurda e inaceptable esta pretensión de los fariseos y de los maestros de la Ley, cuya presencia crítica y maldad de pensamiento señala Jesús. Este lee en el corazón del hombre: tanto en el de quienes le escuchan y le siguen como en el de quienes le espían y quisieran sorprenderle en un fallo.
Una vez realizada la acción taumatúrgica, Jesús se enfrenta a sus adversarios no tanto en el terreno de lo que es lícito hacer en día de sábado como en este otro: «¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?» (v 9). La certeza que anima a Jesús es tal que no espera la respuesta de sus adversarios: la da por descontado, y lo mismo haríamos nosotros si nos atenemos con fidelidad a las indicaciones de su magisterio. Es inútil recordar que lo que Jesús ha hecho y ha dicho desencadena en sus adversarios tal rabia que se juran a sí mismos condenarlo a muerte. Antes de matarlo físicamente lo condenan a muerte espiritualmente: en la raíz de esto encontramos siempre la intolerancia y la violencia.
MEDITATIO
Todo creyente -más aún, toda persona- advierte la necesidad de ver con claridad en el gran tema de la libertad humana. Hay interrogantes que no podemos eludir: ¿qué valor tienen las leyes? ¿Hasta qué punto nos urge la misma Ley de Dios? Y, a continuación: ¿son propiamente iguales todas las leyes? ¿Existe un cierto espacio para una interpretación liberadora? ¿Cómo compaginar en la vida diaria la autoridad con la libertad, la norma escrita con la autodeterminación? Las páginas evangélicas dedicadas al sábado nos ofrecen algunos haces de luz.
La Ley -toda ley- debe ser considerada como don de Dios a su pueblo, tanto al antiguo como al nuevo, incluso a todo hombre y mujer que quiera prestar un oído activo a la Palabra portadora de la verdad. Si conseguimos considerar la Ley, toda ley de Dios, como don, entonces se abre ante nosotros un camino que hemos de recorrer con la libertad más genuina y auténtica. La Ley, toda ley, se nos ofrece como luz para nuestros pasos, como lámpara que ilumina nuestro camino. En consecuencia, es preciso confesar nuestra necesidad de disponer de una luz capaz de iluminar incluso los pliegues más íntimos de nuestro corazón, capaz de hacer luz en los ángulos más oscuros de nuestra vida, capaz de orientar nuestras decisiones en el acontecer de la historia.
La Ley, toda ley, se nos ofrece como pedagogo, es decir, como institución capaz de educarnos en el ejercicio de la libertad: la psicológica, con la que afirmamos nuestra dignidad frente a toda posible reducción a instrumento, y la evangélica, con la que reconocemos el primado de Dios y la prioridad de Cristo en cada una de nuestras decisiones.
ORATIO
Señor Jesús, ¡qué alivio me supone verte obrar con valor siguiendo la nueva ley del amor, a pesar de estar seguro de que tus adversarios habrían de reaccionar de manera negativa! ¡Qué alegría ver tu seguridad, sostenida sólo por tu amor liberador, en contraste con la mezquindad de los fariseos, dirigida sólo a mostrar su impecable observancia! ¡Qué luz supone percibir una nueva Ley respetuosa de la libertad, una autoridad atenta únicamente a la promoción de la libertad de los otros! ¡Qué consuelo oír a Pablo agitar a la comunidad de Corinto para que sustituya la levadura vieja por ázimos nuevos de sinceridad y de verdad!
Oh Señor, libéranos de la ceguera de los fariseos, que por amor a la Ley llegaron a matarte y, para defender sus tradiciones, no tenían escrúpulos a la hora de pisotear al prójimo.
CONTEMPLATIO
Fijaos bien, queridos hermanos: el misterio de Pascua es a la vez nuevo y antiguo, eterno y pasajero, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
Antiguo según la Ley, pero nuevo según la Palabra encarnada. Pasajero en su figura, pero eterno por la gracia. Corruptible por el sacrificio del cordero, pero incorruptible por la vida del Señor. Mortal por su sepultura en la tierra, pero inmortal por su resurrección de entre los muertos.
La Ley es antigua, pero la Palabra es nueva. La figura es pasajera, pero la gracia eterna. Corruptible el cordero, pero incorruptible el Señor, el cual, inmolado como cordero, resucitó como Dios.
Venid, pues, vosotros todos, los hombres que os halláis enfangados en el mal, recibid el perdón de vuestros pecados. Porque yo soy vuestro perdón, soy la Pascua de salvación, soy el cordero degollado por vosotros, soy vuestra agua lustral, vuestra vida, vuestra resurrección, vuestra luz, vuestra salvación y vuestro rey. Puedo llevaros hasta la cumbre de los cielos, os resucitaré, os mostraré al Padre celestial, os haré resucitar con el poder de mi diestra (Melitón de Sardes, Homilía sobre la pascua, 2.7, 100-103).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido ya inmolado» (1 Cor 5,7).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La Iglesia -a saber, el conjunto de los cristianos- está llamada a valorar desapasionadamente las situaciones y a rechazar cuanto sofoca al hombre, su dignidad, sus valores. Rechaza, por consiguiente, todo materialismo que pretendiera inspirar un mundo nuevo, aunque sabe reconocer, no obstante, sobre todo en la masa de los hombres que esperan y preparan este mundo nuevo, los auténticos valores que son el reconocimiento del hombre, la solidaridad, el compromiso y el sacrificio. Por otra parte, mientras reconoce y alienta toda auténtica libertad, no deja de poner en guardia, a pesar de todo, contra los peligros de una búsqueda despreocupada, que acaba siempre en beneficio de un número limitado de personas, las cuales subordinan e instrumentalizan prácticamente para sus propios fines a la gran masa, exteriormente libre, pero sustancialmente condicionada y dominada en todos los aspectos de la vida.
La Iglesia se encuentra así -para repetir una definición de Pablo VI- como «conciencia crítica de la humanidad». Por tanto, deberá señalar valerosamente en cada situación las injusticias que deben ser eliminadas y sugerir soluciones más humanas, sintiéndose solidaria con quienes luchan en favor de una mayor justicia para sí mismos y para los hermanos (L. Bettazzi, La Chiesa fra gli uomini, Roma 1972, pp. 27ss [edición catalana: L"Església entre els homes, Publicacions de I"Abadia de Montserrat, Barcelona 1974]).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Corintios 5,1-8
a) En los siguientes capítulos de su carta, Pablo toma postura ante algunos desórdenes y abusos que existen en la comunidad. Esta vez, el famoso caso del "incestuoso de Corinto".
Incluso dentro de una ciudad famosa por su amoralidad, debía llamar la atención un hecho que la comunidad cristiana toleraba: uno que vivía (se entiende maritalmente) con la mujer de su padre, o sea, con su madrastra. Esto estaba perseguido legalmente tanto entre los judíos como por la ley romana.
Pablo echa en cara a esta comunidad que tolere un escándalo semejante. Les urge a que "excomulguen" a esa persona. La expresión "entregar en manos del diablo" es difícil de interpretar: una vez fuera de la comunidad, estará expuesto a las fuerzas del mal. Pablo toma esta medida, por drástica que parezca, con una intención medicinal: "humanamente quedará destrozado, pero así la persona se salvará en el día del Señor".
Pone la comparación del pan ácimo, sin levadura, que es el que los judíos usaban y siguen usando para la Pascua. Aplica esa imagen a la comunidad, que debe ser, toda ella, "pan ácimo", sin "levadura vieja de corrupción y de maldad", sino un pan "ácimo con sinceridad y verdad". Los cristianos vivimos siempre en Pascua, porque Cristo es el Cordero Pascual que se ha inmolado.
b)La comunidad debe sentirse corresponsable del bien de cada uno de sus miembros.
Cuando detecta una falta grave, deberá echar mano -como Jesús nos enseñó en el evangelio- de la corrección fraterna. Y a veces deberá llegar a la decisión que Pablo exige a los corintios, lo que luego se llamó "excomunión": apartar al escandaloso de la comunión con los demás.
El motivo es que una situación así va contra los valores básicos de la ética humana y sobre todo cristiana. Hay hechos puntuales malos, y además todos somos débiles y pecadores y, por tanto, dispuestos a la tolerancia. Pero aquí se trata de situaciones continuadas, públicas, de incoherencia grave con la identidad cristiana, que pueden resultar contagiosas: "un poco de levadura fermenta toda la masa". A veces, la "levadura vieja" que puede contagiar a toda la comunidad se refiere a problemas ideológicos. Otras, como en esta ocasión, a actitudes de moral.
El salmo nos habla de un Dios que no quiere el mal: "tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped... detestas a los malhechores". Jesús, que nos enseñó el perdón y la corrección fraterna, también pronunció unas palabras duras: "si ni a la comunidad quiere oír, sea para ti como el gentil y el publicano" (Mt 18,17), y "al que escandaliza a uno de estos pequeños más le valdría que le arrojaran al mar" (Lc 17,1-6).
Es la "excomunión" que aquí recomienda Pablo. La que aplicó el obispo Ambrosio de Milán al emperador Teodosio, hasta que pidiera públicamente perdón por la matanza que había hecho en Tesalónica: ¿cómo puede acercarse a la comunión una persona que no ha dudado en sacrificar miles de vidas?
Claro que no aplicamos esta decisión a todas las situaciones "irregulares" que se dan en la comunidad cristiana. El discernimiento es importante, y es sancionado por los responsables últimos de la comunidad. Pero no nos debe extrañar que también ahora se disuada de acercarse a la comunión eucarística -el signo mayor de comunión con la comunidad y con Cristo- a los que se encuentren en alguna situación -de vida matrimonial o de justicia social, por ejemplo- gravemente en contradicción pública con el evangelio que Jesús nos enseñó.
2. Lucas 6,6-11
a) De nuevo la tensión en torno al cumplimiento del sábado. Esta vez no por las espigas que comían por el campo, sino por una curación hecha en la sinagoga precisamente en sábado.
Jesús se da cuenta del dolor de aquel hombre. El enfermo con el brazo paralizado no le dice nada, pero se debía leer en su cara la súplica. Los fariseos están al acecho para ver qué hará. Jesús "sabía lo que pensaban", y primero les provoca con su pregunta: "¿qué está permitido en sábado?". No contestaron. Entonces Jesús, "echando una mirada a todos" (Lucas no dice, como Marcos, que esta mirada estuvo "llena de ira y tristeza"), curó al buen hombre.
La reacción no se hizo esperar: "ellos se pusieron furiosos".
b) Es evidente que Jesús no desautoriza aquella institución tan válida del sábado, el día dedicado al culto de Dios, a la alegría, al descanso laboral, a la oración, a la vida de familia, al agradecimiento por la obra de la creación. Más aún, parece como si él ese día acumulara sus gestos curativos y salvadores.
Lo que critica es una comprensión raquítica, más preocupada por cumplir unas normas, muchas veces inventadas por las varias escuelas, que por el espíritu de fe que debe impregnar la vivencia de este día. No se podrá trabajar en sábado, y por tanto no habrá que hacer curas médicas a no ser que sean necesarias. Pero extender el brazo y decir una palabra de curación ¿es trabajar? El recoger unas espigas y comer sus granos al pasear por el campo, ¿es un trabajo equiparable a la siega?
Las escuelas de los fariseos habían llegado a interpretar el sábado convirtiéndolo en día de preocupación casuística en vez de en día de libertad. Jesús enseña actitudes más profundas, más preocupadas por el espíritu que por la letra. Y nosotros tendríamos que aplicar esta enseñanza a muchos detalles de nuestras normas de vida. Las normas están muy bien, y son necesarias, pero sin llegar a un legalismo formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre (cf. Mc 2,27).
Hay instituciones muy válidas y llenas de espíritu: el domingo cristiano, la celebración de la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas. Realidades que tienen importancia para la vida de fe, y que necesitan, dado su carácter de comunitarias, unas normas para su realización. Pero no se tenían que haber rodeado, en la historia, de normas tan estrictas y minuciosas que a veces ahogan la alegría de su celebración. En vez de esponjar el ánimo y alegrarse con Dios y dedicarle una alabanza sentida y celebrar su comida pascual en el día consagrado a él, a veces nos hemos limitado a crear un clima de mero cumplimiento exterior.
Lo mismo pasa con la relación entre el culto (la celebración de la sinagoga en sábado) y la caridad fraterna (¿puedo curar a este buen hombre?). Para Cristo hay que saber conjugar las dos cosas. Va a la sinagoga, porque es sábado, pero también cura el brazo paralítico de aquella persona. Y, por el tono del relato, se nota claramente que da prioridad a la persona que a la institución.
Los cristianos debemos rezar y celebrar la Eucaristía en domingo. Y a la vez, precisamente ese día, nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen corazón con las personas cercanas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan nuestro interés y nuestro cariño.
"Un poco de levadura fermenta toda la masa: barred la levadura vieja de corrupción y de maldad" (1ª lectura II)
"Le dijo: extiende el brazo. Él lo hizo y su brazo quedó restablecido" (evangelio)