Sábado XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 30 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Co 4, 6b-15: Hemos pasado hambre y sed y falta de ropa
Sal 144, 17-18. 19-20. 21: Cerca está el Señor de los que lo invocan
Lc 6, 1-5: ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Corintios 4,6-15: Penalidades del Apóstol en la predicación del Evangelio. La vida del apóstol se desarrolla en el seno de las paradojas: aporta la bendición del Evangelio al precio de las maldiciones de que es objeto; anuncia la consolación y sufre la calumnia; inicia la verdadera sabiduría y se hace tratar de loco. Es la lección saludable de la cruz de Cristo. San Juan Crisóstomo explica:
«El tiempo que ha precedido al bautismo era un tiempo de entrenamiento y de ejercicios, donde las caídas encontraban su perdón. A partir de hoy, la arena está abierta para vosotros, el combate tiene lugar, estáis bajo la mirada pública, y no solo los hombres, también el pueblo de los ángeles contemplan vuestros combates. Pablo grita en su Carta a los Corintios: «Nosotros hemos sido presentados como espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres »(1 Cor 4,9). Los ángeles nos contemplan y el Señor de los ángeles es el que preside el combate. Para nosotros es no solo un honor, sino también una seguridad. Cuando, en efecto, aquel que ha entregado su vida por nosotros es juez de estos asaltos, ¿qué honor y qué seguridad no es para nosotros?» (Ocho Catequesis bautismales 3,8),
–El Salmo 144 proclama: «Cerca está el Señor de los que lo invocan». A pesar de las dificultades el Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones... satisface el deseo de sus fieles, escucha sus gritos y los salva. El Señor guarda a los que lo aman, pero destruye a los malvados. En todo momento hemos de alabar al Señor, Él nos libra de nuestros opresores. Pasan los perseguidores y la Iglesia sigue pujante. La victoria es de nuestro Dios y de Nuestro Señor Jesucristo.
–Lucas 6,1-5: El Hijo del Hombre es también Señor del sábado. Esto es una manifestación de su divinidad, tantas veces proclamada en los evangelios, con sus palabras, con sus obras y con su propia vida. San Ambrosio escribe:
«No solo por la ternura de sus palabras, sino por la misma práctica y por el ejemplo de sus actos, el Señor Jesús comenzó a despojar al hombre de la observancia de la Ley antigua y a revestirlo del vestido nuevo de la gracia. Así lo conduce ya en día de sábado por los sembrados, es decir, que lo aplica a obras fructuosas. ¿Qué quiere decir sábado, mies, espigas? No se trata de un misterio sin importancia. El campo es todo el mundo presente; la mies del campo es, por la semilla del género humano, la cosecha abundante de los santos; las espigas del campo, los frutos de la Iglesia, que los apóstoles remueven por su actividad, nutriéndose y alimentándose de nuestros progresos. Se levantaba ya la mies fecunda de virtudes, con muchas espigas, a las cuales son comparados los frutos de nuestros méritos...
«En adelante, sobre la Ley está la doctrina de Cristo, que no destruye la Ley, sino que la cumple, pues ni siquiera destruye el sábado. Si el sábado ha sido hecho para el hombre, y la utilidad del hombre pedía que el hombre hambriento, que hacía tiempo había sido privado de los frutos de la tierra, evitase el ayuno del hambre antigua, cierto no hay destrucción de la Ley, sino su cumplimiento» (Tratado sobre el Evangelio de San Lucas lib. V,28-29.34).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. II Corintios 4,6-15
a) Pablo sigue hablando de la difícil relación de los Corintios con los ministros y pastores, y tal vez también de estos mismos en su comprensión del papel que tienen en la comunidad.
Se pone a sí mismo -y a Apolo- como modelo, porque no se han buscado a sí mismos, sino que han servido humildemente a la comunidad. Pablo plantea una serie de antítesis, llenas de ironía muchas veces, sobre su lugar en la comunidad:
- los Corintios son ricos, lo tienen todo, mientras que los apóstoles son los últimos, condenados a muerte, dados en espectáculo público,
- ellos son muy sensatos, y él un loco,
- ellos fuertes, y Pablo débil,
- ellos célebres, y él despreciado, que pasa incluso hambre y sed y falta de ropa, sin casa fija.
Pablo trabaja hasta agotarse y encima le insultan y le calumnian y le tratan como la basura del mundo. Lo que nunca podrán decir es que no les quiera, que no se haya portada generosamente: "os quiero como hijos"; tendrán "mil tutores, pero padres no tenéis muchos: soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús".
b) Buen espejo en el que mirarse los que han recibido en la comunidad alguna clase de responsabilidad.
El principio para todos, y de modo particular para ellos, debe ser la humildad. Ayer nos decía Pablo que somos servidores, no dueños. Hoy apóstrofa a los que creen ser algo: "¿quién te hace tan importante? ¿tienes algo que no hayas recibido"? Esta frase se ve que le hizo impresión a san Agustín, porque alguien ha contado que la comenta más de doscientas veces en sus escritos.
¿Se podría decir que nos buscamos a nosotros mismos o el poder, en nuestro servicio a los demás? ¿Reaccionamos con la humildad de Pablo ante las críticas e incluso frente a los desplantes que podamos sufrir en nuestro trabajo? El que está lleno de sí mismo es el que se perturba y se hunde cuando le pasan cosas de esas. El humilde reacciona con más serenidad, como Pablo, que, si de algo se enorgullecía, era de su debilidad, no de sus cualidades.
De nuevo el salmo nos orienta hacia el juicio de Dios y nos invita a poner en él la confianza, no en nuestros méritos ni en el prestigio que podamos tener: "del Señor es la tierra y cuanto la llena... ¿quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, ése recibirá la bendición del Señor".
La lista de bienaventuranzas que nos enseñó Jesús se parece a esta enumeración de actitudes de un apóstol, según Pablo: los que encuentran la verdadera felicidad interior son los humildes, los perseguidos, los que lloran, los que buscan la paz... Algo tendría que cambiar en nuestra actuación para parecernos más a Pablo y sobre todo a Jesús, que sufrió los mismos contratiempos que Pablo y dio incluso su vida por los demás.
2. Lucas 6,1-5
a) Esta vez, la discusión es sobre el sábado.
Jesús apreciaba el sábado y, como buen judío, lo había incorporado a su espiritualidad: por ejemplo, iba cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplía seguramente las otras normas relativas a este día.
Bien vivido, el sábado era y sigue siendo un día sacramental de auténtica gracia para los judíos. Pero lo que aquí critica Jesús es una interpretación exagerada del descanso sabático: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios el tomar en la mano unas espigas, restregarlas y comer sus granos, cuando se siente hambre?
El argumento que él aduce es el ejemplo de David y sus hombres, a quienes el sacerdote del santuario les dio a comer "panes sagrados", aunque en principio no eran para ser comidos así (1 Samuel 21).
Jesús habla realmente con autoridad y poder. Se atreve a reinterpretar una de las instituciones más sagradas de su pueblo. Pero sobre todo les debió saber muy mal a los fariseos la última afirmación: "el Hijo del Hombre es señor del sábado".
b) Es una difícil sabiduría distinguir entre lo que es importante y lo que no.
Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, sí era importante. Que no se trabajara el sábado en la siega era una cosa, pero que no se pudieran tomar y comer unos granos al pasar por el campo, era una interpretación exagerada. No valía la pena discutir y perder la paz por eso. Es un ejemplo de lo que ayer nos decía Jesús respecto al paño nuevo y a los odres nuevos.
Cuántas ocasiones tenemos, en nuestra vida de comunidad, de aplicar este principio.
Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías de estas, aferrándonos a nimiedades sin importancia. Lo que está pensado para bien de las personas y para que esponjen sus ánimos -como la celebración del domingo cristiano- lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación.
Con la Eucaristía comunitaria en medio, pero con el espíritu liberado y gozoso: un espíritu pascual.
El legalismo exagerado también puede matar el espíritu cristiano. Por encima de todo debe quedar la misericordia, el amor.
"Gracias a la muerte de Cristo habéis sido reconciliados con Dios" (1ª lectura I)
"Aprended a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro" (1ª lectura II)
"El Hijo del Hombre es señor del sábado" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: 1 Corintios 4,6-15
Pablo desarrolla el discurso sobre la verdadera identidad de los ministros de Cristo y de los administradores de los misterios de Dios, y lo hace con algunas expresiones que merecen ser unificadas.
Los apóstoles están ligados ante todo, de manera indivisible, a los fieles-hermanos: no podéis pretender -parece decir Pablo- caminar por vuestra cuenta ni, mucho menos, llegar a puerto sin nosotros. La conciencia del apóstol se une a la de todos los fieles precisamente porque, como ellos y junto con ellos, se siente salvado por la gracia de Cristo. Por otro lado, prosigue Pablo, nosotros deseamos sólo llegar a la meta con vosotros. La expresión simbólica «ser reyes sin contar con nosotros» (v. 8) es extremadamente clara y expresa su deseo de compartir eternamente la alegría de la salvación con todos aquellos a los que ha podido prestar el servicio de la Palabra.
Los apóstoles son «condenados a muerte» (v. 9), como Cristo, después de Cristo: esta especie de condena pende sobre la cabeza de Pablo desde que encontró a Cristo en el camino hacia Damasco. Desde entonces sabe con toda certeza que no hay otro camino para recorrer que el de la cruz, que no puede usar otro lenguaje más que el de la cruz, que no hay otra perspectiva que se abra ante él que no sea la de un nuevo calvario. Esa condena se va realizando históricamente en diferentes tiempos y en diversos lugares: también aquí, en Corinto, por medio de vosotros -parece decir Pablo-, pero es algo que parece no asombrarle en absoluto. Los apóstoles son también padres respecto a los fieles, a los que consideran «hijos míos muy queridos» (v. 14): se trata de una paternidad espiritual tal vez no menos comprometedora que la física; una paternidad que supera los límites de una familia humana y se extiende a las dimensiones de una comunidad sin fronteras. Esa fue la experiencia de Pablo.
Evangelio: Lucas 6,1-5
Lucas nos refiere, en dos pasajes consecutivos, algunas polémicas que Jesús debió sostener con los fariseos respecto al sábado, día de descanso, y sobre las prácticas más o menos permitidas en ese día. Lo que más nos sorprende en esta página evangélica es el modo positivo y dialogante con el que Jesús entra en la polémica: en efecto, Jesús intenta desconectar a sus interlocutores de una mentalidad excesivamente jurídica, ligada de manera servil a una casuística que, de hecho, condujo a los fariseos, contemporáneos de Jesús, a recopilar un elenco de 613 preceptos (naturalmente además de los diez mandamientos), a los que querían permanecer fieles de una manera servil. Jesús intenta separarlos de esta mentalidad refiriéndose a un hecho veterotestamentario de la vida de David: una elección libre frente a una tradición que parece no admitir excepciones. Sabemos bien que el rey David constituyó para todos, y también para Jesús, un punto de referencia digno del máximo respeto y de la más fiel imitación. Un motivo más, en este caso, para asumirlo como modelo de libertad frente a tradiciones que, si no son bien interpretadas (cf. Mc 7,1-15), amenazan con someter el hombre a la Ley en vez de hacer que la Ley sirva al hombre.
La afirmación final de Jesús es extremadamente clara e iluminadora: «El Hijo del hombre es señor del sábado» (v. 5). Por un lado, Jesús se compara a David y, por otro, con una afirmación que no deja lugar a dudas y manifiesta un tono apodíctico, afirma su propia superioridad con respecto a David y también, de una manera implícita, en cuanto «señor del sábado», su dignidad divina.
MEDITATIO
Según el evangelio, nuevo no significa «inédito», jamais vu (nunca visto), sino «originario», en el sentido de que Jesús ha venido a restablecer el proyecto del Dios creador para volver a entregarlo a todos aquellos que aceptan seguirle por el camino de la verdad. Tenemos un ejemplo claro de este proyecto de Jesús en Mt 19,1-12, donde Jesús, en polémica con los fariseos sobre la espiritualidad conyugal, les invita a superar la lógica de los permisos concedidos por Moisés, a causa de la dureza de sus corazones, mediante la lógica de la entrega recíproca total según el proyecto originario.
Nuevo, según el evangelio, no significa «actual», a la última, sino «auténtico», en el sentido de que Jesús, con sus propuestas de vida nueva, tiende a despertar en la persona, en cada persona, lo que en ella hay de genuino y de válido. Jesús ha venido a liberar la libertad; por eso, cuando fue necesario, no vaciló en contraponer su propuesta a las propuestas alternativas de otros falsos mesías que prometían fáciles libertades baratas.
Nuevo, según el evangelio, no significa «genial», sino «esencial», en el sentido de que Jesús -como aparece en casi todas las páginas del evangelio- vino a suprimir, o por lo menos a aligerar, los excesivos fardos que amenazan con entristecer y tal vez incluso con mortificar el corazón de cada persona. Desde este punto de vista resultan extremadamente iluminadoras estas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,28-30).
ORATIO
«Pues, al parecer, a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha destinado al último lugar, como condenados a muerte».
Oh Señor, el sufrimiento me da miedo, pero es inútil negarlo, rechazarlo, evadirse de él, porque es parte inherente de la vida de cada apóstol. Me da miedo el sufrimiento físico causado por las enfermedades, por las privaciones, por el cansancio, por un cuerpo consumido que desmejora con el paso de los años. Me da miedo el sufrimiento psicológico derivado de las incomprensiones, de las resistencias inmotivadas frente a realidades evidentes, de las limitaciones escondidas y no aceptadas que se convierten en violencias irracionales, de los juegos destinados a ser apoyados en nuestros propios puntos de vista. Me da miedo el sufrimiento espiritual velado por las dudas, la aridez, las incertidumbres, la indiferencia.
Pero así ha sido el camino para todos tus discípulos y amigos. Y así ha de ser también para nosotros, para los que hemos elegido seguirte.
CONTEMPLATIO
Reconoce, oh cristiano, la altísima dignidad de esta tu sabiduría, y entiende bien cuál ha de ser tu conducta y cuáles los premios que se te prometen. La misericordia quiere que seas misericordioso, la justicia desea que seas justo, pues el Creador quiere verse reflejado en su criatura, y Dios quiere ver reproducida su imagen en el espejo del corazón humano, mediante la imitación que tú realizas de las obras divinas. No quedará frustrada la fe de los que así obran, tus deseos llegarán a ser realidad, y gozarás eternamente de aquello que es el objeto de tu amor.
Y porque todo será limpio para ti, a causa de la limosna, llegarás también a gozar de aquella otra bienaventuranza que te promete el Señor, como consecuencia de lo que hasta aquí se te ha dicho: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Gran felicidad es ésta, amadísimos hermanos, para la que se prepara un premio tan grande. Pues, ¿qué significa tener limpio el corazón, sino desear las virtudes de que antes hemos hablado? ¿Qué inteligencia puede llegar a concebir, o qué palabras lograrán explicar la grandeza de una felicidad que consiste en ver a Dios? (León Magno, Sermón 95, 6ss, en PL 54, 464ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lc 6,5).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Recientemente he llegado a reconocer la necesidad del método de la no violencia en las relaciones internacionales. Como no estaba convencido de su eficacia en los conflictos entre naciones, pensaba yo que, aunque no puede ser nunca un bien positivo, la guerra podría servirnos como un bien negativo, para prevenir la difusión y el crecimiento de una fuerza malvada. La guerra, por muy horrible que sea, podría ser preferible a rendirse a un sistema totalitario. Ahora, sin embargo, veo que el potencial destructivo de las armas modernas elimina por completo la posibilidad de que la guerra represente a lo sumo un bien negativo. Si admitimos que la humanidad tiene derecho a sobrevivir, entonces deberemos encontrar una alternativa a la guerra y a la destrucción.
En nuestra época de vehículos espaciales y de misiles balísticos teledirigidos, la alternativa se sitúa entre la no violencia y la no existencia. No soy un pacifista doctrinario, sino que he intentado abrazar un pacifismo realista, que considera la posición pacifista como el mal menor en las circunstancias actuales. No proclamo que estoy libre del dilema moral que el cristiano no pacifista debe afrontar, pero estoy convencido de que la Iglesia no puede permanecer en silencio mientras el género humano se encuentra ante la amenaza de la aniquilación nuclear. La Iglesia, si es fiel a su misión, debe pedir el final de la carrera armamentística (M. L. King, «lo sogno ancora», en E. Helio [ed.], Slogans dell"anima, Milán 1971, pp. 92ss).