Jueves XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 30 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Co 3, 18-23: Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios
Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6: Del Señor es la tierra y cuanto la llena
Lc 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Corintios 3,18-23: Todo para vosotros, pero vosotros para Cristo y Cristo para Dios. No podemos gloriarnos en nosotros mismos, pues la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. Dice Casiano:
«Esforcémonos también nosotros en subir, con la gracia de una caridad indisoluble, a este tercer grado de los hijos, que miran como suyo lo que es de su Padre; merezcamos recibir la imagen y semejanza de nuestro Padre celestial. Imitando al Hijo verdadero, podemos decir también: Todo lo que el Padre tiene es mío (Jn 16,15). De lo que se hizo eco el bienaventurado San Pablo al decir: Todas las cosas son vuestras, ya sea Pablo o Apolo o Cefas, sea el mundo, o la vida o la muerte, el presente o el futuro, todo es vuestro» (1 Cor 3,22)» (Colaciones 11,7).
–El Salmo 23 expresa las condiciones para intimar con Dios en el templo o fuera de él: «¿Quien puede entrar en el recinto sagrado... El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Este es el que recibirá la bendición del Señor y le hará justicia». La Iglesia, pueblo de Dios, es la tierra que pertenece a Cristo y le ha dado un fundamento sólido de vida sobrenatural. Es el auténtico monte santo, en el que confluyen todos los pueblos de la tierra.
–Lucas 5,1-11: Dejarlo todo por seguir a Cristo. Ser pescadores de hombres es participar en el apostolado de Cristo y en la expansión de la Buena Nueva. Comenta San Jerónimo:
«Quiénes son estos que deben cantar el cántico nuevo lo dicen las palabras que siguen: Los que descendéis, dice, hasta el mar. Jesús viendo a los apóstoles en la orilla remendando sus redes junto al mar de Genesaret, los envió a alta mar (Lc 5,4), para hacerlos, de pescadores de peces, pescadores de hombres. Ellos predicaron el Evangelio hasta el Ilírico y España, dominando también, en breve tiempo, el poder inmenso de la ciudad de Roma. Ciertamente, descendieron al mar y lo traspasaron, soportando las tormentas y las persecuciones de este mundo. También las islas y sus habitantes, la diversidad de las gentes y la multitud de las Iglesias» (Comentario sobre el profeta Isaías 42,11).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Corintios 3,18-23
a) Ayer acusaba Pablo a los Corintios de inmaduros e infantiles, por las divisiones que se suscitaban entre ellos. Hoy vuelve al tema desde la perspectiva de la "sabiduría".
Si son "sabios según el mundo", entonces sí que se explican estas divisiones sobre Apolo y Pablo (esta vez añade también a Cefas, o sea, Pedro, que también se ve que tenía sus "fans" allí). Pero eso no es sabiduría, sino necedad a los ojos de Dios. Deberíamos juzgar las cosas y las personas desde una mentalidad espiritual y madura.
Esta mirada la expresa Pablo con una profunda y lúcida gradación: "todo es vuestro (Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro), todo es vuestro; vosotros, de Cristo, y Cristo, de Dios".
b) Esta visión sí que es una interpretación espiritual de la historia, que, a la vez, relativiza nuestras preocupaciones y celos en la vida de la comunidad. Nada es "absoluto" sino Cristo y Dios. Lo demás -incluidos los ministros de la comunidad- son relativos. Morirá Apolo y morirá Pablo, y morirá el Papa actual y el siguiente. Pero Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre, y es el que, a través de esta Iglesia frágil y caduca, nos va llevando a todos a Dios.
Ésta es la clave de la sabiduría espiritual, la sabiduría del "grupo que busca al Señor", del que habla el salmo de hoy. El que sigue criterios humanos y se cree listo, "sus pensamientos son vanos" y "Dios lo caza en su astucia".
En nuestra vida de comunidad se establecen a veces una serie de divisiones, más o menos sutiles, basadas en lo que Pablo llama claramente "necedades". Damos importancia a lo que no la tiene. Los ministros de la comunidad -el Papa, el Obispo, los pastores más cercanos- no son los protagonistas, ni los dueños. Su elocuencia o sus carismas personales -que ojalá no sean pequeños- no son el factor determinante. Están al servicio de la comunidad ("son vuestros"). Son colaboradores de Dios. No vale la pena que por unas cualidades más o menos se produzcan tensiones tontas. Ni porque ellos se lo creen ("¿qué tienes que no hayas recibido?", nos dirá Pablo pasado mañana) ni porque sus oyentes o fieles toman partido por uno u otro.
2. Lucas 5,1-11
a) Lucas nos narra la llamada vocacional de Pedro y de los otros primeros discípulos: "desde ahora serás pescador de hombres". Hasta ahora aparecía trabajando solo. Ahora busca colaboradores.
Ya ayer hablaba de Pedro el evangelio: Jesús curó a su suegra de la fiebre. Hoy nos cuenta cómo, para poder apartarse un poco de la gente que se agolpaba en torno, le pide a Pedro que le preste su barca. Qué satisfacción sentiría Pedro: ese predicador que se está haciendo famoso, por su palabra y por sus milagros, le ha pedido a él su barca.
Luego, aunque a regañadientes, porque tiene la experiencia del fracaso de la noche, echa las redes "por la palabra de Jesús". Y sucede lo inesperado: la pesca milagrosa, que provoca en Pedro una reacción de espanto y admiración: "apártate de mí, Señor, que soy un pecador".
No debieron entender mucho lo de ser "pescador de hombres". Pero aquel hombre les ha convencido: "dejándolo todo, lo siguieron".
b) Ser "pescadores de hombres" no significa nada peyorativo. Pescar a las personas, en este sentido, no es un proselitismo a ultranza, ni hacer que mueran para nuestro provecho -en eso consiste la pesca de los peces- sino lo contrario: evangelizar, convencer, ofrecer de parte de Dios a cuantas más personas mejor la buena noticia del amor y la salvación.
En el origen de nuestra vocación cristiana y apostólica tal vez no haya una "pesca milagrosa" o algún hecho extraordinario. Pero sí, de algún modo, ha habido y sigue habiendo un sentimiento de admiración y asombro por Cristo, y la convicción de que vale la pena dejarlo todo y seguirle, para colaborar con él en la salvación del mundo.
Probablemente lo que sí hemos experimentado ya son noches estériles en que "no hemos pescado nada" y días en que hemos sentido la presencia de Jesús que ha vuelto eficaz nuestro trabajo. Sin él, esterilidad. Con él, fecundidad sorprendente. Y así vamos madurando, como aquellos primeros discípulos, en nuestro camino de fe, a través de los días buenos y de los malos. Para que, por una parte, no caigamos en la tentación del miedo o la pereza. Y, por otra, no confiemos excesivamente en nuestros métodos, sino en la fuerza de la palabra de Cristo.
Si no hemos conseguido más, en nuestro apostolado, "mar adentro", ¿no habrá sido porque hemos confiado más en nosotros que en él? ¿porque hemos "echado las redes" en nombre propio y no en el de él?
"La sabiduría de este mundo es necedad ante Dios" (1ª lectura II)
"Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob" (salmo II)
"Y dejándolo todo, le siguieron" (evangelio).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: 1 Corintios 3,18-23
Pablo retorna la reflexión sobre el binomio «sabiduría»/«necedad» y la completa con dos referencias veterotestamentarias: su atención se había concentrado en la necedad de la predicación (1,18.21) y en la necedad de la cruz (1,23), así como en la necedad de la fe (2,5). Ahora se dilata el discurso y se aplica a la vida cristiana como tal. En efecto, el «vivir en Cristo», en su conjunto, incluye el compromiso de asumir la novedad de vida que Cristo ha predicado y que anuncia su cruz, aun cuando esta opción parezca paradójica y escandalosa al mundo en que vivimos. En un segundo momento, Pablo perfecciona el discurso sobre la escala de valores y lo hace con una expresión enormemente rica y elocuente:
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«Todo es vuestro» (v
22b): hemos de señalar que aquí no se hace referencia a Pablo, Apolo o Cefas, sino a todo creyente y a la comunidad de los mismos. El pensamiento de Pablo es claro e inequívoco: los primeros y últimos destinatarios del mensaje salvífico no son los ministros, sino todos los que acogen el mensaje de la predicación.
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«Pero vosotros sois de Cristo» (v.
23a): todos, vosotros y nosotros, pertenecemos, dice el apóstol, a Cristo mediante la fe. Esta conciencia la tuvieron ya los primeros cristianos cuando, en Antioquía de Siria, recibieron el nombre de cristianos (cf. Hch 11,26), y es algo que pertenece al depósito de la fe cristiana. Ser de Cristo significa tener una relación especial con él, en virtud de la llamada recibida, de la Palabra escuchada, del don de la gracia acogida.
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«Y Cristo es de Dios»
(v. 23b): aquí encontramos reafirmado de nuevo el primado de Dios Padre, origen y fin de todo y de todos. De este modo dibuja el apóstol ante nosotros un itinerario teológico persuasivo y cautivador.
Evangelio: Lucas 5,1-11
En primer lugar, nos hace ver Lucas que la gente escuchaba «la Palabra de Dios» (v 2). Esta expresión, que tiene un sabor casi técnico, nos remite al contexto eclesial para el que Lucas escribe su evangelio: se trata de una comunidad que vive su fe poniendo en el centro de ella precisamente «la Palabra de Dios», esto es, Jesús como Palabra de revelación y la predicación apostólica al mismo tiempo. Lucas pone asimismo de relieve que Jesús «se sentó y estuvo enseñando» (v 3b): también esta nota nos lleva a considerar el relato evangélico como íntimamente ligado a la vida de la primitiva comunidad cristiana, en la que era normal y continuo el paso de la evangelización a la catequesis.
«Puesto que tú lo dices, echaré las redes» (v. 5b): Lucas quiere resaltar aquí la autoridad de la Palabra de Jesús; más aún, la suprema autoridad que ésta encarna. Sabemos, en efecto, que toda palabra que salía de la boca de Jesús estaba dotada -no sólo para los apóstoles, sino también para la gente- de una particular autoridad: «¡Qué palabra la de este hombre! Manda con autoridad y poder» (4,36).
«Dejaron todo y lo siguieron» (v. 11): esta expresión nos recuerda el radicalismo evangélico, que Lucas ilustrará también a través del relato de los Hechos de los Apóstoles, y también en diferentes momentos de la narración evangélica. En esta página quiere indicarnos Lucas que el seguimiento de Jesús implica un radicalismo no sólo en la opción personal, sino también en la decisión de separarse de todo lo que de un modo u otro pueda disminuir la fuerza de la adhesión a Jesús.
MEDITATIO
La vocación de los primeros discípulos, con el relieve dado a la figura de Simón Pedro, merece una ulterior atención. Parece, en efecto, que es posible señalar algunos pasajes que destacan este peculiar encuentro entre Jesús y Simón Pedro. No será difícil reconocer en ellos algunos rasgos de nuestra experiencia de vida cristiana.
En primer lugar, un paso de la decepción a la confianza: un experto pescador como Pedro sabe que después de ciertas noches de pesca no se puede esperar gran cosa. La experiencia constituye también para nosotros un punto de referencia seguro para nuestras elecciones y para ciertas decisiones. Sin embargo, Pedro da crédito a la Palabra de Jesús y se confía a su eficacia.
Del estupor al reconocimiento de su ser pecador: la conciencia de Pedro se ilumina en pleno día por el contacto vivo con Jesús, y no sólo por el milagro que ha tenido lugar. Es cierto que el milagro sacude la conciencia y la interpela de un modo drástico, pero la referencia principal y última se dirige a la persona de Jesús, frente al que Pedro reconoce que es un pobre pecador, como todos.
De pecador a pescador de hombres: Pedro advierte que Jesús ha entrado en su vida no sólo para atraerlo hacia sí, sino para ganar, a través de él, a otras personas para la novedad de la vida cristiana. Su profesión de pescador queda transformada de ahora en adelante.
Del dejarlo todo al seguimiento de Jesús: como leemos con frecuencia en el relato evangélico, toda vocación se califica no tanto por lo que se deja como por aquel al que uno se adhiere. También Pedro advirtió esta necesidad y no hizo trampas al tomar su decisión.
ORATIO
Oh Señor, me sedujiste y me dejé seducir.
Yo buscaba algo significativo en medio de una vida fácil, pero sin brío, en medio del aburrimiento mortal de tantos días siempre iguales. Tu amor arcano y misterioso me atemorizaba y por eso he resistido durante varios años, hasta que una insatisfacción insoportable me ha plegado a tu irresistible seducción. Me has lanzado a una nueva forma de vida, manifestándome una misión que, desde ese mismo momento, ha sostenido toda mi vida, aun en medio de contradicciones paradójicas y situaciones difíciles, imposibles de vivir desde el punto de vista humano.
Seguirte supuso una maravillosa oportunidad para Pedro, para mí y para todos los que han sido llamados. En efecto, como afirma Victor Frankl, tener un «porqué en la vida permite hacer frente a cualquier cómo».
CONTEMPLATIO
El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó a la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del Reino de los Cielos (Mt 16,19). Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro, en cuanto él representaba la universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del Reino de los Cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos (Jn 20,22ss).
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tenía el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y si se dirige a Pedro con preferencia a los demás es porque Pedro es el primero entre los apóstoles.
No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor (san Agustín, Sermón 295, 1-2.4.7ss, en PL 38, 1348-1351).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor 3,23).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
«No digo eso», replicó Francisco. «Pero me parece que es difícil aceptar la realidad. En verdad, nadie la acepta en bloque. Aspiramos siempre a añadir, en cierto modo, un palmo a nuestra estatura. Éste es el fin de casi todas nuestras acciones. Incluso cuando creemos trabajar por el Reino de Dios, no buscamos otra cosa que hacernos más grandes, hasta el día en que, derrotados, no nos queda más que esta única desmesurada realidad: Dios existe. Entonces descubrimos que sólo él es omnipotente, que sólo él es santo, que sólo él es bueno.
El hombre que acepta esta realidad y se complace en ella, encuentra la serenidad en su corazón. Dios existe y es todo. Pase lo que le pase, existe Dios y existe la luz de Dios. Basta con que Dios sea Dios.
El hombre que acepta íntegramente a Dios se vuelve capaz de aceptarse a sí mismo. Se libera de toda voluntad particular. Ya nada estorba en él el juego divino de la creación. Su voluntad se ha vuelto más sencilla y, al mismo tiempo, extensa y profunda como el mundo. La sencilla y pura voluntad de Dios que abarca y acoge todo» (E. Leclerc, Sapienza di un povero, Milán 1978, p. 145 [edición española: Sabiduría de un pobre, Marova, Madrid 1978]).