Jueves XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 4 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Col 1, 9-14: Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido
Sal 97, 2-3ab. 3cd-4. 5-6: El Señor da a conocer su victoria
Lc 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Colosenses 1,9-14: Salidos de las tinieblas e introducidos en el Reino de la Luz. Progreso espiritual incesante en la luz en que estamos. Es un don de Dios que hemos de agradecer. Comenta San Juan Crisóstomo:
«Como en las carreras del hipódromo se redoblan los gritos de ánimo para el jinete conforme se va acercando al término de la carrera, así el Apóstol estimula con toda su energía a los fieles más avanzados en la perfección... Además del propio don con que nos gratifica, nos da también la virtud necesaria para recibirlo... Dios no solo nos ha honrado haciéndonos partícipes de la herencia, sino que nos ha hecho dignos de poseerla. Es doble, pues, el honor que recibimos de Dios: primero, el puesto, y segundo, el mérito de desempeñarlo bien» (Homilía sobre la Carta a los Colosenses).
–Con el Salmo 97 cantamos las maravillas del Señor que nos ha introducido en el Reino de la Luz: «Revela su justicia a todas las naciones... Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios sobre el pecado, el demonio, la esclavitud, las tinieblas. Por eso invitamos a toda la tierra a que aclame al Señor, lo vitoree y lo aplauda. Es un gran gozo el que nos invade por la Luz esplendorosa en que nos encontramos. Decimos con el salmista: «Tocad la cítara para el Señor, suenen los instrumentos; con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor».
–Lucas 5,1-11: Dejarlo todo por seguir a Cristo. Ser pescadores de hombres es participar en el apostolado de Cristo y en la expansión de la Buena Nueva. Comenta San Jerónimo:
«Quiénes son estos que deben cantar el cántico nuevo lo dicen las palabras que siguen: Los que descendéis, dice, hasta el mar. Jesús viendo a los apóstoles en la orilla remendando sus redes junto al mar de Genesaret, los envió a alta mar (Lc 5,4), para hacerlos, de pescadores de peces, pescadores de hombres. Ellos predicaron el Evangelio hasta el Ilírico y España, dominando también, en breve tiempo, el poder inmenso de la ciudad de Roma. Ciertamente, descendieron al mar y lo traspasaron, soportando las tormentas y las persecuciones de este mundo. También las islas y sus habitantes, la diversidad de las gentes y la multitud de las Iglesias» (Comentario sobre el profeta Isaías 42,11).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Colosenses 1,9-14
a) La alabanza de ayer se convierte ahora en una oración de Pablo, para que la comunidad de Colosas siga adelante, profundice en su conocimiento de la voluntad de Dios y le agrade en todas sus obras.
Habla de "conocimiento", pero en seguida añade lo de las "obras buenas" y, si es el caso, "la fuerza para soportar todo con paciencia y alegría".
Dios les ha trasladado de las tinieblas a la luz, lo cual, por una parte, llena de alegría y, por otra, compromete a un estilo de vida conforme a Cristo Jesús.
b) Podemos examinarnos, ante todo, si existe una buena mezcla de "conocimiento" y de "buenas obras" en nuestra vida. Si nos conformamos con "saber" o si también "hacemos" lo que sabemos que es la voluntad de Dios, buscando agradarle en todo. La sabiduría que Pablo quiere para los suyos es "un conocimiento perfecto" (en griego, "epignosin", super-conocimiento), una "sabiduría e inteligencia espiritual", o sea, apoyada en el Espíritu.
Una sabiduría que no se queda en palabras, sino que conduce a una vida "digna del Señor".
Podemos preguntarnos también si nos hemos liberado totalmente del "dominio de las tinieblas" y hemos pasado al "reino de la luz". Si caminamos en la verdad, en la sinceridad, o si andamos a medias, entre penumbras, con regateos y vías tortuosas, con trampas y manipulaciones de la verdad.
Si caminamos en la luz, nosotros mismos estaremos mucho más llenos de alegría -en la línea optimista del salmo- y también seremos mucho más creíbles en nuestro testimonio para con los demás.
2. Lucas 5,1-11
a) Lucas nos narra la llamada vocacional de Pedro y de los otros primeros discípulos: "desde ahora serás pescador de hombres". Hasta ahora aparecía trabajando solo. Ahora busca colaboradores.
Ya ayer hablaba de Pedro el evangelio: Jesús curó a su suegra de la fiebre. Hoy nos cuenta cómo, para poder apartarse un poco de la gente que se agolpaba en torno, le pide a Pedro que le preste su barca. Qué satisfacción sentiría Pedro: ese predicador que se está haciendo famoso, por su palabra y por sus milagros, le ha pedido a él su barca.
Luego, aunque a regañadientes, porque tiene la experiencia del fracaso de la noche, echa las redes "por la palabra de Jesús". Y sucede lo inesperado: la pesca milagrosa, que provoca en Pedro una reacción de espanto y admiración: "apártate de mí, Señor, que soy un pecador".
No debieron entender mucho lo de ser "pescador de hombres". Pero aquel hombre les ha convencido: "dejándolo todo, lo siguieron".
b) Ser "pescadores de hombres" no significa nada peyorativo. Pescar a las personas, en este sentido, no es un proselitismo a ultranza, ni hacer que mueran para nuestro provecho -en eso consiste la pesca de los peces- sino lo contrario: evangelizar, convencer, ofrecer de parte de Dios a cuantas más personas mejor la buena noticia del amor y la salvación.
En el origen de nuestra vocación cristiana y apostólica tal vez no haya una "pesca milagrosa" o algún hecho extraordinario. Pero sí, de algún modo, ha habido y sigue habiendo un sentimiento de admiración y asombro por Cristo, y la convicción de que vale la pena dejarlo todo y seguirle, para colaborar con él en la salvación del mundo.
Probablemente lo que sí hemos experimentado ya son noches estériles en que "no hemos pescado nada" y días en que hemos sentido la presencia de Jesús que ha vuelto eficaz nuestro trabajo. Sin él, esterilidad. Con él, fecundidad sorprendente. Y así vamos madurando, como aquellos primeros discípulos, en nuestro camino de fe, a través de los días buenos y de los malos. Para que, por una parte, no caigamos en la tentación del miedo o la pereza. Y, por otra, no confiemos excesivamente en nuestros métodos, sino en la fuerza de la palabra de Cristo.
Si no hemos conseguido más, en nuestro apostolado, "mar adentro", ¿no habrá sido porque hemos confiado más en nosotros que en él? ¿porque hemos "echado las redes" en nombre propio y no en el de él?
"El poder de su gloria os dará fuerza para soportar todo con paciencia y magnanimidad" (1a lectura I)
"Y dejándolo todo, le siguieron" (evangelio).