Miércoles XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 4 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Col 1, 1-8: El mensaje de la verdad ha llegado a vosotros y al mundo entero
Sal 51, 10. 11: Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás
Lc 4, 38-44: También a los otros pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han enviado
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Colosenses 1,1-8: El mensaje de la verdad ha llegado al mundo entero. San Pablo agradece a Dios la fe, el amor y la esperanza de los colosenses. El Apóstol exalta la esperanza de lo que Dios les tiene reservado en el cielo. Cristo nos anuncia en cada página del Evangelio un mensaje de esperanza; más aún, Él mismo es nuestra esperanza. El objeto de la esperanza es la herencia incorruptible (1 Pe 1,4). Oigamos a San Basilio:
«El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo» (Homilía 20 sobre la humildad).
Dice San León Magno:
«El pueblo cristiano es invitado a gozar de las riquezas del paraíso, y a todos los regenerados les ha quedado abierto el regreso a la patria perdida, a no ser que ellos mismos se cierren aquel camino que puede ser abierto por la fe de un ladrón» (Sermón 15 sobre la Pasión).
San Cirilo de Jerusalén enseña:
«La esperanza del premio conforta al alma para realizar las buenas obras» (Catequesis 48,18).
–A esta esperanza nos lleva el Salmo 51: «Confío en tu misericordia por siempre jamás... Te daré siempre gracias, porque has actuado. La obra de Dios en el universo, en la redención y en la santificación de las almas debe llenarnos de confianza en Él. Junto a Dios tenemos seguridad en todo. La inseguridad nace cuando se debilita la fe. Recordemos a San Pedro andando sobre el agua... «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada...? En todo esto vencemos por aquel que nos amó. Ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios» (Rom 8,31ss).
–Lucas 4,38-44: Tiene la misión de proclamar la buena nueva en todas partes. Cristo nos da ejemplo de la misión universal de su mensaje. Todos los hombres están llamados a formar parte del Pueblo de Dios, que ha de extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos. Comenta San Ambrosio:
«Tal vez, en esta mujer, suegra de Simón estaba figurada nuestra carne, enferma con diversas fiebres de pecados y que ardía en transportamientos desmesurados de diversas codicias... Nuestra fiebre es la lujuria, nuestra fiebre es la cólera; que, aunque sean vicios de la carne hacen penetrar su fuego en los huesos, afectan al espíritu, al alma y a los sentidos» (Comentario a San Lucas 4,63).
Para esto envió Dios a su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todo, Cabeza del pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios. Para esto envió Dios el Espíritu de su Hijo, Señor y vivificador, quien es para toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes el principio de su asociación y unidad en la doctrina de los apóstoles, en la mutua unión, en la fracción del pan y en la oraciones. Todo esto debe llevarnos a una íntima comunión con Cristo y su mensaje.
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. Colosenses 1,1-8
A partir de hoy, y durante ocho días, leeremos la Carta de Pablo a los cristianos de Colosas, una ciudad que estaba en Frigia, a unos doscientos kilómetros de Efeso, en el Asia Menor, actual Turquía.
Pablo no había fundado aquella comunidad, ni la conocía. Había sido su discípulo Epafras el evangelizador de aquella región. Pablo les dirige una carta amable, hacia el año 63, cuando estaba en Roma en arresto domiciliario. Se ve que aquellos cristianos, aunque no conocían personalmente a Pablo, habían oído hablar mucho y sentían "un profundo amor" por él.
Por el contenido de su misiva se entrevé la vida de aquella comunidad, mezcla de griegos y judíos, también con algún problema doctrinal: por ejemplo la tendencia "gnóstica", la dualidad de su visión cósmica, tal vez con un excesivo aprecio de los ángeles, mientras que los cristianos sitúan claramente a Cristo en el centro de toda su cosmovisión. Por eso la Carta es muy "cristológica".
a) La primera página de esta Carta es un saludo afectuoso y lleno de optimismo. Pablo tenía buenas noticias de aquel "pueblo santo que vive en Colosas": tiene fama "vuestra fe en Cristo Jesús y el amor que tenéis a todo el pueblo santo". Buen retrato de una comunidad.
Pablo aprovecha para decirles que la fe en Cristo, "el mensaje de la verdad, se sigue propagando y dando fruto en el mundo entero".
El salmo hace un eco amable a este saludo: "confío en tu misericordia, Señor... proclamaré delante de tus fieles: tu nombre es bueno".
b) Ojalá se pudiera decir de todas nuestras comunidades -las diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, los diversos movimientos y asociaciones- que son famosas por su "fe en Cristo Jesús" y su "amor a todos los demás" y que "les anima en todo la esperanza".
Luego pueden añadirse más cosas organizativas y vistosas. Pero lo principal es que existan estas tres virtudes llamadas teologales, las básicas de todo cristiano: la fe, la esperanza y la caridad. Éste es el mejor adorno de una comunidad, y la mejor garantía de que su presencia en medio de la sociedad será eficazmente misionera.
2. Lucas 4,38-44
a) Lo que Jesús anunció en Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos.
En efecto, hoy leemos el programa de una jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura de su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo "anunciando el reino de Dios". En medio, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario.
Desde luego, el Reino ya está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su Enviado, Jesús.
b) Buen programa para un cristiano y sobre todo para un apóstol. "Al salir de la sinagoga", o sea, "al salir de nuestra misa o de nuestra oración", nos espera una jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para con los demás y a la vez de oración personal.
¿Ayudamos a que a la gente se le pase la fiebre? ¿a que se liberen de sus depresiones y males? ¿atendemos a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles nuestro tiempo? ¿nos sentimos obligados a seguir anunciando la buena noticia del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo? ¿y lo hacemos todo en un clima de oración?
Podemos revisar dos significativos rasgos de esta página. a) Jesús, en medio de una jornada con un horario intensivo de trabajo y dedicación misionera, encuentra momentos para orar a solas. b) Y no quiere "instalarse" en un lugar donde le han acogido bien: "también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios". Para que evitemos dos peligros: el activismo exagerado, descuidando la oración, y la tentación de quedarnos en el ambiente en que somos bien recibidos, descuidando la universalidad de nuestra misión.
Cristo evangelizador. Cristo liberador. Cristo orante. Fijos nuestros ojos en él, que es nuestro modelo y maestro, aprenderemos a vivir su mismo estilo de vida. Dejándonos liberar de nuestras fiebres y ayudando a los demás a encontrar en Jesús su verdadera felicidad.
"Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás" (salmo I)
"Tengo que anunciar el reino de Dios, para eso me han enviado" (evangelio).