Martes XXII Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 30 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
Para ver el texto completo de las lecturas haz clic aquí.
1 Co 2, 10b-16: A nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios; en cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo
Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab. 13cb-14: El Señor es justo en todos sus caminos
Lc 4, 31-37: Sé quién eres: el Santo de Dios
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Corintios 2,10-16: Solo el hombre espiritual puede captar lo que es propio del Espíritu. Comenta San Agustín:
«El Espíritu de Dios es el Espíritu de caridad, mientras que el espíritu de este mundo es soberbio e ingrato para Dios» (Sermón 283,3).
El Espíritu de Dios proporciona el pensamiento y el vocabulario que permiten hablar de Dios como conviene. El Espíritu de Dios en el corazón del cristiano es la facilidad que da para juzgar todas las cosas desde un punto más elevado, pero hace falta aún una seria voluntad de humildad y de apertura a Dios para ser capaz de acceder a ello. San Juan Crisóstomo lo expone adecuadamente en su Homilía sobre este pasaje paulino:
«El que ve claro, ve todo, incluso al que no ve; en cambio, el que no ve no puede ver lo que hace referencia al que ve claro. Nosotros, los cristianos, comprendemos nuestra condición y la situación de los infieles; los infieles, sin embargo, no entienden la nuestra. Nosotros sabemos como ellos y mejor que ellos cuál es la naturaleza de las cosas presentes; los infieles no conocerán sino un día las excelencias de las cosas futuras, mientras que nosotros vemos desde ahora los sufrimientos de los malvados y las coronas destinadas a los buenos».
–Por eso cantamos jubilosos con el Salmo 144: «El Señor es justo en todos sus caminos. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas... Es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. Su reinado es un reinado perpetuo y su gobierno va de edad en edad». Toda la grandeza de Dios, su majestad inconmensurable está al servicio de su bondad. Esto debe llenarnos de alegría y de generosidad para corresponder a Él con gran amor.
–Lucas 4,31-37: Cristo es el Santo de Dios. Hasta los demonios lo reconocen. San Ambrosio comenta:
«¿Quién es el que en la sinagoga estaba poseído de un espíritu inmundo? ¿No es el pueblo judío? Como atrapado por los anillos de una serpiente y cogido por las redes del diablo, manchaba su pretendida pureza corporal por las inmundicias interiores del alma. Con razón había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu inmundo, porque había perdido el Espíritu Santo. El diablo había entrado en el lugar de donde había salido Cristo. Al mismo tiempo se nos muestra que la naturaleza del diablo no es mala y que sus obras son inicuas: pues el que en virtud de su naturaleza superior reconocía como Señor, por sus obras lo reniega.
«Esto significa la malicia y depravación de los judíos, que ha esparcido por este pueblo una tan gran ceguera y tan gran raquitismo espiritual, que niega lo que los mismo demonios reconocían. ¡Oh herencia de discípulos peores que el maestro! Él tienta al Señor con la palabra, estos con los hechos; él dice: Échate, ellos intentan precipitarlo. No obstante estas cosas, desde un punto de vista más profundo, debemos entender aquí la salud del alma y del cuerpo...» (Tratado sobre San Lucas lib. IV,61-62).
Zevini-Cabra
Lectio Divina para cada día del año
LECTIO
Primera lectura: 1 Corintios 2,10b-16
Pablo, queriendo profundizar en su propio pensamiento, afirma que ninguna persona, contando sólo con sus propias fuerzas, puede conocer a Dios, ni tampoco el misterio de la salvación que quiere entregarnos a todos. Todo es gracia, y sólo por gracia podemos participar nosotros en la salvación.
Esto es posible porque tenemos la revelación del Padre; es más, por medio de Cristo podemos decir que conocemos en cierto modo hasta los secretos de Dios, y nuestro lenguaje, apoyado por el Espíritu Santo, consigue balbucear algo verdadero y auténtico de lo que se refiere a la vida de Dios. Ahora bien, nosotros hemos recibido también el Espíritu que viene de Dios, es decir, el don de Dios por excelencia, del que nos viene el don de la sabiduría. De este modo entramos en sintonía con el mensaje revelado; más aún, se establece una simpatía entre nosotros y todo lo que nos es comunicado. Quien no acoge este don no lo saborea a fondo y no puede comprender el misterio, los secretos de Dios, sino que queda escandalizado. Lo que debería ser sabiduría se convierte para ellos simplemente en locura.
Por último, nosotros poseemos también «el modo de pensar de Cristo» (v. 16), a saber: estamos iluminados por la luz del Evangelio sobre lo que complace a Dios simplemente porque es verdadero, justamente porque se ha realizado en Cristo Jesús: en su vida terrena y de modo señalado en su muerte y resurrección. Poseer el modo de pensar de Cristo es una expresión cargada de significado apocalíptico, es decir, revelador, y no debe ser entendida en una acepción básicamente ética.
Evangelio: Lucas 4,31-37
El trayecto que separa Nazaret de Cafarnaún es relativamente corto y Jesús lo recorre con el solo objetivo de enseñar y curar. Estos son, según Lucas, los dos modos con los que Jesús muestra la autoridad de la que está investido. La de Jesús es una palabra eficaz: realiza lo que significa. Los gestos de Jesús son terapéuticos: llevan consuelo y vida a todos los que los necesitan.
Las palabras y los gestos son el tejido conectivo de todo el Evangelio: Lucas lo afirma tanto en Lc 24,19 como en Hch 1,1. En el fragmento de hoy, que da testimonio del comienzo del ministerio público de Jesús, encontramos una confirmación más que evidente de lo que decimos. Jesús quiere ser escuchado y acogido por el hombre, por cada hombre, por todo el hombre: por eso habla a su corazón y, al mismo tiempo, cura su cuerpo. La eficacia de la Palabra de Jesús se traduce en una intervención de liberación: un pobre enfermo es liberado de un demonio inmundo. Comienza así el combate frontal entre Jesús y el demonio, algo necesario para que Jesús pueda manifestar a cada persona que él ha venido como salvador en el sentido más cabal del término, esto es, como el que redime del reino de Satanás y nos rescata para Dios y para su Reino.
Bueno será destacar, por último, dos efectos secundarios de la intervención de Jesús: de este modo suscita «asombro» (v. 36) en algunos y su fama se difunde por toda la comarca. Es posible que aquí se entienda por asombro el sentimiento de estupor y temor que le asalta a toda criatura frente a la manifestación del misterio del Dios tremendum et fascinans.
MEDITATIO
La primera lectura de esta liturgia de la Palabra suscita una pregunta: ¿qué significa en concreto la expresión «nosotros poseemos el modo de pensar de Cristo»?
Vale la pena que nos detengamos en la búsqueda del sentido profundo que, ciertamente, está escondido en esta frase paulina.
A la luz de la cita veterotestamentaria de Is 40,13 es cierto que nadie puede decir que conoce el pensamiento del Señor-Dios. Nos encontramos ante esa teología apofática -que prefiere callar antes que hablar- cultivada antes y también ahora sobre todo por los místicos y los contemplativos. Ahora bien, la referencia a Is 64,3 que encontramos en 2,9 nos hace saber que Dios ha preparado (esto es, revelado), para aquellos que le aman, cosas que el ojo humano nunca vio ni el oído humano oyó jamás. Así pues, por divina benevolencia, se ha hecho posible al hombre lo que es humanamente imposible. De este modo se abre ante nosotros una nueva vía de conocimiento. Gracias a los dones divinos que caracterizan a los tiempos de Jesús, sobre todo gracias al don del Espíritu Santo, se desentraña ante nosotros un horizonte nuevo sobre el que podemos conocer lo que complace a Dios y reconocerlo con alegría interior. Como hijos en el Hijo, como oyentes de la Palabra, como discípulos del Evangelio, podemos decir muy bien, como Pablo, que «poseemos el modo de pensar de Cristo»: no porque lo hayamos descubierto con nuestro ingenio, sino porque lo hemos acogido con alegría. Tras la estela de Is 55,9 quizás podamos decir que los pensamientos de Cristo no son nuestros pensamientos y que nuestros caminos no son sus caminos; sin embargo, apoyados sobre el fundamento de las palabras de Pablo, podemos alimentar certezas que conocen la solidez de la roca.
ORATIO
Señor Jesús, tus planes son inescrutables.
Tomaste a un asesino como Pablo para difundir tu nombre, elegiste a un pescador como Pedro para hacerle jefe de tu Iglesia, recurriste a una adúltera para manifestar tu misericordia.
¡Oh Señor, tus caminos son misteriosos!
Agustín sigue siendo un ejemplo de conversión para aquellos que están atormentados y encallados en el mal,
Francisco, de libertino, se hizo promotor de la paz; Gorbachov, el comunista, se convirtió en tu instrumento para acabar con la guerra fría.
¡Oh Señor, tus gestos son locuras para la sabiduría humana!
Asumes la debilidad de un niño para destruir a los poderosos; pones la otra mejilla a quien te golpea y perdonas a quien te ofende; mueres para dar a todos la vida y la salvación.
¡Oh Señor, eres justamente incomprensible!
Sin embargo, a la luz del Espíritu también yo puedo reconocer en medio de mis muchas vicisitudes la presencia de tu amor y decir: todo es gracia.
CONTEMPLATIO
Te pido que pienses que nuestro Señor Jesucristo es realmente tu cabeza y que tú eres uno de sus miembros. El es para ti como la cabeza para con los miembros; todo lo suyo es tuyo: el espíritu, el corazón, el cuerpo, el alma y todas sus facultades, y tú debes usar de todo ello como de algo propio, para que, sirviéndolo, lo alabes, lo ames y lo glorifiques. En cuanto a ti, eres para él como el miembro para con la cabeza, por lo cual él desea intensamente usar de todas tus facultades como propias, para servir y glorificar al Padre.
Y él no es para ti sólo eso que hemos dicho, sino que además quiere estar en ti, viviendo y dominando en ti a la manera que la cabeza vive en sus miembros y los gobierna. Quiere que todo lo que hay en él viva y domine en ti: su espíritu en tu espíritu, su corazón en el tuyo, todas las facultades de su alma en las tuyas, de modo que en ti se realicen aquellas palabras: Glorificad a Dios con vuestro cuerpo, y que la vida de Jesús se manifieste en vosotros.
Igualmente, tú no sólo eres para el Hijo de Dios, sino que debes estar en él como los miembros están en la cabeza. Todo lo que hay en ti debe ser injertado en él, y de él debes recibir la vida y ser gobernado por él. Fuera de él no hallarás la vida verdadera, ya que él es la única fuente de vida verdadera; fuera de él no hallarás sino muerte y destrucción. El ha de ser el único principio de toda tu actividad y de todas tus energías (Juan Eudes, Tratado sobre el admirable Corazón de Jesús, 1, 5).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
«Nosotros poseemos el modo de pensar de Cristo» (1 Cor 2,16).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Esta sencilla experiencia me proporcionó una alegría muy profunda, puesto que supe que Jesús me mostraba que aquel a quien amamos y adoramos en el Santísimo Sacramento es aquel a quien amamos y servimos en los más pobres entre los pobres. Nuestra adoración al Santísimo Sacramento no tiene valor si descuidamos a Jesús, presente también en el último de nuestros hermanos, en el más pobre entre los pobres, en el más pecador entre los pecadores, en el más débil entre los débiles. A la mañana siguiente le conté todo a nuestra madre Teresa, la cual me confirmó que ésa era en verdad la experiencia de nuestro carisma. Cualquier cosa que hagamos al último de estos hermanos suyos es como si se la hiciéramos a él, y nos recompensa por ello dos veces, aquí en la tierra y con la vida eterna en los cielos.
Nuestra madre Teresa nos decía siempre: «Las nuestras son humildes palabras de amor dirigidas a los más pobres entre los pobres en la obra de Dios. No somos trabajadoras sociales, sino contemplativas que viven en el corazón del mundo (hermana Mary Nirmala Joshi, sucesora de la madre Teresa de Calcuta).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Corintios 2,10-16
a) ¿Quién es el verdadero sabio? ¿quién llega a conocer en profundidad las personas y las cosas y los acontecimientos?
Pablo insiste: "el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios". Cuando nos dejamos iluminar por ese Espíritu, "que no es del mundo", es cuando entendemos todo en profundidad.
Hay dos clases de personas. Unas se mueven "a nivel humano" (en griego, "physikos anthropos", el hombre físico), y éstas "no captan lo que es propio del Espiritu de Dios, no son capaces de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu". Y está también "el hombre de espíritu" ("pneumatikós"), el que se deja guiar por el Espíritu de Dios, y éste "tiene un criterio para juzgarlo todo".
Para Pablo no es fundamental la perspectiva de la cultura griega, que hacía que los Corintios estuvieran muy satisfechos de su filosofía y de su saber.
b) Si nos quedamos en lo aparente y lo superficial, no llegamos nunca a conocer bien ni la historia ni a las personas ni a nosotros mismos. Si juzgamos "con el criterio del Espíritu", o si, como dice también Pablo, "tenemos la mente de Cristo", su mentalidad, su manera de pensar y jerarquizar los valores, entonces estamos en el buen camino: conoceremos lo más profundo de lo humano y de lo divino.
Mirar las cosas y los acontecimientos desde la mirada misma de Dios: he ahí el secreto.
Entonces sí nos convenceremos de lo que dice el salmo: "el Señor es justo en todos sus caminos", y nos sentiremos llamados a proclamar esa bondad de Dios, que es la clave para todo: "que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas".
Nuestra generación tiende más bien a cantar las hazañas de nuestra ciencia y de nuestro progreso, lo cual es muy bueno. Pero más importantes son las "hazañas del Señor" y su visión de la historia.
La mirada del Espíritu, sencilla y penetrante, que pueden gozar también las personas menos cultas, es más importante que nuestras filosofías eruditas. Un cristiano sencillo, con fe y disponibilidad ante el Espíritu, sabe más que todos los sabios de Grecia.
2. Lucas 4,31-37
a) Rechazado en su pueblo, Nazaret, Jesús va a Cafarnaún. Habla "con autoridad" a la gente y despierta la admiración de todos.
Allí hace el primer "signo": libera a un poseso de su mal. Predica y a la vez libera. La Buena Noticia es que ya está actuando en este mundo la fuerza salvadora de Dios. El mal empieza a ser vencido. Un exorcismo: la primera victoria de Jesús contra el maligno. El demonio lo expresa certeramente: "¿has venido a destruirnos?". Y protesta: naturalmente, el mal no quiere perder terreno.
Los contemporáneos de Jesús unían lo fisico y lo espiritual. La causa del mal de una persona -corporal, anímico, espiritual- la atribuían normalmente a los espíritus malignos.
Sea cual sea el origen de estos males, Jesús libera a toda la persona: a veces le cura de su enfermedad, otras de su posesión maligna, otras de su muerte, y sobre todo, de su pecado.
Hay una visión integral de la persona: de sus males y de su salvación.
b) El Señor Resucitado quiere seguir liberándonos a nosotros de nuestros males.
¿Cuáles son nuestros "demonios" particulares? ¿cuáles nuestras esclavitudes: envidias, miedo, depresiones, egoísmo, materialismo? Jesús está siempre dispuesto a curarnos.
Cuando se nos dice, al invitarnos a comulgar en la misa, que él es "el que quita el pecado del mundo", entendemos que nos quiere totalmente libres, en el sentido más pleno de la palabra.
Pero también quiere que colaboremos con él en la curación de los demás. La fuerza curativa de Jesús pasó a su comunidad: por eso Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo "en nombre de Jesús". La Iglesia, sobre todo por sus sacramentos, pero también por su acogida humana, por su palabra de esperanza, por su anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios, debería estar curando males y "posesiones" de todos. Repartiendo esperanza. Liberando de esclavitudes. Venciendo al mal.
"Nosotros tenemos la mente de Cristo" (1ª lectura II)
"Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad" (evangelio)