Martes XXII Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 4 septiembre, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Tes 5, 1-6. 9-11: Murió por nosotros para que vivamos con él
Sal 26, 1bcde. 4. 13-14: Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida
Lc 4, 31-37: Sé quién eres: el Santo de Dios
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Tesalonicenses 5,1-6.9-11: Murió por nosotros, para que vivamos por Él. No sabemos el día ni la hora de su segunda venida. Por eso hay que velar y estar alerta en el tiempo presente. Explica San Juan Crisóstomo:
«La embriaguez de que habla aquí el Apóstol no es solamente la que resulta del vino, sino la que resulta del pecado. La riqueza, la ambición, la codicia y todo su cortejo de pasiones, esto es lo que causa la borrachera del alma. Pero, ¿por qué se da al pecado el nombre de sueño? Porque el esclavo del pecado se encuentra sin energía, sin acción para las obras de virtud. Sumergido en las ilusiones y el encanto delirante del mal, sus obras no tienen nada de real, nada de sólido; se limita a correr tras unos fantasmas» (Homilía sobre I Tes. 4,2).
–Con el Salmo 26 decimos muy adecuadamente: «Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida... El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo. Espero gozar de la dicha del Señor».
Quien recibe el bautismo puede decir con toda verdad: «El Señor es mi Luz y mi salvación y la defensa de mi vida; el bautizado es conciudadano de los Santos y familiar de Dios» (Ef 2,19). Pertenece a la Iglesia y puede ofrecer a Dios, juntamente con Cristo, el sacrificio más agradable a Dios, que es la sagrada Eucaristía. La fe ayuda a la Iglesia a reconocer el rostro de Cristo en la Escritura, en las celebraciones litúrgicas, en los pobres y perseguidos y luego en la visión beatífica.
–Lucas 4,31-37: Cristo es el Santo de Dios. Hasta los demonios lo reconocen. San Ambrosio comenta:
«¿Quién es el que en la sinagoga estaba poseído de un espíritu inmundo? ¿No es el pueblo judío? Como atrapado por los anillos de una serpiente y cogido por las redes del diablo, manchaba su pretendida pureza corporal por las inmundicias interiores del alma. Con razón había en la sinagoga un hombre poseído del espíritu inmundo, porque había perdido el Espíritu Santo. El diablo había entrado en el lugar de donde había salido Cristo. Al mismo tiempo se nos muestra que la naturaleza del diablo no es mala y que sus obras son inicuas: pues el que en virtud de su naturaleza superior reconocía como Señor, por sus obras lo reniega.
«Esto significa la malicia y depravación de los judíos, que ha esparcido por este pueblo una tan gran ceguera y tan gran raquitismo espiritual, que niega lo que los mismo demonios reconocían. ¡Oh herencia de discípulos peores que el maestro! Él tienta al Señor con la palabra, estos con los hechos; él dice: Échate, ellos intentan precipitarlo. No obstante estas cosas, desde un punto de vista más profundo, debemos entender aquí la salud del alma y del cuerpo...» (Tratado sobre San Lucas lib. IV,61-62).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Tesalonicenses 5,1-6.9-11
a) Terminamos hoy nuestra lectura de la Carta de Pablo a los de Tesalónica. Y lo hacemos con un tema que se ve que preocupaba a aquella comunidad y en general a todas las de Grecia: la venida última de Cristo y la resurrección de los muertos.
Cuando Pablo escribe esta Carta, todavía no han aparecido por escrito los evangelios, pero él ya anticipa la recomendación que Jesús hará varias veces referente al futuro: "el día del Señor llegará como un ladrón en la noche", o "como los dolores de parto a la que está encinta", y por eso no podemos vivir distraídos y en la oscuridad: "no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente".
Estas palabras de Pablo no quieren producir en nosotros angustia: Dios nos tiene destinados, no al castigo, "sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo".
b) A todos nos hace bien pensar en el futuro. Como a un viajero no se le olvida el destino que está marcado en el billete. Como al estudiante no le resulta superfluo pensar en el fin del curso y sus evaluaciones.
Pablo nos invita a vivir en vigilancia, con una cierta tensión, aprovechando el tiempo, como "hijos de la luz", sin dejarnos adormecer por las cosas del camino.
Además, Pablo da un consejo fundamental para que la comunidad cristiana encare con esperanza su marcha hacia adelante: "animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer, como ya lo hacéis". Si cada uno está despierto y vive como "hijo de la luz", sin trampas ni enredos, y además los hermanos de la comunidad también se ayudan mutuamente con su ejemplo, seguro que el "día del Señor", sea el último de la historia como el nuestro particular como las gracias continuas que se suceden en nuestra vida, nos encontrarán preparados.
Seguirá infundiéndonos respeto la muerte, pero dentro del miedo sentiremos también confianza. Lo que nos da esperanza es saber que "Dios nos ha destinado a obtener la salvación por medio de Jesús", para que "despiertos o dormidos, vivamos con él". Como nos ha hecho decir el salmo: "espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida".
2. Lucas 4,31-37
a) Rechazado en su pueblo, Nazaret, Jesús va a Cafarnaún. Habla "con autoridad" a la gente y despierta la admiración de todos.
Allí hace el primer "signo": libera a un poseso de su mal. Predica y a la vez libera. La Buena Noticia es que ya está actuando en este mundo la fuerza salvadora de Dios. El mal empieza a ser vencido. Un exorcismo: la primera victoria de Jesús contra el maligno. El demonio lo expresa certeramente: "¿has venido a destruirnos?". Y protesta: naturalmente, el mal no quiere perder terreno.
Los contemporáneos de Jesús unían lo fisico y lo espiritual. La causa del mal de una persona -corporal, anímico, espiritual- la atribuían normalmente a los espíritus malignos.
Sea cual sea el origen de estos males, Jesús libera a toda la persona: a veces le cura de su enfermedad, otras de su posesión maligna, otras de su muerte, y sobre todo, de su pecado.
Hay una visión integral de la persona: de sus males y de su salvación.
b) El Señor Resucitado quiere seguir liberándonos a nosotros de nuestros males.
¿Cuáles son nuestros "demonios" particulares? ¿cuáles nuestras esclavitudes: envidias, miedo, depresiones, egoísmo, materialismo? Jesús está siempre dispuesto a curarnos.
Cuando se nos dice, al invitarnos a comulgar en la misa, que él es "el que quita el pecado del mundo", entendemos que nos quiere totalmente libres, en el sentido más pleno de la palabra.
Pero también quiere que colaboremos con él en la curación de los demás. La fuerza curativa de Jesús pasó a su comunidad: por eso Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo "en nombre de Jesús". La Iglesia, sobre todo por sus sacramentos, pero también por su acogida humana, por su palabra de esperanza, por su anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios, debería estar curando males y "posesiones" de todos. Repartiendo esperanza. Liberando de esclavitudes. Venciendo al mal.
"Animaos mutuamente y ayudaos unos a otros a crecer" (1a lectura I)
"Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida" (salmo I)
"Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad" (evangelio).