Viernes XXI Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 28 agosto, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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1 Tes 4, 1-8: Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada
Sal 96, 1y 2b. 5-6. 10. 11-12: Alegraos, justos, con el Señor
Mt 25, 1-13: Que llega el esposo, salid a recibirlo
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–1 Tesalonicenses 4,1-8: Dios quiere de nosotros una vida sagrada. Somos templos vivos de Dios. No podemos profanarlo. La pureza no es solamente cuestión de voluntad, sino también signo de que el hombre ha sido santificado en lo más profundo de su ser por la presencia del Espíritu Santo. Escribe San Juan Crisóstomo:
«Una tierra buena hace algo más que devolver el grano que le ha sido confiado; así también el alma no debe limitarse a cumplir lo que está mandado, sino ir más lejos... Dos condiciones configuran la virtud: evitar el mal y hacer el bien. Huir del mal no completa la virtud, sino que es el principio del camino que conduce a ella. Es necesario añadir un celo ardiente por el bien... Estos crímenes que comentamos no quedarán ni mucho menos impunes, El deleite que nos producen causa menos encantos que dolores traerán consigo los sufrimientos con que serán castigados» (Homilía sobre I Tes.).
La llamada universal a la santidad ha sido una doctrina enseñada por la Iglesia en todos los tiempos. Son bien expresivos los testimonios de los Santos Padres, de San Francisco de Sales y de San José-maría Escrivá, y sobre todo del Concilio Vaticano II. Enseña Casiano:
«El fin último de nuestro camino es el Reino de Dios; pero nuestro blanco, nuestro objetivo inmediato es la pureza de corazón. Sin ella es imposible alcanzar ese fin» (Colaciones 1,4).
–El Salmo 96 es un himno a la realeza de Dios que viene. Puede decirse que toda la historia bíblica gira alrededor de la venida del Señor, preconizada en las venidas parciales, que anuncian la gran venida en los últimos tiempos: «El Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados. Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón». Por eso se invita a los justos a alegrarse con el Señor.
–Mateo 25,1-13: Llega el Señor, salid a recibirlo. La parábola de las diez vírgenes es muy aleccionadora. El tiempo de la vida presente ha de ser un tiempo de espera del Señor. Hemos de estar siempre en vela esperándolo y bien preparados. San Agustín expone con frecuencia este pasaje evangélico en sus sermones:
«Estas cinco y cinco vírgenes son la totalidad de las almas de los cristianos. Pero cinco prudentes y cinco necias. Toda alma que vive en un cuerpo se asocia al número cinco, porque se sirve de los cincos sentidos. Fueron y entraron las cinco prudentes. ¡Cuán muchos sois, hermanos míos, en el nombre de Cristo! Hállense entre vosotros las cinco vírgenes prudentes. Vendrá, en efecto, la hora; vendrá y en el momento que desconocemos. Vendrá a media noche, estad en vela... Si, pues, hemos de dormir, ¿cómo estaremos en vela? Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras. Y una vez que te hayas dormido en el cuerpo, ya llegará el momento de levantarte. Cuando te hayas levantado, prepara las lámparas. Que no se te apaguen entonces, que ardan con el aceite interior de la conciencia..., entonces te introducirá el Esposo en la Casa en la que nunca duermes, en la que tu lámpara nunca puede apagarse. Hoy, en cambio, nos fatigamos y nuestras lámparas fluctúan en medio de vientos y tentaciones de este mundo. Pero arda con vigor nuestra llama para que el viento de la tentación más bien acreciente el fuego que no lo apague» (Sermón 93).
José Aldazabal
Enséñame tus Caminos
1. I Tesalonicenses 4,1-8
a) Hemos escuchado cómo se alegraba y se consolaba Pablo por las noticias recibidas de la comunidad de Tesalónica, que tan buen ejemplo daba a todas. Pero, al final, en las páginas que leemos hoy y mañana, incluye unas exhortaciones para que mejoren y se afiancen en el nuevo camino. «Seguid adelante», es la consigna.
No es de extrañar que una comunidad de recién convertidos todavía no esté muy arraigada en las actitudes cristianas, por ejemplo, en lo referente a la vida sexual. Los habitantes de Tesalónica, como los de las demás ciudades paganas, estaban acostumbrados antes de su conversión a un estilo de vida bastante licencioso, dentro y fuera de la vida matrimonial. Por eso Pablo les recomienda: «esto quiere Dios de vosotros, una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno», y que respeten a la mujer, sin considerarla como mero objeto de placer, «no por pura pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios».
No leemos aquí otros pasajes en la misma dirección, como el de 1 Ts 5, 4-11, donde les invita a la sobriedad, porque en Macedonia era famoso el culto en honor del dios Dionisio o Baco, con éxtasis y borracheras rituales.
b) «Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada». La consigna no vale sólo para los que provenían del paganismo, en tiempos de Pablo, sino también para quienes intentamos vivir con criterios cristianos dentro de un mundo neopagano, que no invita precisamente al autocontrol en la vida sexual.
Tanto en el uso de nuestro propio cuerpo como en el de los demás, vale la motivación que daba el apóstol: «el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo». Dios tiene un plan, positivo y gozoso, sobre la vida sexual. Pero en torno a ella, y desde siempre, hay mentalidades que no quieren más puntos de referencia que el propio gusto.
Debemos defendernos de los criterios del mundo, si son contrarios a los de Dios, sin dejarnos contaminar por costumbres que no pueden admitirse en la vida de un cristiano. El salmo promete: «el Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados...».
También a nosotros se nos invita a «seguir adelante», a no quedarnos satisfechos de cómo vivimos el evangelio de Jesús, porque siempre podemos mejorar nuestra calidad de fe y el testimonio que damos. No sólo en lo espiritual y en la caridad social: también en lo sexual. Aunque tengamos que remar contra corriente en medio de una sociedad cuyo único criterio, a veces, parece ser el hedonismo fácil.
2. Mateo 25,1-13
a) Sigue la enseñanza de Jesús sobre la vigilancia. Ayer ponía el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.
La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental...
Jesús quiere transmitir esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel -al menos sus dirigentes- no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.
b) «Velad, porque no sabéis el día ni la hora». ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿llevamos aceite para nuestra lámpara? La pregunta se nos hace a nosotros, que vamos adelante en nuestra historia, se supone que atentos a la presencia del Señor Resucitado -el Novio en nuestra vida, preparándonos al encuentro definitivo con él.
Que no falte aceite en nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de echarse a dormir. Como el conductor que controla el aceite y la gasolina del coche antes del viaje. Como el encargado de la economía a la hora de hacer sus presupuestos.
Se trata de estar alerta y ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite.
No hace falta, tampoco aquí, que pensemos necesariamente en el fin del mundo, o sólo en la hora de nuestra muerte. La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.
Cuando celebramos la Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: «el que me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día».
«Seguid adelante: Dios os ha llamado a una vida santa» (1a lectura I)
«Velad, porque no sabéis el día ni la hora» (evangelio).