Martes XXI Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 22 agosto, 2016 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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2 Tes 2, 1-3a. 13-16: Conservad las tradiciones que habéis aprendido
Sal 95, 10. 11-12a. 12b-13: El Señor llega a regir la tierra
Mt 23, 23-26: Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–2 Tesalonicenses 2,1-3.13-16: Conservad las tradiciones. Sobre la segunda venida de Cristo no hay que dejarse engañar, ni andar preocupados. Pero hay que estar siempre vigilantes, guardando fidelidad a Dios. San Gregorio Magno dice sobre esto:
«Quiso el Señor que se nos ocultase el tiempo de nuestra muerte, para que la misma incertidumbre de aquel momento nos obligue a estar siempre dispuestos» (Comentarios a Job lib. 12c, 38).
–Esta confianza es la que se respira en todo el Salmo 95, escogido como responsorial: «El Señor llega a regir la tierra: Decid a los pueblos: El Señor es Rey, Él afianzó el orbe y no se moverá; Él gobierna a los pueblos rectamente». Todo esto invita a la alabanza divina: «Retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos; porque el Señor rige el orbe con justicia y los pueblos con equidad».
–Mateo 23,23-36: Siguen las maldiciones del día anterior. La enseñanza doctrinal de Cristo es clara: la fidelidad en las cosas mínimas hace posible un cuidado grande para las cosas fundamentales. Pero no sucedía así en los fariseos del tiempo de Jesucristo. Esto puede darse ahora también, si cuidamos el cumplimiento minucioso de cosas mínimas y dejamos de cumplir los mayores preceptos del Señor, sobre todo los referentes a la caridad. Las cosas pequeñas tienen gran valor, con tal que se hagan por amor de Dios. Ahí está el valor de todas nuestras actuaciones. Se ha escrito que todos los días tenemos que escoger entre el dolor de amar o el dolor, mucho más grande, de no amar. Y solo se ama si se vive en la verdad. «Purifiquemos primero el corazón», como decía San Agustín (Sermón 38).