Jueves XX Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 22 agosto, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ez 36, 23-28: Os daré un corazón nuevo y os infundiré mi espíritu
Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19: Derramaré sobre vosotros un agua pura y os purificaré de todas vuestras inmundicias
Mt 22, 1-14: A todos los que encontréis convidadlos a la boda
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Ezequiel 36,23-28: Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo. El destierro es el castigo por los pecados de Israel. Con todo y en razón de la ruina del pueblo de Dios, el nombre del Señor fue profanado entre los gentiles. Por consiguiente, el honor divino exige una acción favorable respecto a su pueblo. El retorno de los exiliados será lo que hará brillar el poder divino ante los ojos de todas las naciones. Se prevé la economía de la salvación realizada por Cristo. San Jerónimo dice:
«Oigamos a Ezequiel, hijo del hombre que anticipadamente habla del poder de quien había de ser Hijo del Hombre: «Yo os tomaré de entre todas las naciones y os rociaré con agua limpia y quedaréis limpios de todas vuestras impurezas, y os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo» (Ez 36,24-26). Os limpiaré, dice, de todas vuestras impurezas. En todas no se omite ninguna. Si las impurezas se limpian, ¡con cuánta más razón la pureza seguirá sin mancilla! Os daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo; porque en Cristo Jesús lo que vale es la nueva creación (Gal 6,15). Por eso cantamos un cantar nuevo, y abandonando al hombre viejo no caminamos ya en la caducidad de la letra, sino en la novedad del espíritu. Esta es la piedra nueva, en que está inscrito el nombre nuevo que nadie sabe leer sino el que lo recibe (Ap 2,17)» (Carta 68,7, a Océano).
–El Salmo 50 canta de nuevo la misericordia del Señor, al que le pedimos: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... mi sacrificio es un espíritu quebrantado, pues Tú no desprecias un corazón quebrantado y humillado».
Con la purificación de la culpa, el pecador renueva la petición de la purificación interior y crea en él un corazón puro (Ez 36,25ss) y un espíritu generoso para poder perseverar en el bien.
La humanidad pecadora, guiada por Cristo, encuentra el camino para pasar de la esclavitud del mal a una vida renovada, obteniendo la infusión del Espíritu Santo y un corazón puro santificado por la gracia divina para ofrecerse ella misma como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios (cf. Rom 12,1).
–Mateo 22,1-14: Invitación a la boda. Imagen privilegiada para expresar la felicidad del Reino de los cielos. Oigamos a San Agustín:
«El mismo Señor que nos propuso esta parábola, el esposo que llama al banquete y da vida a los invitados, Él mismo nos indicó que aquel hombre no simboliza a un personaje, sino a muchos... Muchos son los llamados y pocos los escogidos... Los muchos estaban simbolizados en aquella única persona, porque ella está en lugar del único cuerpo que comprenden los malos, los que no tienen el vestido nupcial. ¿Qué cosa es el vestido nupcial? Sin duda se trata de algo que no tienen en común los buenos y los malos. No el ser hombres y no bestias; no el recibir la luz y las lluvias... Todo esto es común a buenos y malos... Si no tengo caridad de nada me sirve (1 Cor 13, 1-3). He aquí el vestido nupcial; vestíos con él, ¡oh comensales! para estar sentados con tranquilidad» (Sermón 96,4ss).