Jueves XX Tiempo Ordinario (Impar) – Homilías
/ 21 agosto, 2017 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Jc 11, 29-39a: El primero que salga de mi casa a recibirme, será para el Señor, y lo ofreceré en holocausto
Sal 39, 5. 7-8a. 8b-9. 10: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Mt 22, 1-14: A todos los que encontréis convidadlos a la boda
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Jueces 11,29-35: Concepto elemental de valores religiosos y morales que se irán perfeccionando poco a poco. Una gran lección de esta lectura: no hacer juramentos sin motivos suficientes y preferir una persona a todos los motivos sacralizantes. Voto y victoria del juez Jefté, que sacrificó a su hija.
–Reza el Salmo 39: «Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio entonces yo digo: Aquí estoy –como está escrito en el libro– para hacer tu voluntad. Dios mío lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, Tú lo sabes».
El autor de la Carta a los hebreos pone en boca de Cristo algunos versos de este Salmo. Toda la vida de Cristo fue una identificación perfecta de su voluntad con la de su Padre (Lc 22,42), hasta tal punto que pudo afirmar que su alimento era hacer la voluntad de su Padre (Jn 4,34). Por eso insistía el Apóstol San Juan en que los discípulos de Jesús hicieran siempre lo que es agradable al Padre (1 Jn 3,22). Ésa es la verdadera religión.
Cristo ha cumplido el sacrificio total e interior de la propia voluntad al Padre, en la sumisión y obediencia que manifestó desde la Encarnación hasta su inmolación en la cruz.
El sacrificio en espíritu y en verdad que la Iglesia realiza en unión con Cristo en su liturgia es, al mismo tiempo, fuente y fruto de la Redención.
«Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, y no acude a los idólatras que se extravían con engaños. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio entonces yo digo: Aquí estoy –como está escrito en el libro– para hacer tu voluntad...».
–Mateo 22,1-14: Invitación a la boda. Imagen privilegiada para expresar la felicidad del Reino de los cielos. Oigamos a San Agustín:
«El mismo Señor que nos propuso esta parábola, el esposo que llama al banquete y da vida a los invitados, Él mismo nos indicó que aquel hombre no simboliza a un personaje, sino a muchos... Muchos son los llamados y pocos los escogidos... Los muchos estaban simbolizados en aquella única persona, porque ella está en lugar del único cuerpo que comprenden los malos, los que no tienen el vestido nupcial. ¿Qué cosa es el vestido nupcial? Sin duda se trata de algo que no tienen en común los buenos y los malos. No el ser hombres y no bestias; no el recibir la luz y las lluvias... Todo esto es común a buenos y malos... Si no tengo caridad de nada me sirve (1 Cor 13, 1-3). He aquí el vestido nupcial; vestíos con él, ¡oh comensales! para estar sentados con tranquilidad» (Sermón 96,4ss).