Martes XX Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 22 agosto, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ez 28, 1-10: Eres hombre y no Dios; te creías listo como los dioses
Dt 32, 26-27ab. 27cd-28a. 30. 35cd-36ab: Yo doy la muerte y la vida
Mt 19, 23-30: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Ezequiel 28,1-10: Eres hombre y no Dios. Ezequiel anuncia la caída del rey de Tiro que, orgulloso, se equipara con Dios.
Donde hay un soberbio, todo acaba influido por la soberbia. Exigirá un trato especial, como si fuera un dios, se cree distinto de los demás. La Biblia nos asegura muchas veces que la soberbia solo ocasiona contiendas, que altivas frentes de los hombres serán abatidas, que Yahvé asola la casa del soberbio y que la soberbia es odiosa al Señor... Los santos Padres, como Casiano, insisten en lo mismo:
«No existe ninguna pasión como la soberbia, capaz de aniquilar las virtudes y despojar al hombre de toda justicia y santidad. Al modo de una enfermedad contagiosa que afecta a todo el organismo, y no se contenta con debilitar un solo miembro, sino que corrompe el cuerpo entero, así esta pasión derriba a aquellos que están ya firmes en la cima de la virtud para deshacerse de ellos» (Instituciones 12).
«Hay dos clases de orgullo: el primero es carnal, el segundo espiritual. Éste es más peligroso, por cuanto inquieta más especialmente a los que han progresado en alguna virtud» (Colaciones 5).
Y San Gregorio Magno:
«Es la reina suprema de todo el ejército de los vicios. Aunque puede decirse que la soberbia es la madre y la raíz de todos los vicios y pecados, hay tres de los que es de una manera específica: la vanagloria, la ambición y la presunción» (Homilía 31 sobre los Evangelios).
–Como Salmo responsorial se ha escogido también Deuteronomio 32: «Yo doy la muerte y la vida. Yo pensaba: Voy a dispersarlos y a borrar su memoria entre los hombres: Pero, no; que temo la jactancia del enemigo y la mala interpretación del adversario... Son una nación que ha perdido el juicio»... Pero el Señor se compadeció, como tantas veces lo hemos visto ya en la Historia de la Salvación: «Porque el Señor defenderá a su pueblo y tendrá compasión de sus siervos».
–Mateo 19,23-30: Dificultad del apego a las riquezas para entrar en el reino de los cielos. Comenta San Agustín:
«Los premios celestiales no se prometen solamente a los mártires, sino también a quienes siguen a Cristo con fe íntegra y perfecto amor. Estos serán honrados entre los mártires. Así lo promete la Verdad cuando dice: ‘‘todo el que deja casa o campos, o padres, o hermanos...’’ (Mt 19,29). ¿Qué puede hacer el hombre más glorioso que vender sus bienes y comprar a Cristo, ofrecerle a Dios un obsequio grato en extremo: la fuerza incontaminada de un alma y la alabanza íntegra de la devoción; acompañar a Cristo cuando venga a tomar venganza de sus enemigos, sentarse a su lado cuando ocupe su trono para juzgar; ser coherederos con Cristo, igual a los ángeles y gozarse de la posesión del reino celeste con los patriarcas, los apóstoles y los profetas? ¿Qué persecución puede vencer, qué tormentos pueden superar esos pensamientos?
«Un alma resistente, fuerte, estable y fundamentada en consideraciones religiosas se mantiene firme contra todos los terrores del diablo y contra las amenazas del mundo. La fe en los bienes futuros, cierta y bien cimentada, le da fuerza. La persecución cierra sus ojos, pero se abre al cielo» (Sermón 303,2).
Y San Jerónimo:
«Así pues, los que por la fe en Cristo y la predicación del Evangelio hubieran despreciado todo otro afecto y las riquezas y placeres del mundo, recibirán el céntuplo y poseerán la vida eterna. Con ocasión de esta frase algunos introducen un período de mil años después de la resurrección [error del milenarismo o quiliasmo]. Entonces, dicen, nos será devuelto el céntuplo de todas las cosas que hemos dejado y la vida eterna.
«Ellos no comprenden que si respecto a las otras cosas la promesa es decente, en lo que se refiere a las esposas aparece claramente su deshonestidad, porque el que hubiera dejado una por el Señor, recibirían cien en la vida futura. El sentido, entonces, es éste: «El que ha dejado por el Salvador los bienes carnales, recibirá los espirituales»; comparando el valor de unos y otros es como si un número pequeño se compara a cien. Por eso dice también el Apóstol que había dejado solamente una casa y un pequeño campo en una provincia: «Como quien no tiene nada aunque lo poseemos todo» (2 Cor 6,10)» (Comentario al Evangelio de Mateo 19,29).