Lunes XX Tiempo Ordinario (Par) – Homilías
/ 22 agosto, 2018 / Tiempo OrdinarioLecturas
Aparte de las homilías, podrá ver comentarios de los padres de la Iglesia desglosados por versículos de aquellos textos que tengan enlaces disponibles, sobre todo de los Evangelios.
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Ez 24, 15-24: Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho
Dt 32, 18-19. 20. 21: ¡Despreciaste a la Roca que te engendró!
Mt 19, 16-22: Si quieres llegar hasta el final vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo
Homilías, comentarios y meditaciones desde la tradición de la Iglesia
Manuel Garrido Bonaño
Año Litúrgico Patrístico
–Ezequiel 24,15-24: El profeta sirve de modelo. A la muerte de su esposa el profeta recibe del Señor la orden de no manifestar duelo. El pueblo debe imitarlo ante la ruina de la ciudad. Es inútil cualquier lamento. Todo será destruido, incluso el templo, lo más estimado para el israelita, y todo por su infidelidad. Dios exige a su pueblo la fidelidad de la Alianza que Él renueva libremente. Si Abrahán y Moisés son modelos de fidelidad, Israel en su conjunto imita la infidelidad de la generación del desierto. Y donde no se es fiel a Dios, desaparece la fidelidad para con los hombres, y entonces no se puede contar con nadie. Esta corrupción no es propia de Israel. Existe siempre, incluso entre nosotros los cristianos. Es una lección grande la que se nos ofrece en esta lectura.
Israel, escogido por Dios para ser su testigo, permaneció ciego y sordo.
–Como Salmo responsorial se han escogido algunos versos de Deuteronomio 32: «Despierta a la Roca que te engendró... Olvidaste a tu Dios... Lo vio el Señor e, irritado, rechazó a sus hijos y a sus hijas... Son una generación desagradecida, unos hijos desleales... Me han irritado con ídolos vacíos...». La idolatría no es una actitud superada de una vez para siempre, sino que renace bajo diferentes formas: como luego cesa de servir al Señor, se convierte uno en esclavo de las realidades creadas: dinero, voluntad de dominar al prójimo, ansias de poder, placer, envidia y odio... Todo esto conduce a la muerte, mientras que el fruto del Espíritu es vida. Tras estos vicios que son la idolatría se esconden un desconocimiento del Dios único, el único que merece nuestra confianza.
–Mateo 19,16-22: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, así tendrás un tesoro en el cielo. No hay otro camino para la vida eterna que la observancia de los mandamientos de Dios. Mas quien desee ser perfecto y obtener la plenitud de la felicidad, ha de renunciar a sus bienes en favor de los pobres y seguir al Maestro. Comenta San Agustín:
«El Señor no quiso llamar vida a la que han de tener los impíos, aunque hayan de vivir en el fuego una vida sin fin, para que la pena sea también sin fin... A ésta no quiso llamarla vida y sí a la que es feliz y eterna. De aquí que al preguntar aquel rico al Señor, «¿qué he de hacer de bueno para alcanzar la vida eterna?», el mismo Señor a ninguna otra llama vida sino a la feliz. Pues también los impíos la tendrán eterna, pero no feliz, puesto que estará llena de tormentos... Pero, cuando le respondió aludiendo a los mandamientos ¿qué dijo? «Si quieres llegar a la vida». No le habló más que de la vida feliz, puesto que de la desdichada ni siquiera se la ha de llamar vida.
«Por tanto, vida, la que es digna de ser llamada por este nombre, no es más que la feliz. Y no será feliz si no es eterna. Esta verdad y esta vida es la que quieren, la que queremos todos. Pero, ¿por dónde se va a tan gran posesión, a tan gran felicidad? Los filósofos inventaron las vías del error... Les quedó oculto el camino, porque Dios resiste a los soberbios. Nos estaría oculto también si no hubiera venido a nosotros. Por esto dijo el Señor: «Yo soy el Camino». ¡Viandante perezoso!, puesto que no quieres venir al camino, vino el Camino a ti. Buscabas por dónde ir: «Yo soy La Verdad y la Vida». No te extraviarás si vas a Él por Él» (Sermón 150,10).